Imagen Tomada de: https://img0.etsystatic.com/015/0/7881387/il_340x270.457950476_ienv.jpg
Lo conocí por twitter, una vaina rara en la
que me metí un día y en la que pronto algunos empezaron a festejar todas mis
guachadas. Armando era (y aún es) de ese combo selecto que se divertía con mis
ocurrencias y mis historias médicas sorprendentes.
Cualquier día, interactuamos y armamos
recocha, es lo divertido de una red social donde somos distantes pero de una u
otra forma, cercanos. Conté con la suerte de compartir el gusto musical por
Arjona (lo sé, eso no es de personas normales) y coincidimos en una ocasión en
Bogotá, un día cualquiera, no planeado, tan casual fue que me encontraba
pasando una tusa asquerosa, de esas que no te dan ganas de hacer ni mierda,
solo acostarte a dormir y esperar a que el tiempo pase y sane todo el dolor…
Aun así, no se rindió ante mi negativa de
salir, me dijo que nos viéramos, que me animara un rato y accedí no sin antes
pensar fatalmente: “¿Y si es un asesino en serie?” “¿Y si me termina haciendo pedazos y
zampándome en una bolsa negra?” cosa que luego descarté porque para picar todo
este cuerpo de 85 kilos se necesita mucho trabajo y esfuerzo y no creí que
nadie se pusiera en ese plan tan jarto. Luego
de ese mundo de reflexiones traídas de los pelos, me embarqué en el taxi y
luego de dar muchas vueltas, de que el taxista dijera que no encontraba la
dirección para clavarme con el taxímetro, llegué al bar.
Gato, no tienes idea de cuánto agradezco
haberte visto esa noche, no hablamos nada de servicio, no cambiamos el mundo,
pero me hiciste reír y en esos momentos créeme que lo necesitaba.
Luego de ese encuentro, vinieron muchos más,
recuerdo la vez que nos fuimos para Theatron a buscar lo que no se nos había
perdido y cuando entramos todos buscamos por todos lados y Armando no aparecía,
lo primero que creí fue que se había
metido a vagabundear con alguien en el baño porque para remate estaba
convencida de que era gay (después me dijo que no y me sentí como un culo, en
especial porque el maricómetro me había fallado). Lo llamé al celular y así,
con esa frescura que lo caracterizaba dijo que en la entrada le querían
decomisar una caja de tabacos y que prefirió devolverse para su casa, nos dejó
botados el muy infeliz pero creo que yo hubiese hecho lo mismo en su lugar.
Ya han pasado 2 años desde esa vez y aunque
nuestros encuentros no han sido numerosos tengo la fortuna y la certeza de que
puedo contar con él, con su apoyo, con su comprensión, no somos perfectos y
quizá no seamos los más sociables pero en eso radica nuestra amistad: en estar
“a pesar de…” y sin importar qué.
Hoy, cuando tengo la oportunidad de escribir
sobre Armando, a quien siempre he preferido decirle Gato, me siento honrada de
hacer parte de este proyecto tan especial, de ser parte de sus 31 personas
favoritas, estoy convencida de que si esa noche hubiera preferido no
arriesgarme a conocer a alguien de quien no sabía absolutamente nada, a quien
no había visto jamás, cuya cara era un misterio para mí, me hubiera perdido de
mucho.
Siempre creí que tener amigos era sencillo, en
especial cuando se comparten afinidades y a veces hasta odios en común, pero no
es así, va más allá de eso porque hoy puedo afirmar que quienes hoy se
consideran mis amigos me aman más por mis defectos y errores que por lo bueno
que puedo tener, que me aceptan con amor y que aunque no todo es color de rosa
estoy segura y protegida.
Eso me pasa contigo, mi gato querido, te conozco poco
pero te quiero por ser tú, extraño, huraño, despistado, soñador y ¿Por qué no?
Con cara de asesino en serie.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario