25 de abril de 2015

Primer Día.




Todos tenemos un primer día para cada cosa, no es igual que la primera vez pero se llena de más emoción porque se prepara la ansiedad desde noches previas. Un primer día para viajar o salir a conocer algún lugar especial, un primer día para salir de casa y enfrentarnos a otro mundo como lo es la escuela o la oficina. Un primer día para descansar.

Nos abrigamos en la esperanza de una idea nueva, vamos paso a paso avanzando en nuestros ideales, de nuestras convicciones y prejuicios, realizamos todo un plan de cómo llegar y cómo actuar, imaginamos que tanto nos podría ocurrir, si conoceremos a alguien especial o si nos quedaremos solos. Nos reflejamos en esa expectativa del primer día que llega, nos dejamos enredar en las ideas, divagamos lentamente sobre nuestra manera de comportarnos, de querer encontrar el actuar correcto, el andar necesario, la vestimenta idónea para la ocasión o por qué no, las mejores palabras para cada conversación, dejarnos vestir por un discurso primaveral.

Ese primer día nos llena de muchas ideas, a todos nos llega un primer día desde el inicio de los tiempos, desde la misma niñez cuando por vez primera nos vamos en una ruta escolar, esperando un lugar para sentarnos y vivir a la expectativa del recorrido, ese primer día de llegar al salón de clases y encontrar en menos de 3 segundos de reflexión ese lugar en el que nos sentiremos cómodos durante la jornada escolar.

Un primer día en el que salimos a nuevos círculos sociales, día en que nos sometemos a la alienación de otros que quieren al igual que uno, hacer de su primer día una jornada única, especial, perfecta.

Nos encontramos un primer día en el que dudamos de nuestras capacidades y nuestras intenciones, perdemos un poco de confianza, pero solo al inicio, porque luego retomamos nuestras maestras artes y damos de nosotros lo mejor en cada acto. Es un primer día porque sencillamente una primera vez puede ser un ejercicio de horas o minutos, el día por su parte, es un mundo entero para conocer, navegar en sus horas y sus espacios, dejarnos recorrer por la ansiedad de pies a cabeza, llevarnos a un lado de otros, dejarnos asombrar por el discurso de los personajes que van apareciendo en las calles, en las habitaciones, en los mensajes, en los imaginarios de quienes nos hablan, aprender a entender que somos ahora parte de algo que por ser este, el primer día, nos puede llevar a sentirnos ajenos, díscolos, torpes, enfadados y por qué no, obtusos.

Un primer día es también una oportunidad para comenzar de nuevo en aquello que damos por sentado, es darnos ese respiro que un nuevo empleo o un nuevo lugar de hábitat nos pueda traer, es dejarnos comprender que somos seres pensantes y llenos de vida, de emociones y muchas motivaciones, que nos dejamos acelerar en el afán de las dificultades, nos suponemos únicos y es esa unicidad la que hace que nuestro primer día nos ponga a prueba la capacidad asertiva de persona que podamos ser.

Teñirnos en las palabras de una asesoría, de un recorrido dónde se nos dan las explicaciones de una nueva función, de un empleo nuevo o una nueva asignación, igual caso para ese día porque bien podemos no entendernos en el qué hacer y pasar el día con el asombro de un nuevo lugar o, por el contrario encerrarnos en las labores de ese nuevo qué hacer a tal punto que no logramos realmente asumir o comprender el lugar en el que nos hemos inmiscuido.

Un primer día nos lleva de una rutina a otra, nos saca de una actividad familiar a familiarizarnos con esporádicas salidas, con suspiros llenos de nombres y apellidos. Porque el primer día de los enamorados es único y especial, se planea todo, se piensa cada detalle y se programa cada actividad para que todo luzca perfecto y lleno de amor, a otros quizás más nerviosos ese primer día se les permite vivir solo con el deseo de ver a la persona de la cual se han enamorado o, por qué no, se quieren enamorar. 
Porque ese primer día es el que vale las ganas y los antojos, vale ceder y querer depender, vale salir y escapar en ideas que al otro día puedan sonar absurdas o aburridas, porque se vale soñar en ese primer día, se tiene licencia para obrar de buena fe pero con torpeza. Es el primer día en que se da espacio para expresar eso que de algún modo en cartas, blogs, reflexiones y suspiros hemos mentado de esa figura que anhelamos. 
Es el primer día donde los enamorados juegan al amor, se permiten conocerse de un modo tierno y especial porque al segundo día ya llegan las ideas a hacer su aporte, el deseo pasa a ser real, el destino deja de ser melancolía.

También hay un primer día para los aburridos, porque así como la escuela, el trabajo o el amor, los aburridos encuentran en ese primer día el reto de aprender a vivir consigo mismos, porque conocernos como nos conocemos nos toma toda la vida, para algunos es una tarea que queda inconclusa, para otros es un dogma en el que nos llenamos de alimentos especiales y silencios espirituales con tal de aprehender de nosotros lo que mejor tengamos, es reflexionar en la constancia de las cosas, diatribar en esos días que ya fueron para encontrar los que queremos que sean.

Es esa doble calzada que se cruza en los caminos: Hallamos por una parte ese camino donde todos los días son el primer día porque se ha decidido vivir a conciencia y entregados a una fe que nos guía a alguna parte. De otro lado, otro camino nos expone esas emociones fuertes que nos identifican incitándonos a reaccionar, para bien o para mal pensándose más como un último día que realmente en un primero, tal vez sea pues, porque para aquellos el primer día es el que sigue mañana, imaginando un mañana que nunca llega porque se estancan en el aquí y en el ahora. Es atrevernos como gitanos en una escuela propia de la vida.

Debemos ser cautelosos, porque al hablar de un primer día nos aferramos a la idea de que va a existir un segundo y un tercer día, muchos días más, cada día le damos su significado y hasta un lugar en el almanaque, eso está bien, felicitaciones. No podemos dejarnos invadir la idea que cada día hay que vivirlo como el último, porque entonces ¿de qué valió cada suspiro, cada pensamiento, cada momento que nos llevó a esta primera vez? Es mejor vivir cada día como el primero, porque en el primer día se construye, se sueña, se llena de esperanza una idea hasta florecer en un proyecto de vida, en una meta personal.

Inclusive para perdernos en el fracaso hay un primer día, pero no debemos quedarnos en ese día eterno cual espiral de la marmota, es mejor, sentarnos a vivir ese día hasta identificar lo que realmente nos podría dar el día siguiente, querer cambiar las cosas y acomodarlas a nuestro modo, a nuestras cuentas.

En esta oportunidad es el primer día para mi amiga y confidente doña @mary_magnum , a quien dedico este pequeño pedazo de día, porque es su primer día en una nueva etapa como dicen las tarjetas de regalo. 
Un camino que ha iniciado y que desde hace tiempo venía delineando más con ansiedad que con frescura. Pues bien, ahora estamos acá, es el primer día, bien pueda y comienza a volar. 

Un primer día para estudiar.


AV

24 de abril de 2015

Cuando es difícil entender.





Todo comenzó con un simple trino, parecía en orden las cosas y como siempre mi disposición para el asunto daba para más quejas que historias que contar. Las historias de salas de urgencia nunca son buenas, nos ponen a reflexionar y nos llevan en lo alto de las emociones a buscar nuestro lugar en el mundo, nos ubican en un taciturno ejercicio de reflexión sobre lo débil que es la condición humana, sobre lo nula que puede ser nuestra existencia en un mundo tan lleno de verdades y preguntas que poco o mucho le han aportado a la ciencia, carecemos pues, de esa ciencia.

Una sala de urgencias lleva consigo siempre ese espacio de inquietud y nerviosismo, donde nos dejamos llevamos por las emociones y comprometemos nuestra tranquilidad con detalles tan ínfimos como lo pueden llegar a ser una sala de espera, o que lo primero que uno haga es hacer fila en la “Caja” y no con el médico. Se termina cuestionando fuertemente el sistema de salud, pero en ocasiones recuerdo también aquel tema de los colados del que hablaba ahora recién y comienzo a entender que quizás, por nuestra propia naturaleza, también haya uno que otro astuto que se las pase de listo y se retire del lugar sin pagar, triste pero real.

Me ubicaron en otra sala y dimos espera a que comenzara lo que llamo, la mini procesión. Me pasearon por cuanto pasillo tiene el recinto hasta llegar a otra sala donde me esperaba un apuesto caballero que me tomó par radiografías del torax, no imaginan el miedo y la reflexión tan profunda que disparé en ese instante (y en el de espera de los resultados), quizás por mi condición de fumador activo y empedernido pues a la final todos los caminos nos llevan a la otra vida pero es ese trayecto el que debemos de mejorar (me digo a mí mismo a propósito de mis vicios y manías).

Imposible olvidar en aquel entonces año 2008 las palabras de dejar de lado el dulce, a la final no terminó siendo un ejercicio difícil y hoy día disfruto de mi rutina con menos azúcar que lo acostumbrado años atrás.

A lo largo de la jornada pasamos por exámenes varios, y en todo el trayecto del centro médico observaba madres preocupadas por la salud de sus hijos, niños que no sobrepasaban los 2 años de edad, algunos más mayorcitos bordeaban los 6 o 7 años de edad, a la final, todos inocentes, menores, débiles, a la expectativa de la ciencia, a la bondad de las deidades, a la fe de su madre. 
Fue difícil para mi entender que somos seres frágiles y es que claro, al considerarme un hombre de ciencia caigo en el frecuente error de olvidar lo tan humana que en ocasiones es la ciencia misma, pues el éxito de uno u otro método requiere más de compromiso humano que de metodología, olvidamos que en la sensatez del criterio humano es donde se halla la verdadera esencia de los sabios, los mejor instrumentos deben ser pues, administrados por las mejores manos, ser comprensivos con ese oficio que se llama vida.

Amplia fue mi visión de las cosas en la jornada de la tarde, suficientes lugares y métodos observé en carteles y señalética, pero siempre terminaba en lo mismo, niños y niños por doquier, el llanto de cada menor retumbaba en cada sala de espera, en cada laboratorio de muestras había alguno que con su dolor o desespero veía en el llanto un camino firme para expresar su malestar, yo solo observaba.

Pensarnos la fragilidad de la vida es un asunto más filosófico que de dogma, a la final siempre terminamos siendo artesanos de nuestra propia historia, somos gestores de nuestras creencias y nuestras falencias, vemos perder a algunos y a otros luchar hasta el cansancio, este tipo de escenarios son los propicios para esas batallas, pero lo que no es sensato es nuestro lugar en la memoria de la vida, en los pasillos de cada centro médico como si fuéramos un ángel llamando a lista en un pabellón de enfermos.

Es sensible el tema, porque con los niños no tolero nada. No soy amigo de la violencia en ninguna de sus manifestaciones, no tolero el abuso en ninguna de sus posibles formas y claro, no pretendo ser espectador del sufrimiento de otros si en mis manos está evitarlo o servirle de ayuda ahora bien, no podemos ser (aunque sea nuestro deseo) salvadores de otros, es doloroso el tema con los menores porque en ellos es que veo la esperanza de cambiar muchas cosas que no me agradan de esta realidad, es en ellos donde encuentro esa paz que da la inocencia, el querer natural, el amor por lo sencillo, por la igualdad de las noches.

Es sensible el tema porque esta semana se nos fue otro ser de vida al otro lado de la llanura, a una finca donde viven todos los perros y gatos que se desaparecen de los hogares. Es sensible el tema porque en ellos veo esa posibilidad de creer en lo que de algún modo, ya me cuesta trabajo creer, eso que ya no me sale de manera natural.

Es sensible el tema, porque vemos allí muchas historias por contarse, muchos muros que se van construyendo con el paso de los años, que se van anidando en emociones y canciones, muchos jóvenes pensadores que cuestionarán cada error de nuestra presente generación, muchos herederos de estos, nuestros errores.

Mi total admiración para los médicos / pediatras, admiración porque son ellos con el mayor cariño del mundo y la mejor de las sonrisas los que deben de atender a cada menor que con su llanto busca refugio en algo que le calme el dolor. Admiración porque son estos personajes los que con una pícara mirada deben de lograr llegar al corazón de cada niño que sufre, darle la paz que su medicina o métodos le permitan, darle vida a algo tan frágil como lo es la vida misma, darle la mejor de las atenciones a quien todavía no sabe de servicio al cliente.

Mi recorrido terminó con buen informe, si bien no tengo ninguna de esas virosis de moda si debo de cuidarme más y ser más atento a las costumbres y modo de vida, pero allí, en el fondo solo me quedan las reflexiones a propósito de cada menor y cada madre que carga en sus brazos el desespero de una vela que es azotada por fuertes brisas, de una luz que quiere apagarse pero que no podemos dejar que se vaya.

En definitiva, es más fácil pasar el Niágara en Bicicleta que entender.

AV



23 de abril de 2015

Cuando la Memoria es como es.




En los recuerdos habitan las mejor imágenes, las sensaciones más bonitas de cada día, de cada encuentro. Habitamos allí un mundo lleno de personajes que nos han alimentado el alma con sus enseñanzas, palabras de aliento, con el cariño eterno que le damos a las buenas palabras.

En los recuerdos habitan las mejores canciones del mundo, las favoritas de cada tiempo, los colores más vivos de cada amanecer y las mejores sonrisas producto de largas conversaciones o grandes encuentros sociales. Almacenamos en los recuerdos gran cantidad de información, los exhibimos en anécdotas y hasta en rústicos comentarios de cafetería, nos engalanamos con una carcajada o por qué no, en una lágrima que nos transporta a esa dolorosa sensación del momento vivido. Cercarnos en lo inverosímil de las experiencias y dar a la memoria, esos recuerdos llenos de vida, de emociones, de canciones y reuniones, de una patria viva que se llena de esperanzas y de soledad, de partidas que se nos van acumulando como un gran caudal de lágrimas e improperios, o de satisfacciones y aprendizajes.

En ocasiones somos presa del afán, valoramos tan poco el tiempo que se nos brinda en esta vida que comenzamos a acusar al mismo de ingrato, de darnos tan poco con tan mucho que necesitamos, nos esforzamos en trasnochar o madrugar, igual da el esfuerzo de querer extender las horas del día para continuar con las labores al pendiente. Nos sometemos a jornadas en las que estructuramos cada pensamiento en una acción, en un deber, en una tarea, no nos convencemos de lo bonito que es trabajar en eso que tanto amamos y allí, descubrir que tenemos todo el tiempo del mundo para ser felices, ajustarnos a una realidad merecedora de convertirse en un bonito recuerdo, en una experiencia digna de contar.

Imaginemos por un instante que estamos caminando por un desierto, nos sentimos desorientados, sedientos, con desespero, con ese vacío en el cuerpo que nos dice que estamos más lejos de casa de lo que inicialmente podríamos creer. Imaginemos que van apareciendo poco a poco reflejos, personajes de cada etapa de nuestra vida, con ellos, las canciones que les debemos, las historias que alguna vez olvidamos se van construyendo sobre sí mismas, nos vamos aclarando con el calor, ya no son reflejos sino, las personas  mismas las que caminan hacia nosotros, no discuten ni se afanan por llegar antes, solo están allí, atentas, caminando a pesar de que nunca las podremos saluda o tocar ¿por qué?, porque estamos en un desierto imaginando todo esto, al caso, nada de lo anterior es real, pero es bonito poder permitirnos ese lujo de recordar, de llamar a los que ya no están.

Tomarnos de la mano con la persona que queremos, pero qué error tan grave es el que cometemos cuando pensamos en nuestra pareja al mentar dicha frase, ¿es pues acaso que la persona que queremos no es nuestro padre o nuestra madre? ¿Es pues necesario acudir a las relaciones de pareja para allanar la felicidad? Soy feliz con la persona que me acompaña en el camino, el amor bonito que tengo y que me desafía cada día a ser mejor. Soy feliz con la familia que tengo, porque mi padre es el hombre más tierno y bello que conozco, mi madre, con su carácter fuerte es la persona más persistente, perspicaz y amable que conozco, sus virtudes son quizás la base de esta intransigente manera de ser que llevo en los zapatos, son tal vez, esa base que me ha dado la ternura para abrazar al mundo y la frialdad para darle la espalda, ser cóncavo y convexo en un presente donde los problemas y los dolores se fraguan tras sonrisas y bellas  conversaciones.

Permitirnos construir recuerdos, permitirnos vivir los tiempos necesarios para darle a la vida otro poco de amor, otra cesta de frutas y salir a darle la vuelta al parque, sentarnos en el prado y como un pic nic, compartir de la mejor manera el amor que tenemos, los miedos, los dolores, las sonrisas, dejarnos llevar por el amor bonito, dejarnos construir por la vida misma, ser testigos de nuevas historias para contar.

Nunca se trata de volver a empezar porque sencillamente no somos máquinas que se puedan reiniciar, o un sistema que se pueda sabotear, somos humanos, jodidamente humanos. Somos seres dependientes, nos gusta convivir con nuestros pares, defendernos de lo que nos desagrada, somos nómadas y buscamos refugio y comodidad constantemente.
He aprendido a darle comodidad a lo que se nos va presentando en el camino, porque definir los recuerdos es definirnos como presente, definir lo que queremos para nuestra felicidad es pues, definirnos como futuro.

Nos cuesta decir adiós, más doloroso aún es decir adiós a quien ya se fue, donde no hay manera de reintentar la despedida, donde no hay palabras o actos que puedan darnos la tranquilidad de que el círculo se cerró, solo ese vacío que la soledad va cubriendo con nostalgia, como si la melancolía se convirtiera en una espesa masa de llanto y mucosidad. Llevarnos lo mejor de cada persona en nuestro corazón es vivir dos veces, liberarnos del yugo de la ingratitud y ser sonrientes a cada ausencia, permitirnos reinventar las excusas para vernos con alguien, para salir a diatribar en una esquina y sentados en el andén, un domingo en horas de la noche, recordar los bellos atardeceres, de esos tiempos de las hojas secas y los cultivos de algodón de colores.

Nos cuesta reprimir recuerdos, no son una materia que se pueda encerrar en un frasco o en un baúl, no nos podemos escapar de ellos como lo hacemos constantemente con las tareas o con las efímeras frases de las disculpas. Nos esperanzamos en que el tiempo borrará todo, que nos dejaremos caer por las escaleras y al llegar abajo todo será diferente. ¡Qué equivocados estamos!, hemos fracasado como sociedad desde el momento mismo en que dejamos fundir nuestros valores por otros “satisfactores”, porque somos expertos en hablar de necesidades y problemas, a la final nos damos cuenta que el hedonismo es lo que nos une como especie, que vamos validando satisfactores de otras vidas y no de lo que realmente importa.

Llenarnos de felicidad hasta caer, ser presa del encanto de cada persona que conocemos en el andar, porque si algo debemos de hacer día a día, es someternos a la cotidianidad y darnos ese placer humano de poder conocer personas a diario, darnos esa elástica manera de poder continuar y ser amigos de cada quien, ser flexibles a los imaginarios y derrumbar estereotipos, darnos un hogar en el corazón de todos, identificar al amigo del conocido, separarnos de las malas intenciones y alejarnos de aquellos que solo encuentran excusas y quejas a cada situación.

Llenarnos los días de nuevos recuerdos.

AV

// Para los que ya no están: Solo Recuerdos y Buenas Canciones //



22 de abril de 2015

Cuando no es como debería ser.





Cuando no es como debería ser,

       porque las cosas ocurren en su momento y a su manera, le importa cinco si tienes o das, si perteneces o eres foráneo, si el camino es largo o si el trayecto ha dado experiencia. Que si venimos a conversar sobre lo de siempre o si disfrazamos los problemas de conversaciones sin sentido y llenas de banalidades.

La vida es un suspiro que no nos deja reaccionar. 

Nos cobra cada paso que damos en falso, nos disgustan sus decisiones, pero a la final terminamos por aceptarlas, porque nos duele vivir, pero nos duele más saber que otros no lo pueden hacer a nuestro modo, o al modo del que desean, porque vivir es para los valientes, porque nos damos importancia cuando los caprichos no son suficientes, porque queremos darle sentido a todo y en ocasiones, las piedras solo son piedras, nada  más allá de eso, a pesar de los mil y un significados que queramos encontrarle.

Quizás las ocupaciones como he reiterado muchas veces en este blog me alejan de una bonita costumbre que ha dejado de ser costumbre, no reniego por las ausencias aunque no miento cuando siento que hay mucho por contar pero que de algún modo se me permite silenciar así, sin nada más. Pero me lleno de frustraciones y reproches con nuestros hermanos ciudadanos, me lleno de especulaciones y malas palabras, porque no tolero ese comportamiento de abuso y desconsideración que hay en la sociedad, en las ciudades que ya no se comportan como ciudades.

Ya se han publicado recalcitrantes escritos en variados blogs y post de Facebook donde se cuestiona la miseria humana y su estúpida idea de saltarse las normas, esa cuestionable actitud de encontrarle atajo a todos los caminos y premiarse a sí mismos como genios, porque los demás siguen caminando por el llano sendero del “deber ser”.

Podría creer que nos encontramos con las consecuencias de una generación que prestó la suficiente atención a sus hijos por estar pendientes de la crisis económica de entonces, nos atamos ante las inoportunas conductas de una generación de fulanos que no conocieron los pormenores de una indignación nacional, que no supieron lo que era faltar el respeto en la calle corriendo el riesgo de morir ejecutado por un fulano más  bravo, o quizás, que estemos ante el atento llamado de una nueva generación que ve en las conductas sociales unas normas obsoletas que han sido replanteadas en códigos de conducta virtual, tratar de llevar la hipocresía del social media al asfalto de ciudades desesperadas, de callejones retratados por el abandono del estado.

¿Será pues que el Estado se quedó maquillándose en los medios de comunicación mientras la ciudadanía encontró en las Social Media una ruta de escape? ¿Será pues que somos nosotros, los bobos, la base de ese equilibrista y malabarista que se ha convertido en nuestro referente social? ¿Somos un país de buffones y arlequines?

No siempre se es como deseamos que se sea, ni ocurren las falacias que re-inventamos en los programas de Tele-Realidad, pero a la final nos terminamos acostumbrando a lo incorrecto, no siendo suficiente nuestra inmune relación con la violencia, traspasamos los códigos al irrespeto de las instituciones morales y culturales. No quiero caer en la censura o en el aplauso de arcaicas creencias, pero sí siento urgente atajar esas actitudes donde ya ni la vida se siente propia, sagrada, única.

Morir atropellados por un bus mientras se intenta “colar” en una estación, algunos, más osados que otros, mueren junto a su ser amado o compañero de clase u oficina. Al otro lado de la calle, otros fulanos se agreden con aquellos que no comparten su manera de laborar: dicho de un modo más nefasto, empleados de empresas de transporte inician persecución a empleados independientes de empresas de transporte aún no reconocidas, a la final, las calles siguen en batalla.

Nos correteamos en comentarios y diatribas con funcionarios que abusan de su cargo o su carnet de contratista  para humillar a otros que quizás, solo querían llegar a casa o hacer su trabajo (en el caso de la fuerza pública) y que a la final terminan igual de señalados que esos que vemos correr por las calles y colarse en la estación de bus por miedo a que nos hagan daño, pero claro, no nos damos cuenta que nuestro silencio es más dañino e hipócrita que los actos de cada fulano que observamos.

Entendemos gracias a las series de televisión de los últimos diez años que más que el amor, lo importante es hacer dinero de la manera más fácil y en el mejor de los casos, rápida posible, que las enfermedades van y vienen porque aquí se vive rápido y se muere joven, que la educación es insuficiente, porque el sistema está fallando y si falla, pues no vale la pena entrar en él.

Que el sistema político hay que reformarlo, porque también tenemos que reformar la constitución y a cada uno de los caprichos que nos surgen en la opinión pública. Que las redes sociales tienen mejores analistas que los medios de comunicación, y que las universidades no son importantes porque al mercado laboral no le interesan los ciudadanos bien preparados.

Podría entrar en muchos detalles y comenzar a realizar un listado de todo lo que se lee y se escucha en esta cotidiana comunidad, pero a la final siempre quedamos con el mismo sin sabor, llegar a casa a comer algo que nos calme la ansiedad de los días y darle de la mejor manera los buenos días al sol de la mañana siguiente, sonreír y beber con premura una taza de café, olvidarnos de lo importante y retomar esa lucha salvaje por querer defender las instituciones culturales y las normas de lo socialmente aceptado.

A propósito, hoy Nathaly (López) se nos fue sin despedirse, a ella, allá en la llanura le mando mis afectos, mis mejores silencios en su honor, porque la juventud también se va con los caprichos de la otra vida.

Porque no siempre es como debería ser.


AV