9 de septiembre de 2010

Delirios de la Conciencia




Imagen Tomada de: http://thesladetales.com/?p=774

Gus the Theater Cat - From Old Possum’s Book of Practical Cats By T.S. Eliot

Siento su mano fría en mi espalda y tu olvido en mis reproches. Siento los Huertos de las rosas llenos de promesas y de caminos llenos de fe y cuentos viejos. De querellas y nimiedades, de guías que caminan como lobos lejos del hogar, de jugadores que superan los pares y en tríos se juegan un jarrón de dinero.

Vivo deprisa al ritmo de una desnudez imaginada, de un horizonte que no quiere volver a contar ni a creer, a querer a los que queremos y a olvidar a los que ya no caminan y a simular gotas de agua dulce en rincones de salones sociales. Obsequiar flores a vagabundos y poetas, beber cerveza con los amigos que con manos tibias nos besan la piel, que nos enredan en días nuevos y nos pasean en puertos de oleo y acuarela.

Mujeres que amamos y no conocemos, de niñas que nos enloquecen con la ingenuidad, con los hogares que abriendo sus puertas nos dan la oscuridad que la educación no nos da ni el rock nos evade, abrirnos en un menú de abrazos, en un amor que no sea suficiente para todos, mejor caminar en senderos de comprensión, en pequeños huertos y pequeños mundos, en camisetas estampadas con el nombre de esos seres que queremos, de darle prensa a gemidos nocturnos y colgar sábanas mojadas en tenderos públicos, en lavaderos risueños, en canciones pornográficas, en guitarras clásicas.

Enredarnos en escritos que ni el mismísimo Simón puede comprender, en una prosa llena de mosaicos, en frases sin sentido que se pautan en un blog sin destino, en Líderes que no hablan de política pero promueven revoluciones sociales, en artistas sociales que no revolucionan la política, en una sopa de letras y palabras que no logran convencernos de la intelectualidad de ciertos peatones.

Fotografías que detestamos como el mismísimo dolor de muela, virginidades que han sido negociadas en botellas de licor barato, en palabras de perdón y en serenatas de redención. Discos que nos regalan, miradas que nos regañan, duetos que nos estafan, noches que se nos escapan, milagros que nos contradicen. Un menú de analgésicos y calmantes para sobrevivir tanta cordura.

Me gusta la locura, admiro la sensatez de la infancia, la imprudencia de un periodista censurado, las caricaturas de la realidad, los aromas de una joven enamorada, las palabras de un poeta despechado, la brisa de un viento sin distancias recorridas, las canciones de un club de baladas abandonado, el amor ante todas las cosas.

Alegres los riachuelos cuando llueve, alegres los espantapájaros en diciembre, alegres los niños en enero, alegres los amigos con dinero, alegres los políticos en campaña, alegres los ex amores en distancias inmedibles, alegres los gritos de la virginidad perdida, alegres las letras sin examen de ortografía, alegres los provocadores en revoluciones pasajeras, alegre yo cuando me dejo llevar por el olvido.

Duele en el alma pedir sin hablar, y es que me sucede con costumbre y fanatismo, pedir abrazos con miradas, sentirnos necesitados de calor humano en esos instantes de una soledad compartida solo sirve para rasgarnos los labios, para secarnos la sed en un baile de provocación. Prohibido olvidarnos de ese mundo que nos ha regalado la sangre que hemos derramado en noches de licor, prohibido negarnos a las reuniones de elementales celosos y musas desamparadas.

Con la suavidad de una canción del siglo pasado recorro mi cuerpo con un juego de palabras sacadas de un escrito antiquísimo, beberme esa cerveza que ahora no tengo como compartir con esas musas que me daban recuerdos sin pedirme nada a cambio, de esas que escuchando Ricardo Arjona o Journey eran capaces de hacernos sentir en un concierto de los Rolling Stone´s, aquellas que nos absorben el sentido político de nuestra existencia, esas que nos enredan en escritos que ni el mismísimo Simón puede comprender, esas que vestidas de pasado logran con sus manos tibias besarnos la piel, que nos enredan en días nuevos y nos pasean en puertos de oleo y acuarela.

Me gusta la locura, admiro la sensatez de la infancia, la imprudencia de un periodista censurado, las caricaturas de la realidad, los aromas de una joven enamorada, las palabras de un poeta despechado, la brisa de un viento sin distancias recorridas, las canciones de un club de baladas abandonado, el amor ante todas las cosas.

Vivo deprisa al ritmo de una desnudez imaginada, de un horizonte que no quiere volver a contar ni a creer.

AV

6 de septiembre de 2010

Laberintos de la Conciencia


Imagen Tomada de: http://www.davidicke.com/forum/showthread.php?p=765609

Cat walks across a railway track

Photo: Jean-Philippe Ksiazek

Al mejor estilo de una novela rockera o lo que algunos poetas españoles han denominado como “Ópera Rock” la vida se va recogiendo en un largo trayecto de hilos de diversos colores, en tejidos de distintos retazos, en historias que superan la vida. Amistades que se sumergen al cliché de un tema de conversación, enemigos que se cultivan con el mismo amor con que se endeuda el corazón, estrategias que se arruinan por un diminuto instante de soledad.

Todos nos enfocamos en un reguero de argumentos, en palabras que desdibujan la memoria, le embriagan en intermitentes recesos de intelectualidad, la encierran en momentos de frialdad, se le da la espalda a aquello que un breve homenaje pueda fusilar. Se le regala besos a todo lo que pueda sostenernos la mirada mientras dormimos.

Con la Nostalgia en la cocina de la casa, la escuela rondando en mi cabeza, con sede política en la resaca, silencios en mi futuro y una bella máquina de coser emociones al servicio de la modernidad. Un millón de instantes desperdiciados en luchas innecesarias.

Horas de sueño compartidas en besos muertos por el frío, en canciones puestas al espejo en baños de agua tibia, años de cordura, momentos de angustia, caminos de la vida con membretes de mares lejanos. Amigos de la piel, forasteros de un cancionero sin anónimo, minutos de canciones conocidas, amores de libros abandonados, diosas sin ser coronadas, inquilinos sin médicos que atender, enfermedades sin lugares para estrellarse, fallecidos sin infierno para visitar, amigos sin discursos para reinventar. Páginas para re-leer en días de normalidad.

No somos sueños compartidos, no somos futuros inventados, no somos letras en prensa nacional, no son soledades compartidas, no somos valientes de tierras y llanuras. Somos solitarios de vocación, amantes de oficio, enemigos por cortesía, heridas de otras ganancias, tarjetas de pequeñas anuencias.

No hay canciones que se puedan negar, no hay burlas que se puedan esquivar, no hay tatuajes que se puedan endosar, no hay pensiones que se puedan aplazar ni batallas que funcionen sin luz, no hay metas sin puntos de partida, no hay jugadores sin egoísmos, no hay amores sin caminos.

Cromosomas y crucigramas, soledades y analfabetas, agallas y poetas, juego de letras y palabras de honor. Miles de combinaciones, miles de vidas, miles de huellas en la arena, miles de contextos sin pretextos, miles de momentos sin presupuesto, miles de relojes en cada pared. Todo lo desperdiciamos, todo lo amargamos, todo lo endulzamos, todo lo contradecimos y lo bendecimos, lo juramos y lo empolvamos.

La vida nos da por venganza la misericordia de quienes no nos comprenden, nos regala el egoísmo de los desafortunados, la sabiduría de los rechazados, las heridas de los homenajeados, el tiempo de los cansados, el premio de la cordura.

Todo, inclusive lo que no dejamos de entender se nos escapa en una lluvia de sal, en una vida de camaleones que quieren ir y volver, todo se nos muere en batallones de victorias pasadas, en calendarios de otras edades, en páginas de otras deidades, en otros lunares que el amo no puede soportar.

En letras que la cotidianidad no puede ocultar.

AV

5 de septiembre de 2010

Silencios de la Conciencia


Imagen Tomada de: http://transparentthings.wordpress.com/2008/07/23/petit-dejeuner-sur-lherbe/

Petit déjeuner sur l’herbe

"a feral cat has just been served his breakfast in a little urban park in the centre of florentin, an old neighbourhood of tel aviv."

Vivir con la conciencia tranquila es similar a cuidar nuestra infancia con soledades del presente, desdibujarnos en la piel y hablarle al amor de nuestra vida solo con miradas y a punta de canciones. Amores que pasan y se quedan, que cambian de nombre, de tinte de cabello, de tono de voz, amores que se rejuvenecen o envejecen, amores que se aman o se descuidan, amores que llegan para amarnos o para robarnos, amores que queremos cuidar y admirar.

En algún extraño rincón de la conciencia las voces del pasado han comenzado a murmurar lágrimas que canciones de antaño no han podido superar, noches que en el mar o en el páramo se dan por igual de incómodas cuando los besos que rogamos hace mucho han sido borrados en una dieta de fe.

Lamentarnos o no, reconstruirnos y representarnos en otras labores, en silencios amargos o en dulces condenas que la edad se ha encargado de marinar. Caminatas bajo la lluvia y reflejos de vida en videos de artistas famosos, todo, inclusive el olvido y el descuido, retornan en un abrazo que el otro ha decidido rechazar.

Desde ahora no se trata de querer impregnarnos de ocupaciones y admirar oficios que otros ya han ejercido en tiempos pasados, ni siquiera suprimir musas con tal de hallar páginas dispuestas a ser escritas, ni mujeres que sepan darnos la explicación acertada de la situación de este mundo.

Es un acto literario quizás, o un mero descuido filosófico; pretender comprender nuestra naturaleza humana y darle sentido a cada frase que emitimos siempre termina siendo perjudicial para nuestra salud mental, nos retractamos de palabras dichas y nos arrepentimos del beso negado. Nublamos nuestra memoria de esos actos de lealtad mal administrados y sumergimos en la memoria esos esfuerzos del pasado por querer construir un presente en grata compañía.

Permitirnos dibujar nuestra vida en la ventanilla de un bus y seguir el trayecto en constantes pensamientos nos da el pincel que buscamos para comenzar a darle color a un juego de acuarelas que hemos dejado regado por la calle. Allí, solos, sentados en posición de inconformismo es el lugar ideal para encontrarnos, para perdernos de nosotros mismos y cuestionar los pequeños misterios y baches de la vida. En completo silencio, sin música, sin musa, sin presente; Cansado de observar destellos de vida en callejones de papel, caminante de preguntas y exiliado de amigos.

Cada trayecto que tomamos en el transporte público nos regala en la ventanilla un sensato y escurridizo modo de comprender nuestros arrepentimientos, quizás con un tono melancólico, desdichado, nostálgico. Mucho silencio para ser verdad en un reducido espacio de reflexión.

Ver las gotas chocar contra la ventana, o dibujar ininteligibles figuras en el empañado vidrio de una tarde de reflexión, jugar a adivinar recuerdos y perdernos en la memoria de un centro desplazado por nuestra propia cordura. Siempre queremos dejar de lado ese amargo ejercicio de reflexionar, preferimos la contemplación, admiramos la sutileza de la vida para regañarnos, nos arrinconamos en un vocabulario coloquial, nos tele - transportamos de un lugar a otro, inclusive, nos enamoramos de un día a otro.

Nada más doloroso que necesitar un abrazo con urgencia y darse cuenta de que no hay nadie que lo pueda brindar, o reconocer en esos silencios existenciales que nuestro presente está enlodado en los principios de la nada, y que la soledad es un estado del alma que se destruye con compañías que no quieren dejarse acompañar.

Aquellos silencios que desde la más inexplicable de las reflexiones o el más incongruente de los poemas se llenan de ansiedad y nos sacuden con un par de lágrimas y una llamada inesperada, o en el caso más aterrador, una visita inesperada.

Aquellos silencios de la cotidianidad.

AV