6 de octubre de 2014

Proyecto 31: Un Proyecto.





Desde la infancia siempre hemos sido seres de proyectos, de metas. Nos hemos cruzado con ideas locas que nos invitaban a vivir grandes experiencias y aventuras, a persuadirnos con propuestas excéntricas con tal de salir del tedio, de darle utilidad al tiempo libre.

A pesar de entonces, realmente hemos sido personas reflexivas que desde su entorno hemos querido transformar la realidad, como si no nos gustara en la que vivimos y pues bueno, siempre ha sido cierta esa afirmación. Se nos ha llegado a ocurrir infinidad de ideas con tal de hacer de este mundo, de este contexto, un lugar diferente, o quizás, la misma tajada de pan pero con distinto sabor, querer hacer y ser de este espacio un hogar mejor para aquellos que lo han perdido todo o de los que nunca han ganado nada.

Tal como lo mencionamos, desde pequeños hemos sido seres de proyectos, no solo de mi parte hablo, de seguro me atrevería a lanzar tal afirmación en nombre de todos aquellos nacidos antes de la década de los noventas. Por una parte, por la gran influencia de la Televisión Educativa de entonces y por el perfil de los súper héroes de cada día, de otra parte, porque el exceso de tiempo libre incitaba a que nuestros padres nos ocuparan en actividades o grupos infantiles, todo con la excusa de hacernos mejores personas y brindarnos educación para la vida, como sería el caso de los Boy Scout, o academias deportivas – en su mayoría de fútbol – o centros de aprendizaje de idiomas, entre otros.

Un proyecto personal arrancaría pues de muchas maneras, para mi caso particular podría reseñarles bastantes, desde lo más íntimo y personal hasta lo más superficial e innecesario, porque para vivir he nacido y si de algún modo me he sentido partícipe de este mundo ha sido precisamente de la mejor manera que lo he podido interpelar: Viviendo de él y juntando cada una de sus migajas en mis ideales, aprender a transformarlo.

Se podría comenzar por hablar de alguna venta de comidas que de niño se me ocurrió, o de ese fallido equipo de fútbol que armamos con los del vecindario alrededor de los doce años. Podríamos mentar quizás ideas tan ingenuas para la vida como el de realizar un festival de cuentos para jóvenes en aquellos inicios del año 2000, cuando recién llegaba a Cali de Medellín, sería un pusilánime ejercicio de intercambio de visiones con dos compañeras, una del colegio y  otra que apareció por referencia de terceros, a la final terminaría siendo solo excusas para estar con una fulana que me agradaba y no para construir lo que años más tarde sería la razón de mi existir en aquella década que iniciaba.

En el transcurso de mi vida he sido merecedor de muchos premios de cuento y poesía, algunos pocos de novela, pero en su mayoría todos han sido alrededor de la temática de cuento e idiomas, por aquello del 23 de abril. Precisamente para ese año 2000 ganaría el premio nacional de cuento, en ese entonces organizado por un  medio de comunicación muy importante del país, posterior a esa bonita experiencia y reconocimiento esperaría la publicación de un libro o alguna obra de mi parte pero no ocurrió nada, más allá de un diploma y un reconocimiento público en un periódico local, no se obtuvo nada más. No sé si realmente fue ingenuidad de mi parte o desconocimiento de las bases del concurso o qué se yo, no sé si fuese simplemente un concurso de esos que solo buscan promover talentos y ya, sin comprometerse a nada, no sé realmente que haya sido, pero era lo que necesitaba.

Desde aquel entonces y bajo la influencia de aquel Medellín 2000 tomé la decisión de ayudar a las generaciones que vendrían detrás de mí, y fue así como nació uno de mis proyectos más importantes en la vida, incluyendo pues el fiasco de esfuerzo de aquel finales de 2000 e inicios de 2001.

Con “Toma la Palabra” arrancó lo que sería un ciclo quizás muy bello de mi vida, porque precisamente gracias a esa idea loca que años más tarde se volvería obsesión y culminaría en Gestión es que nacieron muchas otras ideas y conocí a muchas personas especiales, desde novias hasta grandes amigos y enemigos del camino.

Fue en Bogotá alrededor del año 2002 donde se logró materializar el primer esfuerzo de Toma la Palabra gracias a la atención y dedicación de seres que para hoy, son muy queridos: Diana Romero, Yessy, César Muñoz, en fin. Se logró realizar el Primer Encuentro Regional de Escritores Jóvenes Bogotá 2002: Toma la Palabra, lastimosamente para la ejecución del evento solo pude estar presente como participante, pues tuve que abandonar al comité organizador meses atrás a razón de que regresaría a vivir a Cali.

En Cali logramos que la idea naciera por igual, un gran grupo de personas a las que quiero mucho y admiro y de las cuales, a algunas ya había mencionado en aquel Proyecto 24 , fue que materializamos el proyecto en un inolvidable 20 de agosto de 2003, con precisamente el I Encuentro Local de Poesía Cali 2003: Toma la Palabra.

A partir de ese año comenzamos a organizar más versiones de tan bello proyecto pues su filosofía de trabajar y dar a conocer al talento joven siempre se conservó hasta su final, en ese visceral año 2010, inclusive, para 2009 ya habíamos ganado un reconocimiento de la Alcaldía de Cali por ser la mejor propuesta juvenil de Proyectos para la población juvenil. Fue un bonito premio, porque nunca nos habíamos inmiscuido en esas cosas de la política.

De manera paralela también apoyé muchos proyectos sociales como voluntario, pero siempre ahora que hago la reflexión obré de la misma manera: Mi fin y punto de partida siempre fue apoyar con ideas o contactos, con esfuerzo o tiempo los sueños de los demás, ayudarles a materializar sus sueños en acciones, pues no quería (y aún hoy día pienso igual) que la frustración ganara esa batalla o, que una excelente idea que podría ayudar a muchas personas no pudiese ser real por falta de recursos o ideas.

Inolvidable ese año 2004 en el que logramos crear un Comité dedicado a la Participación Estudiantil en la Javeriana, inolvidable, porque fue un proyecto que generaciones atrás venían intentando y fue mi generación, quizás a modo de herencia, quizás a modo de mérito, la que logró crear tal comité, unificar la participación estudiantil y sentar un punto en común de diálogo con las directivas de la institución. Nos convertimos casi que en la cuarta Decanatura de la universidad, fueron tiempos bellos en los que los intereses particulares de nadie interfirieron en algo que trabajaba en nombre del bien común.

Conocí a mis niños en el 2010, a la Fundación Semillas de Amor, otra idea a la que llegué por favores de otros y no por intereses personales, pero allí quedó el amor y quizás allí mismo fue dónde mi amistad con seres humanos maravillosos como Rita o Charlie se fue fortaleciendo gracias a un amor en común: Los niños de la fundación. Logramos recaudar fondos para una Fundación que en ese entonces estaba más dedicada al abandono, una Fundación que no contaba con un Plan propio o una estrategia para su sostenimiento, fueron gratificantes tardes de sábado y recorridas por emisoras y canales de TV para pedir ayuda y claro, lo logramos.

Se nos ocurrió integrar a la comunidad de Tuiteros de la ciudad, porque había que reunirnos a conversar, también fundé un periódico en el colegio, un grupo de Teatro, un programa de Radio, tuve un Cine Club, participé de programas de Magazine en TV, bastantes ideas de servicio social y voluntariado se me ocurrieron, y otras muchas apoyé, imposible olvidar aquel 2006 cuando llevamos a los hijos de los entonces recicladores del Basuro de Navarro a un domingo de paseo a Pance, con almuerzo y juegos, fue espectacular, logramos financiar una idea tan simple pero llena de amor en un plazo de tiempo en el que nadie creería que fuéramos capaces, quizás porque no es que no creyeran en nuestra intención sino, que quizás no creían era en el proyecto, en la esencia misma de las cosas.

Se podría mencionar no solo proyectos míos sino, de mis amigos o de conocidos, porque somos una generación de proyectos, una generación que se inventa actividades con el fin y principio real de ayudar a otros, de eso es posible que tengamos una deuda grande con nuestros padres porque fueron ellos los que nos dieron ese espíritu aunque a mitad del camino, se nos intentaran cortar las alas.

Un proyecto, de vida.


AV

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