8 de junio de 2023

El paso del poeta (Veneno)

 

Imagen tomada de:

https://www.etsy.com/es/listing/54565446/math-arte-del-gato-acuarela-del-gato

 


Inicia el poeta bajo el acorde de un confidente piano a expresar su tristeza en palabras heridas. Se pregunta a sí mismo si la lluvia se detendrá o por el contrario, continuará cayendo como un grupo de quejas que señalan al corazón. Sentado sobre un banco de cemento y con los audífonos puestos, escucha una balada triste mientras observa el caminar de cuanto ciudadano atraviesa la plazoleta Bolívar, muchos transitan con afán, con ganas de llegar a un punto fijo sin ser regañados.

 

Hay personajes que con las manos en los bolsillos andan los caminos de la vida con afán, les preocupa solamente las canciones que saltan de ritmo y prosa, le huyen a unas gotas de agua que someramente bajan a la tierra a saludar, personajes que han caído en introspección e insana rebeldía. Un estudiante sube las escaleras de un puente peatonal, sobre una avenida de principal trayecto, desde la escalinata final llega a caminar el paso peatonal elevado cuando un ruido insufrible rompe la costumbre frialdad del ciudadano de a pie.

 

Un Chevrolet B-70 modelo 86 es llevado en una grúa generando atasco en una transversal, el estudiante que observa desde la cima del puente solo siente escalofrío a pesar de la nublada tarde que comienza a tomar gris color.


El sol se escapó dejando un bochornoso calor en la avenida principal.

 

Un grupo de torcazas pasa volando sobre el puente peatonal, el estudiante llega al otro lado de la avenida para continuar con su afanado paso de vivir la vida de clase en clase: Tiene cita a las cinco de la tarde con el amor, su primera lección.

 

Nuestro poeta se levanta del banco y da pasos lentos, pesados, como si fuera innecesario cruzar la plazoleta con la lluvia coqueteando sus hombros. No lleva consigo abrigo ni nada parecido, está expuesto a las gotas ligeras de una tarde gris de mayo, se preocupa más bien por el escondido vicio del amor, de la tristeza de tener que sentirse humano en un universo de desamparados.

 

Como buen poeta, no ha escrito nada en ninguna parte, su obra es de total desconocimiento para la humanidad. Ni su familia ni sus allegados tienen lectura alguna de prosa o verso escrito, lleva la poesía en su sangre, en su interior.


Se declara a sí mismo poeta porque ser ingeniero o docente es una labor limitada a lo que tanto quiere la vida de sí: Vivir.

 

No tiene vocación de servicio, tampoco ánimos para cumplir con labores de oficio, es un extraño sujeto que escondido en sus audífonos y la balada triste de un piano (al parecer amable con sus deseos) se dedica ahora a caminar junto a otros ciudadanos atravesando la plazoleta sin ganas de llegar a un punto fijo, carga palabras heridas en su memoria, aprieta con fuerza los puños sin sacarlos de los bolsillos.

 

Es un poeta, un guerrero, un ingeniero o tal vez un docente triste.

 

Este poeta, por demás ficticio o inconcluso, transita junto a la avenida queriendo ser embestido por un automóvil, con algo de rabia y por qué no, frustración. Bien se dice que un vicio caro es el amor, quien paga las consecuencias por lo general es aquel incapaz de rendir a la altura del desafío.

 

Hombre triste que transcurre sin tener agradecimiento alguno por todo lo que le rodea.

 

Nuestro poeta se cruza en la vía con un joven estudiante, un inquieto menor que en el afán de llegar a una clase amor, pierde el control y corre excusando su atropello, como buen poeta ignora al chico y camina, camina, sigue caminando.


Se entremezcla con el tedio de una historia interminable.

 

Al fondo en la esquina una señora oferta carbohidratos en diferentes presentaciones, el aroma a grasa y algo de proteína animal llama la atención de los ciudadanos que transitan el sector. Como buen poeta es admirador de los carbohidratos, detiene su paso, observa, piensa, reflexiona, desciende, asiente.

 

No hay sentimientos superiores a la orfandad de un corazón roto que ha perdido a un ser querido, a la ansiedad de un joven que corre en búsqueda de una primera vez, o a la preocupación de poeta y un embarazo no deseado.

 

Todos transitan la vida con su ritmo y sus canciones, sus premuras, sus olvidos, sus antídotos y sus venenos.

 

Nuestro poeta será padre y quizás en ese sentimiento encuentre herido su cuerpo y corazón, porque a pesar de querer y amar a quien dará su primogénito, lamenta lo fuerte que es el amor no correspondido.

 

Es mejor hacer una pausa con algo de comer: - amiga, dos empanadas por favor – reclama.

 

Un perdido vicio que ahora le llama amor.


 

AV

 

5 de junio de 2023

El Canto de la Torcaza (Destino)

 

Imagen tomada de:

https://lataco.com/alleged-cat-graffiti-artist-arrested-los-angeles

 

Dejar caer el alma sobre el viento y flotar como una pluma que viaja entre edificios a lo alto de una ciudad que se desvela en telúricos comentarios políticos y polémicas decisiones musicales. Navegar como una torcaza que sin la más decente belleza, a su ritmo y placer deja en la estela de un desesperado salto la vida misma, el amor por agarrar el cielo entre sus silencios.

Observar cada instante, como una reverencia al pasado, como una canción que nos da movimiento y nostalgia, una danza de palabras envenenadas en una melancólica guitarra, como la canción del pájaro campana que trasciende en el tiempo, que muta en diferentes versiones, que se aleja de si misma y es a su vez, una sola entonación: Triste, pretenciosa, antigua, acelerada, suicida [quizás].

Quizás.

En un lejano muro de viejas construcciones se posa el ave, llega saltando como si supiera volar, allí se encuentra con otras especies de similar estética, con su canto previo a empezar a dar alimento a sus crías, pequeñas y feroces bestias de lo cotidiano. Bajo ellas una sombrilla de colores cuida del potente sol a dos desempleados. Caballeros de buen gusto que con el cansancio de no hacer nada y el desespero de una acalorada tarde de mayo siembran palabras en el ocio, juntan mentiras y promesas hasta ensayar un ideal discurso de prosperidad.

A su lado una señora camina llevando de la mano un menor, pequeño caballero de escasos cuatro eneros, de ojos saltados y sonrisa inocente, con la misma estética que la cría de la torcaza, pero a diferencia de estas, poseedor del don de la palabra mal dicha, gemidos leves, frases inconclusas que a bien comunican el deseo por un helado.

La señora bien saluda a los caballeros, dos re conocidos colegas del vecindario, por igual alza la voz y extiende amable sonrisa al asesor comercial de una pequeña y pretenciosa tienda de barrio: ¡Buenas tarde don Ismael!

Don Ismael devuelve el saludo, observa llegar a las torcazas en el muro que divide su negocio de la casa quinta que tiene adyacente, se cuestiona si es pertinente poner trampas o seguir dejando a la naturaleza poseer su negocio con excremento mientras se anuncia a canto leve la llegada de la Solapa. 

Suena un teléfono fijo y una señora de gruesos dedos contesta, toma nota de una serie de indicaciones y con la mirada da instrucciones a Don Ismael de empacar algunas latas de cerveza (frías por supuesto), una cajetilla de cigarrillos americanos y dos paquetes de papas fritas.

Se gira nuestro anfitrión a tomar pedido mientras la señora, de nombre Rubí, da una serie de números a dónde el interlocutor telefónico, puede hacer la transferencia de dinero para pago. Grita como General y mueve sus manos como marinero, a su respuesta un joven delgado y cabello a cortes abstractos sale detrás de una cortina que divide el negocio con la intimidad, recibe una hoja con una dirección, toma en sus manos una bolsa grande con el pedido empacado por Don Ismael y se monta en su bicicleta rumbo a unas calles de distancia.

Canta la torcaza mientras su pareja da de comer a las crías, feas bestias de los cielos que aun con el plumaje igual de abstracto al joven ciclista comen retazos que han sido recogidos por sus progenitores en los cielos de una ciudad que no da espera a los desesperados.

 - ¡Mal sea el gobierno que abusa de sus ciudadanos para dar de comer a quienes se roban el erario! – espeta uno de los clientes que bajo la sombrilla de colores termina el último sorbo de su cerveza. Su compañero, un tipejo más joven pero igual de desempleado solo lo observa, de seguro es simpatizante de la causa nacional.

Un autobús se aproxima por la calle intermedia, abraza el cruce de ambas esquinas y gira para tomar camino a la avenida principal: una elegante calle a unos metros de distancia de tan pretencioso negocio familiar. 

Ramiro, si le damos un nombre genérico, conduce su viejo Chevrolet B-70 con la misma velocidad con la que la cría traga entero cada pedazo de alimento, a su lado un joven “Ramirito” aprende del oficio de conductor. La señora, con su bebé atrapado en sus manos camina apresurando el paso, no estaba en sus planes ver llegar tan pronto el viejo bus municipal.

Estira sus manos y alcanza con un gemido intelectual, la mirada de dos hombres que al nombre de Ramiro, responden a la solicitud. Frena, en seco, sin responsabilidad ni precaución, solo frenan para no dejar detrás a la dama y su menor, rena dejando un ruido interminable en la consciencia de los presentes.

Frena como la vida que flota en los aires, como el alma que flota sobre la ciudad en una tarde acalorada de mayo, bajo un sol inclemente que sin querer despedir a nadie toma por sorpresa la vida de un joven ciclista que miraba un pequeño papel para identificar su destino.

Su destino se enajena en el trayecto con la misma crueldad con que las torcazas salen heridas por culpa de un pico de botella (varios picos de botella) pegados en el muro, como una cerca contra natura. 

La señora observa, el niño llora, los desempleados saltan, Don Ismael observa, Doña Rubí cae de rodillas golpeando su cuerpo ante la vitrina y su alma ante el cielo: Ramiro, el conductor solo cierra los ojos.

Ramiro, el joven aprendiz de conductor, salta de su silla y sale por la puerta del bus como un desesperado que quiere observarlo todo.

Nuestro ciclista sin tener conocimiento de la dirección escrita en un pequeño papel ya había llegado a su destino.

Como si la solapa fuese la vigía de una cotidiana situación, como si el nombre mismo de las cosas fuera otro que el trayecto de los condenados.

Latas de cerveza riegan su frío contenido, como si tuvieran que mezclarse con el más puro de los líquidos. 

Canta la torcaza, lloran los humanos. 

AV

1 de junio de 2023

Escritos Pendientes (Miedo)

 

Imagen tomada de: https://www.artstation.com/majewski

 

Hay canciones que nos sacuden, que nos despiertan de un letargo que nos es costoso soltar. Hay días en que en medio del silencio mismo de la edad nos alistamos para cumplir con el deber pero bien al fondo, donde precisa el silencio, queremos seguir en cama, abrazados al calor de la almohada, al suspiro de una vida prestada.

 

Hay días que se nos mueven con el incómodo deber del trabajo, que las pasiones mueren por un instante y en una pereza invisible caminamos por obligación y no por convicción.

 

Hay amigos a los que alistamos el afecto de una buena conversación, de un nuevo proyecto o de algún pendiente por concretar, afecto que lidiamos en el paso de los años y en ocasiones alimentamos con nostalgia o precisamos con algo de arrogancia.

 

De alguna manera que no me es posible relatar, encuentro en el escrito pendiente algo de calma y asombro, se me deriva un deseo de crecimiento interesante, una pasión llamada ansiedad, quizás un cariño efímero por las letras nacientes, lo emergente del proceso cotidiano. Pero de entrañable incoherencia, descubro también el desapego, la indiferencia, un poco de terquedad, miedo siempre, siempre.

 

Miedo porque siempre lo nuevo, el cambio, la antesala a cada hoja en blanco es un brinco de expectante soledad. Un proceso que sacude fuertemente para bien o para mal, pero que a la fecha me está costando, porque me es preciso resaltar que ante el deseo de retomar hábitos para ungir nuevos proyectos, estoy también ante el espejo del desespero y la depresión, cerrando ciclos y procesos que a lo mejor son solo eso, procesos, ciclos, canciones.

 

Un impertinente modelo de vida, de preguntas diarias y de sonrisas que a pesar de no entender nada, nos regalan estas líneas que sin ocultar su vocación de poeta, brindan incoherentes renglones de vida, de comedia o drama, de azules paisajes de la imaginación: Relatos de lo cotidiano, dirá.

 

Hay amigos a los que preciso tanto afecto que ahora busco en sus manos, el corazón que relata nuevos cuentos y se esconde en viejos mitos. Me despierto con la voluntad de concretar la idea inicial pero con algo de arrogancia me saboteo el natural ciclo de pensar, actuar, pensar, dormir.

 

Hay canciones que llegan directo al corazón, escritos que regresan directo al pensamiento, ideas que navegan con justa premura hacia la voluntad. Emociones que nos truncan el paso como un par de grilletes que ante lo personal, nos degradan al punto máximo de hacernos dudar de nuestras capacidades, como si el adolescente tímido e ignorante viviese ahora en los hombros de este viejo cronista.

 

De alguna manera que no me es posible relatar, encuentro en el escrito pendiente algo de calma y asombro. 


Algo.

 

Me encuentro allí, detrás del miedo y el afán.

 

Directo al corazón.

 

AV