20 de enero de 2015

Juliana Londoño: ¡Y nos Tomamos la Palabra!



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Fue aquí, en esta ciudad donde las primaveras ya no son tan eternas, donde ese Gato y esta gitana se encontraron por primera vez en un evento para esos soñadores que querían dedicarse por el resto de su vida a escribir, se llamaba “Toma la palabra” y la magia se hizo.

No recuerdo los años exactos desde entonces, lo que sí recuerdo es a un jovencito ansioso por compartir, aprender y tomarse la palabra con ese acento del Valle y un montón de ideas y proyectos por construir. Fueron varios días (y noches) de conocer personas llenas de encanto, en medio de talleres de poesía, teatro, ensayo, de nuevos medios de comunicación, de propuestas de país, de palabras…

Al finalizar las jornadas, las noches bohemias nos presentaban otras facetas desde las diferentes regiones del país, el sabor a vino “Moscatel de pasas”, las calles de Medellín, muchas sonrisas, algunos acordes de guitarra y las letras, nos sirvieron de cómplices para consolidar una amistad que lleva más de una década y que sigue como en ese entonces: latente.

Cada año nos encontramos en espacios similares, el Seminario de Periodismo Juvenil, encuentros literarios y todo lo que se pudiera compartir para reafirmar nuestras inclinaciones profesionales, y en cada uno, las afinidades eran más evidentes, fuimos cómplices de los amores y desamores del otro en esas épocas donde cada momento tomaba tanta relevancia, y aunque la distancia nos alejaba físicamente, sentía que ahí tenía un amigo para siempre (no me equivoqué).

Años después, cuando ya estaba terminando mi carrera como Comunicadora Social y Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, fui invitada a Cali a un evento que organizó muy enérgicamente ese amigo y para mí fue un placer apoyarlo, pero en especial, encontrarlo de nuevo, como siempre. 
Recuerdo un campus muy bonito donde tuve la oportunidad de conocer a los amigos de la Revista El Clavo, tuvimos unas mesas para hablar de paz (de eso hace más de 9 años), soñamos un país distinto… y creo que aún lo soñamos. Compartí historias de un hermoso proyecto en el que participé en Medellín llamado “Voces Ciudadanas” y fue una experiencia de aprendizajes, de compartir y de evidenciar que los jovencitos de años atrás estaban creciendo y ahora eran unos estudiantes pilosos que estaban consolidando sus carreras con mucho éxito.

Don Gato me abrió las puertas de su casa y compartimos además del evento, muchos momentos cargados de sonrisas, salsa, ron, café y sabor… y no era para menos, era mi primera vez en la Sucursal del Cielo.

Conocí a sus amigos que luego se hicieron cercanos, recorrimos la quinta, fuimos a teatro, descubrimos algunos cafés en el Centro de Cali y entre cuento y cuento constatábamos que pasara lo que pasara, la amistad superaría cualquier tiempo y cualquier distancia. No nos vemos desde entonces… y la verdad no ha sido necesario porque el contacto siempre ha estado ahí, ha sido partícipe de mis decisiones más importantes como mi matrimonio, he sido testigo de sus proyectos y me honra saber que sigo siendo una palabra que es tan fácil de usar, pero tan difícil de demostrar: su amiga.

Y hoy estoy aquí… escribiéndole a un hombre apasionado por la literatura y la política, un crítico desde los argumentos, un ser humano sensible y coherente con sus pensamientos y convicciones. Celebrando en la distancia sus 31 años dentro de esas 7 vidas de un Gato al que he conocido en sus diferentes facetas, con el que he compartido gustos musicales, literarios y hasta culinarios.

Los recuerdos salen a bailar con la nostalgia… y yo me vuelvo a tomar la palabra como cuando era una pequeña gitana, en tu honor, Don Gato.


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