19 de octubre de 2014

Proyecto 31: Un Color.






Cada día trae su afán y para los gustos existen los colores. Continuamos así pues con esta entrega de nuestro Proyecto 31; ha llegado el gran día y con este la celebración del caso, se ha convidado de bebida y comida a los amigos y cercanos, se ha dado el paso a un nuevo año que arranca con el mejor de los impulsos y esperemos, con la mejor de las intenciones.

En esta oportunidad nos encerramos a conversar sobre un color. Encontrar un color en particular o una variación de sí misma, de lo variopinta que puede llegar a ser la vida, y es que para momento ubicamos siempre una canción o melodía para fingir que tenemos una banda sonora especial, como ocurre en las películas o grandes comedias.

Fingimos una presentación personal perfecta para cada ocasión y a eso, ameritamos que sea inolvidable, por eso la importancia del vestido, el color, la tela, etcétera, etcétera, etcétera. Para nuestro caso en particular, nos damos cita para encontrar ese color que tanto nos identifica, o que nos gusta o que sencillamente nos convoca a alguna actividad en particular.

Inolvidable aquella conversación con una gran mujer de tierras Sevillanas, en aquel abril cuando escribiéndome con convicción y premura, supo resumir nuestras intenciones en una frase muy común para el consumo popular, pero que para nuestra ocasión era única y especial: “me encanta el Café, por eso no pude dormir, por pensar en el Café de tus ojos”. Y es que hablar de colores siempre nos tomará una historia por sorpresa, nos lleva de la mano a alguna esquina de la memoria para encerrarnos en sus nostálgicas ventanas, observar la cotidianidad desde su realidad, su color, o mejor, mi rutina desde una taza da café.

Café.

Posterior a aquel diciembre de 2010, regresé a Colombia con un paquete grande de medias grises, de esas que acá utilizamos para practicar algún deporte pero que allá son con fines de abrigo y dormir. A la navidad siguiente, mi madre consideró una buena idea tal propósito y me regaló un paquete de medias gruesas como ocasión de la navidad, curiosamente eran color gris también.

Para el octubre siguiente (2013), caminando por un reconocido almacén americano de grandes superficies, compramos ropa y algunos accesorios personales, para mi sorpresa, en el carro del mercado había dos paquetes de medias gruesas por aquello de que estaban en promoción: Eran medias grises. Ahora mi closet se conserva bien abrigado con una numerosa cantidad de medias grises que desde hace al menos, dos años, dejaron de ser solamente para dormir o abrigarme en las noches en lugares de clima frío, para ahora convertirse en útiles accesorios del día a día.

Gris.

En un buen tiempo, entre 1997 y 1999, producto del consumo cultural de estilos y tendencias musicales de entonces “Rock noventero” fui construyendo parte de mi identidad y una evidencia de tal fin era la manera de vestir y ser, como parte de esa rebeldía sin causa o mejor, sin norte, comencé a vestir de ropa oscura, jamás utilicé camisetas o pantalones de color negro, si quiera las medias. No fui de aquellos que se identificó con camisetas estampadas con imágenes y mensajes alusivos a grupos musicales o movimientos sociales de entonces, no fui tampoco fiel amigo de accesorios como las manillas con taches o collares con iconografía alusiva a la muerte y rituales similares. De hecho de la manera más poética del caso y ahora con los años que ha transcurrido puedo concluir de un modo a broma y otro, a preocupación, que mi imagen personal era un homenaje a Ron Damon, mítico personaje de Chespirito.

Siempre se me veía de camisetas color azul oscuro (Turquí), jeans y zapatos, casi como si quisiera negar la necesidad de utilizar prendas de vestir acordes a mi edad o a la moda que se gestaba allá afuera, en el mundo real donde nadie escuchaba Pearl Jam o Pink Floyd.

Azul.

En una oportunidad de esas que la vida nos quita en vez de darnos, viajé a Washington en un diciembre en aquel acaecido y confuso año 2002, mi compañera sentimental del momento se quedó con las llaves de mi apartamento, al regresar a Bogotá, alrededor de mes y medio por fuera, me llevé la sorpresa de encontrar un apartamento totalmente diferente al que había dejado. Las blancas paredes  desaparecerían para ser ahora una inmensa pared verde, un intenso y brillante verde. Duré un año con el apartamento decorado en ese verde intenso, inclusive en casos de extrema emergencia, realizábamos la producción de videos con la pared de fondo cuando la sala de Televisión de la facultad estaba ocupada, con ella, hacíamos una versión criolla de la denominada pared sin fin, idónea para los efectos especiales.

Verde.

Me encanta el color verde, me parece un color chévere, sin embargo solo lo considero pertinente para ciertos  asuntos, en el caso de comprar ropa, debe ser un verde en una tonalidad específica, con un material específico, un tamaño específico para así determinar si me gusta o no, lo se, soy demasiado complejo y caprichoso. Me fascina el color azul, en todas sus tonalidades, desde lo más oscuro rememorando el sentido homenaje a Don Ramón, hasta el azul más claro e inofensivo que podamos reclamar en un papel. Sin embargo, por ejemplo a la hora de pensar en Corbatas, soy muy fiel a los colores primarios y secundarios en sus diversas tonalidades, pero comienzo a dar espacio a otras propuestas mezcladas o adornadas con figuras.

Inolvidable el año inmediatamente anterior, al iniciar labores en la fundación aquella donde presidí como Gerente General aquella producción y desarrollo de la campaña en la lucha contra el Cáncer de Seno, logramos contra todos los pronósticos y con el tiempo en contra, realizar la jornada del Ciclo Día Rosado, inolvidable no solamente porque se haya llevado a cabo el evento con éxito, o porque se haya dejado en alto el nombre de la campaña y los respectivos dolientes de la misma. Inolvidable porque el color rosado hizo parte de mi vida durante casi 3 meses en todas las formas posibles, desde el vocabulario y referencias laborales, hasta  camisetas, manillas  demás artículos promocionales. 

Logramos llenar las principales calles de la ciudad con caminantes vestidos de rosado sin acudir a presiones o trampas del mercadeo como organizar una marcha, una carrera atlética, un concurso con alguna emisora aliada, un mensaje de sensibilización y a su vez de sensacionalismo. No, lo logramos simplemente desde el natural placer de convocar a las personas a unirse a una causa que lastimosamente, para este 2014 se ha evidenciado más como un compromiso de Mercadeo sin causa Social, que una verdadera campaña de educación y sensibilización ante una problemática real.

Rosado.

Soy divergente y en ocasiones (siempre) testarudo, pero al definir mi vida en un color o con una vocación de identidad terminé por darme cuenta de su ausente influencia.
Soy amigo del buen gusto, inclusive, de gusto exclusivo e incomprendido, no me dejo afectar por el qué dirán de mí, de hecho, siempre doy  de que hablar o decir de mí y no precisamente por mi belleza o adinerada cuenta bancaria. Soy fiel amante de la diversidad y ante ello termino siempre por dar paso múltiples ocurrencias, situaciones, a una variopinta mezcla de salud y enfermedad.

Soy mejor un espectador que disfruta de los colores de la vida, pues la labor de pintor o artista no la logro construir a base de una sola propuesta, soy precisamente el que busca mezclar todas las facetas.

Soy un tímido insensato, hijo de sol y amigo de los gatos, que disfruta del color azul, pero que hace mucho dejé de estar allí, azul.

Blanco.


AV

No hay comentarios.: