Image © Carolyn Edwards
Escucharse, dejarse latir en una ola desprevenida, dejarse empujar por la curiosidad, ser gota de agua en un vaso de aceite, ser un suspiro en el cansancio de un niño, ser un arma de destrucción masiva en un jardín, ser un joven revolucionario en una comunidad patriarcal, ser una esperanza en la voz de los olvidados, la memoria del huérfano, la lágrima de la madre, el tesoro de la viuda, el azúcar en la miel, esa dulzura que todos anhelamos sin saber nada, sin discriminar sueños o atajos en aquellos vacíos de la conciencia, de la nefasta experiencia que datamos del ayer, todo un misterio para relacionarnos.
Una sombra camina buscando dueño, la tierra del nunca jamás ha dejado abiertas las inscripciones a huérfanos y mal nacidos, la vida dice que gira sin darse oportunidad de volver, las becas para el consulado de la negación están a disposición de viejos amargados y mujeres recién desfloradas, al menos no quedan concursos de identidad y rifas de personalidad, todo se divide entre hacer y festejar, entre tamales de aquí y galletas del allá. Todas esas caricias que se dejaron en el vaivén de la soledad, de la rueda de la fortuna en el país de los desafortunados, esa bola de cristal que penetra en el tiempo y decide por nuestro futuro.
En el ayer se dejaron marcas que sobrepasaron los egos de la piel, esos poros que sudan a diestra de la noche, que se dejan seducir por sábanas hoteleras y espumas de un jabón en polvo. Negaciones de la soledad, que va, todo es un error, un acertijo de poetas vs hechiceros.
Cada mañana sale una flor para dar alimento a una abeja desamparada, cada mañana un automóvil da de comer a un agente de tránsito, cada horario se entrega a los principios de la fe, para algunos es el camino al reino de los cielos, para otros es la vía más corta al perdón de los pecados y la santa sede, en otros tiempos dicen es el recorrido de los reyes y los pastores, es el belén del niño recién nacido, todos juntos, ayer o mañana coinciden en el imaginario de los feligreses, una temporada en el más acá para seguir invocando a aquel que reside a diestra de todopoderoso del más allá, la diferencia del azar, toda una historia dividida según los testamentos.
Hemos sido testigos de funerales importantes a pesar que no asistimos a ellos, hemos visto a la coalición humana luchar contra los aliados humanos, hemos observado en el caer de la desgracia el desayuno de los heridos sobre la cruz internacional, sobre el tapete de la primavera vemos los fusiles del corredor europeo, dividimos la historia con cortinas de hierro, lavamos conciencias con democracias militarizadas, así y todo, seguimos pensando en dos testamentos, en una semana particular y un diciembre como clausura a la fe de la primavera perdida. Cada mañana esa flor que da de comer a la abeja se resigna por el llanto de las madres, no importa si es mayo o septiembre, si el sur o el norte, es solo el real hedor de la sangre hecha fe, es la piel gritando por un nuevo ego que le seduzca en esos hoteles de la noche, esa mirada que decide por nosotros en bolas y cristales, esa ola desprevenida que nos aloja en su espuma, nos muerde contra la orilla y nos sacude con rabia.
No dejemos escapar más suspiros infantiles en juegos rudos y democráticos, esa comunidad patriarcal que nos robó la esperanza de creer, el poder de elegir y ser testigos, no de funerales sino de banderas unidas en libros y testimonios y no en testamentos y libretas.
Somos el olvido de los huérfanos, el dolor de los poetas, la revolución de la madre y la viuda, la venganza del tiempo, la cicatriz de la iglesia y la conciencia del desamparado, somos asfalto en tribunas y callejones, somos la piel del conquistador y la lanza del defensor, somos hijos de esta tierra prometida, el vil ejemplo de Caín construyendo ciudad a costa de la envidia, de Abel construyendo familia a costa del destierro de su hermano, los hijos de la primera generación.
Somos ese silencio que lo ha visto todo en la historia, ese silencio que adopta gritos a cambio de esperanzas y canciones, somos ese misterio que no nos permite evolucionar.
AV.
Una sombra camina buscando dueño, la tierra del nunca jamás ha dejado abiertas las inscripciones a huérfanos y mal nacidos, la vida dice que gira sin darse oportunidad de volver, las becas para el consulado de la negación están a disposición de viejos amargados y mujeres recién desfloradas, al menos no quedan concursos de identidad y rifas de personalidad, todo se divide entre hacer y festejar, entre tamales de aquí y galletas del allá. Todas esas caricias que se dejaron en el vaivén de la soledad, de la rueda de la fortuna en el país de los desafortunados, esa bola de cristal que penetra en el tiempo y decide por nuestro futuro.
En el ayer se dejaron marcas que sobrepasaron los egos de la piel, esos poros que sudan a diestra de la noche, que se dejan seducir por sábanas hoteleras y espumas de un jabón en polvo. Negaciones de la soledad, que va, todo es un error, un acertijo de poetas vs hechiceros.
Cada mañana sale una flor para dar alimento a una abeja desamparada, cada mañana un automóvil da de comer a un agente de tránsito, cada horario se entrega a los principios de la fe, para algunos es el camino al reino de los cielos, para otros es la vía más corta al perdón de los pecados y la santa sede, en otros tiempos dicen es el recorrido de los reyes y los pastores, es el belén del niño recién nacido, todos juntos, ayer o mañana coinciden en el imaginario de los feligreses, una temporada en el más acá para seguir invocando a aquel que reside a diestra de todopoderoso del más allá, la diferencia del azar, toda una historia dividida según los testamentos.
Hemos sido testigos de funerales importantes a pesar que no asistimos a ellos, hemos visto a la coalición humana luchar contra los aliados humanos, hemos observado en el caer de la desgracia el desayuno de los heridos sobre la cruz internacional, sobre el tapete de la primavera vemos los fusiles del corredor europeo, dividimos la historia con cortinas de hierro, lavamos conciencias con democracias militarizadas, así y todo, seguimos pensando en dos testamentos, en una semana particular y un diciembre como clausura a la fe de la primavera perdida. Cada mañana esa flor que da de comer a la abeja se resigna por el llanto de las madres, no importa si es mayo o septiembre, si el sur o el norte, es solo el real hedor de la sangre hecha fe, es la piel gritando por un nuevo ego que le seduzca en esos hoteles de la noche, esa mirada que decide por nosotros en bolas y cristales, esa ola desprevenida que nos aloja en su espuma, nos muerde contra la orilla y nos sacude con rabia.
No dejemos escapar más suspiros infantiles en juegos rudos y democráticos, esa comunidad patriarcal que nos robó la esperanza de creer, el poder de elegir y ser testigos, no de funerales sino de banderas unidas en libros y testimonios y no en testamentos y libretas.
Somos el olvido de los huérfanos, el dolor de los poetas, la revolución de la madre y la viuda, la venganza del tiempo, la cicatriz de la iglesia y la conciencia del desamparado, somos asfalto en tribunas y callejones, somos la piel del conquistador y la lanza del defensor, somos hijos de esta tierra prometida, el vil ejemplo de Caín construyendo ciudad a costa de la envidia, de Abel construyendo familia a costa del destierro de su hermano, los hijos de la primera generación.
Somos ese silencio que lo ha visto todo en la historia, ese silencio que adopta gritos a cambio de esperanzas y canciones, somos ese misterio que no nos permite evolucionar.
AV.
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