4 de noviembre de 2008

Silencio Artesanal

La Foto es Mía

Era como sentarse a escribir un cuento de ficción, con el melodrama de la cotidianidad y los clichés del olvido, con el amargo sabor de un día sin habla, el frío desayuno o en el caso más íntimo, el frío de las sábanas. Pensar cada momento vivido se dibujaba como un ejercicio de interlocución con el pasado y el presente, esas escrituras de la merced que no respetamos ni conciliamos en la privacidad, demonios o fantasmas, realidades o negaciones, armarios con puertas abiertas y brisas frívolas, nombres que se quedaron en el calor de Cundinamarca.

Me senté a escribir “El Soñar de los Caminantes” como asesino que ruega por su vida, me esquivé muchas responsabilidades para darle paso a esas cotidianidades que en el frío de Bogotá se volvieron mundanas y llenas de pestañas, enredándonos en los misterios de lo superficial es que precisamente damos entendimiento a nuestra soledad y la amargamos con el cuestionamiento de la existencia humana, esa filosofía que nos da ratos de buena música y buenos motivos.

Queremos y deseamos, podemos y nos enredamos, nos comprometemos y nos desubicamos, nos despedimos y regresamos, nos disfrazamos y nos identificamos. Misión Cundinamarca siempre ha quedado en el tintero de lo pasado y lo escrito, ahora bien es que se supone su regreso como un alcancía que nunca dejamos llenar, la leímos hasta lo posible con esas señas que lo incógnito nos plasma en el desorden de las ideas familiares, llegamos a algún punto de sentirnos identificados con la ansiedad de otros que es quizás por ello que aun permanecemos allí, como espectadores y depredadores, como seres de luz que producen sombras al paso.

La ansiedad me ha regalado un dolor de cabeza para compartir con mis amigos, me ha dotado de cierta ignorancia propia de los miserables, lleno de notables fatigas me reúno en mi silencio con otras fatigas, colecciono inquietudes y rememoro en la distancia esos muertos que dibujamos en murales, de esas olas que callejeras llegaron al mar sin decir algo importante, esas coincidencias de lo plano, de lo natural, de lo bello que es estar estresado, cansado, agotado, nervioso y lastimado.

Me reflejo en pasos mudos y recuerdo que todo es perfecto, que el licor no falla y que el estar vivo es sinónimo de seguir creyendo, miro el cielo, camino despacio, miro el suelo, camino despacio, miro al frente y me detengo en el vacío. Tres golpes en la espalda y ya es un nuevo amanecer, la flema en mi pecho escupe con rabia esos dolores de cabeza y se murmura un nuevo aire a violencia en la habitación, soy de esos que no escribe y pienso en hacer murales, contradicciones de lo plano, de lo estático, de lo bello del nadaísmo y lo absurdo de la filosofía.

Devolver atenciones acaso, o morir en visitas para despertar en terrenos planos y solitarios, al fin y al cabo todo es un ciclo.

Nervios de acero y piel de papel, mirada de poeta y ceniceros a doquier, con el dolor del tango y la ingratitud del vallenato me pierdo en letras buscando etiquetas.

Duele aún después de haber dormido.

AV

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