17 de octubre de 2008

MISIÓN CUNDINAMARCA PARTE IX



Hoy después de 3 meses siento de nuevo ese pulso, siento ese empujón que me subasta las ideas y me las enloquece con recuerdos, siento la brisa seca de hace diez años, siento ese fuerte calor que en las noches se calmaba con cerveza Águila, sí, siento correr las aguas con mayor cercanía, me observo en ese cielo despejado y claro, me camino y en círculos de memorias y en palabras de otros, siento nuevamente mi propia Misión Cundinamarca.

Terminal de Transporte de Girardot. Diego Luis camina de lado a lado junto a Marco, uno de mis amigos de infancia girardoteña, nos cerramos el paso con carcajadas y nos bebemos más de lo mismo, Ricardo callado sigue detrás con el niño Kevin, todos en juego de palabras continuamos y nos encerramos al aire libre. Difícilmente puedo recordar algunos hechos, mi memoria merodea con espasmos de locura, quizás porque mi misión al fallecer mis abuelos ya no es sobre las vivencias en la calle 20 de Girardot, no, ahora es quizás un péndulo de recuerdos y nostalgias.

Después de morir mi abuela Olga y los Vargas tomar rumbos distintos, la casa grande que ya no era tan grande se cercaba tras sus rejas azules y relataba mentiras mezcladas entre Olaya y Ávila, merodeábamos sin cesar entre escalones de madera, ventanas de madera y secuelas de licor siguen en la familia, pero mis historias de calles infantiles o de adolecente no son en sí un nudo que narrar, es quizás por ello que Girardot se selló en mi memoria, porque después de 1999 todo era otro andar.

Salimos para Ibagué en el Bus de las ocho de la noche, mi tío Diego se despidió de los muchachos mientras yo simplemente observaba esa vieja terminal y me subía al bus, no sabía que era la última vez que los vería, sólo pensaba en irme con mi tío a Ibagué y comenzar quizás aventuras o relatos pasajeros, pero jamás pensé que sería mi último Bus de retorno al Valle del Cauca, ya no regresaría más a Girardot, no lo tenía claro aún.

Colombia continúa en procesos de conflicto, la zona de distención ha dejado de existir y las Fuerzas Revolucionarias siguen plagiando civiles en las carreteras colombianas, Jaime Garzón moriría al mes siguiente de mi viaje a Ibagué y la Casa Grande dejaría del todo de ser grande, mi tío Fernando tomó rumbo a Estados Unidos siguiendo un sueño americano que Cundinamarca no le pudo ofrecer, Juan Carlos Vargas ya tiene dos hijas, una adoptada y otra en brazos, su nombre: Tania Vargas.

Borro de mi memoria los últimos rezagos de una infancia sobre el río Magdalena, ahora, pisando tierras tolimenses comienzo otro tipo de aventuras, expresamente comenzaba a escribir mis primeros relatos serios, ya no me basaba en ficciones sino en desilusiones. La casa de los Ávila en Ibagué recibió a un Diego desempleado y un Armando escapado, vivimos cerca de mes y medio en esa casa, el éxito de la época estaba ahora en manos de Noelia, mi desespero se encuentra cercado por una ciudad que no identificaba; comencé a trabajar en Bavaria como supervisor de entregas, la mayor parte del tiempo lo pasaba en las bodegas del centro de la ciudad observando la entrega de los camiones a la central, ganaba quince mil pesos a la semana, poco y mucho, poco para mi tiempo, mucho para mis desocupaciones.
Semanas después comencé a trabajar directamente en los camiones y con un fuerte lazo de amistad con Gerardo, un conductor de Bavaria, realizamos las entregas en las tiendas y bares de la ciudad, viajamos a El Espinal, Melgar y Tocaima, la mayor parte del tiempo lo pasábamos hablando de mujeres, ese descubrimiento sexual que se sellaba en el viaje anterior.

Regresé a Cali a continuar mis estudios, viajé a Bogotá a iniciar mis estudios superiores, regresé a Cali a continuar mis estudios, pero Girardot ya no era tema de conversación en la Familia Vargas, la casa y la descendencia recaía en Rocío y Juan Carlos.

Nuevamente la Casa Amarilla quedó sola, sin abuelos, sin viajeros, sin huéspedes, ahora era una casa llena de concreto y recuerdos, recuerdos que se esparcieron de mi memoria.
Los viajes habían terminado.

AV.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En Bogotá, en Cali, en Tolima, en el Magdalena...
... tu actividad te hace grande,
Besitos amistosos y cálidos!