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Desde la infancia siempre hemos sido seres de
proyectos, de metas. Nos hemos cruzado con ideas locas que nos invitaban a
vivir grandes experiencias y aventuras, a persuadirnos con propuestas
excéntricas con tal de salir del tedio, de darle utilidad al tiempo libre.
A pesar de entonces, realmente hemos sido personas
reflexivas que desde su entorno hemos querido transformar la realidad, como si
no nos gustara en la que vivimos y pues bueno, siempre ha sido cierta esa
afirmación. Se nos ha llegado a ocurrir infinidad de ideas con tal de hacer de
este mundo, de este contexto, un lugar diferente, o quizás, la misma tajada de
pan pero con distinto sabor, querer hacer y ser de este espacio un hogar mejor
para aquellos que lo han perdido todo o de los que nunca han ganado nada.
Tal como lo mencionamos, desde pequeños hemos sido
seres de proyectos, no solo de mi parte hablo, de seguro me atrevería a lanzar tal
afirmación en nombre de todos aquellos nacidos antes de la década de los
noventas. Por una parte, por la gran influencia de la Televisión Educativa de
entonces y por el perfil de los súper héroes de cada día, de otra parte, porque el
exceso de tiempo libre incitaba a que nuestros padres nos ocuparan en
actividades o grupos infantiles, todo con la excusa de hacernos mejores
personas y brindarnos educación para la vida, como sería el caso de los Boy
Scout, o academias deportivas – en su mayoría de fútbol – o centros de
aprendizaje de idiomas, entre otros.
Un proyecto personal arrancaría pues de muchas
maneras, para mi caso particular podría reseñarles bastantes, desde lo más
íntimo y personal hasta lo más superficial e innecesario, porque para vivir he
nacido y si de algún modo me he sentido partícipe de este mundo ha sido
precisamente de la mejor manera que lo he podido interpelar: Viviendo de él y
juntando cada una de sus migajas en mis ideales, aprender a transformarlo.
Se podría comenzar por hablar de alguna venta de
comidas que de niño se me ocurrió, o de ese fallido equipo de fútbol que
armamos con los del vecindario alrededor de los doce años. Podríamos mentar
quizás ideas tan ingenuas para la vida como el de realizar un festival de
cuentos para jóvenes en aquellos inicios del año 2000, cuando recién llegaba a
Cali de Medellín, sería un pusilánime ejercicio de intercambio de visiones con
dos compañeras, una del colegio y otra que
apareció por referencia de terceros, a la final terminaría siendo solo excusas
para estar con una fulana que me agradaba y no para construir lo que años más
tarde sería la razón de mi existir en aquella década que iniciaba.
En el transcurso de mi vida he sido merecedor de
muchos premios de cuento y poesía, algunos pocos de novela, pero en su mayoría
todos han sido alrededor de la temática de cuento e idiomas, por aquello del 23
de abril. Precisamente para ese año 2000 ganaría el premio nacional de cuento,
en ese entonces organizado por un medio
de comunicación muy importante del país, posterior a esa bonita experiencia y
reconocimiento esperaría la publicación de un libro o alguna obra de mi parte
pero no ocurrió nada, más allá de un diploma y un reconocimiento público en un
periódico local, no se obtuvo nada más. No sé si realmente fue ingenuidad de mi
parte o desconocimiento de las bases del concurso o qué se yo, no sé si fuese
simplemente un concurso de esos que solo buscan promover talentos y ya, sin
comprometerse a nada, no sé realmente que haya sido, pero era lo que
necesitaba.
Desde aquel entonces y bajo la influencia de aquel
Medellín 2000 tomé la decisión de ayudar a las generaciones que vendrían detrás
de mí, y fue así como nació uno de mis proyectos más importantes en la vida,
incluyendo pues el fiasco de esfuerzo de aquel finales de 2000 e inicios de
2001.
Con “Toma la Palabra” arrancó lo que sería un ciclo
quizás muy bello de mi vida, porque precisamente gracias a esa idea loca que
años más tarde se volvería obsesión y culminaría en Gestión es que nacieron
muchas otras ideas y conocí a muchas personas especiales, desde novias hasta
grandes amigos y enemigos del camino.
Fue en Bogotá alrededor del año 2002 donde se logró
materializar el primer esfuerzo de Toma la Palabra gracias a la atención y
dedicación de seres que para hoy, son muy queridos: Diana Romero, Yessy, César
Muñoz, en fin. Se logró realizar el Primer Encuentro Regional de Escritores
Jóvenes Bogotá 2002: Toma la Palabra, lastimosamente para la ejecución del
evento solo pude estar presente como participante, pues tuve que abandonar al
comité organizador meses atrás a razón de que regresaría a vivir a Cali.
En Cali logramos que la idea naciera por igual, un
gran grupo de personas a las que quiero mucho y admiro y de las cuales, a
algunas ya había mencionado en aquel Proyecto 24 , fue que materializamos el proyecto en un inolvidable 20 de agosto de 2003,
con precisamente el I Encuentro Local de Poesía Cali 2003: Toma la Palabra.
A partir de ese año comenzamos a organizar más
versiones de tan bello proyecto pues su filosofía de trabajar y dar a conocer
al talento joven siempre se conservó hasta su final, en ese visceral año 2010,
inclusive, para 2009 ya habíamos ganado un reconocimiento de la Alcaldía de
Cali por ser la mejor propuesta juvenil de Proyectos para la población juvenil.
Fue un bonito premio, porque nunca nos habíamos inmiscuido en esas cosas de la
política.
De manera paralela también apoyé muchos proyectos
sociales como voluntario, pero siempre ahora que hago la reflexión obré de la
misma manera: Mi fin y punto de partida siempre fue apoyar con ideas o
contactos, con esfuerzo o tiempo los sueños de los demás, ayudarles a
materializar sus sueños en acciones, pues no quería (y aún hoy día pienso
igual) que la frustración ganara esa batalla o, que una excelente idea que
podría ayudar a muchas personas no pudiese ser real por falta de recursos o
ideas.
Inolvidable ese año 2004 en el que logramos crear un
Comité dedicado a la Participación Estudiantil en la Javeriana, inolvidable,
porque fue un proyecto que generaciones atrás venían intentando y fue mi
generación, quizás a modo de herencia, quizás a modo de mérito, la que logró
crear tal comité, unificar la participación estudiantil y sentar un punto en
común de diálogo con las directivas de la institución. Nos convertimos casi que
en la cuarta Decanatura de la universidad, fueron tiempos bellos en los que los
intereses particulares de nadie interfirieron en algo que trabajaba en nombre
del bien común.
Conocí a mis niños en el 2010, a la Fundación Semillas
de Amor, otra idea a la que llegué por favores de otros y no por intereses
personales, pero allí quedó el amor y quizás allí mismo fue dónde mi amistad
con seres humanos maravillosos como Rita o
Charlie se fue fortaleciendo gracias a un amor en común: Los niños de la fundación.
Logramos recaudar fondos para una Fundación que en ese entonces estaba más
dedicada al abandono, una Fundación que no contaba con un Plan propio o una
estrategia para su sostenimiento, fueron gratificantes tardes de sábado y
recorridas por emisoras y canales de TV para pedir ayuda y claro, lo logramos.
Se nos ocurrió integrar a la comunidad de Tuiteros de
la ciudad, porque había que reunirnos a conversar, también fundé un periódico
en el colegio, un grupo de Teatro, un programa de Radio, tuve un Cine Club, participé
de programas de Magazine en TV, bastantes ideas de servicio social y
voluntariado se me ocurrieron, y otras muchas apoyé, imposible olvidar aquel 2006
cuando llevamos a los hijos de los entonces recicladores del Basuro de Navarro
a un domingo de paseo a Pance, con almuerzo y juegos, fue espectacular,
logramos financiar una idea tan simple pero llena de amor en un plazo de tiempo
en el que nadie creería que fuéramos capaces, quizás porque no es que no creyeran
en nuestra intención sino, que quizás no creían era en el proyecto, en la
esencia misma de las cosas.
Se podría mencionar no solo proyectos míos sino, de
mis amigos o de conocidos, porque somos una generación de proyectos, una
generación que se inventa actividades con el fin y principio real de ayudar a
otros, de eso es posible que tengamos una deuda grande con nuestros padres
porque fueron ellos los que nos dieron ese espíritu aunque a mitad del camino,
se nos intentaran cortar las alas.
Un proyecto, de vida.
AV
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