5 de octubre de 2008

Distancias de Octubre

En un puerto de viejos recuerdos, lleno de distancias y nubes rojas, brisa fresca que huele a amapola, amores que se quedan en espejos sucios y sin uso. Frases musicales bajadas de un servidor virtual, vida de pobres corazones en canciones de artistas argentinos, rosas de colores en cabellos olvidados, recorridos con cintas y letras en el césped, mentiras de duendes y milagros que despiertan enamoradas, llenas de vida, de distancia y mujeres que recuerdan lo importante de hablar en voz baja, de pensar en floreros sin agua y resistencias a la norma, dolores que se quedan en fuego lento, casas que quedan de puertas para la calle, futuro que se mueve de un lado a otro, todo en la distancia del fenómeno del niño, del que dicen que ha crecido sin quererlo tanto.

Sin danzar y pedaleando a gritos sobre el mar, navegando en costas desconocidas, el cielo dispuesto a dar sol a cambio de oraciones, a cambio de cuentos propios de la intelectualidad, números que se quedan en el pizarrón, en la diadema de la señorita, en la falda de la maestra, en el asiento del abuelo, en la camilla del hospital, en la pared de la infancia y en los sueños de la cama; como el crucifijo que se perdió en el parque, que se quedó sobre un banco y sobre un señuelo, fingir que todo cambia y nada mejora, fingir que estamos en agosto o que el año pasado fue mejor, fingir y resistir.
Acabar de comenzar lo que la utopía ha dado fin, desmentir las lágrimas de un triste recuerdo, patético el andar en ciclos y maravillas, en libros que despiertan en sentidos somnolientos, en distancias que se repiten y se niegan en frases de una conversación virtual y burletera, como el burdel que se burla de los recién llegados.

Mientras se aprietan los dientes y se lee la prensa, mientras el amarillismo colombiano nos da noticias de niños y niñas en crisis, mientras el ausentismo nos invita a firmar referendos y protestas, mientras los grupos de facebook nos dan ideas de qué hacer o leer, mientras las letras de la música nos argumenta el dolor, mientras las noticias nos informan de los cambios en el Cali Exposhow o alguna feria citadina, mientras seguimos siendo leyenda para nuestros sucesores, o quizás, mientras sigamos replanteando juegos y espectáculos es que nos dan la lección en distancias urbanas.
Nos preguntamos si todo está bien, si cada cosa se encuentra en su lugar o si las mujeres son las mismas todas las semanas del mes, o si la droga es la culpa de la drogadicción, si el alcohol es el culpable del año nuevo, si la religión nos permite o nos impide, si todo es sinónimo de abundancia, si egoísmo es antónimo de soledad. Queremos tener culpas para seguir sin mirar atrás, somos hijos de la telenovela, de esa década ajena que nos aventó en la lectura de periódicos y publicidad gratuita, sin más anda nos vamos por andamios de edificaciones en construcción, en escuelas en modernización y partidos sin dirigentes.

Nos proponemos un silencio como mecanismo de defensa, nos medimos con regaños y regalías, con derechos prósperos y divinos, buenos amores, buenos licores, buenas lociones, buenas lecciones, nuevas habitaciones, no queremos olvidar ni callar, no queremos perdonar pero sí que nos perdonen, pedimos ser olvidados en listas particulares, en canciones dedicadas y recitales patéticos.
Nos aferramos a esos meses que nos miden en imposibles nostalgias, nos hacemos los de la vista gorda en tiempos de dieta, nos mortificamos por cosas que no son propias de la madurez, no visitamos a esos ingratos que nunca nos llaman, no le escribimos a esas musas que nos inspiran en tiempos de crisis, sólo nos dedicamos a festejar dolores y curas para las heridas, jugamos a la poligamia en rondas infantiles, en esas soledades compartidas sin amor, en esas letras blancas, en el obituario de toda canción.

Octubre me dijo que era hora de leer y caminar, pero aun quiero seguir escribiendo.

AV

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