21 de octubre de 2009

La Huella de los Ciclos


Self Portrait with Grey Cat
2003
Acrylic on canvas
80 x 68 inches
Collection of the Estate of Fritz Scholder

La fuerza del agua no da espera a la violencia del tiempo, solo sigue su curso aguantando las quejas de otros, antepone los argumentos en pretextos, como si nada ocurriese se toma un suspiro y da nuevas rutas al camino, deja guiar a los pasajeros de otro tren en su caudal; el Fuego no asume responsabilidad, solo festeja y rechaza, ignora y agrede. Ambos sin importar su necesidad o su fatiga gustan del viento en contra corriente, les da vida y les ayuda a permanecer en esa esquizofrénica necesidad de dejar huella: Las huellas del agua son más profundas pero las del fuego mucho más extensas, las huellas del hombre son borradas por ambas.

Son cambios que se asoman por la ventana esperando llegar alguna parte, palabras que se refieren a emociones propias de una edad transicional, sueños que se quedan.

El proceso de tomar decisiones se relevó pasados unos días el vigésimo sexto aniversario de aquellas noches, tiempo necesario para caer en la cuenta de todo aquello que se ha comentado en el tiempo y en el espacio, tiempo de análisis de cada cruzada libre sin temores y sin rencores, sólo cicatrices.

Ciclos que retornan pero de diferente matiz, de tiempos que se anhelaban en otros zaguanes y se escabullían sobre escalones de madera, de compromisos de viaje y reconciliación con el nombre que se construye. Ha sido inestable poder entender cada decisión, visualizar los golpes de cada peldaño en un recuento de historias, en un diario vivir. Preparándonos para volver a comenzar dimos nombres a nuestras pertenencias, regalamos a las sombras pasajeras sonrisas con tal de huir a la responsabilidad de amar, ocultarnos en cuerpos frágiles, madrugar al olvido por medio de relevos, sentar experiencia en frascos vacíos.

Los ciclos al igual que el viento vienen de lo más profundo de la sensatez sabiendo cuando comenzar y de qué manera dar fin, inclusive son esos ciclos anacrónicos los que permiten darle coherencia a la existencia. De manera aleatoria o diacrónica todo se concluye en un fluir espontáneo de locura y tristeza. Tristeza por lo que se termina, locura por las revoluciones, y aquella espontaneidad que se da el lujo de administrar nuestro suelo.

Si los sueños dejasen huellas no serían precisamente visibles como las del fuego y el agua, por el contrario se cargarían en la memoria con un símil de calor y ardor, de frío y presión; como la música las razones se acomodan en notas y acordes pero los fines se estimulan en memorias, se da vida a huellas pasajeras y pasos prestados, se endeuda la prisa del tiempo con la invisibilidad de cada ciclo, lo intangible de la memoria se corea con la voz.

Sin temores y sin rencores cada cruzada se libera en razones y espacios, el tiempo aun con sus cicatrices comienza por asumir la responsabilidad del vientre, se administra y se reordena el miedo, se explica la fantasía y se encintan los fantasmas. Aquellos pasos con melodía seguirán la cruzada de la locura, se renovaran las noches en un nuevo aniversario y se retomará el ejercicio de tomar decisiones.

Al final como si nada ocurriese se toma un suspiro y se dan nuevas rutas al camino.

AV

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