20 de febrero de 2011

El Caballero Oscuro

Imagen Tomada de: Halloween Scarecrow Black Cat Art Original Gothic Painting. New York, United States 2009

Confieso abiertamente que me gusta leer su blog. Es un espacio de buenas letras, se disfruta leyendo las ocurrencias de un fulano que a la vida se le ocurrió traer a este mundo. Un sujeto lleno de historias y pensamientos humanistas. Un personaje que bien ha vacilado en los peores escombros de la literatura, un falso profeta en citadinas conversaciones, todo resumido en una brillante manera de darle vigor y rigor a un ejercicio tan puro y tan eterno como lo es el arte de escribir. Me gusta leerle, lo confieso, porque sus letras me seducen, me atraen, reflejan en mi imaginación ese enésimo sentido de empatía.

La vida tiene una manera extraña y vulgar de burlarse de nosotros, algunos pagan sus errores siendo cuestionados por los propios amores que cultivan, otros son desterrados de manera crucial de una comunidad o alguna reunión familiar. En el peor de los casos la justicia toma postura y da cárcel o sentencias dolorosas a quienes han cometido acciones que para ojos de la civilización son crímenes atroces, otros han sido bendecidos con la magia de la literatura pero castigados con la ingratitud de la lectura.

Estamos en un mundo difícil, no es secreto para nadie que guste o no la nostalgia es una constante en varias generaciones del tercer mundo. Nos han inventado historias y nos han leído notas de prensa. Nos vendieron la utopía con la llegada del mundo virtual, nos seducen con la interacción en tiempo real y nos embriagan con el poder de los medios. Esas mismas desgracias son sabiamente manipuladas y ejercidas abiertamente por aquellos que conservan el don de la literatura.

Premios, festivales, entrevistas, Blogs, canciones, poemas, cartas, suspiros. Todo en la misma vasija de emociones que se despliegan y repliegan en la conciencia del lector. Aquel que fue un buen amigo hace mucho tiempo hoy severamente ha dado postura (con sus argumentos tan válidos como los míos) a la distancia. Da y recibe, escribe y publica, reseña y reflexiona. Es a mi parecer uno de los seres más humanos que puedo conocer, tan noble como austero, tan amable como bellaco.

De fieras nos libramos día a día inclusive al salir del banco o al terminar una cena en un restaurante casual. Los horarios de la mente se desviven cuando de escribir se trata. En mi caso soy sensato con ellas y por eso no escribo, soy pendenciero de melancolías y cofradías, soy mediocre si es necesario serlo. Prefiero el autoexilio, la autocensura, prefiero darle a las historias miles de páginas pendientes, así se me es más fácil revivirlas en mil y una forma distinta. Él, por supuesto que hace lo mismo, pero las escribe al fin y al cabo. Es un Lord si los ingleses me permiten dar el aval, un caballero que sin saberlo, ha dejado su escudo de armas en otras intenciones y ahora se presenta en otros colores.

Como cualquier mortal todos cometemos errores, nos distanciamos, nos enajenamos, nos enfrentamos y confrontamos. Nos autoexiliamos, permitimos la censura con el mismo desinterés con que permitimos cambiar de canal en el televisor de la sala. Permitimos que se nos trate como a lectores de forasteros virtuales, al fin y al cabo esa es la función de un blog. Permitimos que los minutos sean inquilinos al mejor estilo de una canción de Arjona, permitimos ser hijos de la cotidianidad dando rienda suelta a todos los clichés posibles.

Es una buena idea leerle, porque me recuerda que él sigue siendo humano, me reafirma que tiene buenos sentimientos. Puede estar equivocado, pero esa es una postura personal, pues para bien o para mal, la maldad es un punto de vista.

Disfruto leerle, pero no disfruto de su presencia física. Me desespera, me incomoda. Es un ser tan oscuro como quien les escribe y por eso el sentimiento es correspondido. Prefiero dejarlo en manos de las casualidades de la vida, la diferencia es que algún día creí en él. Ahora no se qué creer.

Lo bello de la escritura es que nos perdona en esos mundos infinitos de querernos y leernos, de apoyarnos y seguirnos, de cometer errores y publicar omisiones. Sólo somos hijos de las casualidades de la vida, pero no lo niego, disfruto leerle y lo seguiré repitiendo por las veces que sea necesario.

Confieso abiertamente que me gusta leer su blog.

AV