12 de agosto de 2011

El Caminante Observador




Imagen tomada de: http://bit.ly/pwGMiL

Eran las seis de la tarde, un radiante atardecer daba paso al azul profundo de los cielos y dejaba con la caída del día un aire fresco en la hacienda familiar. Las herramientas se habían guardado tal como se acostumbra al caer la tarde, la caballeriza estaba sellada y los trabajadores se disponían a recoger las cañas de pesca ubicadas en el lago principal. Cerca, en el criadero de peces reposa una pequeña balsa con alimento listo para ser regado sobre el agua, allí don Gustavo se dispone a alimentar las crías mientras revisa su reloj, un pequeño armazón de cuero que su patrón le regaló con motivo de las festividades de temporada. Tomando su jersey y alejándose del estanque recordó que había olvidado cerrar la caseta de materiales así que tomó rumbo a ella dejando la balsa sobre el agua, la niebla de la noche por ser temporada de invierno caería cerca de las siete de la noche y bien sabía que no era recomendable dejar los materiales sin seguro.

La cena familiar se sirve siempre a las ocho en punto, Gustavo después de un par de recomendaciones de su patrón toma un plato de plástico y lleva de comer a su casa, una pequeña construcción ubicada a medio camino de la hacienda con vista al lago y las caballerizas, cerca al almacén de materiales. Desde allí puede observar todo lo que ocurre; su esposa, una mujer entrada en años aun continúa en la casa principal atendiendo los asuntos de la cocina, por ser temporada de fin de año y a causa de la gran cantidad de habitantes en la villa, permanece la totalidad del tiempo en dicho recinto, pasa la noche en una habitación contigua al jardín trasero, esperando a que termine la temporada y volver a su pequeña cama a dormir en compañía de su marido, un buen hombre que ha dedicado la mayor parte de su vida a trabajar para la familia Vizcaya.

Un pequeño rosario cuelga de una de las bases de la cama, en la pared, una estampa no mayor a 5 centímetros con la imagen del sagrado Corazón de Jesús vigila la pequeña habitación, junto a la estampa un almanaque de una marca de cigarrillos señala la fecha recordando cada día la llegada del fin de año. Gustavo toma su ropa y la guarda en una esquina, en una bolsa de tela vieja que siempre su mujer lleva a la lavandería temprano en la mañana, a cambio, toma un suéter de lana marrón, una bufanda delgada para protegerse del frío y su infaltable machete para dar inicio a la primera ronda de vigilancia. Por órdenes de su patrón y debido a la inseguridad que vive la nación, en especial en zonas rurales, se le ha asignado la tarea de recorrer la hacienda tres veces, su primera ronda inicia a las ocho de la noche, hora en que la familia cena con los invitados, en dicho momento recorre los alrededores del lago, revisa los estanques y por último da un breve paseo por la caballeriza. Una yegua embarazada reposa sobre la paja al fondo del establo alejada de los demás equinos, en cualquier momento puede dar a luz y es prescindible estar atento al momento del parto.

La segunda ronda la inicia a las tres de la mañana, una hora en que todos descansan en la villa, sólo el silencio está presente por los alrededores, si se agudiza el oído, se puede escuchar el canto de los grillos, los renacuajos y algunos murciélagos que sobrevuelan los tejados del establo y las casas aledañas.

La ronda final la da a las cinco de la mañana, hora en que además recoge algunos huevos del gallinero para llevar a su esposa quien ya desde ese momento está preparando la casa para dar los buenos días a los presentes. Es una rutina cordial, desde hace varias noches la viene realizando y no encuentra preocupación alguna en cuanto al tema de seguridad, su único temor son las historias que se escuchan en el pueblo, historias de desaparecidos, de mujeres ultrajadas y algunos borrachos irresponsables que deambulan por la carretera del sector.

El más valiente de los hombres es consciente que a los vivos jamás se le debe subestimar, por eso las medidas de seguridad, para Gustavo, su preocupación radica es en los muertos, esos seres mitológicos que sea en apariencia de fantasmas o mitos populares invaden la tranquilidad de los lugareños, hace un mes precisamente escuchó de algunos vecinos relatos de hallar el ganado con mordiscos en el lomo, de gallinas encontradas muertas sin explicación lógica o inclusive, de encontrarse algunos equinos con trenzas en su pelaje. Desde el pasado domingo, la villa Vizcaya había sido invadida por el ruido de los caballos siempre cerca de la media noche, así Gustavo emprendía su recorrido nocturno antes de lo acordado, su sorpresa siempre era la misma, la yegua no dormía y los demás caballos en actitud de desespero caminaban como si tratasen de salir de su resguardo, pero nunca se encontraba rastro de intrusos o animales que atentaran contra la salud de los mismos. Algo le preocupaba realmente al pobre Gustavo, sabía que desde la llegada de su patrón y sus invitados, las cosas en la hacienda no eran normales.

La Niebla comenzaba a ser más densa que de costumbre, aparentaba tener vida propia, el canto de los grillos aumentaba al unísono y la incomodidad en el ambiente se sentía con cada ronda de vigilancia. Decidido a no prestar atención prefirió recostarse un rato con la estampa sobre su mano, quiso descolgarla de la pared, algo en su incoherente temor le decía que debía rezar y dormir protegido por su dios.

Pasó exactamente una hora de sueño cuando unos ruidos sobre el sector del lago le despertó, tomó su machete y su linterna, se asomó por la ventana y no vio nada fuera de lo normal, todo transcurría en calma, inclusive la niebla pareciese que se moviera por si solo hacia los pinos por fuera de lago. Decidió salir de igual modo a recorrer la parte trasera de la finca, no vio nada de qué preocuparse, caminó durante una hora por los alrededores de la cerca que divide la hacienda de la carretera que conduce al pueblo, todo transcurría en calma, solo las luciérnagas le preocupaban, volaban de manera sospechosa como si quisieran decirle algo o guiarle hacia algún lado.

De regreso, vio a lo lejos al hijo menor de su patrón caminar por el sendero, ya estaba entrando a la hacienda, pensó acercarse a ver si todo estaba en orden, pero al ver salir a la madre del menor decidió ignorar la idea y retomar su camino, allí vio sobre la cama la estampa del sagrado corazón con una mancha, no supo explicar de qué se trataba, pero quizás – pensó – era debido a su antigüedad que estaba deteriorada. Decidió acostarse a dormir a esperar la otra ronda de vigilancia, pero su corazón latía sin dejarle acomodarse en la cama, algo le preocupaba, como si la muerte estuviera presente en la Hacienda de la familia Vizcaya.

La Noche apenas comenzaba para algunos...

AV

11 de agosto de 2011

La Noche Blanca



Imagen tomada de: http://bit.ly/otaF6i

Sentía un frío en el pecho que le incomodaba, quería despertar y gritar, o quizás ya estaba despierta y no lo sabía, trataba de moverse de la cama a como diera lugar, sin embargo sus esfuerzos resultaban inútiles a cualquier movimiento. Era como si alguien se le sentase encima en el pecho, una presión insoportable, un sentimiento de agotamiento constante que no le dejaba gritar, no se le permitía respirad con facilidad, solo el desespero le llevaba de manera inexplicable a dormir nuevamente. Cada mañana se preguntaba lo mismo, ¿qué era lo que ocurría?

Noche tras noche mientras su estadía en la casa familiar de descanso era halagadora por el templado frío de la Sabana, por el constante contacto con la naturaleza y el tener que socializar con familiares y viejos amigos, su comodidad se veía interrumpida por el desasosiego de una insoportable y en ocasiones, dolorosa presión en el pecho. Era una preocupación que crecía sin misericordia, una duda que le asaltaría por el resto de su temporada de descanso en la villa familiar.

Su hermano, cinco años menor que ella, se quejaba constantemente de escuchar ruidos en el establo, pero no era nada que le preocupase, lo consideraba siempre una excusa para escaparse de la hora de dormir y jugar hasta altas horas de la madrugada, excusas que siempre molestaba a su madre, por ello prefería ignorar sus quejas y reclamos. Por su parte, en silencio y con la costumbre de meditar sobre un libro abierto, pensaba constantemente sobre su malestar, cada noche era una presión que le robaba la esperanza de dormir en paz.

Esa noche, decidió no dormir, por el contrario hizo caso a las molestas preguntas de su hermano, esperando a que su madre se ocupase en la cocina salió con sigilo para observar a su padre en el zaguán compartir con sus amigos de toda la vida. Estaban bebiendo aguardiente con un poco de cerveza, algunas botellas vacías se podían observar acomodadas junto al muro de la puerta principal de la hacienda. Regresó y despertando a su hermano lo invitó a salir, el frío era insoportable y se sentía desde el interior de la casa, por eso refunfuñando y con muecas de rechazo éste no quiso aceptar la invitación, para ello, tuvo que recurrir a fantasías populares y con la excusa de ir a ver qué ocurría en el establo tomó del brazo derecho a su pequeño hermano levantándolo de la cama. Le vistió con la primera chaqueta que encontró a la mano y salieron a prisa en un descuido de su madre.

Con sudadera y botas de goma, se abrigó con un delgado jersey de lana verde, se soltó el cabello y caminando lograron llegar al sendero de balastro, un angosto camino grisáceo que conduce a la zona de trabajadores y al establo, sobre el costado derecho del sendero se puede observar el lago de pesca de la villa, enormes pinos y rocas sobre el césped decoran el incontrolable canto de los grillos, las luciérnagas vigilan la noche como si fuesen testigos de algún suceso en particular, las estrellas, inquietas ante el camino de los dos jóvenes solo se dedican a seguir su rastro, la noche se acerca a su final y cerca de las cero horas la temperatura sigue disminuyendo sin compasión.

Un pequeño niño con chaqueta roja camina muerto de frío, su consuelo es saber que su hermana mayor, con mirada distante, lo llevaría a resolver su duda sobre el ruido de la caballeriza en horas de la noche, ella, vestida de impaciencia, camina sin rumbo pero con decisión. No sabe lo que busca, pero su temor a pasar otra noche con dolor y angustia le motivan a seguir el rumbo, se acerca la media noche, comienza a hacer una fuerte brisa, helada y mordaz.

Mientras se acercan a la caballeriza, ella le pide a su pequeño hermano entrar a revisar, saben que hay una yegua embarazada y lo más probable es que ese sea uno de los motivos del bullicio al interior, en el fondo, ella sabe que eso no es verdad, no cree en las quejas de su hermano, pero prefiere mantenerle ocupado en búsquedas sin sentido mientras ella prefiere dar prioridad a su propia búsqueda aun cuando sabe que la suya es mucho más incoherente que la de su pequeño acompañante de expedición.

A lo lejos logra observar algo correr entre los pinos, piensa un instante si es algún animal, pero por la hora sabe que los únicos que salen en la noche son los murciélagos y los Búhos, pero en el lago es poco probable encontrarse alguno de esos animales corriendo así que decidió dar paso a su curiosidad y emprender camino. Su hermano ya entraba al establo, nunca había visto a los caballos dormir, así que se tomaría su tiempo saciando su curiosidad en el interior mientras ella tomaba rumbo al lago, cerca a la entrada de la arboleda. Escuchó una risa un poco confusa, no sabía bien si era una risa o algún sonido particular de los grillos, o quizás, de los renacuajos. Prefirió seguir adentrándose.

La Niebla era densa y se posaba sobre el agua del lago, parecía como si fuera una cobija que cubría aquellos secretos que la noche prefiere dejar escondidos del entendimiento humano, era un frío sospechoso, la brisa que viajaba entre árbol y árbol, parecía más un ser con libre albedrío que una brisa campestre. Cerca al estanque donde duermen los gansos, los pasos dejaban una evidente huella sobre el barro, las botas de goma eran suficiente protección para el andar de una adolescente presa de su propia curiosidad, quizás presa de su propio miedo.

Se apoyó sobre el tronco de un viejo pino, escaló sobre un par de grandes piedras y brincó hasta llegar al otro lado del estanque, un pequeño hilo de agua donde nace la afluencia del lago. El barro era su mejor confidente y no permitía que hiciera ruido al caminar, al llegar al otro lado se encontró frente a frente con un pequeño grupo de luces que flotaban detrás, pensó que eran luciérnagas, pero por su tamaño era consciente que se trataba de algo superior, quiso acercarse pero nuevamente empezó a sentir presión sobre el pecho, intentó moverse para apoyarse sobre algún tronco, pero le fue imposible dar un paso, observando alrededor se dio cuenta que ya no estaba el lago, era como si se hubiese transportado a otro lado de la villa, solo alcanzaba a ver a lo lejos el sendero de balastro, en él, su pequeño hermano caminaba con las manos en los bolsillos de la chaqueta, se notaba cansado y un poco desesperado, como si el tiempo hubiese avanzado rápidamente mientras estuvieron separados, no comprendía con exactitud que ocurría, solo quería gritar pero ni la voz le daba para ello, su cuerpo no le hacía caso, su silencio era lo único que le quedaba de humanidad.

Decidió caminar de nuevo, intentarlo una vez más, querer alcanzar a su hermano, pero no lo lograba, era como si la presión del pecho estuviese sobre todo su cuerpo, solo podía observar, ser parte del juego de espectador. Con dificultad logró identificar algo inusual en todo, la niebla seguía intacta, pero ella, era parte de la niebla y sin proponérselo, avanzaba lentamente hasta llegar a un inmenso árbol donde le esperaban varias luces blancas, detrás una mirada le esperaba, pero no sabía con exactitud de qué se trataba, quería salir de allí, pero ya era demasiado tarde.

Al otro lado, en el sendero, un pequeño niño camina desesperado con las manos en los bolsillos de su chaqueta.

AV

9 de agosto de 2011

La Hacienda



Imagen tomada de: http://bit.ly/qZRyuh

Nunca había visto dormir a un caballo, por supuesto, se trataba de una yegua encinta que en un rincón lejos de los demás equinos reposaba sobre la paja. Relajado, sin preocuparse ni inmutarse por el ruido ocasionado por sus pasos, con intriga y mirada expectante recorrió el establo y escondiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta roja caminó a prisa para alcanzar a su hermana. No la veía por ninguna parte, le había perdido el rastro minutos atrás mientras observaba atónito el encuadre de una yegua durmiente. Debía regresar solo a la casona, una Hacienda de mediados del siglo XIX construida por familiares que nunca conoció pero que su padre orgulloso siempre mentaba en reuniones sociales o cenas familiares, esas cenas donde llegan familiares de lejanas latitudes a pasar una temporada al acercarse el final del año.

Sin siquiera mirar a su alrededor bajó la cabeza y tomó camino por el sendero de balastro que conducía a la hacienda a menos de un kilómetro de distancia, debía recorrer una breve loma y un par de pequeñas casetas, en una de ellas, propiedad de la familia, descansan los capataces, en la otra simplemente se guardan las herramientas de trabajo, él sin saber de qué se trata caminaba sin percatarse que algo o alguien le seguía. Por un momento pareció escuchar pasos, pero no quiso prestar atención y mordiéndose los labios tomó prisa hasta llegar al sendero que le conducía a casa bordeando el frío y solitario lago.

Son cerca de la una de la madrugada y lo único que se logra observar a esa hora es la luz encendida de la Hacienda donde unos caballeros departen tomando licor y compartiendo historias de mujeres y batallas que a nadie a la edad de los once años le debe interesar, simplemente caminaba fuera porque no podía dormir, salió a jugar con su hermana mayor pero ahora en medio del susto de una oscura madrugada y la soledad de su edad sólo pensaba en regresar a su cama y esconder su vergüenza bajo un par de cobijas de lana. La niebla era espesa, el aire frío enfriaba sus pensamientos y le llenaba de misteriosas historias la cabeza, sólo quería llegar a la casona y desalojar los temores en sus quejas hacia su hermana, pero no encontraba rastro de ella así que pensaba afanosamente en que ya estaría acostada en su cama burlándose de su situación, no imaginaría por supuesto que debía apresurar el paso, dejar de pensar y actuar en pasos más largos, no pensaba si quiera en lo débil que el frío lo colocaba, no pensaba en nada más que en su propia vergüenza de sentirse burlado por su hermana nuevamente.

En silencio, preocupado, un poco asustado y con las manos aun en los bolsillos de su chaqueta avanzaba a paso lento, reflexionaba sobre todas las historias que se le podrían ocurrir, en las leyendas que en el colegio alguna vez le contaron de fincas y selvas tropicales. Su consuelo, por supuesto falso como todo lo que se siente en noches oscuras, era que no se encontraba en selvas tropicales sino en el frío de una sabana, que esas historias no tendrían cabida en ese tipo de Haciendas o lugares alejados, sólo pensaba en llegar a su cama, no pensaba en aquello que le perseguía sigilosamente, no imaginaba nada de lo que a su hermana ya le había ocurrido, ella no estaba en su cama ni mucho menos en los alrededores de la casona, ella desaparecida por completo ya ni lo esperaba aunque él aun lo desease.

Paso tras paso sentía que no se acercaba a la casona a pesar que ya divisaba la luz del portón de entrada, afinando su buen oído alcanzaría a escuchar las carcajadas de los adultos que brindando por sus hazañas gastaban su tiempo en conversaciones impolutas, trataba de apresurar el paso pero aún así no se acercaba, quizás, pensó, caminaba en circulo o por el sendero equivocado, pero no era cierto, estaba en el camino correcto y el sudor en la frente evidenciaba su cansancio por unos pasos largos y fuertes que intentaban hacer desaparecer la niebla y dejar atrás la baja temperatura que le acorralaba las manos dentro de la chaqueta. Pensaba en su hermana, tanto que ya comenzaba a apegarse a improperios populares para calmar su angustia, le molestaba estar solo a sabiendas que fue ella quien lo involucró en dicha caminata nocturna, no quería ser perdedor en un juego que para él nunca tuvo sentido, en especial porque era evidente que su hermana todo lo hacía para humillarle. Quería golpearle y acusarla con su madre.

Cansado y queriendo echar en el suelo sus esfuerzos notaba que la distancia a la casona era la misma, pero era evidente que llevaba más de dos horas de dar marcha, le preocupaba su percepción del tiempo, no era normal llegar con tanto retraso a su casa de vacaciones cuando en la mañana corría por el mismo sendero y en menos de cinco minutos avistaba la puerta de entrada, era extraño pero no le desmotivaba, era un joven testarudo a pesar de su corta edad.

Retomó el ritmo e intentó iniciar a paso apresurado su carrera para llegar finalmente a casa. Sólo faltaban pocos metros, sentía que había caminado toda la madrugada, pero sus preocupaciones sí que habían avanzado sorprendentemente, lo habían poseído en su totalidad, la razón ahora le pertenecía al desespero, el frío era superior al que sentía tiempo atrás, quizás ahora la temperatura estaba bajo cero, la niebla densa como siempre se filtraba por sus fosas nasales, su frente destilaba un sudor frío, un sudor letal.

Sus pasos le daban una mala jugada y a poco de llegar a casa, acompañado por el ruido de grillos cantores y las luciérnagas de testigo, observaba con dificultad a un joven entrar a la Casona, la mesa con botellas vacías evidenciaba la partida de los adultos a dormir, ya habían bebido suficiente, pero él no comprendía quién entraba a casa. Quiso acercarse pero al ver a su madre salir por la puerta y abrazar al pequeño entendió que era él quien entraba, le parecía extraño y a sus adentros se justificaba en que todo era un sueño, pero no era cierto, al descuidar sus pensamientos sólo avistó a su derecha a un niño de igual estatura, vestido con hojas y piel de vaca, descalzo, con el cabello desaliñado, con una sonrisa traviesa donde se notaban algunos dientes en mal estado, uno ojos oscuros y brillantes, lleno de vida, pero era expectante en que no eran de vida propia, sino, de la vida de muchos como él, niños extraviados o desorientados en senderos a altas horas de la madrugada.

No pudo pronunciar palabra alguna, solo dejó rodar una lágrima fría bajo su mejilla y sintió como una fría mano tomaba la suya y lo llevaba por un sendero que él jamás había visto, en ese momento recordó con lujo de detalles que en aquel establo, aquella yegua que dormía sobre la paja era diferente a los demás caballos del recinto, tenía trenzas perfectas que por supuesto ningún ser humano sería capaz de realizar, en ese momento recordó con exactitud el final de una de las tantas fábulas que había leído en el colegio, supo entonces en ese momento, que su hermana tampoco había llegado a casa, o por lo menos, su hermana de verdad.

Los Grillos habían dejado de cantar.

AV

5 de mayo de 2011

Casualidad - Cotidianidad



Imagen Tomada de: http://bit.ly/jADxEi

Creo que estas es de esas temporadas en las que decidimos que la poesía debe ser nuestra profesión y la vida un oficio particular. Sabemos a ciencia cierta que escuchar canciones y redactar quejas y reclamos se vuelve una constante en nuestra solitaria vocación de servicio. Dentro de las miles decisiones, es importante reconocer en ellas la temporalidad con que las tomamos y las queremos asumir, ser consecuentes en un mundo de inconstantes motivaciones. Para efectos del presente Blog que mejor decisión que dar a la cotidianidad unos escritos cortos, breves, llenos de cotidianidad, ser más reporteros y menos periodistas, ser más informativos y menos reflexivos, ello quizás, sea el secreto de una vida larga y llena de plenitud.

Esta mañana me levanté sin ganas de andar por la vida, esa rara sensación de no querer madrugar para ir a clases pero que en el fondo sabemos que debemos hacerlo porque en el “Recreo” la pasaremos de maravilla con nuestros compañeros de clases. Por supuesto que es una analogía precisa para estimular el recuerdo más valioso de nuestras perezosas madrugadas. Por fortuna y para envidia de muchos no madrugo con frecuencia, casi nunca lo hago a decir verdad. Disfruto dormir hasta tarde y almorzar en casa con las delicias de un plato hogareño, salir a trabajar en la tarde y regresar en la noche a dar repetidas motivaciones a un ciclo que ni este preciso Blog ha podido rescatar.

Afirmaba que me levanté sin ganas, con una pereza que destella morfina hacia esa rutina que no queremos tolerar. Sin embargo y con un par de inquietudes en el pecho tomé aliento y di ritmo a una cotidianidad de reuniones, conversaciones y muchas obras literarias escondidas en tratados políticos. Últimamente mi rutina es inestable, no por mi convicción por supuesto sino, por las diversas maneras de la vida de atender mis necesidades y principios laborales.

Muchas veces mientras viajamos en calles citadinas en algún medio de transporte urbano notamos con pleno silencio que nuestras preocupaciones, nuestros deseos, nuestras ansiedades toman lugar de honor contra la ventanilla y fluyen como un circo de expectativas, se rodean de regocijo y en un arrullo al mejor estilo de una sinfonía loca nos frenan por cada semáforo que procrastinamos. Aquellos pensamientos los envolvemos en un silencio tan cómplice como la compañía que llevamos en el puesto de Bus en caso de ir sentados, un trayecto lleno de miradas esquivas, de preocupaciones varias y de afanes intermedios.

Somos todos hijos de la casualidad pero pocos asumimos esas casualidades como un buen argumento para enloquecer, darle a la locura un lugar de honor y disfrutar de las nimiedades de la vida, dejar los odios en el bolsillo del pantalón, los amores en el afán del maletín y las ansiedades en las preocupaciones del trayecto.

Ser cotidianos no es ser repetitivos ni se trata de evocarnos en una rutina tal cual receta de cocina, No, ser cotidianos es ser consientes de nuestras danzas literarias, se trata de ser honestos con el silencio y darle valor a cada pensamiento sin importar no tener donde escribirlo para la posteridad, se trata de levantarnos cada mañana y sin importar las ganas de vivir o no, sea una marea senil preguntas que queremos resolver en el transcurso del día.

A esta hora, a ritmo de un flamenco y con un cigarrillo en boca, damos a la sensatez un poco de lectura ávida de retroalimentación. No es un regreso ni un reinicio, es solo retomar el lugar que dejamos la última vez que nos leímos y pretender querer continuar. Darle al tiempo que se ha marchado una despedida de honor.

Es tiempo de cambiar.

AV

29 de marzo de 2011

Palabras Sobre Papel



Imagen Tomada de: http://bit.ly/afKzu

Independientemente de los resultados o las contradicciones me había levantado esta mañana con la claridad de que era el momento oportuno para sentarme a escribir. Alrededor de un mes sin mencionar acontecimientos o reseñar pensamientos, mes en el que preferí – a pesar de todo lo que se tiene pendiente por escribir – dedicarlo al silencio y a la actividad rutinaria del día a día en una taza de café – ya casi no tomo café – o la melancolía de un cigarrillo que se extingue.

Los tiempos son cambiantes, dinámicos, con ellos, encontramos que la nostalgia es estática y sólida. Se llena de mejores momentos que ya no se viven, se escapa en palabras que otros pronunciaron en viajes no imaginados. Al igual que la vida, el presente se llena de oportunidades, algunas de ellas las recibimos con ilusión esperando a que sea un regalo de la vida, o en otros, estas oportunidades son meros escenarios que nos demuestran donde nos encontramos y de qué somos capaces, hasta donde podemos soportar y de qué material nos encontramos hechos.

Miles de caminos podemos tomar y esperar a que se cumplan nuestras metas, compartir ilusiones o modificar pensamientos, dejarnos enternecer por un fugaz suspiro de vida, dejarnos ablandar por lo que es el verdadero poder del amor, el poder de la creación.

En muchas ocasiones he preferido a lo largo de este mes dejar en silencio agradecimientos o suplicas que le debo a la vida. Permitirme viajar en escondidas estrellas de la noche, dejarnos olvidar por lo que alguna vez luchamos. Amigos que han viajado a tierras extranjeras trabajan forzosamente para sacar adelante sus vidas, se juegan noche a noche una partida interminable de parqués con el insomnio, se agotan en una mañana de una nueva vida, se dejan sorprender por un menú que no les es propio de la infancia. En mi caso, este noticiero de cotidianas letras ha logrado en una pausa reprimir miles de emociones que no he querido exteriorizar ni en el más sublime de los desesperados vasos de licor. No.

Me permito reivindicarme con los lectores y actores de este Blog, con los que de cierta simpatía han generado nostalgia o por lo menos olvido. Por aquellos que me extrañan, por aquellos que extraño. Se inicia una nueva etapa a pesar que el calendario marca fechas por igualdad para todos, o que las estrellas y la luna estén más pendientes de desastres naturales que de damnificados emocionales. Me tomo una pausa que ahora con este cambio de postura recibo con vehemencia. Observo con silencio ese otro universo que podemos planificar desde ya, dejarme caer en la ruta de una página blanca que grita en silencio que sea escrita, dejarme orientar por esas ilusiones que se observaban lejanas pero que en el concreto de las palabras está a medio paso de nuestra voluntad.

Me siento bien, ha sido un mes de cambios y de aprendizajes, de significativas reuniones laborales y sociales, de reivindicación personal y lo mejor de todo, de redescubrimiento espiritual. Tomar la barca por el remo y arrancar en dirección al norte de los objetivos. Sentir cada brisa que choca con nuestra mirada y sin dejar caer la ceniza, terminar este cigarrillo que a homenaje de los que no han nacido pretendo dar por concluido.

Regresar a mis silencios con letras que dibujen el asfalto.

AV

20 de febrero de 2011

El Caballero Oscuro

Imagen Tomada de: Halloween Scarecrow Black Cat Art Original Gothic Painting. New York, United States 2009

Confieso abiertamente que me gusta leer su blog. Es un espacio de buenas letras, se disfruta leyendo las ocurrencias de un fulano que a la vida se le ocurrió traer a este mundo. Un sujeto lleno de historias y pensamientos humanistas. Un personaje que bien ha vacilado en los peores escombros de la literatura, un falso profeta en citadinas conversaciones, todo resumido en una brillante manera de darle vigor y rigor a un ejercicio tan puro y tan eterno como lo es el arte de escribir. Me gusta leerle, lo confieso, porque sus letras me seducen, me atraen, reflejan en mi imaginación ese enésimo sentido de empatía.

La vida tiene una manera extraña y vulgar de burlarse de nosotros, algunos pagan sus errores siendo cuestionados por los propios amores que cultivan, otros son desterrados de manera crucial de una comunidad o alguna reunión familiar. En el peor de los casos la justicia toma postura y da cárcel o sentencias dolorosas a quienes han cometido acciones que para ojos de la civilización son crímenes atroces, otros han sido bendecidos con la magia de la literatura pero castigados con la ingratitud de la lectura.

Estamos en un mundo difícil, no es secreto para nadie que guste o no la nostalgia es una constante en varias generaciones del tercer mundo. Nos han inventado historias y nos han leído notas de prensa. Nos vendieron la utopía con la llegada del mundo virtual, nos seducen con la interacción en tiempo real y nos embriagan con el poder de los medios. Esas mismas desgracias son sabiamente manipuladas y ejercidas abiertamente por aquellos que conservan el don de la literatura.

Premios, festivales, entrevistas, Blogs, canciones, poemas, cartas, suspiros. Todo en la misma vasija de emociones que se despliegan y repliegan en la conciencia del lector. Aquel que fue un buen amigo hace mucho tiempo hoy severamente ha dado postura (con sus argumentos tan válidos como los míos) a la distancia. Da y recibe, escribe y publica, reseña y reflexiona. Es a mi parecer uno de los seres más humanos que puedo conocer, tan noble como austero, tan amable como bellaco.

De fieras nos libramos día a día inclusive al salir del banco o al terminar una cena en un restaurante casual. Los horarios de la mente se desviven cuando de escribir se trata. En mi caso soy sensato con ellas y por eso no escribo, soy pendenciero de melancolías y cofradías, soy mediocre si es necesario serlo. Prefiero el autoexilio, la autocensura, prefiero darle a las historias miles de páginas pendientes, así se me es más fácil revivirlas en mil y una forma distinta. Él, por supuesto que hace lo mismo, pero las escribe al fin y al cabo. Es un Lord si los ingleses me permiten dar el aval, un caballero que sin saberlo, ha dejado su escudo de armas en otras intenciones y ahora se presenta en otros colores.

Como cualquier mortal todos cometemos errores, nos distanciamos, nos enajenamos, nos enfrentamos y confrontamos. Nos autoexiliamos, permitimos la censura con el mismo desinterés con que permitimos cambiar de canal en el televisor de la sala. Permitimos que se nos trate como a lectores de forasteros virtuales, al fin y al cabo esa es la función de un blog. Permitimos que los minutos sean inquilinos al mejor estilo de una canción de Arjona, permitimos ser hijos de la cotidianidad dando rienda suelta a todos los clichés posibles.

Es una buena idea leerle, porque me recuerda que él sigue siendo humano, me reafirma que tiene buenos sentimientos. Puede estar equivocado, pero esa es una postura personal, pues para bien o para mal, la maldad es un punto de vista.

Disfruto leerle, pero no disfruto de su presencia física. Me desespera, me incomoda. Es un ser tan oscuro como quien les escribe y por eso el sentimiento es correspondido. Prefiero dejarlo en manos de las casualidades de la vida, la diferencia es que algún día creí en él. Ahora no se qué creer.

Lo bello de la escritura es que nos perdona en esos mundos infinitos de querernos y leernos, de apoyarnos y seguirnos, de cometer errores y publicar omisiones. Sólo somos hijos de las casualidades de la vida, pero no lo niego, disfruto leerle y lo seguiré repitiendo por las veces que sea necesario.

Confieso abiertamente que me gusta leer su blog.

AV

27 de enero de 2011

Suspirando



Imagen tomada de: KennethMoyle: Procatstination III

Muchas canciones fueron regaladas en diversidad cantidad de eventos y reuniones pre matrimoniales. De costumbres y amores se han guardado amores refugiados en nombres y fechas especiales, fechas que han sido datadas en agendas y esquelas de diversos motivos y tamaño. Atardeceres que fueron tomados de la mano y asegurados en una fotografía. Fechas especiales que se hicieron especiales precisamente porque nunca se cuestionó lo necesario del sentir, lo inmenso y agradable que es sonreír y darle una huída a la juventud, darle una escarapela de identificación a todas las vivencias que por sencillas o descaradas que sean, se han comportado como una receta secreta en un importante restaurante local.

No somos buenos ni nunca hemos sido ejemplares en el arte de amar. Nos alejamos basados en errores y cuestionamientos improvisados por terceros. Somos carceleros de un secreto que no debería ser secreto, refugio de mundos inventados de manera casual por personajes casuales que se enamoran sin preguntar por qué. Tiempos que vemos pasar, palabras que estampamos en la piel de todos aquellos que nos brindan un abrazo, besos que regalamos como flores de alquiler.

Vivir se suma a una de las inmensas tareas que se deben cumplir a cabalidad a la hora de querer brindar una sonrisa de ojos enamorados. Pronunciar el nombre de quien queremos, dar esa felicidad a una soledad compartida y recordar que alguna vez estuvimos enamorados, que nos dejamos acompañar, que nos refugiamos en mundos improvisados, que dimos nombre a cada acción que sometida a discusión de pareja siempre fueron selladas con un beso o una hermosa relación sexual.

La nostalgia en el amor nos puede someter a una sonrisa descarada, a un murmullo de complicidad, en ocasiones a un llanto de melancolía. Sea porque le extrañamos, sea porque lo merecemos, sea porque el mundo es así y nadie puede evitarlo. Damos banda sonora a cada salida en pareja, damos amistades a una relación que trae en sus espaldas muchos personajes, más antagónicos que escuderos, muchos sombreros y pocas bufandas.

De nada tiene de mala inventarnos el amor a nuestro modo, darle rima a eso que otros creen es querer. Soñar y sonreír, disfrutar de cada momento y vivir, de ser poeta y cantar en la soledad de una mañana de inicio de semana. De obsequiar detalles, de escribir versos, de conversar largas horas en un mismo sentido, de ser monotemáticos en la eternidad de eso que hace bastante ha sobrepasado las costumbres de la amistad.

Dejarnos renunciar en amores guardados, de nombres que cuando se mencionan llevan al sufrimiento o al más eterno de los éxtasis. Encerrar en cuatro paredes el consuelo de los que no tienen soledad compartida, caminar con los que se refugian en solitarias noches de mensajería, en años de verdaderas intrigas y sufrimiento, de esos que por más colores que han vestido su sonrisa no han podido hallar su talla perfecta para ser amados. Nada tiene de malo, sólo tiene poco de comprensión.

Si alguna vez es el orgullo el que deletrea nuestras emociones, es la soledad la que aconseja nuestras sonrisas, es la nostalgia la que acaricia las tardes de viernes, es la costumbre la que nos cambia de ánimo, es porque son voces que hemos dejado escapar en las cacofonías del pasado. Necesario es retomar la sana costumbre de callar en el armario y salir a toda prisa a buscar a esos que creíamos fueron los que nos dejaron de querer, reconciliar las armas, dejar que la pólvora se humedezca un poco y nos de ese aroma amargo que protege corazones.

No ser herederos de la culpa, ni ser pensadores de aforismos irreconciliables, de ser poetas de travesías memorables de héroes y guerreros. Ser por el contrario amigos de la duda, ser jugadores de una partida de cartas, ser testigos de cómo el azar se deja intimidar por la convicción, ser ingenieros de un día que no pensamos vivir. Ser lo que mejor que nadie sabemos hacer, humanos.

No somos buenos ni nunca hemos sido ejemplares en el arte de amar. Nos alejamos basados en errores y cuestionamientos improvisados por terceros. Somos carceleros de un secreto que no debería ser secreto, refugio de mundos inventados de manera casual por personajes casuales que se enamoran sin preguntar por qué. Tiempos que vemos pasar, palabras que estampamos en la piel de todos aquellos que nos brindan un abrazo, besos que regalamos como flores de alquiler.

Somos orgullosos, somos olvidadizos, somos despistados, nos refugiamos en la constancia, nos dejamos mentar en la nostalgia de los ingratos, nos enfermamos en la soledad de los que nos comparten sus problemas, nos dejamos deletrear en palabras sin insignias y sin destinatarios. Nos dejamos sorprender por la duda metódica, nos ocultamos para que nada sea distinto. Seamos sensatos, es falta de locura la que nos evita ser humanamente especiales y valiosos.

Somos lo mejor que nos pudo haber ocurrido en la vida.

AV

19 de enero de 2011

Los Tesoros Perdidos


Imagen Tomada de: http://littlesanime.ru/

Las partidas son muy tristes, dejar de lado a un ser querido o desprendernos de un objeto que guarda importante valor sentimental, algún tótem que conserva la energía de esos momentos pasados, de esas excusas que se fueron quedando estampadas en pretextos, o en el caso más somero aquellas cartas guardadas en cajones ocultos.

Todos tenemos momentos que hemos dejado de conservar, situaciones que se han deleitado de nuestras sonrisas, que nos han hecho brillar los ojos sea por un instante mínimo, sea por una eternidad. Promesas que nos hacemos al finalizar cada año, retos que nos proponemos superar al inicio de cada enero, imágenes que se nos vienen a la mente cuando en palabras de despedida, en lágrimas que se conservan en el aire, en huellas que se dejaron en la entrada de cada casa y cada ventana.

Una y mil veces somos creadores de universos paralelos, millones de ocasiones guardamos en nuestra habitación esperando recordar con la nitidez del caso cada emoción que nos causa re vivir lo que ya no se puede revivir. Negarnos a perder la memoria, atarla, amarrarla, someterla a nuestros juicios, a nuestros deseos. Esos caprichos que tanto daño le han hecho a la historia de la humanidad.

Los amores han de venir en cada etapa de la vida hasta llegar el que más se complementa con nuestros defectos. Los amigos se construyen en salidas y encerradas hasta que llega el que nos deja salir sin presionarnos por volver. Los recuerdos se enredan en las preocupaciones cuantas veces sean necesarios, hasta que llega la nostalgia y con el veneno de la melancolía nos enseña la diferencia entre un recuerdo y una historia.

Los años se nos van a ritmo de dolor. Siempre nos quejamos por todo lo malo que nos ocurre, nos dejamos desestabilizar por cada obstáculo que después de todo no es más que un sol cualesquiera en un día normal. Son las esperanzas, esas malditas esperanzas, que con Violines y Teclados de fondo nos recita sus mejores versos, nos jura eterna sacristía y nos oculta ese miserable ejercicio del aprender a saludar a quien apenas vamos a conocer y despedir a quien ahora debe marcharse, quizás para nunca más volver, quizás para regresar con otras intenciones.

Somos producto de un rollo inmenso de aflicciones culturales, como si las subculturas y la identidad nos costara construirlas por separado, como si nuestra soledad fuera un trofeo para el estante de las Venganzas no cobradas, como si nuestro consuelo fuese una plegaria en el idioma de los extranjeros, esos forasteros que llegan con las mejores de las intenciones pero que no respetan este territorio lleno de tesoros que llamamos vida.

Quizás sea esa misma melancolía la que nos llena de faltas, después de todo, somos un listado de actividades por desarrollar, un Check In de emociones y valores que hemos aprendido a adornar con besos y abrazos.

Reformamos constantemente nuestro entorno con nuevos vestuarios para dejarnos sorprender por los silencios de la calle. Nos prometemos mantenernos en los mismos lugares y con las mismas costumbres esperando a que regresen nuestros seres queridos, a que nuestra memoria aprenda a proyectar en una pared las sonrisas de cada acto que en colectivo fueron fantasías maravillosas, de esos benditos caprichos que nos permiten ser alquimistas, abrazar la suerte y detener los momentos que cambian nuestro cuerpo.

No necesitamos un cajón o algún agenda para preservar esos tesoros, si bien la memoria es traicionera y con fecha de vencimiento, nos apoyamos es en la cotidianidad para extrañar momentos, dándole arte a la alegría, dándole motor a la lenta y tediosa labor de crecer. Nuestros tesoros ahora en ojos mayores, en seres que con vida o sin ella, nos detienen siempre en el mismo lugar, nos hacen reflexionar antes que frenar.

Para siempre queremos nuestro tesoro, para siempre seremos esclavos de nuestras riquezas. Seremos arquitectos de nuestra celda, o cerrajeros de nuestra bóveda. Nuestros amores serán nuestras verdugos y la nostalgia nuestro veneno.

Al despertar todo será distinto.

AV

11 de enero de 2011

Regresando



En realidad regresar a mis escritos con un aire musical como batería de fondo me da cierto suspiro de que me encuentro de nuevo en casa. Con mis cigarrillos de regreso y mi dosis justa de aguapanela me dispongo a dar libertad a mi pensamiento y a mis letras muy lejos de lo que quizás fue un tedio intelectualmente hablando, muy sano y bien merecido.

Los tiempos siguen su curso aun cuando nos encontramos en un nuevo año y bajo los agüeros de muchos creemos que va a ser distinto que el anterior. En cierto sentido sí será distinto al anterior y no solo por la fecha sino, porque las cosas las forjamos con nuestro propio andar y le damos lo que pensamos es la dosis justa de sentido a cada cosa que emprendemos. Sin embargo, este seguirá siendo la continuación de los días. Seguirá siendo el mismo plano terrenal con las obligaciones pendientes de meses previos, con las necesidades vigentes de días pasados, las deudas de decisiones desafortunadas y una que otra oportunidad de triunfo, para todo en especial la música, los años pasaran como siempre lo han hecho, con calma y dando espacio para cada sonido ambulante.

Nos da alegría encontrarnos de nuevo con aquellos que no vemos desde uno o dos meses, o algunos con un par de semanas. A otros ya no los volveremos a ver, hemos decido no verles y nos encontramos con la paz de saber que es una sabia decisión, oportuna y con secuelas interesantes. Otros ya no podemos verlos porque han decidió partir lejos, otros se los ha llevado la vida, se los ha llevado a donde nos escuchan pero no les escuchamos.

Con bolsas plásticas, cajas de cartón, cestos de basura y muchos motivos empacamos cosas que ya no nos sirven, hacemos esa limpieza que se debe sanamente hacer con mayor frecuencia pero que procrastinamos por el lujo de no hacer nada. Redactamos cartas de agradecimiento, realizamos llamadas y saludamos a los vecinos, retomamos nuestra rutina y damos un golpe de suerte a nuestros motivos para reiniciar labores con la mejor de las suertes, la mejor de las compañías y la mejor de las excusas.

Regresamos a nuestra tradicional siesta de fin de semana, a ver nuestros programas de televisión favoritos y a leer aquellas notas que siempre nos parecen oportunas. Nos enfermamos, nos dejamos invitar a una copa y correr por las calles de la ciudad, a besar a nuestros seres queridos y a ver esas películas que nunca nos cansamos de apreciar.

Un año nuevo con semanas encima se da cabida para un diario de artilugios, de detalles que conservamos en el bolsillo de la chaqueta, los envolvemos en sonrisas y damos remedio a todas las quejas que podamos anular en veces repetidas de excusas de años anteriores. Por supuesto, miramos con nostalgia la partida de esos bellos recuerdos y los mentamos en reuniones sociales. Todo con el propósito de darle al absurdo un lugar de honor en nuestra cotidianidad.

Un año nuevo que inicia y un reguero de momentos que se acomodan en fila india para ser vividos, experiencias que se deben esclavizar mundos paralelos, darnos espacio para todo, darnos una plegaria en este cuerpo de débiles aforismos, darnos todo para recordar.

Nos esperan muchas notas sin cantar.

AV

4 de enero de 2011

Vodka



Imagen Tomada de: http://www.syntheticsoul.com.au/black_and_white.html

Quiero tomarme ese trago fuerte que me hace sentir placer y me invoca en un cigarrillo a dar conversaciones felinas en un club de caballeros. Sentado sobre mi ego y con el movimiento intermitente de mis ojos auguro un nuevo son, disfruto de una melódica excepción, de un sorbo frío de Tónica, de un frío hielo sobre el paladar.

Quiero seducirme en ese juego de los ecos de la guitarra, en el estribillo de reuniones sociales, de letras con aroma a papel, de libros viejos y armarios gastados por el tiempo. Saltar del tapete y recorrer la habitación en búsqueda de un cenicero, de una canción para sermonear a la vida, de un amor que se escapó por la ventana de la memoria, porque bien lo dijo un fulano en alguna red social, las Novias son pasajeras, las Ex Novias, son eternas. La música es universal.

Sentarnos a no hacer nada, en el minimalismo de la pereza, en el goce de un eco sinfónico, de un hilo de humo que abraza el techo, de un juego de adivinanzas que nos roba secretos, nos desdibuja en el transparente y húmedo vaso de Vodka. Esos sonidos ambulantes que con sonrisas y espejos dejamos en la soledad de una tarde cualesquiera sea de la capital, de una charla de jóvenes despreocupados, desmemoriados, descontextualizados.

Entendernos como una generación de incomprendidos es un cliché que se repetirá constantemente en cada año iniciada una generación, será tan universal como las guitarras que quieren sugerir paseos por Roma, que quieren acercar unos a otros, que quieren suspenderse en la ciudad de la furia, o que quizás, sean parte del aire.

Quiero tomarme ese trago fuerte de Vodka, compartirlo con mis amigos del recuerdo, enredarme en el presente de un pasado, de un cenicero artificial con el humor de cada uno de los invitados, esos fragmentos de seducción y de vida, esos cigarros que abrazados en el tejado se fumaron y se extinguieron como cualquier canción de una generación suspendida en el tiempo.

Qué mejor mapa que el pasado para darnos un paseo por el museo de la memoria, darle luz a esos escalones que de madera suenan sus pasos, de esas palmas que discretamente siguen el ritmo de una canción, de un rock que se pega en la piel, que sea perfecto para deletrearlo en un estado total de embriaguez, de un secreto que nos identifique en los latidos de un trago fuerte de licor, de una imagen empañada en el vidrio de la sala, de la casa de un solitario juego de cartas, de la casa de un pasado que no nos llevó.

Juegos completos para todos los gustos, de azar y de afán, juegos de roles y de pasiones, juegos para vivir y para morirnos, juegos para embriagarnos o desintoxicarnos. Juegos de seducción y juegos de instigación. Con suaves melodías o inclusive fuertes discusiones, con dudosas menciones y perplejas revelaciones, con años perdidos y tiempos pasados, con relojes coleccionables y manillas memorables. Con los mejores amigos, con los peores ciudadanos, con los mismos de siempre, con el rock en nuestra espalda, la guitarra en el bidé, el mundo a nuestros pies. Todo, con su juego y sus reglas, con sus notas musicales y sus voces inmortales.

Quiero tomarme otro trago, porque este cuento ya terminó.

AV

3 de enero de 2011

Del año y otros fragmentos



Mañana es el último día en esta ciudad, luego, se comenzará a preparar todo para el viaje de regreso y en cierto sentido asumir la responsabilidad de pequeños pendientes que se tienen desde antes de haber partido de casa.

El tiempo para descansar quizás ha terminado, para otros por cuestiones diversas digamos apenas inicia, de igual modo, es el mes de enero y con él ya se da inicio formalmente a todas las actividades que cualquier ciudadano del mundo debe responder prontamente terminadas las fiestas de fin de año y celebraciones santas de navidad.

Mi caso es particular, y es que debo llegar a casa a terminar el inicio de un plan de trabajo para este año con el propósito de ser mejor persona y alcanzar esas metas que se han procrastinado de alguna manera. En lo personal, se llega renovado a casa y con la esperanza de un mejor mañana, sin importar que todavía arda en la piel esas decisiones y emociones de días pasados.

Musicalmente es un año que no dejó nada asombroso, más bien un año de repeticiones y emociones que todas de alguna manera giraron en espiral en algunas canciones o sonsonetes similares. Extrañando por supuesto con más ahínco que nunca a esos amigos que se me fueron lejos, o pidiendo nostalgia en esos corazones de los que me alejé hace mucho tiempo, o de los que estamos lejos aun cuando nos conocimos de mera casualidad.

Un año que se quedó atrás perdiendo el sentido de la vida y dejándose adobar en el llano recuerdo de un ritual más, un año que se perdió como un acto de fe, reuniendo en familia esas alabanzas al sentido de la vida y rogando por un mejor porvenir.

El andamiaje de las emociones terminó con la última lágrima que no se podía escapar en la página de los pendientes del año. De igual modo me quedó tranquila la conciencia con respecto a todo lo que se hizo y sin divagar tanto en las sombras, reafirmé mis sentimientos y afectos hacía algunos de mis seres cercanos, mis defectos mejoraron en estilo y no han dejado de ser lo que me dignifican como ser.

Ser humanamente imperfecto quizás sea la mejor colonia que uno pueda conservar en el estante de aseo personal, la arrogancia, la mala memoria, la impaciencia y las miles de palabras obscenas que le dedicamos al prójimo cuando de histeria sufrimos, son una sumatoria de bendiciones para ejercer nuestro libre albedrío y nuestro derecho a querer y no querer.

Este viaje familiar llega a su fin, pero el disfrute de unas vacaciones en familia es quizás un punto de vista que se asume en distintas posturas al interior del hogar. No es ser mal agradecido o ingrato con la vida, por supuesto la decisión de viajar fue mía y la asumo como una sabia decisión, dios sabrá hasta cuando estarán mis abuelos con vida y disfrutaré de sus peripecias, pero de allí, a disfrutar en su totalidad el plan familiar ya es lo que se nubla en el literario amor por lo propio.

Llegar a casa y observar el año 11 con buena cara, ahora con los afanes de la memoria será ir de paso en paso a un decálogo de recomendaciones para saborear en lo posible, las semanas una a una que van llegando en este año de conejos. Los retos no van a desaparecer y las aventuras serán cada vez más abstractas, el egoísmo no desaparecerá de la noche a la mañana ni las mañas dejarán de ser mañas, todo en su debido lugar y en su horario correspondiente.

Se deberán mejorar ciertas cosas como la rutina y la dieta, los horarios de descanso y las prioridades en la agenda, pero de todo lo anterior siempre se conservará la cordura y compleja manera de ser para conmigo y para con los demás. Seguiré queriendo a quienes quiero, seguiré sintiendo malos sentimientos y profesando malos pensamientos hacia quienes no me agradan o no me merecen y, terminaré el camino de la redención en un bonito homenaje y ritual de perón consigo mismo, aspirando a llegar a encontrar el perdón en el otro que no lo ha pedido.

Buenas nuevas y muchas noches.

AV

1 de enero de 2011

Sentimiento Stereo



Imagen Tomada de: http://animalmascota.com/

Algo que corroboré anoche, en posterior abrazo de año nuevo con familiares y lejos de amigos y cercanos, fue precisamente que hacemos parte de la única generación que disfrutó con lujo de detalles a Soda Stereo. Aquellos que nos encontramos en el rango de 35-25 somos una generación de inconformes que gozamos con la magia y esplendor del momento, el despertar de un movimiento importante para la reivindicación cultural de América latina (?).

Ser joven en especial en las décadas de los 80s y 90s fue un lujo y un crimen que muchos pagaron y otros pocos disfrutaron. Crecer con el movimiento de principios de ochentas con la nueva ola conocida como Rock en tu idioma y que se llevó posteriormente el título de Rock nacional sirvió para marcar en voces y coros, ese inconformismo de la época para con los problemas de corte social y político. Sólo en los 90s hubo un par de agrupaciones destinadas a reivindicar la causa de aquellos que no tenían voz, para el resto, el movimiento se tergiversó en el bien o mal llamado Rock en Español y no fue más que la causa de reproducir canciones sin cortesía política o sentido local.

Si bien para unos fue un movimiento de representación y quizás, rebeldía, para nosotros, los que heredamos los rezagos de los ochentas y nos criamos en la desconocida década de los 90s, vimos en otro matiz ese movimiento llamado Rock en español. Lo disfrutamos como debió ser a ojos de otros despistados, como un momento histórico de buena música y muchas canciones de despecho o rebeldía, pero una rebeldía ajena a la de los 80s, esta era quizás un poco más suave, menos contestataria ( a excepción repito, de un par de agrupaciones y varias canciones ) y con mayor contenido Pop.

Lamentablemente los hechos ocurridos con el señor Cerati dieron un vuelco a la memoria, y más potente que la adrenalina recibida en 2007 por la noticia de una gira de reencuentro de aquella banda que lideró la causa de los que no tienen causa, fue el deceso de un rey que ahora en estado de coma inducido, sirve como alerta para una generación sigue vigente con sueños stéreo, que quiere viajar a la ciudad de la furia, esa generación donde nos preferimos fuera de foco, donde nada es personal, solo rock en español.

No olvidaré jamás aquella noche de año nuevo en Envigado con los que eran entonces mis amigos de “Toma la Palabra”, una noche en la que al sonar las campanas de media noche y celebrando la llegada del año 2001 (hace diez años ya!!), dejamos servida la comida y todos de pie abrazándonos dejamos que “Zoom” nos diera esas notas musicales para bailar el año nuevo.

Me sorprendió en el calor de la conversación post año viejo, evidenciar que mi Tío, un cuchacho de cincuenta años casi, desconocía en su totalidad a Gustavo y su trío música de años atrás. Como buen hermano, le conté un poco de la historia de aquella agrupación musical, de las consecuencias para el rock, le expliqué lo que significó pues para la generación de entonces gritar a todo pulmón esos versos que sólo Gustavo pudo brindarnos. La gran mayoría no fueron de su autoría, pero sí tuvieron su energía y su impecable voz como un sonsonete que marcaría el designio solitario de toda una generación.

Puedo decir que pertenezco a la generación Stereo, a aquellos que admiramos y crecimos, nos enamoramos y seducimos, nos escapamos y fuimos cómplices con canciones y sonetos propios de un trío de Buenos Aires. Le hablé un poco de otros grandes que aparecieron en el camino, como Andrés y Fito, un poco de Caifanes, otro poco de aquellos prisioneros y un tanto de la que sería la invasión española, pero de todo ese combo evidentemente le hice entender que a Gustavo, a ese rey sin corona le deberíamos gran parte de lo que nuestra generación pudo cantar en cuanto estadio estuvo presente.

Los vimos volver, los vimos dar esas gracias totales a nuestra adolescencia, a nuestras noches de rock en español. A esos que con un vino barato o una chica especial dimos besos y abrazos, donde dejamos que el temblor se tomara nuestras piernas, donde dejamos en los juegos de seducción signos y viajes, citas a ciegas, balanza de locura en una generación que desocupada por los afanes de los 80s y los descuidos de los 90s dimos al movimiento del rock en español una espera eterna.

Las nuevas generaciones conocen a Gustavo como solista, otros incautos desconocen en su totalidad a este genio del rock en nuestro idioma. Pero sin importarnos ese vacío negro que hay entre los señores de 35 y los jóvenes de 18, sabemos en el fondo, que a este tipo de hitos especiales, sólo nos llega una vez y en un momento determinado.

Ahora mi tarea es compartir un poco con mi tío y aquellos que no tengan conocimiento del camino recorrido por Cerati, esas canciones que a veces en vergüenza damos esperando a que pase el temblor.

Una generación que no quiere despertar, ni verle dormir eternamente, una generación que conserva ese sentimiento stereo, ese lenguaje universal que sólo el rock en español nos pudo regalar. A Gustavo, Gracias Totales.

Nada más que dar.

AV