18 de agosto de 2009

Santo Destino



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Los pasos en silencio marcan ese espacio hueco que de las nubes se encierra en pasillos y puertas de madera, las calles empedradas humedecidas por el llanto del tiempo guardan aun el fervor de otras épocas, de una historia que quiso ser nación.

Cabalgando por los días y en el vuelo de los héroes nos acercamos en el cielo, observamos el paraíso caído, las torres vigilan la historia, la mar acecha con aforismos locales, esa tradición popular que nos une en versos apagados.


Llegamos al amor, esa primera estación que nos limpia las heridas de guerras innecesarias, marcamos el dolor con papeletas partidistas, dejamos en el silbido del aire mientras continuamos nuestro recorrido despiertos por el destino. Nos marcamos en frazadas ligeras, bebemos panela hervida como mecanismo de defensa ante el frío insensible de la noche, los sueños se acomodan junto a la fogata.


Ligeros bosques se visten de verde en honor a la amistad, los recorremos suavemente recogiendo nueces en el trayecto, las nubes blancas nos quieren acompañar, marcan el destino como un juego de cartas, se desviven en paisajes abiertos, libres en la llanura corremos a toda prisa dejándonos llevar por una voz melodiosa, quizás aquí es que la literatura se da su primer placer, el placer de callar.


Una juventud marcada por los errores de la historia, una deuda que se comienza a cancelar con los pesos del tiempo, con la libertad de los poetas, con las armas de los pintores y escultores, ciudades que fácilmente se miran en el espejo y se encienden con versos de tecnología, insisten en construir nuestra identidad con las mismas palabras con que dieron inicio a las guerras del trono antiguo. En cavernas se dibujaron las desgracias, en paredes del presente develan las desgracias, en el arte se juzga la ideología y se tacha de anarquismo, de vandalismo e inclusive de revolucionario.


Bien sabemos que esta revolución no es similar al verde bosque verde que dejamos en el camino, comemos de la misma mesa, bebemos del vino mientras de pie aguantamos la lluvia de nuestros antecesores, nuestros muros siguen en evidencia cual lienzo que marca la ira del intelectual.


Queremos cabalgar con tranquilidad, dejar a los herederos la solución a este inmenso problema, nos aguantamos miles de años bajo un mismo himno, pero nos prohíben cantar a la paz.


Nuevos vientos para viejas batallas, versos en prosa para mujeres que se alzan armas, literatura que merece nuestro apellido, cielos azules que se enrojecen al atardecer, con el alba se escapan notas musicales y duermen animales temerosos de una nueva conquista, las bestias ahora hechas escudo se tranquilizan en máquinas de vapor.


La despedida es lo que más duele cuando la casa es aquello que está en frente, ahora mismo queremos bajarnos del destino, dejar esa cabalgata para otros días, querer caminar y paso por paso dar el gusto a la naturaleza de reivindicarnos, de redibujarnos, casi en el vuelo de las almas alzamos la gloria para mirarnos con orgullo, pero la vergüenza nos exige trabajar por limpiar el desastre de otros tiempos.


Fácil es mirarnos, difícil es admirarnos.


AV