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Tomada de: http://www.pagandreams.co.uk/Home-Garden/Clocks/black-cat-clock.aspx
Ha pasado tiempo desde entonces, muchos
pensamientos que he dejado escapar en una que otra botella de licor, ideas que
se dejan sumergir en tazas de café, que se delatan en una mirada altruista o en
un mero recuerdo de lo que se hizo y no se escribió.
A ritmo de nostalgia por supuesto, es que se
emplean las mejores palabras para dar paso a una prudencial alarma de no querer
escribir. Quizás era esa chispa la que necesitaba, algún empujón o simplemente
una excusa real.
El pasado mes de diciembre y lo corrido de enero
ha servido para caer en la cuenta de ese principio básico que nos refiere
volver a nuestro punto de partida. Ese diligente espíritu de retomar el
espíritu de la niñez, regresar a lo más mortal de nuestras inspiraciones, reír,
llorar, disfrutar, correr. Esto se complementa por supuesto con un sensato post
que para otra ocasión dará profundidad a lo que ciertamente me ha ocurrido.
Como todas las veces que me siento a escribir,
todo surge a partir de un curioso ejercicio de reflexión y toma de decisiones.
Aprender a crecer, tomar el riesgo de seguir la intuición o instinto, seguir
nuestro propio conejo blanco y aventurarnos a pasar al otro lado del espejo,
seguir el camino y si es posible, celebrar diariamente nuestro No-Cumpleaños.
Ubicarnos en un momento de la vida en que sabemos
que no estamos solos pero que apreciamos nuestra soledad, dejar el estandarte
de virtud a los poetas y entrar en franca reflexión, hacer ruido, hacer
desorden donde no hemos pisado cabeza.
Justo ahora, más allá de cualquier motivación
profesional o laboral, dejamos que sea la vocación de octubre la que nos
recuerde a cuenta gotas lo imperioso que resulta para la vida tomar las riendas
de esas mil y una ideas que dejamos en el tintero, darle valor, sujetarlas a
nuestra conciencia y con un poco de rudeza impregnarles ese intransigente y a
su vez egoísta modo de ver el mundo. El punto de partida no es la reflexión, ni
mas faltaba, llevo toda una vida reflexionando.
El mejor de los argumentos es llevar a la acción
lo que la intuición nos oculta, captar uno a uno esos mensajes que en el
desconocido espectro de los sueños atendemos, llevar al papel esas historias
incongruentes que sacamos a flote en la intimidad de un baño. Ser lo que mejor
sabemos hacer, fingir.
No se trata de disfrazar las decisiones tomadas,
se trata por supuesto de acomodarlas al camino correspondiente, por tal
ejemplo, es este año que arranca el que en un sin número de vías nos muestra la
pendiente a superar, a retomar palabras de años atrás y en la mejor de las
compañías ubicarlas en el bolsillo, darles el peso que merecen, dejar a cada
viernes la reflexión de lo que el pasado lunes considerábamos valía la pena
intentar.
Dar la bienvenida a todas las críticas, a todas
las cuestiones que la baja autoestima o los miedos puedan amedrentar.
Ser sensatos con las necesidades y enfrentarlas
con los deseos, dar a lo que amamos el escudo de la sensatez, dar la cara a ese
espejo que al igual que Alicia, quisimos atravesar soñando que el resultado
sería similar al de la primera vez que pisamos tierras desconocidas. Atravesar
cada vórtice de espacio y tiempo y no dejarnos acomplejar por los cambios,
bienvenidos sean los cambios, bienvenida sea la hora en que actuar sea más un
acto cotidiano que un titular rutinario.
La mejor de las compañías la llevamos presente en
todo lo material que amamos, aquello que transformamos más allá de la materia y
lo sujetamos a lo más básico del ser humano, la capacidad de amar.
Es hora de tomarnos la siguiente taza de café.
AV