26 de octubre de 2009

En Clave Estigia



Imagen Tomada de: http://www.onekind.co.uk/art/largemain/500/MK0005.jpg
http://mattbrown.etsy.com
Matt Brown - Cat's Eyes - 10" Art Print

Como un escalofrío frío y tácito, tambalean los pasos y el silencio se hace grande, la luna busca sus argumentos lejos de la noche mientras se duermen las acciones en grandes distancias. Junto a la cama se escucha el respiro de la nostalgia, se acaparan cariños en canciones que ya no suenan en la radio, en geografías de la soledad, en la perdida memoria del tiempo. Con el afán de los domingos se bebe a sorbos un café que nadie quiere, frío como el amanecer del lunes los espacios se van desgastando junto al espejo, la duda se cuela en las aulas y el cansancio en los horarios de laburo.

Nuestras fuerzas de octubre van culminando con el tradicional afán de un noviembre que reza por fuera.

No es pecado querer ni mucho menos crimen escapar, subastarse en horas y páginas rayadas, no hacer nada, no hablar tampoco es causal de despido ni de castigo, no se puede ahogar con limonada lo que con limón no sana, no se puede alimentar de presiones minutos pasajeros con agujeros de sal en nuevos ropajes, no dar identidad ni pasar bajo palabra otras amenazas, conmigo no.
No se esconde el verso del suicida poeta que figura en el espacio perdido, no se explica la belleza de Munch en sus pinturas ni en sus locuras, conmigo no se escribe en prosa ni se baila con ritmo.

No se presiona al heredero con sueños del padre ni al enamorado con afanes del orgullo, no se le escribe con plegarias ni letanías a quien bien sabe leer el sentido del amor en la vida de los otros, no se redactan naciones en aventuras de guerreros ni en valentía de guerrilleros, no se transforma al hombre con sueños o con sonrisas disfrazadas de sangre. No se perdona ni el más mínimo sentimiento de orgullo cuando el café sigue frío sobre la mesa sin amante o pretendiente que lo beba, no se cuestiona al mojado después de que cruza la frontera.

Mirar en la ventana y dejar que la brisa siga su curso, alimentar la locura con olvidadas canciones, dejarse besar por el licor y fumar un cigarrillo en noche vieja, vagar por la magia del arte y sufrir con el descuido de la ciencia, ser veloz a la dulzura de tus agujas y escuchar miles de consejos sin argumentos, dejarnos subastar en el mercado improvisados deseos, desechar papeles de amor en ridículas sensaciones de soltería y tiempo perdido de camas sin vengadores. Dejar al lunes el trabajo del martes, el martes a merced del miércoles, el jueves con la insistencia del viernes, al viernes declararlo día de feria, el sábado pagar el luto y el domingo yacer sobre el césped de un lunes abandonado.

Cobarde o no, miles de preguntas se encierran bajo camisas de alquiler, mezclando con mesura el cianuro con vino, arte con política o sueños con adicciones, dejar en el plano material los suvenires de tus afanes, escaparme de tu malicia y hundirme en trincheras de indecisión. Quizás los permisos se le piden a la vida aun estando exento de ella, las incomprensiones a veces no se solucionan conversando, mucho menos bailando y aun lejos de la realidad persiguiendo.

Quizás duele, quizás sea un malestar que de octubre a noviembre toma colores oscuros, quizás sean días que desde septiembre se pierden con alta factura de deuda, la importancia se está dando con la misma insensatez con que se paga una deuda, el tiempo se pierde con el mismo rigor de una eucaristía, las huellas del pasado pisotean los besos del presente, triste como el despecho y el orgullo es también la duda, se cuestiona con la misma fuerza con que se abraza a un ser querido, sus rencores no provienen del dolor sino del ardor de un nuevo entender.


No se trata ahora de escuchar ni de perder valores en juegos de enamorados, recorrer calles hallando explicación a las emociones o indagar en las heridas de un guión, se puede querer en la incondicionalidad de la palabra, en la legalidad del sentimiento y en el olvido de la juventud, encontrar nueve vidas en miles de orillas, olvidar dolores de toda la vida, silbar canciones sobre la playa o naturalizar el color del amor en cuadros de texto.

Vuelves a tomar el remo de la Laguna Estigia para darle ruta a los perdidos sin notar que ahora la barca te pertenecerá con eterna practicidad, servirá el tiempo como remedio o como veneno.


Servirá la duda como cuarto menguante de la locura.

AV

21 de octubre de 2009

La Huella de los Ciclos


Self Portrait with Grey Cat
2003
Acrylic on canvas
80 x 68 inches
Collection of the Estate of Fritz Scholder

La fuerza del agua no da espera a la violencia del tiempo, solo sigue su curso aguantando las quejas de otros, antepone los argumentos en pretextos, como si nada ocurriese se toma un suspiro y da nuevas rutas al camino, deja guiar a los pasajeros de otro tren en su caudal; el Fuego no asume responsabilidad, solo festeja y rechaza, ignora y agrede. Ambos sin importar su necesidad o su fatiga gustan del viento en contra corriente, les da vida y les ayuda a permanecer en esa esquizofrénica necesidad de dejar huella: Las huellas del agua son más profundas pero las del fuego mucho más extensas, las huellas del hombre son borradas por ambas.

Son cambios que se asoman por la ventana esperando llegar alguna parte, palabras que se refieren a emociones propias de una edad transicional, sueños que se quedan.

El proceso de tomar decisiones se relevó pasados unos días el vigésimo sexto aniversario de aquellas noches, tiempo necesario para caer en la cuenta de todo aquello que se ha comentado en el tiempo y en el espacio, tiempo de análisis de cada cruzada libre sin temores y sin rencores, sólo cicatrices.

Ciclos que retornan pero de diferente matiz, de tiempos que se anhelaban en otros zaguanes y se escabullían sobre escalones de madera, de compromisos de viaje y reconciliación con el nombre que se construye. Ha sido inestable poder entender cada decisión, visualizar los golpes de cada peldaño en un recuento de historias, en un diario vivir. Preparándonos para volver a comenzar dimos nombres a nuestras pertenencias, regalamos a las sombras pasajeras sonrisas con tal de huir a la responsabilidad de amar, ocultarnos en cuerpos frágiles, madrugar al olvido por medio de relevos, sentar experiencia en frascos vacíos.

Los ciclos al igual que el viento vienen de lo más profundo de la sensatez sabiendo cuando comenzar y de qué manera dar fin, inclusive son esos ciclos anacrónicos los que permiten darle coherencia a la existencia. De manera aleatoria o diacrónica todo se concluye en un fluir espontáneo de locura y tristeza. Tristeza por lo que se termina, locura por las revoluciones, y aquella espontaneidad que se da el lujo de administrar nuestro suelo.

Si los sueños dejasen huellas no serían precisamente visibles como las del fuego y el agua, por el contrario se cargarían en la memoria con un símil de calor y ardor, de frío y presión; como la música las razones se acomodan en notas y acordes pero los fines se estimulan en memorias, se da vida a huellas pasajeras y pasos prestados, se endeuda la prisa del tiempo con la invisibilidad de cada ciclo, lo intangible de la memoria se corea con la voz.

Sin temores y sin rencores cada cruzada se libera en razones y espacios, el tiempo aun con sus cicatrices comienza por asumir la responsabilidad del vientre, se administra y se reordena el miedo, se explica la fantasía y se encintan los fantasmas. Aquellos pasos con melodía seguirán la cruzada de la locura, se renovaran las noches en un nuevo aniversario y se retomará el ejercicio de tomar decisiones.

Al final como si nada ocurriese se toma un suspiro y se dan nuevas rutas al camino.

AV

19 de octubre de 2009

Sentidos Contrarios

Imagen Tomada de: http://www.datnoff.com/nggallery/page-40/album-5/gallery-3/

Yo no pido una soledad para dejar dormir a los sonámbulos, ni pido un cuarto de luna para pensar en esto que es vivir, no quiero emular sonrisas en festejos ajenos, ni caminar en calles soleadas para ser mejor que los demás.

Sedentario como el miedo, existo en nuevos paisajes que ahora se dibujan en retos. Vivir para sonreír, darle besos a la mujer que amo con la misma pasión con que escribo para leer, con las letras vivas de un pasado suelo resarcir mis amistades en anagramas de colores. Cuento en el mar la tranquilidad de los miedos, dibujo en rostros frente al espejo las incógnitas de la profesión; los latidos mi corazón pueda que se mezclen con el sistema nervioso de mis hojas secas.

Me encamino ahora en dudas que llegan con los días, cielos despejados y caminos abiertos, gotas de lluvia que acongojan decisiones. Un nuevo rumbo se asoma con las mismas fibras de los caminos anteriores, quizás como consecuencia o como documento de continuidad, quizás como monumentos al esfuerzo o tal vez como regale de la filantropía.

Escribir canciones, hacer ejercicio, tocar el piano, besar la vida, abrazar a los no mencionados, regalarme en un duelo de oraciones, gritar en el susurro, escribirle al pecado, rezarle a los exiliados, pensar en esos asuntos pendientes o comenzar a declarar planes secretos en diarios sin lectores.

Orgulloso de éxitos cumplidos y comprometido con las metas de la vida ahora encierro en acciones los métodos de consumo, regar por todos lados semillas de incertidumbre, ahondar en la duda con la misma curiosidad con que se cuestiona, ser ausente cuando no se es, dar libertad a sonrisas guardadas, frenar impulsos y festejar detalles sencillos.

Guardar las expectativas con la misma seguridad de la infancia, atravesar complejos destinos con la calma como escudo y desgastarnos en estaciones pasajeras.

Vivir, corregir cartas, enmarcar recuerdos, pasear por roma o dormir en Machu-Pichu, recorrer Salta y beber vino en Valparaiso, cenar en la candelaria, beber en la Aconcagua, inclusive volver a Potosí a rememorar la Plata.

Sea cual sea el camino, es azul, tenue, lento, pasajero, de transición.

AV

14 de octubre de 2009

Yolanda



Nuevamente Mil Gracias a la Palabracaidista por este banco de imágenes.

A un viejo amigo de licores y burlas a la vida se le ocurrió la grandiosa idea nombrar a su moto Yolanda. Su compañera fiel e incondicional le sirvió de testigo en vivencias en su precoz vida de joven de ciudad intermedia, concurrencias junto a otras bellas mujeres y amigos bajo efectos de vergüenza, ajenos a las manecillas del reloj rumoraban en su esquina de encuentros. Aquellas vivencias seguirían intactas en la memoria de Yolanda.

Este curioso recuerdo de mi chamo me sirvió en esta semana de señal para detener mi paso acelerado y mi ahora constante pensar para asimilar los detalles del tiempo y comenzar a palparlos en paredes de ciudad.

Revisando en el disco del pasado descubrí aquellas historias que Juan Felipe nos contaba en las reuniones alcohólicas de la Asociación, algunas en Medellín, otras en Pereira, las infaltables de Bogotá (donde jugaba de local) y las últimas que terminaron siendo en Cali con cita pendiente ahora en Tuluá para “algún día”. Dichas reuniones se centraban más en el valor de la amistad y el placer de abrir nuestros círculos sociales con nuevos personajes al verdadero objetivo de pensar y reflexionar sobre la participación estudiantil de los futuros comunicadores sociales que las universidades formaban para entonces.

El recuerdo se asentó como señal de tránsito: inamovible, insensible, invisible. Este momento nostálgico apareció con la costumbre de darle carne y hueso a los días previos a un nuevo año.

Particularmente el caso de “Yolanda” me llamó la atención en relación a nuestra fuerte costumbre de darle nombre e identidad a las cosas que nos pertenecen, lo más curioso de este asunto es la forma como omitimos darle nombre a nuestro tiempo, a nuestros días, nos basta solo con aquellas menciones que el calendario le da a los días, pero para nuestra existencia el día o el momento no tiene nombre. De igual modo omitimos darle nombre a nuestras acciones, bien aun sí disfrutamos darle nombre a nuestros seres queridos con seudónimos (apodos), a nuestras mascotas, a nuestras relaciones sociales e inclusive a nuestras metas.

Esa manera de proyectarnos con nombre pero sin pertenencia en la inmediatez caló fuerte en el imaginario de querer tenerlo todo, querer resinificarnos con pasos del pasado y no con acciones del presente.

Al igual que mi compadre, asumo el imaginario de Yolanda como su manera de dar vida a lo que para su momento era su objeto más útil, preciado y visible. Hoy por hoy Yolanda no existe y las reuniones ya no se efectúan desde pasados los días del año 2003.

Siempre están vigentes las promesas de “salir a alguna parte” a tomar y charlar, pero pensando en esas promesas vigentes se ha preferido olvidar las otras promesas vigentes, las que no son del ayer, las promesas que en el día a día sembramos en el saludo, en los amigos de pasillos, las amistades de tránsito, los hermanos de la calle, la memoria de vivir acompañado.

Constantemente comenzamos a sufrir del mal macondiano que en manos José Arcadio Buendía se limitó en sellar todo con un fuerte letrero que nos recordara “Qué es, Para Qué Sirve y Cómo se utiliza” sin preocuparnos realmente por el otro mal que tanto daño hizo a Florentino Ariza, el mal de vivir estancados en un recuerdo imaginado.

Darle nombre a las cosas, luchar entre olvidar y recordar, asegurarnos en ciclos de amigos y aprender a leernos en el día a día. Hasta hoy, sigo pensando en algunos recuerdos que siguen vigentes como señales de tránsito, mientras otros se desvanecen como murales corroídos por el tiempo.

¿Cuál será nuestra siguiente reunión?

AV


13 de octubre de 2009

Cada cosa en su lugar


Nuevamente Mil Gracias a la Palabracaidista por este banco de imágenes.

Vaya que me he convertido en escritor de vocación pero no de oficio, es como el deportista que gusta de jugar pero no de practicar, o del dietista que gusta de postres. Meses de pensar y reflexionar sobre cada uno de los pasos que se deben dar en ese eterno y constante proceso de crecimiento personal, quizás de madurez…

De las lecciones a aprehender en el diario vivir está por encima de la paciencia, la confianza. No precisamente confiar en uno mismo o en la pareja, sino, confiar en las oportunidades, aprender a confiar en las decisiones tomadas y ser consecuente con los resultados obtenidos. Pasos de gigante que otros admiran puede ser simplemente grandes saltos de una tarde de juegos, pero nada serio en relación a los compromisos profesionales o personales.

Querer divagar, escuchar música, cantar, bailar, correr, dejar de pensar por un instante y comenzar a suspirar hacia adentro, dibujar casas en los cielos y raspar hielo en la calle. Disfrutar del deber cumplido, no dejarse afectar por aquellas tareas aplazadas que comienzan a pesar en el lomo con el transcurso de los días.

No permitirnos que el calendario se convierta en un sello de tinta que corroe el sudor, sin siquiera intentarlo es a veces que escribimos por escribir, redactamos ausencias tratando de interpretar canciones que quizás jamás debieron ser escuchadas.

Tocar el piano, pensar en el amor como un modo de vida, desahogarse con el dolor, huirle al oficio, ser casero y dormir mas horas al día, querer ofrecer oportunidades donde nadie sueña, construir hogares en papeles de regalo, mentar oraciones de tiempos vividos y traerlas a este mundo.

Quizás sea la oportunidad para viajar, para vernos en esos amores que tanta vitamina le dan al cuerpo, enseñarle a los amigos el camino de la tolerancia, de la confianza, de las bellas pinturas de un cielo colectivo, amar lo que nos pertenece, intentar escribir, redactarnos en murales.

Cada vino en su copa, cada libro con su lector, cada calle con su lluvia, cada cena con su hogar, cada suspiro con nombre propio, cada cuento con su lector, cada ángel con su infierno, cada amigo con su familia.

Cada cosa en su lugar.

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Desde ya quiero enviarle muchos abrazos llenos de buena vida a mi amigo el Batichico en su cumpleaños Vol. 27.
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