31 de octubre de 2014

Clara Barrios [La Vaca Madrina]: Correr el Riesgo




Lo conocí por twitter, una vaina rara en la que me metí un día y en la que pronto algunos empezaron a festejar todas mis guachadas. Armando era (y aún es) de ese combo selecto que se divertía con mis ocurrencias y mis historias médicas sorprendentes.

Cualquier día, interactuamos y armamos recocha, es lo divertido de una red social donde somos distantes pero de una u otra forma, cercanos. Conté con la suerte de compartir el gusto musical por Arjona (lo sé, eso no es de personas normales) y coincidimos en una ocasión en Bogotá, un día cualquiera, no planeado, tan casual fue que me encontraba pasando una tusa asquerosa, de esas que no te dan ganas de hacer ni mierda, solo acostarte a dormir y esperar a que el tiempo pase y sane todo el dolor…   

Aun así, no se rindió ante mi negativa de salir, me dijo que nos viéramos, que me animara un rato y accedí no sin antes pensar fatalmente: “¿Y si es un asesino en serie?”  “¿Y si me termina haciendo pedazos y zampándome en una bolsa negra?” cosa que luego descarté porque para picar todo este cuerpo de 85 kilos se necesita mucho trabajo y esfuerzo y no creí que nadie se pusiera en ese plan tan jarto.  Luego de ese mundo de reflexiones traídas de los pelos, me embarqué en el taxi y luego de dar muchas vueltas, de que el taxista dijera que no encontraba la dirección para clavarme con el taxímetro, llegué al bar.

Gato, no tienes idea de cuánto agradezco haberte visto esa noche, no hablamos nada de servicio, no cambiamos el mundo, pero me hiciste reír y en esos momentos créeme que lo necesitaba.

Luego de ese encuentro, vinieron muchos más, recuerdo la vez que nos fuimos para Theatron a buscar lo que no se nos había perdido y cuando entramos todos buscamos por todos lados y Armando no aparecía, lo primero que creí  fue que se había metido a vagabundear con alguien en el baño porque para remate estaba convencida de que era gay (después me dijo que no y me sentí como un culo, en especial porque el maricómetro me había fallado). Lo llamé al celular y así, con esa frescura que lo caracterizaba dijo que en la entrada le querían decomisar una caja de tabacos y que prefirió devolverse para su casa, nos dejó botados el muy infeliz pero creo que yo hubiese hecho lo mismo en su lugar.

Ya han pasado 2 años desde esa vez y aunque nuestros encuentros no han sido numerosos tengo la fortuna y la certeza de que puedo contar con él, con su apoyo, con su comprensión, no somos perfectos y quizá no seamos los más sociables pero en eso radica nuestra amistad: en estar “a pesar de…” y sin importar qué.

Hoy, cuando tengo la oportunidad de escribir sobre Armando, a quien siempre he preferido decirle Gato, me siento honrada de hacer parte de este proyecto tan especial, de ser parte de sus 31 personas favoritas, estoy convencida de que si esa noche hubiera preferido no arriesgarme a conocer a alguien de quien no sabía absolutamente nada, a quien no había visto jamás, cuya cara era un misterio para mí, me hubiera perdido de mucho.


Siempre creí que tener amigos era sencillo, en especial cuando se comparten afinidades y a veces hasta odios en común, pero no es así, va más allá de eso porque hoy puedo afirmar que quienes hoy se consideran mis amigos me aman más por mis defectos y errores que por lo bueno que puedo tener, que me aceptan con amor y que aunque no todo es color de rosa estoy segura y protegida. 

Eso me pasa contigo, mi gato querido, te conozco poco pero te quiero por ser tú, extraño, huraño, despistado, soñador y ¿Por qué no? Con cara de asesino en serie.

No hay comentarios.: