30 de noviembre de 2010

El Gato en el Espejo (Gato Negro)




Imagen Tomada de: Cat In The Mirror - ©2009-2010 ~ABcreatorOfGrotesque

A veces, cuando me siento a escribir es porque tengo algo en la garganta a punto de salir, es porque tengo una idea merodeando en mi mente sin detenerse, es porque mi corazón quiere estallar en llanto, sea de dicha o de tristeza. Es cuando el aliento me reforma en constantes suspiros y me sumerge en un juego de adivinanzas y aforismo.

Una buena canción suele acompañar este tipo de relatos, más reflexivos que literarios, este tipo de entradas en las que una buena dosis de sinceridad se ve opacada por una alta dosis de metáforas, por un símil de posibilidades regadas por toda la conciencia.

No estoy en una buena temporada, lastimosamente la vida da unos giros imperdonables, cambia de estación el reloj y mi conciencia se ve afectada con todas las proporciones del caso en un ruedo de melancolía y actos depresivos. Letras muertas que se dejan nacer aun sin ser discutidas con el comité de censura y reformas. Quisiera ser un poco más estable, un detalle de sensatez que me permita beber con calma del amargo vino barato, que me deje reflexionar de manera positiva y no como un acto impositivo de rivalidad conmigo mismo.

Ella me lo recuerda en todo momento, el secreto está en saber perdonar, en querer renacer y en un cuerpo nuevo exorcizar todos esos odios y esas culpas que me trinan día a día. No logro ubicarme, algo ha salido del carriel, algo me tiene flotando en andamios de infelicidad.

Necesito un buen motivo para detenerme en el camino haciendo un alto productivo. Necesito una idea feliz que me retorna ese estado natural de dicha y buena vida. Necesito volver a sonreír, encontrarme, volver a lo básico, seguir en la perseverancia y retomar el liderazgo perdido con los años, necesito re-fortalecer mis andanzas, necesito muchas cosas, pero al igual que hace cinco años, mi vida se envuelve en un torbellino de temores, de una cobardía absoluta propia de mendigos, me encierro en una jaula inmensa en proporciones, pero pequeña de soluciones, me dejo cegar con la luz del sol por miedo de salir de la caverna.

Extraño intensamente muchas cosas, otras me asustan, estoy en ese lado en el que la sinceridad es más molesta que los consejos de un buen adulador.

Lo confieso, me he llenado de odio, me es imposible perdonar. Tengo una cicatriz que con el transcurso de los días se humedece con sangre fresca, un ardor insoportable que me envenena la conciencia y me mata neuronas por doquier. Aun no sé si el odio es el propio ejercicio eclesiástico de la autoflagelación, de la culpa que no perdona, o, si es propio de esas acciones que me han afrentado algunos sujetos que sin importarles los medios, me han herido para cumplir sus fines.

Sí, he perdido la fe, la esperanza de creer en que todos pueden ser buenos, en que nadie hace daño a los amigos, en que la hipocresía sólo es propia de políticos y empresarios. Pero lo he vivido en carne magra, no puedo dejar rodar esos recuerdos, esa memoria tan cotidiana que me da condenas en tazas de café. Sí, lo odio, a él y otros más, pero no puedo devolver el tiempo, no puedo retener los recuerdos. No puedo dejar de darle importancia a aquello que ha sido dominado por el tiempo.

No sé si sea catarsis u otra dignidad propia de poetas y sofistas, pero debo decirlo, debo escribirlo, tan negro como la noche, tan lejano como el viento, tan tenebroso como la dignidad de un ciervo herido.

Puedo permitirme mentir un poco, puedo permitirme ser cruel, puedo permitirme engañara y dejarme engañar, puedo permitirme muchas cosas, pero nadie me quitará lo que puedo escribir, en cambio, yo puedo deletrear lo que puedas leer.

Puedo mirarme al espejo y seguir haciendo preguntas, puedo caminar y revisar estantes en calles mundanas, puedo retomar los sueños, puedo ser un estúpido, puedo ser lo que soy.

Puedo encontrarme al otro lado del espejo, puedo dejar mi garganta estallar, puedo dejarme cegar, puedo amar, puedo odiar, puedo escribir sin ser ni dejar de ser.

Puedo ser a veces un Gato Negro.

AV

26 de noviembre de 2010

Carvajal



Lo conocí por descuido del universo, sentados en un muro cualquiera de una universidad, cabello largo y revoluciones por doquier. Muchos sueños en cada mano, formularios firmados y entrevistas concedidas. Con una hoja de color amarillo se firmaba el ingreso a aquel claustro de educación superior, a un nuevo horario de cotidianidades y murmullos. Sus sueños de cine se evidenciaban en un ejercicio melodramático, un castigo propio para justificar las ficciones de la televisión en los desaires de la realidad.

Inquieto como él solo, lleno de vitalidad, de errores, de aprendizajes, lleno de mundo y de universos paralelos. Radiohead simbolizaba mejor que nada su amor por lo propio, y sus gafas de marco ancho no dejarían para la casualidad una cicatriz que le modificaría su modus operandi. De camiseta blanca con estampados artesanales y pantalones anchos, cadena en sus bolsillos y muchas ganas de enamorarse. Fuimos un grupo selecto de amigos, de transeúntes pasajeros en una universidad estacionaria.

Con el paso de los meses, de los años, de esos momentos invisibles fuimos forjando como el ámbar, una relación de afecto sorprendente. Siempre la distancia nos mantuvo unidos, a pesar de vivir en un mismo municipio, siempre las distancias se evidenciaban en metas. Quizás mi autoritarismo y esa testaruda manera de relacionarme con el otro no impedía que fuese comprendidas mis intenciones, él por supuesto, con su terquedad al mejor de los niveles, sabía perfectamente a donde se dirigían mis aseveraciones.

Cumplimos sueños pasajeros, esas esperanzas cortas de fuerza pero que daban importancia a nuestra manera de concebir al mundo. Nos confiamos esos secretos de cuanto amor conquistábamos. Él enamorado de las mujeres alternas, de tatuajes, piercing, cabello negro y tez blanca como la lana virgen. Yo, feliz recordando un pasado que ya no estaba, con mi cabeza en otra ciudad, recordando a un flaca que me había dejado entusiasmado, reviviendo noches de fiesta en un aparta-estudio lejos de mi nuevo hogar. De cierto modo la nostalgia nos unió. Él pensando en sus amores pasados, yo intentando revivir amores pasajeros.

El arte no podía ser excusa, y liderando enfermedades sociales logramos gestar una revolución, pequeña, pero revolucionaria. Siempre mi mejor confidente, pero tal era la distancia de nuestras heridas pasadas, que eran precisamente las cicatrices las que nos recordaban el por qué decidimos ser amigos. Compartíamos la nostalgia de una Bogotá distante, nos entendíamos perfectamente en las noches de vino y cigarros. Recuerdo bien nuestras cajas de vino en las escaleras de un centro comercial del centro de la ciudad, recuerdo bien nuestros primeros diseños, unos afiches de bajo presupuesto pero que daban la motivación necesaria para materializar parte de nuestra revolución: Nos habíamos inventado un Festival de Arte que con el paso de los años, sería visto como el mejor proyecto de una ciudad desesperada por el arte.

El amor cobra caro los errores, quizás porque de falsos amores hemos sido testigos, víctimas quizás, pero soportando los caminos que decidimos tomar, alejamos nuestras reuniones a un cordial saludo por correo, por chat o simplemente por teléfono. Olvidamos en ocasiones nuestros rostros, el brillo de nuestras miradas, pretendiendo no ser los mejores amigos nos dejamos engañar por el mismo hombre. Un personaje que de nada debe a la vida, pero que con sus infantiles reservas, logró rompernos, en diferentes escenarios, el lazo de la confianza. Un mal que llegó por buen camino, porque nos unió de nuevo. Él dejó de ser amigo de aquel infeliz, a mí, ese infeliz me robó la esperanza, pero me devolvió a un viejo amigo que se había refugiado en su talento.

Muchos son los recuerdos, pero también hemos escrito promesas, retos, desafíos que queremos superar para encontrarnos, sea ya en Buenos Aires, en Barcelona, en cualquier café del mundo que nos permita fumarnos un cigarrillo y compartir una botella de brandy, o una vieja caja de vino.

Lo quiero y lo extraño. Pero lo apoyo y lo sigo. Quizás mi liderazgo universitario sirvió de base para despertar en él ese líder que nuestra revolución estudiantil demandaba. Yo me embriagué con el poder y la gestión administrativa. Él se embriagó con el arte y la gestión cultural. Juntos, sinónimo de búsqueda, gestamos pues muchos hijos, algunos de carne y hueso, otros de papel.

Si hay algún hombre que me ha enseñado con su experiencia a comprender el amor y saber lo que significa reamente amar, ha sido él. Sus lecciones no tienen editorial registrada. Pero bien me ha evidenciado la manera como se debe dar la vida por un hijo, o correr detrás de una mujer, o respetar a unos padres y amar incondicionalmente al más ingrato de los familiares, o por supuesto, conservar el mismo brillo por un amigo, tal como ocurrió aquella vez primera en un muro, de una universidad.

Hoy no se trata de Radiohead, ni revoluciones estudiantiles. Quizás ahora nuestras charlas tienen de fondo un Blues, un Jazz, o simplemente unas baladas románticas de los años sesenta. Nuestra revolución ahora es personal, y cada uno libra su propia batalla, siempre con la promesa de unirnos nuevamente en un futuro construido para dar muestra de lo que realmente es el poder de la amistad.

A Él, una botella de Gato Negro por favor. Para mí, una botella de Brandy si es tan amable.

AV

24 de noviembre de 2010

Absurda



Imagen Tomada Por Absurda en el año 2008. Los Derechos pertenecen a ella.

Ella es una mujer muy particular. Le escribo todas las noches, siempre, que la oportunidad se presenta conversamos sobre esas banalidades propias de una trivia de impacientes y despreocupados. Mucho el tiempo que ha transcurrido desde nuestra primera conversación. Era una chiquilla de 19 octubres calendario. Su simpatía es algo que se asemeja a la sensatez de un idiota dispuesto a dejarse convencer, una simpatía pura, llena de inocencia, una ingenuidad encarnada en nostalgia, embebecida por la nostalgia y un río pasajero.

Una muda realidad se ha sabido espesar en su sombra, una normalidad que le ha acompañado desde el vitral de un universo paralelo que corre en sus palabras, un chiquilla que si bien cuenta ahora con veintitantos años no ha dejado de cuestionar al universo, de dar el paso a seguir en las incomprendidas palabras de una realidad que no da tregua. De un esfuerzo que se vuelve conjunto en su lente, de una maravilla de letras que se apoderan de su premura, un afán propio de la prudencia y la condescendencia, una manera de triunfar ante el espejo de los cristales de su mirada.

Noche a noche hemos logrado conversar aun sin pretender profundizar en ello, pasos que marcamos de manera virtual, una compañera que se desafía constantemente, que me desafía a su manera y yo la acompaño a la mía. Una cómplice de dudas y externalidades, de conversaciones he mencionado constantemente. Nos inventamos personajes, le damos rigor a la felicidad de aquello no queremos espetar, nos endeudamos en sonrisas que dan al absurdo, un sentido de comprensión, y es que ella, siendo Absurda como se define, no deja tregua a las hadas, se sumerge en su pequeño recinto y junto a melina, su perra de confianza, entona canciones sentada en el teclado. Se deja soñar en oficinas grandes con jefes malhumorados, con recorrer al mundo y darle al arte una nueva identidad, dejarse seducir por sus propias preguntas, dejarse desafiar por el filo de un río que no la deja de observar.

Noche a noche he encontrado en su presencia una grata compañía. Desde el Messenger hasta el Twitter, de las curiosidades del Facebook hasta los inalcanzables límites de la imaginación. Una amiga que ha llegado con buenas intenciones, tímida y frágil, delicada, pequeña, inteligente, Profesional.

Quise hacer de su talento una galería de arte, pero las oportunidades se esfumaron más su talento sigue vigente como una botella de vino en altamar, esperando a ser recogida y lanzada más lejos. Llegar a puerto nuevo, recorrer cielos distintos. Subir a un avión y pintar al cielo del color anaranjado que quiera mezclar.

Hemos encontrado en ELMO un compañero de burlas, un pequeño personaje de conversaciones, pero también, en la seriedad de un buen consejo hemos abastecido la rutina de canciones y videos particulares, covers, fotografías y Blog´s de diversa índole, todos, con el propósito de someter a discusión nuestro sentido de la realidad.

La prefiero como es, pero la quiero en especial afecto, una pequeña gigante.

Queremos la felicidad del mundo para los niños, desciframos misterios de la cotidianidad en tres puntos suspensivos, le dejamos renglones completos a la filosofía barata, a la psicología de lo absurdo, quizás, porque es el mejor remedio para evadir las frías noches de cada semana, esas madrugadas donde los noctámbulos, huyendo del insomnio se leen con frecuencia.

La Imagen de esta entrada es de su autoría, una fotografía de Gepu. Una gata que se convirtió en la mascota del grupo de psicología al que asistía, de allí su nombre. Hoy en día Absurda siguió con sus multiples obligaciones, encontró un trabajo y dedicó su tiempo a su estudio, en ese instante, en pleno año 2008, Gepu continuó con su felina vida habitando un edificio de univalle, tal y como lo afirmó.

Ahora, con el 2011 asomándose a las huestes de diciembre dejamos a las criaturas del universo continuar con su misterioso modo de hacernos comprender que la vida, llena de fantasía, de rutinas ficticias y conversaciones noctámbulas debe continuar. La prefiero así, artista.

Muchos amigos han llegado a la cotidianidad con un nuevo sesgo de vida, muchos llegan para quedarse y enseñarnos muchas cosas, otros llegan para irse con lo mejor de nosotros. Por supuesto no es el caso de ella. Ella ha llegado para quedarse quién sabe hasta cuándo.

Gracias por su amistad, por su Absurda compañía.

AV

23 de noviembre de 2010

Noticias de lo Cotidiano




Imagen Tomada de: http://martineroch.net/ - gone-fishing

Muchas veces cuando las cosas no nos importan las dejamos como si fuese un recipiente en el lavaplatos. Cosas indeseadas, ignoradas, a la espera de un poco de limpieza y buen trato. Lo mismo ocurre con los recuerdos. Si usted es lector frecuente de este Noticiero bien sabrá de primera mano que la principal musa de este Blog es precisamente la musa del recuerdo, pero también sabrá con profundo conocimiento de causa, que esa misma musa es la que encarcela, bloquea, encierra, reprime y mata.

La diferencia entre una musa que inspira, y un sentimiento que atormenta está en las palabras. La musa del recuerdo bien me ha llevado a tierras llenas de vida y que han necesitado de muchos kilómetros para ser revividas. Pero aquella que reprime es la que con frecuencia nos recuerda de lo que estamos hechos. Sucede pues que la Nostalgia y la Melancolía se sucumben en un coctel de grandes recuerdos y muchas imágenes desechadas.

No olvidará por supuesto que la música es un elemento importante, así como el agua, indescifrables iconos de nuestra literatura. Música que inspira, que nos permite viajar y reconocernos, que tomándonos de la mano nos enseña a perdonar, nos enamora, nos guía por un camino de amigos que se han estancado en un enorme mural. El agua, como símbolo de eternidad y renacimiento se hace sentir, se llueve, se riega, se impregna en la piel a modo de sudor, en lágrimas, en saliva, en palabras sacadas de lo más visceral de las entrañas. Un blog visceral, escrito por un ciudadano cualquiera, por un inconforme que todavía cree que el mundo puede ser mejor, por un fulano que cree en la gente, que sueña despierto, que se deja castigar por la nostalgia, que se deja humedecer por la vida, que se deja escuchar en canciones repetitivas.

Sentirá usted en ocasiones empatía, pues bien sabemos que los caminos de la vida se atraviesan con éxito cuando donamos sangre a la empatía, cuando el pellejo se calienta con el calor de un fuego ajeno, cuando las palabras que se leen las sentimos tan propia como el silencio de una noche de navidad. El clima, factor fundamental para adornar cada historia, partes del cuerpo que se atienden con premura, que se les da la importancia que una corazonada demanda. Letras que se dejan morir en la cotidianidad, que se guardan para ser escritas en la noche.

Cuando las cosas nos importan intentamos compartirlas, las deseamos, las evocamos en un jubilo propio de una nostalgia futura, las enseñamos a los que consideramos deben conocerlas, las aprehendemos en almacenes de la memoria, las vestimos de seda y con un coctel de versos y metáforas, las embestimos en una página web.

Muchos recuerdos me llevan a viajar al pasado, a rememorar sucesos propios de mi vida, otros me aterrizan en puertos ajenos, en el corazón amigable de ustedes los que creen en lo que leen, aquellos que se dejan enredar en un hilo interminable, los escépticos no pueden faltar y sus críticas no se hacen esperar, pero nunca sus comentarios son visibles. Quiero repetir mil veces todo, canciones, estados de ánimo, variaciones del clima, calles puntuales, viajes especiales, amigos inigualables, despedidas memorables, encuentros sorprendentes, escritos vulgares.

Ya son varios los años que llevo escribiendo por este medio cuanto suceso se me recrea en la ficción de la cotidianidad. Una realidad con cierto porcentaje de ficción, ficciones con algún grado de verdad, palabras entre líneas que van dirigidas a sujetos en particular, oraciones e inclusive plegarias para pedir perdón, expresar odio, sugerir encuentros, revelar secretos, detener especulaciones, redactar motivaciones.

No basta con engañar a quien lee, ni con sugerir verdades, simplemente con respetar lo que se escribe, dejar que sea lo visceral lo que oriente la interpretación de la razón, dejar la portada a u gato de confianza, a un imaginario de la cotidianidad.

Dejar a los silencios suspirar, dejar a los lectores reflexionar.

AV

20 de noviembre de 2010

Job



Imagen Tomada de: Lonely Cat Toy © By: Sober Chick / Flickr 2007.

Es interesante entender cómo el único lugar donde te sientes más seguro es precisamente aquel lugar donde la soledad es tu único escenario, ese espacio de incomodidad donde tus pensamientos no son evidencia de sueños pasajeros, ese oscuro túnel donde los esfuerzos son simplemente excusas, ese mundo lleno de inquietudes y preguntas, aquel lugar donde sólo buscas estar tranquilo de toda evidencia del mundo conocido.

Regresamos en constantes lamentos al pasado que nos forja el carácter, a esas miles de ocasiones en las que una oración o quizás una súplica es el embudo de la veintena de agresiones que queremos expulsarle al dolor. No es que sean momentos de tristeza o dolor, tampoco es para entender esto como una manera de huir, pueda que sea la mitad de valedero, pero lo realmente importante es ese acto natural de querer volver a nuestro estado de naturaleza, a temerle a todos y no hacer caso a ese contrato social. Refugiarnos en ese miedo a ser agredidos y por medio de la violencia estar preparados a lo peor.

Cometemos en ocasiones actos de cobardía, nos refugiamos en tierras extranjeras, en seudónimos, en sueños, en excusas, retrasamos nuestras labores con el afán de no querer explicar nada. Siempre un no se por respuesta es el reloj de arena que nos avista de una soga templada que nos espera, es un nudo en el estómago que nos da miedo desenredar. Brillamos con luz propia, pero tememos a esa luz cuando nos reflejamos en el espejo, esperamos y esperamos, escribimos, cantamos, dormimos, caminamos, comemos, lloramos. Queremos ser, queremos gritar, queremos ocultarnos en los zapatos de otra vida, queremos equivocarnos para tener un motivo de culpa.

La soledad es un asunto complejo y entiendo a la perfección ese sentimiento tan universal como el amor. No es que busquemos redención ni se trata de ser otros, pero todos sabemos muy bien que es un acto de fe. He visto en muchas miradas esa soledad que se considera compartida, nos sentamos a conversar en la misma mesa y bebiendo del mismo café, pero cada quien se pierde en su universo, se cuestiona en su talento y no da pasos para revelarnos aquello que ocurre.

Me duele observar a mis seres queridos cuestionarse con la constancia de una tormenta, nos preguntamos si hemos obrado mal, si hemos dado la espalda en una descuidad maroma, o si nos hemos equivocado desde el principio. Vivimos el día a día y es ese paso de los días lo que da a la espera esa desesperante manera de vivir el fin de semana. Buscamos en el sueño esa barca que nos lleve lejos, que nos oculte del despertar de una desconfianza impropia.

En muchas ocasiones los problemas son señales, no para nosotros, para ellos. Son señales de que algo ocurre y no queremos enfrentarlo o convidarlo, por el contrario evitamos escuchar ese lamento que cual ala de ángel, vemos con temor, ese lamento que el alma reniega en la mirada de nuestros seres queridos, aquellos a los que hemos recibido en nuestro corazón, a esa familia que hemos tenido la oportunidad de construir a pesar de tener diferentes lazos consanguinidad.

Mi soledad es tu soledad, pero cada soledad compartida es un devenir de paradojas imposibles de ubicar, un factor en común imposible de coincidir. Nuestros actos se reservan en fiestas y alegrías, pero no aceptamos el propósito de la vida como algo conjunto, quizás es en ello que los suicidas hallan su soga, porque a diferencia del suicidio, el infierno de vivir en vida con la culpa de otros es lo que azota la capa de todos los mortales.

Si todos intentáramos ser los ángeles de otros, quizás el concepto del infierno fuera más unificado, quizás las escaleras al cielo no fueran inclinadas o por lo menos distantes.

Quiero darle un poco de redención a este mundo y sentir en él, el peso de los que se han ido.

AV

19 de noviembre de 2010

Jueves de Amigos




Imagen Libre de Derechos

Hoy coloqué en mi Estado de Facebook que era Jueves de Amigos, claro, todos los días son de amigos, sin importar si son días difíciles o insoportables, días rutinarios o desapercibidos. Muchos me preguntaron si me iba a alguna reunión social o a encontrarme con alguien en particular, por supuesto que no. Simplemente era rememorar que era un día para pensar y recordar a los amigos, llevarlos dentro, sentirlos, agradecerles por ser y estar, un jueves normal pero con un sentido más emocional que los anteriores.

Después de algunos vinos y conversar con dos queridos amigos del camino, llegar a mi habitación y en el silencio de miles de canciones es natural quedarme reflexionando sobre esos seres que queremos, esos personajes que tanta falta nos hacen. Sea en el Museo de la memoria, o en la nostalgia de cada documento de vida. Es ese amor que le profesamos a los que nos quieren por igual, a aquellos que nos corresponden de manera desinteresada y nos ofrecen su ayuda aun cuando no la hemos pedido. Otros en cambio, que dicen ser amigos han evidenciado su falta de iniciativa, se han convertido en rémoras de nuestra existencia, uno que otro han logrado desatar mi franca rebeldía y odio a su manera de ser, quizás un poco de intolerancia, pero una intolerancia que se ha cultivado en el mismo grado de seriedad con el que he cultivado amor y cariño por otros que han conservado su natural manera de ser.

Esta entrada se evidencia es distinta a las demás, con el mismo acento de reflexión de siempre pero con unas palabras más visuales que las anteriores. Sigo escribiendo con las vísceras, con la musa del recuerdo y las buenas canciones de fondo, sólo que un poco de sensatez a veces hace falta, no lo digo porque sea mentiroso, sólo lo refiere a una manera clara de disuadir de la realidad y sus múltiples maneras de hacernos vivir.

Una intimidad regada en miles de conversaciones, una manera de querernos y dejarnos querer, un ciclo que cerramos con besos y abrazos. En ocasiones extraño a mis grandes amigos, un listado que se me ha alejado de las manos con el mismo esfuerzo con que logré abrazarles por vez primera: A los que están en Buenos Aires, los que se fueron a Tokio, aquellos que viven en Valencia, en Barcelona, en Miami y México DF, Guadalajara y Quito. Algunos en Londres, Berlín, Medellín, Bogotá, Managua, Cartagena, Corinto, San Juan, Panamá, New Jersey, Armenia, Santiago, Montevideo y otros que el cielo se ha llevado para siempre.

Un ejercicio un poco melodramático, casi emo, pero sin discusión, por el contrario es ello lo que nos evidencia la importancia de apreciar a los que aun conservamos cerca, esos que podemos citar a un café cualquier día de la semana o ir a visitar a la casa.

Muchos se han quedado en mi relicario de versos repentinos, otros en canciones de la radio juvenil y es que a diferencia de las ex novias o ex amores, los amigos nunca mueren ni desaparecen, simplemente están.

Amantes de la vida, esclavos de la existencia, hijos del amor.

Un jueves de amigos para recordar.

AV

18 de noviembre de 2010

Giros

Imagen tomada de: Scaredy Cats

Hoy comienzan a darse pasos de gigante en un recorrido extraño de letras y canciones, vicios que adquirimos en la bohemia de una noche lluviosa, en una soledad tan complicada como las mismas relaciones humanas, tan inmensa como las promesas de los condenados o el dolor de los olvidados.

Escribir es un laberinto eterno, nos encanta perdernos en sus esquinas, en esos rumores de sabiduría del que jamás se nos permite salir, de esas ocasiones varias en las que hemos degradado en silencio la oportunidad perfecta para pedirle perdón a una olvidada y querida dama, o para imaginarnos una vida en la ausencia de alguien a quien queremos. El que es no deja de ser, interesante frase, en especial cuando el que es gusta de escribirle a los que nunca han dejado de ser ni de estar. Como si el museo de la memoria fuera nuestro punto de encuentro, o nuestra nostalgia favorita.

Las oportunidades están a la vuelta de la vista, sea ya para perder el acceso a un mundo mejor, sea para hallar en la redención una disculpa bien merecida, sea para sembrar la semilla del odio en un frasco de algodón y pretender que de allí nacerá una planta de frijol, o sea para aislarnos de lo socialmente aceptado y lo culturalmente establecido. Perdernos en excesivas aventuras, en jardines inmensos, en placeres propios de una noche de septiembre o de un bazar de diciembre, de un calendario de veces que repetimos en constantes incertidumbres.

Hace mucho que una canción no me emocionaba para escribir (falso), pero agradecido con la sencillez de un mundo mejor, busco en canciones desconocidas y en miradas distraídas esas notas de protesta, esas mágicas palabras para hacernos entender, para reflexionar sobre nuestra temporada, sobre esos días de oscuridad y bizarra rebeldía, sobre esos corazones que se han quedado callados en boca de Cerati, sobre esos sentimientos que ni el mismísimo hijo del creador puede entender.

Hoy comienzan a darse pasos de gigante en un recorrido extraño de letras y canciones, en un museo de disculpas y corazones variopintos, en un agujero tan pequeño como la modestia de los ignorados, tan frío como el beso de despedida, tan inquietos como el corazón de una mujer enamorada.

Obsesionados con vivir en un mundo mejor nos inventamos las artes, nos alejamos de las relaciones, nos sumergimos en una abstinencia de conocimiento, en una superficial relación de poder para con los secretos y misterios del universo. Enredarnos en una red social o declarar un blog como carta de vida. Un arpa llanera, un piano español, una guitarra de Liverpool, un canon Veneciano, un himno de Flandes, un río para bañar las ganas, para intoxicarnos en ese laberinto que amamos y hemos definido literatura.

Antes del final, antes de los tiempos de un mundo mejor, es mejor seguir buscando esas oportunidades, seguir buscando en las discusiones más elementales, esas obras de arte que nos permiten dormir en paz consigo mismos.

Un calendario de veces que repetimos en constantes incertidumbres.

AV

17 de noviembre de 2010

El Museo de la Memoria

Imagen Tomada de: http://www.messybeast.com/kucinta.htm

KUCINTA - THE LOVE CAT OF SINGAPORE - AND THE BOBTAILS OF MALAYSIA
(OR "MOGGIES AND MERLIONS")
Copyright 1994, 1995, 2003 Sarah Hartwel

Pensar en el hermano que vive lejos, saber que ya no está en casa ni que nos acompaña en la cena, ese al que le mofamos la navidad o le damos un abrazo al terminar el mes de diciembre. Pensarnos en la ventana, observando nuestro reflejo mientras una lluvia tropical con las mejores mañas de una rabia occidental, desdibujarnos en la taza de café, en la cucharada de azúcar que nos sobra en la mesa, pensar en todo lo que no comprendemos, en lo que hemos visto partir lejos de nuestra memoria.

La música tiene ese sin fin de manera de hacernos estrellar contra el muro sin necesidad de empujarnos, ese lenguaje etéreo de identificarnos en cada ocasión y buscar un escape en un estribillo o un tempo bien chill out.

Es esa distancia de la memoria que cuando no vemos a los hermanos los comenzamos a extrañar, a pensar en ellos en víspera de diciembre, olvidarnos de sus disfraces en las fiestas de octubres pasados, de conversaciones en mesas de cafetería y paseos al centro de la ciudad. En proyectos en conjunto, en pasiones que se unen como un nuevo golpe a la memoria, esos territorios de paz que hemos dejado escapar, esos silencios que hemos permitido comenzar, conversaciones que a duras penas se someten a un chat.

La memoria es un museo enorme donde dejamos de manera selectiva los momentos, personajes, nombres, canciones y experiencias al servicio de la comunidad. Nos dejamos desnudar por favores del pasado, nos cansamos de la nostalgia y a ritmo de melancolía escupimos esas lágrimas de rabia e impotencia, nos esforzamos por volver a vivir cada presente, por esclavizarnos mutuamente en un pensamiento inmaterial. Cada día lo vivimos y lo susurramos, llegamos en la noche a casa y vemos en el vacío del todo ese frío infiel de una presencia que ya no está.

En su reemplazo, conocemos nuevos héroes, nuevos personajes que de algún modo nos enseñan un poco de todo aquello que habíamos olvidado aprender, nos recitan las frases y consejos que en otras circunstancias esperábamos que otros nos los dijeran. Nos fuimos a lo más lejano de la soledad para encontrarnos en una espiral de indecisiones, de tentaciones también. Nos sometemos a una página en blanco y leyendo lo que no está escrito recitamos el nombre de cada uno de los que han partido, de cada mirada que no está para presionarnos, para apoyarnos, para aconsejarnos, para dejarnos ser.

A otros los hemos matado con la misma frialdad con la que la ciencia y el miedo han asesinado a dios, los hemos desterrado de ese espacio de comodidad que conservábamos en casa, los hemos dejado a la intemperie de un nuevo mundo sin nosotros, de ese modo narcisista de querer sobrevivir, de exorcizar ese veneno que nos brindaban por amistad. Por supuesto, otros han fallecido en nuestro museo, no llegaron si quiera a una galería o algún zaguán en particular, sólo los abandonamos sin saber que ellos nos admiraban y respetaba, por el contrario, los dejamos en el espeso humo de la confusión y les dimos la espalda pensando que eran ellos quienes nos abandonaban.

Las relaciones humanas ahora siguen sujetas a las mismas costumbres de nuestros antepasados, con las mismas normas de supervivencia, las mismas razonas para escribir canciones e inspirarnos en obras de arte conceptual, años que no han variado, vestimentas de cada época trastocadas por palabras de aliento y actos de fe, murmullos que cotidianidades compartidas, de esas rutinas que aun en la distancia anhelamos revivir. De esos amigos y hermanos que hemos visto partir en silencio.

No hemos partido a ningún lado, ellos no se han alejado, su sombra sigue en el pasillo, su calor se conserva en el asiento, su cuerpo sigue aferrado a la memoria, dejándose extrañar como un cliché en una comedia de la vida, en un cenicero de motivos y un candelabro de expectativas.

Nos burlamos de la melancolía mientras la nostalgia disfruta con nuestro silencio, nos dejamos caer en soledad y sin conciencia pura, nos negamos a abrir puertas que otros esperan cruzar.

Monumentos de la memoria al fin y al cabo.

AV

13 de noviembre de 2010

Journey



Imagen Tomada de: http://1x.com/

"On The Roof" By: © MadalinMarienut

Sentir la brisa que viaja, sentir esas voces que el viento ha alejado de nuestra conciencia, despedirlas con el mismo sonsonete con que contábamos estrellas en un café de la ciudad. Imaginarnos un mundo mejor, un lugar donde la Fe no sea un acto de contrición sino un acto de resurrección; recordar viejos amigos que han partido por la más forzosa y cobarde acción de un pobre mortal, llorar por siempre a los que con su fe nos dejaron recuerdos y estrofas, decirlo bienvenido al mundo del mañana.

Prepararnos para retomar el sendero de los recuerdos, sembrar en ellos lo bueno y lo malo, asumir las culpas de una espiral de palabras perdidas, de miradas que se han recogido en el camino, de personajes que nos han dejado huella aun cuando en las cicatrices solo buscamos perdón. Besarnos en una noche de lluvia, por siempre, fielmente, rememorando lo que otras amistades nos enseñaron, lo que la complicidad pudo obsequiarnos, aquello que cultivos de algodón pudo explicarnos de manera científica.

Viajemos un rato, retomemos las letras como un acto de reconciliación, como ese espacio en el que se quiere reiniciar todo aquello que nos relaciona con la oscura temporada que hemos dejado de lado, meses en los que las dudas, la angustia, lo débil de lo humano, el silencio de la conciencia, el dolor de la amistad que jamás existió, la partida de los que nos robaron lo que otros quisieron conservar, el beso amargo de una realidad que explota caprichosamente, el silencio de un blog que no ha tenido nada para contar.

Comprendemos muchos caminos inciertos, otros, tan claros como el sol, no permitimos que los demás lo descubran, preferimos deambular sigilosamente a aceptar que nos acompañen en baldosas amarillas, como si huyéramos de la bruja del este; nos encerramos en canciones que no dicen nada, solo ambientan el momento oportuno, esa eternidad de silencios que otros han querido interrumpir, esa eternidad que ni siquiera mi propia sombra ha podido reconciliar.

Los viajes no significan precisamente partidas a lugares lejanos, en ocasiones el único viaje pendiente es a nuestra conciencia, despejarnos en las dudas de los demás, desafiarnos en segundas, terceras o quizás miles de oportunidades posteriores, dejar que los infieles y mortales cuestionen nuestras letras y nuestros actos, pero lo importante no es quién lo cuestione, sino, hasta dónde estamos en disposición de permitirles dar respuesta. Dejarnos seducir en una taza fría de café, en un pilar de viejos libros de academia, en amistades que se han desvanecido con la más bella de las baladas, como la flama que ya no se escucha en noches de Café, como la cerveza que se dejó servida en una mesa para té.

Instinto de conservación y maduración, proceso natural de selección y aceptación, imaginarios que se estrellan en páginas blancas, llamadas que desde el otro lado de los Andes pueden dar más vida que un simple abrazo en una cafetería local. Oportunidades que nos llegan y no se dejan recibir, misterios de la conciencia que se prefiere dejar en blanco, oportunidades al fin y al cabo, esos desafíos de soledad que le damos a la eternidad.

Letras cotidianas que pierden su principal titular, películas que llegan a cartelera y buscan un nuevo hogar en la conciencia, interpretaciones que otros le dan a nuestra vida, interpelaciones que le damos a la vida de los demás. Agradecimientos especiales a los que en silencio nos dejaron huellas que por poco que fuese el tiempo que las vimos, nos evidenciaron el recetario necesario para caminar, sombras que se dejaron perder en la noche, calles iluminadas de gente, desesperados que deambulan en el cuarto de fumadores, en algún lugar de la noche.

El silencio de un blog que no ha tenido nada para contar.

AV