Cliché n°1: Escribir que alguien que uno conoce y quiere es
mucho más difícil que escribir de cualquier otra persona, lugar, experiencia,
etc., porque todo se le pasa por la cabeza, pero al final es casi imposible
ponerlo por escrito.
Cliché n°2: poner la música que le recuerda a uno a esa persona
(p.e. Fito Páez, La Ley, la banda sonora de Glee) y esperar a que los dioses de
la inspiración se aparezcan y escriban algo que no provoque muchas náuseas.
Cliché n°3: decidir ser "rebelde", dejar de pensarlo
tanto y escribir simplemente lo que me salga de algún lado (preferiblemente de
la cabeza y no del orto).
Y bueno, resulta que por más que uno lo piense, la vida, las
experiencias, las amistades y esas relaciones que nos hacen lo que somos, no
son nada más que cliché tras cliché. Así que después de tanto evitar los
clichés, me permitiré caer en todos ellos de la forma más digna posible.
A Don Gato lo conocí cuando aún era un cachorro y ni siquiera
sabíamos que crecería para ser Don Gato, era simplemente un pequeño del común
perdido en una ciudad que siempre tendrá su toque sobrecogedor, incluso para
aquellos que tuvimos el placer o la desventura de nacer y crecer en ella.
Como cualquier otra relación, lo nuestro empezó sin en realidad
saberse por qué y así adopté al cachorro que llegaba desde las tierras lejanas
del Valle del Cauca. Juntos empezamos compartiendo cajas inmensas de arroz
chino con perro y gato callejeros, cajas de Tequimón, cajas de Moscato, y en
realidad todo lo que pudiéramos consumir con nuestro amplio sueldo de
estudiantes.
Y llega otro cliché: En aquellas épocas creo que ni él ni yo
imaginábamos que tanta pendejada que hacíamos era una construcción particular
de una relación que a la larga nos convertiría en familia. Cuando acogí a aquel
cachorro, nunca imaginé que en pleno 2014 sería una de esas personas que se
hacen indispensables en la vida.
Fui testigo de su estricta dieta de huevos comprados en Carulla
y arroz sopudo, porque todos sabemos que hacer arroz en olla arrocera es como
intentar hacer chocar partículas en el CERN. Fui testigo de sus desventuras
amorosas y él fue testigo de las mías, y conseguimos hacer lo más difícil:
ahogarlo todo en infinitas cantidades de alcohol barato.
Nunca hemos tenido una despedida, ni cuando se devolvió a su
terruño, ni cuando yo me fui a vivir mi futuro en otras latitudes. Al parecer
es algo que no necesitamos, porque siempre estamos ahí, en la distancia, y
cuando hay algo para decir siempre nos encontramos, en una especie de
conversación ritual infinita.
Muy a su pesar tuve la fortuna de ser la primera que lo invitó a
una cerveza cuando alcanzó la mayoría de edad, en unas circunstancias que aún
recuerda con algo de rencor. Aunque en teoría nuestro contacto podría ser mucho
mejor de lo que es en la actualidad, pocas personas en mi vida siempre están
tan pendientes y ahí cuando se necesitan.
Es cierto que en la última década el señor Don Gato y yo hemos
estado distanciados físicamente primero por cientos de kilómetros y luego por
miles de ellos y todo un océano de por medio, pero tal y como pasa con la
familia cercana, no hemos dejado de estar en los buenos, malos, tristes,
felices, asquerosos y maravillosos momentos que hemos vivido.
Definitivamente escribir de alguien por el que se tiene tanto
cariño y que se conoce tan bien es un asunto muy complicado. He sufrido más
escribiendo este pequeño texto que lo que hago en todo un mes en mi trabajo,
pero vale la pena para complacer los pequeños caprichos que convierten al señor
Gato en una personita tan "especial" y tan "inviable".
Ya veremos si en una década o un poco menos, volvemos a hacer
este ejercicio de la vida del querido, y en este tiempo me encargaré en
descifrar si su arroz sigue siendo igual de mal cocinado, si sigue escuchando
la misma música de hace una década, si sigue con su sensibilidad a flor de piel
y si se sigue quejando por todo; pero lo que sí es seguro es que seguirá siendo
ese hermano cachorro que me aguanta las pendejadas muy a menudo y me alegra la
vida diciéndome cada vez que puede lo mucho que quiere a esta diva de peluche.
Espero que el escrito no haya quedado muy empalagoso y empiece a
escurrir miel de las pantallas. Y si es así, pues ahí sabrán perdonar la
incomodidad.
Marimoon.
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