29 de enero de 2008

¿Dulce yo?


En un irremediable retorno a lo básico, se crece la nostalgia por lo que se fue en algún momento y hoy ya no es, eso que madura en nuestra conciencia y en contra de toda voluntad, eso que se nos mete sin avisar, ese capricho de vida que alargamos con vacios y anhelos que matan y envenenan si no los sabemos dominar, esos besos que en la noche nos enamoran y nos motivan a dormir.


Estrenando zapatos pero reciclando pasos, estrenando cordones pero zafando caminos, noches de insomnio que manosean el desvelo de los desesperados, eso que nos mete en un círculo vicioso de querer y tragar. Abandonamos placeres suponiendo que vale la pena el sacrificio, que la salud nos guía por el camino del bien y la comida por el del placer, que la bebida nos ayuda a socializar conversaciones de laboratorio, que el dinero nos entrega reuniones informales de poetas y agnósticos, que la conciencia nos llena de murmullos que con un chiste o una frase sarcástica da a entender eso que no queremos expresar en lo literal de la farándula.

Terminamos recogiendo esas migajas de esperanza antes de levantarnos a reproches ante la voluntad de los deberes, madrugadas que nos dejan exhaustos, que nos dan limosna con el desayuno y nos aprieta en un almuerzo propio de condenados, esa voluntad que consideramos un sacrificio para el bien de la salud, pero… Todo termina en lo mismo, en sacrificios.


El médico de confianza dice que tengo el colesterol muy bajo, que me toca hacer ejercicio para subirlo. Dice que tengo Hipoglicemia, que me toca comer dulce y harinas. También dice que tengo Anemia, que tengo que comer mas (¿comer más?, ¿yo?) para mejorar esos glóbulos y esas vainas que la sangre no me deja mejorar. Dice que tengo que hacerme un examen del tórax y otro de la nariz para verificar ciertos problemas de respiración, posibilidades de asma… ¿algo más que agregar señor Doctor?


Me llevó la roya, siguiendo en esa rutina de NO al azúcar ahora me toca decirle SÍ, y con tilde en la i, porque la salud primero, ahora me toca hacer ejercicio así que a comprar sudadera, tenis, ropa deportiva y mirar en que deporte la estreno, gran incógnita… ahora me toca también comer más de lo que como habitualmente, quizás de manera balanceada así que pues aprovechando la coyuntura y con un toque de frialdad y sarcasmo mi madre ha decidido de manera unilateral (al mejor estilo de las madres) que debo volverme casi conejo, comer verduras, verduras y más verduras, de vez en vez frutas y una que otra hortaliza. Tomar más leche y aumentar la dosis de aguapanela (¿es un chiste cierto doctor?) para que se me mejore el nivel de colesterol. Para rematar, bajarle a las grasas… (¿Contradictorio no?)


Estrenando motivos para comer más y en ocasiones menos, veo en esos sacrificios y esos caminos un par de zapatos nuevos para hacerme de la vista gorda y continuar esa felicidad anárquica que me deja gozarme la vida y sus dicotomías, quizás la cura para la Hipoglicemia no sea aumentar la dosis de dulce, ni enamorarme más de mi amada, ni embutirme cuanta fruta encuentre en mi paso, quizás la cura sea dejar de ser menos sarcástico y dejar de hacer tantos y pocos comentarios ácidos, por la salud personal y la salud del prójimo.


Por ahora, iré viendo a que me dedicaré frente a estos resultados sacados de una muestra de sangre que no quiero recordar, por lo menos sé que muchos están peor que yo.

No mas falta que me prohíban la carne y el café…

AV

26 de enero de 2008

Venenos de la Memoria

Con los recuerdos rodando por las escaleras, un muro a derribar en estado de espera, con ansiedad y sin sombrilla. Bajo un lunes lleno de febrero, donde el amor se cuestiona más que a la misma religión, donde la soledad se acurruca en el fondo de la habitación, desesperada, asoleada, ignorada y necesitada, acurrucada en su rincón con todos los sueños rotos y en vísperas de varias dosis de orgullo.

Víctimas de la indecisión nos sumergimos en palabras prestadas, nos damos cuenta que todo ha pasado y que cuando nos llega el turno de empezar ya hace rato que habíamos acabado, pensamos que el resentimiento y el rencor son conjuciones de un remordimiento bien aliñado, sin embargo y en otro orden de ideas nos ponemos en el rol de cazadores hambrientos, abusamos del débil y lo amordazamos en una estratagema propia de sabios, pero que en nuestra conciencia sabemos que no tiene nada de orgullo ni nada de valor esa hazaña, sencillamente porque no era una hazaña. Era una imagen mental de nuestra infancia.

Jugamos con el estado del tiempo y humedecemos palabras en un momento de soledad en el baño, consideramos perdido el tiempo cuando aquella carta de clausura nos llega, o cuando esa llamada de retiro nos confirma las sospechas, o cuando esa mirada penetra más allá de la piel y se incrusta es en el recuerdo, nos escudriña la memoria y nos arranca el dolor para luego materializarlo en una despedida, nos envuelve en una distante familia, nos reune en una acalorada discución y nos hipnotiza con la adicción, esa perdición eterna sin resplandor.

Hablar en el discurso depresivo de fin de año, de inicio de año, de mitad de año, etc etc etc pero que sabemos dura todo el año no es más que un deporte sin condición física. Maduramos el lexico y perfeccionamos el vocabulario que nos heredaron, comenzamos a implementar palabras y sinónimos que en ocasiones son innecesarios pero que impactan al transeunte que se detiene a escucharnos, que se deja comprar con una picada de carne o con una gaseosa de muchos litros. Así se juega a ganar, así se divide el ombligo para atarnos a dos mundos, cabeza de león y piernas de dragón, lengua de serpiente, mirada de castor, ego de gato.

Indiscriminamos en una hermosa manera de escribir palabras y frases lindas o raras para tramar al lector, pero sabemos en el fondo que todo puede resumirse a dos líneas de cohesión fonética o gramatical. Insinuamos experiencia en medio de tantas cosas que no vemos a causa de las manías y el exceso de sueño, defraudamos al mundo entero y no nos importa, simplemente lo defraudamos a cambio de nuestra paciencia, en ocasiones decidimos morir en un poema o en una canción, como si no fuera suficiente nos vemos en la necesidad de inventarnos el fútbol, y si ello no permite soledad, es porque no tenemos a quien venderle ese deporte de principios de siglo.

Acusamos de humanitarios a los que en las feas ven un punto de partida, acusamos de guerrilleros a los que en el licor embellecen senos y muerden anzuelos, acusamos de hipócritas a aquellos que en el amor construyen un camino para huírle a la vida. Jodemos y mortificamos al que en la sabiduria del hogar ignora las beldades de la calle o los riesgos del asfalto hecho selva y que prefiere encerrarse en un mediático instrumento de cuatro lados.

Quizás con ese exceso de dolor y sangre, de vino y queso, de letras y papel, de café y Coca-Cola, de cerveza y pornografía, de aquello y lo otro, de todo y nada, etc es que nos sometemos a un discurso frívolo y en ocasiones viceral que permite abrir los oídos a un ruído extraño que se asimila a la voz de nuestros progenitores.

Aquel que se someta a un espejo e identifique cinco diferencias consigo mismo será aquel que está llamado a identificar los defectos de la humanidad sin necesidad de mirarla, de resto seguirá buscando identidad en latas de cerveza o en tapas de gaseosa.

Mientras exista un discurso unitario y un modelo minorista seremos la mayoría de incrédulos en un frasco de confundidos. Si el amor es para vivir en paz, que la paz sea para encontrar el amor. No mas discursos rosados en muros de concreto, ni mandamientos en uniformes privados, instituciones y monumentos que en su historia solo han dejado veneno a la distancia y la moral.


AV


25 de enero de 2008

Más Letras y Menos Blog´s



Con un arranque desesperado de estampillar letras, de romperlas contra teclados y espejos, de regalarle a los más necesitados menos necesidades y más deberes, de robarle la calma a la soledad, de brindarle agua a las paredes y regar los jardines con alcohol. Con un arranque de calor en el estómago, con el vacío impermeable de la piel deseando comer o sencillamente deseando fregarse contra la arena, morderla a pedazos, destripar en el inconsciente de las masas ese deseo revolucionario de no tomar coca cola, ese deseo capitalista de comerse una hamburguesa después de rumbear, de tirarse en el suelo a descansar, de vivir con pañales en el bidé, de todo para el pueblo si viene de los pobladores.

Más letras y menos blog, más hazañas y menos historias, más muertos y menos cementerios, más caminos y menos caminantes, más panela y menos soda, más ira y menos rencor, más galletas y menos leche, todo junto o revuelto, todo alejado de la muchedumbre o encerrado en la gaveta de los dulces, en la guantera del taxi, en ese horario de estudiante con el que nos escapamos de la vida.

Sin coherencia o sin trama, sin narrativa y sin orden ideológico, sin ideas y sin ideólogos, sin profesión y sin clases, sin noches para castigar, sin mujeres para conquistar, sin hombres para emborrachar o sin tejados para destrozar, se ahogan y se preguntan después ¿qué pasó?, se dejan seducir por el licor, por la gasolina, se dejan enmudecer en un rito que quizás nunca antes fue publicado, ese amarillismo que los periódicos y las telenovelas nos canjean a cambio de horas y horas de asombro. Miles de historias nacen en una cueva, las demás solo buscan una cueva donde esconder la vergüenza.

Desordenado y sin hilo conductor, con el blog en el bolsillo de la camisa y la coherencia en la taza vacía de café, con el deseo de escribir bajo la sombra de un disco, con el caos como testigo, como siempre y sin nada de novedad me dejo seducir en ese arranque de literatura sin letras que dejo regar por toda la pantalla y que al final, cuando realmente le leo, me doy a la cuenta de que siempre se maúlla sin luna, se pierde en el mar, se muere en el intento y se sigue intentando.

AV

20 de enero de 2008

Amarillo Dominical


En una noche llena de aguardiente, con la luna llena de motivos y oportunidades abiertas a una soledad compartida se nutren vicios viejos propios de una comunidad abierta a los placeres del licor y el desenfreno. Se estimaron razones de peso y algunas de zozobra con melancólicas aptitudes de liderazgo para mendigar alegrías al desparche, se habla pues desde las copas del aguardiente, cual gato pasajero que se acicala con el dolor de otros, que se desvive por reír con el sufrimiento ajeno, esos malos ratos que uno sirve de testigo.


En una noche llena de horas despiertas, dejando atrás el silencio de las calles para dar paso al concierto de aves mañaneras que sobrevuelan el descalzo cansancio de una borrachera senil, donde el agua sumerge neuronas y humedece palabras, donde enfría pasiones y ablanda pulmones, donde rifa discursos y acecha oportunidades, pasajeras aventuras de un desorientado domingo que empezó en sábado, de un feriado pasado que se desligó del rumbo cotidiano de un gato cortés y bien educado, de un par de amigos que le acompañan en la coquetería de una musa de turno, aquella mujer que rinde tributo al cuerpo y a los excesos, de esas ventanas que se abren en temporada alta, que se diagnostican con fórmula médica, que se negocian con lindas palabras y juegos de borracheras.


En una noche, donde este gato desde el rol de observador y orientador articula el hambre de los enamorados, juega con el impulso de los acalorados órganos genitales, de terceros que quieren ser tres, de tríos que quieren jugar al amor, donde lo que se observa se estampa en sonrisas de burla y silencios de lástima, donde el rol de observador se convive con el rol de animador de fiestas con juegos y discursos de cafetería escolar, donde la enseñanza llega con el dolor de la regla, quizás para beneficio de los interesados se vuelve un voyerismo mágico, inundado de impermeables miedos y viudas caricias.


En una noche pasajera llega la mañana y este gato continúa observando el juego de ratones sin queso, el ladrido de lazarillos y la marcha de almas recién encontradas y acarameladas, en ese rol de observador que juzga la inocencia y la inexperiencia, en ese rol que disimula festejo y jolgorio para marcharse a dormir, dejar en manos de otros la casualidades de una rumba no digitada, de una noche sola y ácida, ausente de nocturnos rituales y exagerada por el modismo popular, de un amanecer amarillo como la fiebre, que elimina e intoxica, ese amarillo domingo que llega para olvidar una gris jornada nocturna de sábado, de un amarillo domingo que se burla de los ratones y se disfraza de lunes, de un domingo que se digita en letras de etiqueta y murmullos de fantasmas, de un domingo amarillo como el queso que no comieron esos ratones, ese amarillo que vende alegría a cambio de lagunas mentales, de ratones sin ratonera.


En un domingo amarillo y pálido, un domingo que invoca a Vincent Van Gogh , sin amistades pero con el Campo bajo cielo tormentoso observando todavía.
AV.

10 de enero de 2008

Breviario


Aquí les dejo un fragmento de lo que es la Bitácora de mi viaje a Argentina el año 2006, este fragmento en particular lo dejo a ustedes debido al simbolismo que manejan tantos escenarios y momentos cruzados.



Olvídala.


como hago compañero pa' decirle
que no he podido olvidarla
que por mas que lo intente sus
recuerdos siempre habitan en mi mente
que no puedo pasar si quiera un
dia sin verla asi sea desde lejos

que siento enloquecer al verla
alegre, sonreir y no es conmigo

yo se que le falte a su amor
tal ves porque a mi otra ilusion me sonreia

y no pense que sin ella
en mi vida se me acabaria el mundo

Así es.
Tanto el Tango como el Vallenato unen pasiones y destrozan a veces corazones con melodías propias de una cultura, una cultura que mitifica su historia en cotidianidades de amores y odios, o en letras de etiqueta que sucumben ante la nostalgia de un amor perdido. Tanto para Juan de Dios Filiberto, o para Gardel cuando entonó el caminito en el Teatro Colón de Buenos Aires, o para el Binomio de Oro de América cuando compuso y vivió el despecho al ritmo de cajas y acordeones retomaron la esencia del latino, del amante callejero y sin vergüenza.


No es casualidad que estos dos temas se entrecrucen en estas letras, en la cotidianidad de un turista o en la merced de una cerveza, por el contrario las calles de caminito mientras me guiaban al garaje donde el ómnibus esperaba mi retorno me dibujaron bares con caballeros sin camisa y sudor por doquier que, con una Quilmes recordaban al amor perdido, a la mujer que algún día les enseño amar o simplemente, aprovecharon la melodía para amenizar una tarde de verano en un bar popular.

Tanto el acordeón Gaucho como el acordeón costeño vibran en momentos inesperados y no se trata de rendir tributo al vallenato, pues no soy amante de ese ritmo tropical, pero, al caminar y escuchar a todo volumen esa canción recordé la esencia de ser colombiano, la esencia de ser latino, la esencia de ser quien soy independientemente de la situación o merced de quien lea este momento, esta bitácora de un taciturno felino, lleno de curiosos momentos e inesperados caminos.


Esto es Buenos Aires, impredecible, humilde y oscuro ante los ojos de muchos turistas que desconocen la razón de ser del tango o cualquier ritmo casual.

Son las cinco y veinte minutos, el tour ha finalizado.

9 de enero de 2008

De Caos & Pecados

"Lo que se ignora, se desprecia." (Antonio Machado)
Con un deseo incontrolable de vida, ahogado por la ansiedad y en medio de un terremoto de sentimientos se desborda en mí un centímetro de vida robado en cualquier calle, se dibuja con la sonrisa de los desamparados la visa para continuar con el viaje eterno de la confirmación, de la formación intelectual que a punta de hilos rojos se educa.

A un extremo del universo se juntan los horarios y se discriminan los cabellos de cada civilización, se venden neuronas en latas reciclables y se distribuyen canciones bajo el celo de cantautores frustrados, se esconden niños de padres malcriados y madres alegres, se desdibuja lo creible para dejarse vencer en la cordura de los límites de ese universos paralelo que llamamos conciencia y lo nublamos con las blancas huellas de la imaginación, sólo así comenzamos a sentirle el latir a ese corazón ensangrentado y lleno de motivos para suicidarse.

Cual viajero del pasado se asusta con las novedades del presente, somos objeto de discusión en laboratorios genetistas, somos oraciones en resguardos militares, somos agua en el alma de los olvidados, somos historia para los cuenteros, somos el valor de la desconfianza para el cajero, somos la economía de la melancolía, somos los que celebramos el inicio de cada año, somos en todo el universo una simple semilla que sin ser bendita sigue regándose por todo el planeta. Pues bien, es el universo en su melancolía y nostálgica manera de guiarnos lo que nos vuelve excelentes consumidores de sentimientos, ladrones de lágrimas y protagonistas de renglones torcidos en mandamientos llenos de rencores, vemos en la oscuridad una pintura llena de errores, quizás es porque sabemos en el fondo que el alma y la locura la teñimos en el dolor ajeno y no en el propio.

Sintiéndonos profetas y con un breve aroma a café nos fumamos un cigarrillo para ver en esos hilos de humo una línea innesesaria de vida y la sometemos al cancer de la muchedumbre. A veces nos bebemos una copa de vino en el infierno y aunque nos guste su aroma y color, no sabemos el motivo del brindis pues en el infierno son pocos los momentos felices o positivos.

Dejemos en el Reggae una vitamina a la locura, en la locura una vitamina para el pecado y en el caos la razón de ser de la humana existencia.

AV

8 de enero de 2008

Extremo & Furtivo


Sentado rascándome la cabeza mientras escucho amor estéreo, reflexiono un poco sobre la dosis de nostalgia con que se cerró el año pasado y se dio inicio a este que apenas arranca, no tomo lápiz y papel desde la semana previa al fin de año, quizás una sobredosis de olvido me llevó a ignorar tan lindo e importante ejercicio de catarsis con el que nos entregamos en las letras, en lo más humano que nos puede caracterizar y que es precisamente lo que nos da esos hilos de vida extra, unos cuantos minutos de inmortalidad. Nos reservamos a los agüeros de la fiesta y el jolgorio, nos disipamos en las rumberas integraciones familiares, nos bebemos el sueño que no cumplimos y que decidimos postergar para el año siguiente, miramos en las noticias los “bloopers” de esas trágicas historias que sólo nuestra realidad nacional nos puede brindar, alimentamos en el silencio esos rostros marcados por la madurez para en un e – mail desearle año nuevo a ese amigo que no vemos hace mucho o que se nos fue del país como otros muchos.

No tomo lápiz y papel quizás porque no tenía nada que decir, en realidad y basado en las casualidades de mis vivencias tengo una que otra anécdota que compartirles fruto de estas vacaciones que acaban de clausurarse, pero viendo en el ejercicio de redactarlas no le hallaba (y aun no se lo encuentro) el sentido de publicarlas para beneplácito de ustedes los lectores. Muchos abandonaron el gimnasio, la dieta, el trabajo o las rutinarias acciones de su modo de ser, para mi caso solamente dejé en letargo mi breve pero amordazada rutina del escribir para leer.

Muchas cosas pasaron al cierre de ese 2007 que son tema de conversación o tema de interés general, pero en mi caso particular es poco lo que puedo contar, ahí el motivo de un Blog abandonado en la totalidad de sus letras. De todos los males el que más daño nos hace es precisamente el mal de la curiosidad, la volvemos tan vicio para nuestra literatura que terminamos hablando sobre lo que no es literario, lo volvemos noticia o reportaje y no un escrito literario.

Ya entrado en gastos es que nos sometemos a la reflexión pos diciembre y vemos en estos días de enero un núcleo de nostálgicos sucesos, tratamos de reiniciar labores pero comprendemos que hay ciertas labores que murieron con los ciclos del pasado, o que en este presente lleno de verano empezamos a notar que son labores buscando identidad, pues bien, espero poder cumplir esas promesas de fin de año y poder darles a leer esas pocas o nulas anécdotas que me ocurrieron en el cierre de vacaciones.
Bienvenida sea pues la oportunidad de reencontrarnos y escondernos, imitar en letras musicales carcajadas o lágrimas innecesarias, o someternos al duro ejercicio de recriminarnos por las tareas olvidadas o los rostros que no reconocemos en el espejo de la soledad, de esas ideas de querer olvidarnos lo que hace mucho se nos volvió un tatuaje, emociones llenas de inquietas razones para cubrirnos con tabaco o licor lo que en la comida vimos como solución, cansarnos de jurar historias que no requieren de segundas partes, de pedalearle a la vida esos caminos que hace mucho se convirtieron en programas de televisión, esas redes que hemos congestionado en nuestro sistema hormonal.

Este año, el año de la rata según el calendario chino, es nuevamente un reloj de arena que a duras penas comenzamos a conocer y dar uso en la mitad del primer mes, teniendo en cuenta además que este es año bisiesto, un día extra para sentirnos festivos, para darnos en la hoja de vida un día más para emplearnos, para educarnos, para ocultarnos, para premiarnos, para escondernos, para huirle al rencor y abrazarnos en una relación sexual propia de extranjeros, una aventura que decide volvernos mito y leyendo, dejarnos en ridículo ante las constantes ideas que se nos ocurren, atropellarnos en un silencio certero y nocturno, darnos una idea de lo que hay que vivir para poder contar, de vestirnos de etiquete, montar la bicicleta y salir a recorrer ese urbanismo que dejamos de lado en las vacaciones.


Les confieso que soy un animal totalmente urbano, ya los sonidos de la selva y el campo me suenan raro, por más que intento distinguirlos uno de los otros termino llorando en mi almohada con el deseo de volver al bullicio de la urbe, de todo aquello que me somete a ser lo que soy, pues bien, este año que inicia es precisamente esa última oportunidad para encontrarme en lo exacto de la morbosa soledad y sus vicios, todo un silencio lleno de recuerdos y puertas cerradas.