2 de enero de 2015

Sin Título.




El de hoy quizás ha sido el día más variado de todos los que llevo en este paraíso americano, caracterizado por la unidad familiar, se ha visto envuelto en bruscos cambios de ambiente y de fuertes reflexiones que aquejan a la memoria, desde los suaves vientos del consumo hasta los enajenados nubarrones del adiós, todo junto a una incomprensible costumbre de querer dar nombre a cada cosa.

Iniciamos la tarde procrastinando con redes sociales para luego finalizar con un breve pero elocuente escrito sobre lo que han sido estos días de inicio de año, escrito que por supuesto pueden encontrar en este su blog de confianza. Para ese entonces, nos deleitamos con una breve pero clásica melodía del pop rock norteamericano  para con ella dar inicio a la escritura y posterior lectura de la jornada, siempre además de la mano de una taza de café (que por cierto, ahora desde un tiempo para acá consumo sin azúcar).

Alrededor de las tres de la tarde salimos con mi tío rumbo a casa de mis abuelos, allí nos encontramos con mi madre y acto seguido salimos a realizar unas diligencias que estaban al pendiente  en la agenda de la familia Salcedo; previo a este suceso, durante el trayecto de la casa de mi Tío a dónde mis abuelos, sostuvimos quizás la conversación más extensa que hemos podido amedrentar en estas ya casi tres semanas que llevo de residencia, iniciamos con un breve análisis de mi parte de la gran posibilidad que hay de que los estadounidenses tengan como próximo presidente de la república a otro Bush -  por favor, no olviden estas afirmaciones que hago y en lo posible recuérdenme dentro de un par de años darles una explicación más a fondo del asunto – seguidas pues, por las interpelaciones de mi tío sobre el tema de las relaciones políticas entre Republicanos y Demócratas. 

Una miopía de carácter Bipartidista tradicional.

Continuamos el análisis con la especulación de una posible contienda electoral entre el pequeño Bush y la gran Hillary Clinton, interesante escenario a decir verdad, acto seguido el tema lo desvió mi tío dando fuertes críticas al mundo conocido por sus desmadres y desastrosos actos en contra del medio ambiente, acusando a unos y otros del fin de los buenos tiempos, pasamos a recordar aquellas tardes soleadas donde el majestuoso río Magdalena en su ribera recibía curiosos niños como nosotros para abrazarnos en su s aguas, para identificar en el presente pues, lo triste que ha cambiado su curso. Toda la reflexión se mutó a la irresponsabilidad del ser humano, a la desastrosa manía de acabar con lo que tiene por privilegiar a unos pocos.

Al iniciar la diligencia, llegamos a un hogar para ancianos a  mi concepto, de dudoso perfil pero para gusto de mis padres y mi tío. Un hogar para adultos mayores, con habitaciones muy sencillas y zonas de esparcimiento muy desagradables para la mente de un niño anciano, pero ante todo me limité a opinar y ser más bien un espectador de tal situación. Una muchacha de origen venezolano, hija de un español y una ecuatoriana nos hizo el recorrido por las instalaciones del Hogar santa Anna (ironías de la nostalgia).

El espacio es agradable y muy aseado, sin embargo no deja de ser para mi concepto un Hospital y si me lo preguntan, lo que menos quiero para mis abuelos es que vivan sus últimos días en una clínica, independientemente de los lujos que acuse tener, no soy partidario de tal establecimiento, sin embargo ante tal discusión mi rol fue mejor como espectador y ajeno a la voluntad de mi madre y mi tío, pero ya imaginarán ustedes el torrente de ideas y excusas que circulaban por mi mente, pasando de la sencillez de una tarde soleada en la Florida, al existencialista ejercicio de un hijo único que comienza a pensar en la tercera edad de sus padres.
Intenso.

Salimos del recinto y retomamos la avenida Sw 117, la discusiones entre mi madre y mi tío sobre los pros y contra del lugar, además de las consideraciones sobre el precio a pagar en caso de acordar contrato alguno llevaron el tema por un largo tiempo, casi, sobre el trayecto completo. Llegamos a un cementerio, un lugar muy bello cerca a la reconocida calle 8 de Miami, en el también reconocido sector de Kendall.

Fueron muchas las fotografías que tomé al camposanto en mención, a pesar de ser un lugar de reposo para los que ya se fueron, es en su igual condición un lugar de silencio y mucha paz, caminamos buscando el “lote” que mi tío compró tiempo atrás para residir allí a mis abuelos el día que sea la hora, en el paso a paso observaba cada mausoleo y tumba exhibida en una inmensa zona verde, mis pensamientos pasaban ahora de la tercera edad a la última hora, esas pequeñas reacciones que sólo un hijo único como yo puede acechar.

Pensar en la última hora y dejarla pasar como un mal momento o, pensar en la última hora y comenzar a poner en tinta y papel los planes de acción para cuando ese suceso ocurra.

Actuar.

Finalizado el ejercicio de contrición, retomamos camino y fuimos a una exclusiva Librería del sector, al entrar, fui recibido por una promoción de libros de ciencia ficción y afines, ya entrado en gastos, me sumergí góndola tras góndola, de fondo sonaba esta canción.

Después de realizar un par de compras para mi gusto personal, entramos al almacén de al lado, el reconocido Best Buy para realizar de mi parte la pesquisa sobre mi urgido Disco duro externo pues si no lo saben amigos míos, el que tengo ya sobrepasó su cupo, es tiempo de cambiarlo, lamentablemente no pudimos realizar tal fin pues su precio excedía mi presupuesto y el apoyo económico de mi madre no estaba para estas compras, suceso que originó de allí hasta nuestro próximo punto de llegada todo un análisis sobre el precio del dólar, su influencia en la economía de los colombianos, la causante del precio del Galón de gasolina en Colombia comparado con EEUU y así sucesivamente.

Pasamos de las reflexiones de la memoria, a las lamentaciones del bolsillo.

A la salida del almacén, sonaba esta canción y una sonrisa cómplice se dibujó en mi rostro, justamente en el 02 de enero del año 2014 estaba pues con mi compadre David Guillermo disfrutando de la vida decembrina de Cali y con ella, de lo que dignifica una buena amistad. Nos acompañaban también de manera itinerante, el joven e ingrato Diego Alejandro y la prima. Respecto al tema musical, dimos mucha cuerda con el mismo por lo menos lo que fueron los dos primeros trimestres del año.

De regreso a casa paramos en el supermercado local, había que comprar algunos insumos para el desayuno y demás comidas del fin de semana, pues hay que alimentar 5 bocas y el consumo cada día es mayor. Paseamos por todo el almacén comprando que una cosa, que la otra, que el queso, que la leche, que galletas para los abuelos, que Maní para Ana Karina, que Cereal para el desayuno de mi tío, que los limones para el café de la abuela, así sucesivamente fuimos dando compra a cada punto del listado, de la merienda, mientras eso ocurría, sonaba esta canción.

Al llegar a casa de los abuelos, la reflexión seguía latente en mí: Desde el futuro político de los estadounidenses y por ahí derecho, de los latinoamericanos, hasta el futuro de mis abuelos, terminando en la vejez de mis padres. Intentar volver al presente con discusiones infames como lo es el precio del dólar o qué tipo de Maní le gusta a mi Anna no despejaron del todo el torbellino de ocurrencias y desavenencias.

Esa humanidad que a nosotros los hijos únicos nos da más fuerte que la costumbre.

Comimos un buen plato de Moro preparado por María, una cubana que atiende a mis abuelos una vez por semana, tomamos un par de vasos de jugo de naranja y emprendimos camino de nuevo a casa de mi tío, dejamos el mercado y me quité los zapatos. La jornada había terminado.

Ahora me dispongo a tomarme un Screwdriver como cada noche, no sin antes retomar los vastos caminos de la reflexión e intentar plasmarlos en este Blog de ocurrentes letras, pues a la final este collage de atenciones no me dejó otro camino que el de hablar sin un nombre poder dar.

Sin un título para adorar.

AV.


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