31 de julio de 2022

La memoria del cansancio (Un Abrazo)



Imagen tomada de:

The Cat Hug

 https://www.posterlounge.com/p/722429.html

Hay días en que nos sentimos desolados, quizás un poco ajenos al ciclo social de interacción constante, quizás nos vemos en reflejos que no son propios de nuestro sentir interior. Caminamos agotados, cansados, no queremos que nos hablen, no queremos trabajar o llegar al siguiente lugar.

Momentos que tienen relevancia cuando un abrazo se da por espontáneo saludo entre dos amigos o colegas, momentos que se llenan de tristeza cuando el abrazo surge de una esperanza que se ha roto recientemente, momentos que, incluso, se derivan de una casualidad que encuentra a dos extraños que desde el deseo se unen para desahogar una emoción, un grito de gol o una histeria ante un herido en combate.

Hay días en que el ánimo está por debajo de cualquier nivel soportable, temporadas en que nos referimos a la cotidianidad como un tedio que no deja vivir.

No es fácil.

Abrazo grande para Paula, Daniela (Bluelain), para Diego Alejandro, Dianita Diaz, al piloto Mauricio, también para la ingeniera González y cómo no, a mi Katya en la distancia.

No todos los días debemos de ser sonrientes aun cuando haya sol.

Han sido semanas de grandes retos, he tenido que dar respuesta a exigencias que de alguna manera han surgido porque de ellas algo se debe de aprender. La última de ellas se ha forjado en el credo del amor: poder ver al ídolo cantar en vivo mis canciones favoritas, salir a recorrer místicos escenarios y conocer personas maravillosas, aprender de ellas, hacer de mi sueño un sueño de ciudad.

No hay nada de malo en rendirnos, son consecuencias de un cansancio que a veces se aprehende del alma y en ella asienta preocupaciones de nuestra tonta creación.

No me olvido de mis cachorros a quienes adeudo mucha ternura.

A Valentina y Nicolás, poderles apoyar, acompañar, dar un poco de agua para la sed, dejarnos en la intimidad de un consejo algo de vida para continuar. Un abrazo.

A eso que llamamos rutina también le infringimos un poco de rencor, la vemos con los brazos alzados para defendernos del impacto, nos acomodamos en lugares estratégicamente visibles y la esperamos para contra atacarla y demostrar que aun el más intransigente de los actores, puede retirarse de la obra.

No somos perezosos ni cobardes, somos humanos y tenemos derecho a sufrir por amor, a extrañar la salud de un familiar, a perder una batalla contra alguna enfermedad o padecer incluso la pesadez del día a día en jornadas largas de trabajo. Podemos sufrir por un proyecto que de modo inconcluso nos cuestiona las horas de sueño, nos desvela en su egoísta pesar o nos derrota en la incertidumbre.

No somos exigentes para dar una sonrisa al sol cada mañana, no somos espontáneos para bailar bajo la lluvia siempre, no. Somos notas musicales que en cada octava se señala el ánimo de nuestra propia existencia, nos permitirnos estar cansados de la vida, de caminar, pero nunca de soñar.

Somos soñadores que permanente nos reconstruimos.

Cada semana trae un peso distinto, cada día nos deja el calor de una idea repentina, de una nueva canción o incluso, de una nostálgica melodía que nos ajusta el cuerpo para el día a día.

Caminamos agotados, cansados, no queremos que nos hablen, no queremos trabajar o llegar al siguiente lugar. Caminamos animados, con la esperanza de cruzar la meta en pocos pasos, estallamos en palabras y buscamos a quien adornar la jornada con nuestras canciones, luchamos por conservarnos en el mismo lugar, nuestro lugar.

Nos aferramos a un abrazo por ajeno que sea.

AV

19 de julio de 2022

Cancionero (Azul Índigo)


 Imagen tomada de:  https://www.theatlantic.com/science/archive/2019/02/cat-psychopaths/583192/

What is it thinking? By: Sergey Zaykov / Shutterstock

Estuvimos sentados conversando pasada la medianoche, Juancho se tomaba un Gin Tonic y Piyo deambulaba por el bar saludando a los asistentes con un vaso de Whisky en su mano derecha. Había algo de intimidad en el lugar, unos pocos nos quedamos para disfrutar de un encuentro de amigos, viejos amigos que con el corazón puesto en el año 1988 rescatábamos de la memoria esa explosión del rock en español.

Sentados en la oscuridad de un sábado que ya estaba siendo domingo, Juancho comenzó a señalar la importancia de escuchar las canciones, de entender que la música tiene una estética única que narra historias, vivencias, reflexiones de vida que en ocasiones, no logran trascender en la radio. Se quedan estáticas en los acordes y estribillos que el público entona, esas canciones que se convierten en himnos de una generación mientras dan cobijo a otras que por lo general no logran saltar a escena a pesar de su mensaje.

Azul Índigo es el quinto álbum de Compañía Ilimitada, grabado en el año 1995 se hizo famoso en la radio nacional por ser el hogar de dos canciones emblemáticas de este dueto del rock colombiano: Azúl Índigo, canción que da nombre al álbum y Santa Lucía, una versión balada del gran clásico de Miguel Ríos que en la voz de Piyo revolucionó la música en nuestro país.

En este álbum hay dos canciones que en palabras de Juancho tienen trascendencia en sí:

Paisaje Desierto: escrita por Piyo Jaramillo presenta una connotación de la interacción colombiana de ese mundo indígena y la voraz acción del hombre occidental. Un paisaje que llora un mar quizás, pero que realmente retoma la reflexión del cuidado ambiental desde el lenguaje de la siembra, inspirado en los alabaos del pacífico colombiano, en los paisajes de la ciénaga de Santa Marta, una canción que llorando la destrucción del territorio a mano del hombre mestizo, quiere ver el sol, quiere ver vida.

Sycodelya Nuclear: Con una fuerte influencia de The Beatles se narra una historia de amor en nostalgia, de detalles y esperanzas, de cuentos en una ciudad que se dibuja en las palabras de un enamorado. Re imaginar la vida y con ella crear paisajes excéntricos que permitan dar lugar al amor, poder expresar en mezcla de colores y sonidos un sentimiento que termina siendo una canción de catarsis diría, en la que se abre el alma a un sentimiento tan original como el amor con la alegoría de una nostalgia tan cotidiana como aquello que queremos expulsar.

Hay canciones para cada ocasión y en eso Juancho nos resalta obras como Vuelta Atrás, Noche Clandestina, Máscaras, Cometas y Si usted supiera. Una historia musical que a primera vista no está en el radar del radioescucha común de los años ochenta y noventa, por supuesto que mucho menos en la del actual adolescente, pero que de estas canciones han derivado las vivencias de un dueto de jóvenes músicos que en el año 88 encontraron (en sus manos) la llave de una puerta que gritaba desesperadamente ser abierta. Creadores de himnos y monumentos, compositores de lo cotidiano y amigos de la sensatez.

Un estribillo en nuestro idioma.

Cerca de las tres de la mañana comenzamos a retirarnos, Juancho y Piyo ya cansados solo quieren llegar a su lugar de descanso, no es para menos, es que se han traído un show de dos noches inolvidables.

Tuve la oportunidad de verles en vivo en el año 2009 en una gira de la que fui testigo sin ser invitado, pero en el 2019 asistí al musical “Cuando seas grande” en la que Ines Gaviria y Piyo Jaramillo nos dieron un viaje especial por la historia del rock en español. Allí pudimos conversar por vez primera.

Para el año 2021 la vida me premió con acercar esta búsqueda y revisar proyectos juntos. Al día de hoy nos encontramos nuevamente para compartir palabras que entre admiración y afecto, dieron a este cachorro, la felicidad más grata de aprender, otra vez.

Gracias a Diego Alejandro, al profesor Salazar y a la cantante Silvia Baoli (de ella les hablaré en otra oportunidad) por la grata compañía.

¿Cómo decirlo? Siempre en Contacto.

AV

13 de julio de 2022

Vivo (El presente)

 



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Nos sentimos vivos, dejamos que la música nos invada las emociones, nos permeamos de recuerdos y hasta de ideas de futuro, un futuro que no existe pero que queremos que suceda.

Nos dibujamos en el aire.

Hay días en que queremos sepultarnos en la tristeza y en ella cubrimos todo lo que nos hace humanos hasta escondernos de eso que tanto nos duele. Otros días somos un envase vacío que espera ser llenado con algo de afecto que terceros puedan depositar. Somos seres temporales que vamos buscando vida en el asfalto que caminamos.

He dado pasos de distintos colores siempre pretendiendo mantener en firme esto que me hace humano, me he dado a las creación nuevamente para poderme resignificar, no es que me haya perdido en un diálogo intrínseco, ni mucho menos. Es que estoy en poderme reubicar, hacerme responsable de mí mismo y todo aquello que tengo a cargo: Mis proyectos, mis días azules, mis días grises, mis silencios y las canciones que le derivan.

Somos seres de comunidad, somos agentes sociales que nos construimos en el otro, nos proyectamos, vemos en el reflejo de quienes nos rodean una parte de nosotros que ha sido construida en el trayecto de la vida, pero es ese mismo viaje en dónde nos hemos versado en distintas personalidades.

A bien conversaba esta mañana con el periodista Galeano acerca de la manera como descuidamos un poco de nuestro interior por estar atentos a ese exterior.

Hay temporadas en que sentimos que algo malo ocurre afuera y queremos escapar de ese mundano lugar, protegernos o quizás, escabullirnos al punto tal de desplazarnos del estamento social. Son esas temporadas en que deberíamos (del deber ser) preocuparnos más de nuestra salud mental, física, espiritual, pero poca consciencia tenemos de hacerlo.

Son esas temporadas en que debemos de reforzar los canales de supervivencia social, de encontrarnos en la mirada de esos amigos y familiares que a bien nos alientan a destacar la mejor versión nuestra. Es bien sabido por demás, que debemos de procurar una sana alimentación, pero qué difícil se nos hace ser saludables en un entorno donde la comida más nociva está al precio más asequible.

¡Qué desafiante es girar en ambientes prósperos para la salud mental cuando los distractores los tenemos en el teléfono móvil!

Hay un mercado afuera de esperanza y desesperación.

Encontramos múltiples terapias, recetas, organizaciones cívicas y hasta medicamentos que prometen una vida saludable. Es nuestro deber ser atentos a ese mercado para no caer en engañosas prácticas, ser valientes y cuestionar cuanta idea de futuro nos llega en forma de resultados inmediatos.

Vivir es un acto que se hace por siempre, vivir bien es algo que se nos dificulta cada vez más, en gran medida por la falta de información, nos cuesta protegernos incluso de nosotros mismos.

Hay días azules, hay días grises, pero siempre estamos allí como parte de ese universo buscando un futuro mejor, deseable, vivible, distinto a quien somos ahora, buscamos llegar al otro lado de nuestra existencia, por amor, por tristeza, por desespero, o incluso, por vanidad, buscamos poder llenar ese envase vacío.

Estamos en el presente y nos dibujamos en el aire.


AV

12 de julio de 2022

El Soñar de los caminantes (III)

Imagen tomada de: https://www.deviantart.com/brinymarin/art/Fog-Cat-565617786

Fog Cat by BrinyMarin (2015)

En marzo de 2008 comencé a relatar de manera jocosa pero superficial, el brote de mi primera cana y con ella, di mención por los lados a un tema que ya me tentaba querer resurgir, algo maldito.

Para el mes de abril de ese mismo año (más como rutina que como novedad) me quejaba del ejercicio del escritor y en esa queja, nuevamente mentaba por así decirlo, al libro maldito. En febrero de 2015 me senté a insinuar un escrito sobre ese tema que por muchos años dejé que fuera de autocensura. Surgió un primer post que a pesar de su joven redacción expresaba un suceso paranormal que me ocurrió y que en consecuencia me desató en la memoria, lo ocurrido en el 2001.

Para el mes de julio de 2015 proseguí con otro escrito, quizás más formal dónde relataba los adornos que siempre me han teñido de rojo el amor por la escritura. Sin embargo daba más giros sobre la misma baldosa que en relatar aquello que en mis entrañas había parido. Hablar del tema ha sido esquivo.

Hablemos:

El “Soñar de los Caminantes” surge en el año 2000 como un cuento libre hecho a mano y en una calurosa tarde de agosto. Estaba en furor la convocatoria del concurso nacional de cuento y a esa convocatoria es que se escribió “El Olvido de un alma”, relato virgen de un moribundo que perece en casa y sus familiares años más tarde, aún retoñando su ausencia deciden mudarse a otro domicilio, siendo esta alma atrapada en un mobiliario que ya no le pertenecería. Ahí empezaría la historia de quien sería mi antagónico durante años.

Después de participar del encuentro nacional de escritores jóvenes en Medellín (Colombia) la historia tomó forma y nació un capítulo más formal, luego un segundo capítulo (cada capítulo realmente era un cuento completo) para el año 2001 tenía una trilogía escrita y a satisfacción del autor, culminada.

Mi antagónico perecía en letras cotidianas.

Fue al momento de abrir vuelo en el año 2001 que una serie de sucesos paranormales comenzaron a tener conexión con mi capacidad de escritura. Mi quehacer literario, mi precoz aventura del mundo, mis lecturas de medianoche de obras no tan santas, incluso, mi devoción al ocultismo fueron un coctel molotov de energías que se cruzaron hasta dar vida a algo.

Alguien.

Fue en el apogeo de la licenciatura en ese año que nacería un capítulo 4, de esa narración tendría como producto una dualidad del bien contra el mal donde el mal tendría una base de reflexión filosófica y el bien, una de estructura moral. De esa dualidad se desprenderían personajes inspirados en un mediocre plagio del relato de la divina comedia, pero con el impulso de una fe desvanecida que desconocería todo aquello llamado vida.

Para el año 2002 estaría escrito el capítulo 5, como una especie de precuela de lo ocurrido con el personaje en aquella casa abandonada, de aquella historia escrita en 2000 y que para entonces estaba en el climax de… ¿una maldición?

Los manuscritos originales fueron destruidos por una pataleta que hice al terminarse el capítulo 3, preciso antes de viajar a Bogotá. El disco duro del computador fue formateado por iniciativa de mi padre quien nunca me consultó para hacerlo y claro, toda la información se perdió (Otra pataleta). Pero para el año 2002 estaban en una caja de cartón los manuscritos impresos y en el disco duro (que estaba formateado) el archivo original así, casual, sin nada que cuestionar.

En el año 2003 cuando regresé a la ciudad de Cali para una nueva temporada de cambios, me traje en pecho y espalda el terror de haberme enfrentado a unos seres que no sabía que existían.

Durante el actual año 2022, escuchando los podcast de varios periodistas versados vine a entender que mucho de lo que viví no era tan particular sino mas bien, algo tan corriente que existen logias y dogmas especializados en ayudar a quienes sufrieran de esas visitas.

En el año 2005 escribí un borrador del capítulo 6 aun estando en la ciudad de Cali y sin poner en duda lo vivido, entendí que allí había algo.

Algo que hoy duerme [conmigo].

AV

11 de julio de 2022

Espejos (Pasajeros de un viejo relato)

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Otro fin de semana de tomar con calma los pasos dados, de reseñar relatos.

Fantasmas me visitan con la permanencia de un recuerdo o un deseo, vigilo en el silencio cada ausencia que la vida me sacude. Me encuentro en el espejo, me desvelo en una cama grande.

Cada día trae una serie de experiencias que nos van alimentando el alma y el cuerpo, en esas experiencias vamos conociendo a los que dicen ser nuestros amigos como también a aquellos que van llegando a nuestra vida de un modo desaplicado.

Sobre la ventana, allá donde la lluvia comparte esquina con las palomas apareció la oportunidad de conocerme y reconocerme. Estuve brincando entre los puntos comunes de una vida y otra, de un deseo y un anhelo.

Me vi en ese joven asustado que enfrentaba los peores fantasmas de un viejo barrio de Bogotá, pero también me vi en el gran señor que con odio en su corazón y un poco de fuerza logró ponerse de pie y enfrentarse a los peores demonios de una amistad.

Encontré ternura en una navidad blanca, un disfraz de Superman y quizás muchos dulces de guayaba en la cocina. Me vi sentado en las escaleras del Hotel Tequendama un 18 de octubre cualquiera con lágrimas en el rostro ante la soledad fría de una ciudad que no sabe que uno existe.

Recuperé algo de cordura con los esfuerzos que de la Comunicación a la Ciencia Política lograron en mi formar a este profesor.

Vi los amores de la vida, esos que fueron presa de un insensato corazón, los que se marchitaron sin un adiós a cambio, los que me ayudaron a recuperar tiempo para después cortarlo todo en un grito. Vi todos los colores del amor y en ese prisma la vi a ella brillando, con sus ojos esmeralda diciéndome adiós.

Me vi sentado en la línea de tiempo como un cachorro que quiere jugar pero no sabe a dónde correr, armando sueños en telares de múltiples formas y colores, con muchos personajes, alguno sensatos y otros ingratos.

Los vi a ellos, a los que dijeron que me cuidarían, allá a lo lejos con actitud de vergüenza, como si algún ilícito hubiesen cometido y yo ni por enterado. También vi a esos que con armas a la mano me hirieron de gravedad, estaban allí con una sonrisa cómplice a la espera de brindar una copa.

Muchos personajes desfilan por la memoria como canciones dejando en la inmensa bóveda sentimientos mundanos, otros que nos despojaron de algo de humanidad y nos convirtieron en algo más material.

Relatos que se tejieron entre lágrimas y delirios, argumentos que se forjaron entre paseos vacacionales y travesías de urgencia.

Vi la cotidianidad como un tríptico de muchos colores en la pared, vi a la ansiedad sentada contra esa pared conversando con la vida misma, a la depresión transformándose en acción, a la felicidad que callaba ante la tragedia, a la memoria, que también fue nostalgia.

Pude verme en un espejo singular, en un juego de palabras que tengo que reordenar.

AV

7 de julio de 2022

La Cosecha (Caminates)

 



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Somos caminantes y dejamos huella, somos nómadas y vamos como depredadores acabando con lo que encontramos. Somos espirituales y nos entregamos a la esperanza, sucumbimos ante el miedo, gritamos y reímos. Somos seres básicos, fallidos.

En este andar por la vida hemos ido conociendo todo tipo de personajes, amigos para darles sustantivo, unos de gran recordación y otros que fueron más bien fugaces, a todos por supuesto se llega al lugar común de afirmar que por alguna razón hicieron presencia en la vida.

Hay a quienes uno añora con el duelo mismo de extrañar a los abuelos que ya no están en la familia, un cariño tan grande que su ausencia hoy es un vacío insoportable. Hay personajes que siguen constantes, como un paisaje que adorna la cotidianidad y en ella se ha edificado un manual de comportamiento tolerable a lo que se llama amistad. Incluso, hay personajes que a pesar de haber sido fugaces, dejaron una huella tan clara como si fuese una etiqueta de por vida en el alma. Un karma.

Recuerdo mucho a Julio César, a quien la vida me lo puso de nuevo en el camino el año pasado, apareció exclusivamente para mostrarme el camino en dos asuntos puntuales, para volver a desaparecer. Inolvidable la gran Paulina, una mujer maravillosa que siendo ella misma y su amor por el Independiente Santa Fe me abrió una amistad pura y sincera que durante la década del dos mil figuró como eterna.

Por mentar algún par.

Personajes claves que con errores y faltas fueron dejando atrás lo que quizás parecía iba a ser un aprendizaje permanente. Otros fueron menos agradables pero dejaron un propósito común. Algunos son eternos, como el olvido mismo, como la voluntad popular, como el universo: inexplorados.

Son seres de toda índole que se suscriben a las etapas de la vida, a dinámicas laborales, emocionales, sexuales, económicas o incluso, espirituales. Son frutos que servimos en la mesa al momento que la maestra vida considere deba de serlo.

Todos, absolutamente todos nos complementan, nos fragmentan, nos aportan o hurtan un poco de vida. Cada cual en su función única: enseñar.

Hoy la estoy pasando de manera atenta. Sensible hasta la raíz, las respuestas me las está dando la vida en otros nombres y otros rostros: Transformación.

Personajes que de la nada reaparecen para darnos el mensaje, el consejo, la herramienta que se necesita. Otros que fueron permanentes pero con una participación pasiva hoy son grandes contribuyentes: Héroes.

Llamadas, reuniones, detalles.

Aunque en la cotidianidad hay amigos que en el horizonte cuentan como estrellas, desde el silencio se convirtieron en paisaje. No los juzgo, pero tampoco puedo ser permisivo con el adiós. Solo quererles en sus justas proporciones.

Me siento en bonanza no por la cantidad sino, la calidad, y qué gran dicha además, seguir conociendo y reforzando lazos con nuevos protagonistas, labor que parece habíamos olvidado ejecutar: Nómadas.

Somos los amigos que cosechamos.

AV

6 de julio de 2022

Soñadores (Made for Us)

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Sonreímos, porque en la vida lo hacemos cuando nos sentimos plenos.

Hacemos una broma, un chiste, jugamos con el contexto y damos vida a un momento de tensión, le bajamos un poco la presión a las preocupaciones.

Una canción, una taza de café, un almuerzo.

Recordamos lo importante que ha sido construir juntos una vida, de los sueños que se cimentaron cuando se podía soñar sin riesgo a heridas futuras. De la terquedad e intransigencia que me quedaron de mis propias palabras, como una serie de acciones que hice o incluso dejé de hacer, sin tener claridad sobre el móvil de cada historia fui construyendo un relicario negacionista, una pared a la que después llamaría soledad.

Nos identificamos en las metas y anhelos del otro, un impulso torrencial, paternal, que invita a escuchar toda historia de vida para luego hacerla propia y querer protegerla de todo mal.

Nos asomamos por la ventana para ver el día llover o a las estrellas titilar en un cielo cómplice. Queremos que no falte nada sobre la mesa, que jamás haya tristeza en los corazones ni lágrimas en el rostro, pero irónica que es la vida, son estos deseos sobreprotectores los que nos determinan el espinoso camino del adiós.

Salimos a cenar, en un ambiente agradable comenzamos el diálogo esperado por cada uno. Sabíamos en dónde terminaría pero no cómo continuaría, ahí la magia del diálogo, los malabares de continuar una vida juntos pero separados. De entender los sueños de cada uno, de saber que los anhelos a veces son rutinas, o que las expectativas están construidas en temores previos, chiquitos, diminutos, peligrosos.

Pasaron los días y el diálogo sigue en construcción, no porque no se haya dicho lo suficiente, sino, porque nunca es suficiente para terminar de construir. Aún en la despedida la estructura de las ideas es tan importante como la estabilidad de la bienvenida.

Algunos días no estamos para estructuras.

De la memoria rescatamos lo mejor de cada uno, porque en definitiva han sido recuerdos maravillosos, tan amenos, que duelen. Porque no hay tragedias que etiqueten el diálogo iniciado, tampoco agresiones que dificulten su evolución, solo caminos separados.

Estar siempre al alcance del otro, no para reconstruir una vida, sino, para despedir de la mejor manera aquella que se vivió.

Somos el amor que dejamos, somos la vida que construimos, los sueños que conversamos, somos las canciones que tarareamos, los libros que regalamos, las mascotas que adoptamos.

Sueños de una vida conjunta, de un diálogo permanente: Estructuras.

AV

5 de julio de 2022

Lágrimas (Made for you)


Curios by Lim Heng Swee.


En un ejercicio de reflexión solemos revisar el pasado y en este buscar las razones de lo que se hizo mal. Se instiga a cada pensamiento con el fin mismo de desmenuzar sus ideas hasta convertirlo en un ramillete de pensamientos vacíos.

Nos cuestionamos, siempre nos cuestionamos. Queremos saber en dónde se cometió la falta. Queremos aprender de lo vivido, pero es que en carne propia es la única manera de adquirir ese aprendizaje, jamás se nos abre esa misma posibilidad en la vida de otros.

Preguntamos al universo cada detalle de lo que no comprendemos. Dibujamos la soledad en la pared, la miramos fijamente, le damos forma con la yema de los dedos, la acariciamos con la rústica textura de una pared insensible, a la final solo es eso, una pared.

Por su parte, la soledad es algo que se lleva en el bolsillo del pantalón. Se guarda, se emancipa en el tiempo, se sumerge en el pecho, se acomoda a cada situación, se disfraza de fiesta, se vuelve un artículo de oficina, una herramienta de escritorio. A donde estemos, siempre habrá una pared que sin tener nada que recibir nos recibirá cada golpe que le demos con el puño.

No somos constructores de soledad ni mucho menos, somos gestores de ansiedades, nos vamos desenvolviendo en la identidad y forma de vida de quien nos acompaña en el camino, a su imagen y semejanza vamos construyendo nuestras expectativas, le damos forma y nombre a los sentimientos, a la intensidad de la vida.

Nos excusamos en “el hubiera” como si diera respuesta a lo que no entendemos. Basta de pretender ajustar el universo a una palabra, basta de intentar frenar el curso de la vida con una canción o una frase, debemos de soltar, de aprender a observar la pared sin querer golpearla, de escuchar las canciones de la cotidianidad sin darle nombre y lugar a cada historia.

Es difícil.

Es complejo.

La cotidianidad se desdibuja otra vez, en una pared blanca, en el vacío de un salón, en la historia de una canción, en un trozo de papel, en una habitación vacía, en una silla sin ocupar.

Solemos convertir los temores en arte, en dibujar el dolor en festivas canciones o poemas, darle color a esa pared blanca con la excusa de que la vida es un carnaval. Pero no siempre es así.

No basta con vivir la vida a su ritmo y querer entender el carnaval del que se habla, tampoco es hacer alarde de la soledad que cuestiona toda la existencia. No es observar la pared o la habitación vacía.

Es aprender, con lágrimas, a dar su lugar a la cotidianidad.

AV


4 de julio de 2022

Frágil (el abismo)


Hay momentos en que enfrentar a lo desconocido nos hace seres valientes, con la fuerza suficiente para tomar decisiones y con ellas alcanzar el deseo. Otros momentos requieren por el contrario contar con un equipo de apoyo, personas que nos orienten con sus ideas, sus puntos de vista, palabras de aliento o el simple silencio de saber que están allí.

Nos hacemos fuertes, es nuestra naturaleza poner el rostro al mundo y confiar en que se saldrá avante sin embargo también es cierto que aun en la postura más firme nace en ese silencio una mirada que busca explicaciones al vacío.

Siempre lo he dicho, todos estamos rotos por dentro unos más desesperados que otros. La mayoría vivimos con miedo, indecisos o incluso resistentes. Como si el silencio fuera un vestuario pre requerido para la vida.

Las cosas no están bien, estoy con la voluntad a medio camino.

Si bien quisiera poder conversar con amigos y allegados, es ese silencio el que me abriga como un mal innecesario, me balancea de lado a lado y promete hacerme sentir mejor. La vida da cambios y muchos llegan por voluntad propia, por conflictos de terceros o por mutuo acuerdo con las partes.

Debo tener sobre la mesa las sabias palabras del licenciado Hernández, pero no es fácil. La fragilidad de estos cambios trae consigo un replanteamiento de la vida tan profundo que el abismo mismo me aterra.

Bien hablaba días atrás con el fotógrafo Muñoz: soy como un niño que está sentado al borde de un barranco viendo sus piernas colgar mientras la brisa apremia al eco. Estoy en un estado de irresponsabilidad afectiva al punto mismo de que puedo ser un perfecto veneno para mi propia existencia.

Conversamos el tema con una botella de aguardiente y quizás sirvió en ese instante para una ligera distracción pero para el día siguiente no había almuerzo familiar que me diera la misma oportunidad de hallar calma.

Solté en llanto todo lo que pensé no debía de estar ahí, donde duermen los miedos. Mi madre me abrazó.

Hoy retomo escritura y claro, la música no falta. ¡Pero cuánto duele la música cuando te es propia en su dolor!

En la tormenta: convicción que todo pasará. Dijo el licenciado Hernández.

AV

1 de julio de 2022

Detalles (Sin presente)





Imagen tomada de: http://solanajoy.com/cats/2018/6/12/mewsic-for-airports-flying-with-cats-part-2 

Ya lo hablaba en la entrada anterior: Nos transformamos y debemos de vivir con ello, sabias palabras del profesor Salazar.

Compartir en familia para las temporadas de feria o vacacionales son quizás uno de los grandes tesoros del latino. De esos espacios en familia nacen momentos para siempre y esos recuerdos uno los quiere compartir con esos amigos que no estuvieron en el viaje, brindar un detalle como muestra de “Te tuve en mente en esta experiencia”.

Dar un presente a alguien es en tal caso un esfuerzo de doble vía. De una parte exalta la creatividad, sentido del gusto o afecto que sentimos por ese sujeto al comprar “algo” que consideramos, le puede gustar o necesitar. De otra parte, podemos caer en el incómodo ejercicio de regalar ese souvenir que todos llevan, ese "todostienen” que se convierte engorroso, incómodo, ofensivo.

En el primer caso un perfume, una corbata o incluso una prenda de vestir si bien recae en lo genérico, está bien hacerlo conmigo. En el segundo caso, un llavero. Creo incluso, alguna vez mencioné este tema en alguna entrada de este blog, cuando estaba activo.

Pensar en un detalle que impresione o agrade a nuestro destinatario se sobrecarga hoy en día. Es como si los dioses del mercadeo hayan realizado junta en tiempos de pandemia y decidiesen que a partir de la fecha cada detalle debe de contar con un sentido específico, en un contexto especifico y de una utilidad específica.

Es como si se condenara a la industria del peluche, del perfume o del calzado y se sustituyera por una industria intelectual de sostenibilidad: Este muñeco ha sido tejido por sujetos libres, en un país democrático que paga seguridad social a sus empleados, quienes son además supervivientes de un conflicto armado, democrático, incluyente y plural.

Desde un tiempo para acá dejé de llevar regalos a mis allegados por cada viaje que realizaba. Leía en sus gestos la frustración de recibir el “todostienen” del momento. Pensé también que esforzarme en encontrar ese algo que era objeto de deseo sería un buen detalle, pero me desinfló la ingratitud. Me desinfló saber que yo no estaba en la misma “vibra” de quien era mi interlocutor.

Ahora la reflexión está en la intención. De seguro seguiré pensando en quienes hacen parte de mi triste corazón y algún detalle podré brindar, desde el imán de nevera hasta el chocolate de moda. O por qué no, la camiseta estampada con el paisaje de turno.

He regresado a casa y como siempre, hay soledad en mi interior.

AV