28 de junio de 2010

Páginas de Partida


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“The Tiger”
By: Joël Le Montagner

La naturaleza humana nuevamente se convierte en un renglón de observación en este blog, no es cuestión de psicología hacia los otros o de simular un ejercicio sociológico, no me compete ni profesional y moralmente ser árbitro de las consecuencias o causas de la debacle de sociedad que podemos forjar. Sin embargo, es claro que somos seres complejos, desnaturalizados y dispuestos a llegar a extremos sin importarnos en ocasiones el sentir o pensar del prójimo.

Vivir en comunidad es una estampa que no todos tienen interiorizada, inclusive el más imbécil de los mortales cuando se siente solo es que reconoce el valor de la distancia o el significado de unas palabras. En ocasiones recuerdo las acciones emprendidas para el beneficio de alguno o de alguna, la manera como a pesar de mi insensible manera de tomar decisiones siempre custodiaba el bienestar del prójimo, lo curioso de este relato es que precisamente ese prójimo en ocasiones siempre era la misma persona. Un ser lleno de falsas ideas, una persona que nunca ha sido agradecida con la vida ni con los “amigos”, una persona que no ha trabajado en su vida por conseguir lo que se merece, por el contrario, ha sabido (y con un buen trabajo) manipular o abusar de la confianza que otros depositan en él.

Como un sentimiento de supervivencia su rol de victima siempre se ha constatado en el renglón de todas las planas de la vida, con cara de inocente y esa mirada de torpe logra ablandar la frialdad de las mujeres, sus amistades de dudosa permanencia y desinterés, feliz buscando el amor en seres que a duras penas comienzan a entender el significado de dicha palabra. Malcriado, indeciso, torpe, ingenuo, abusivo, mediocre, ladrón. Es increíble lo que un sentimiento de odio o de ira puede influir en la pluma de un artista, pero en este caso la luna no menguará para hacerle una cuna a dicho sujeto, en mi caso, me es incapaz encontrar objetividad cuando su estado de naturaleza se define por el abuso y la falsedad.

Vivir en comunidad es una estampa que no todos tienen interiorizada, inclusive el más débil de los mortales cuando se siente solo es capaz de reconocer los valores que otros no han intentado evidenciar, sin embargo, sin importar lo insensibles o frías que puedan ser las decisiones conocemos seres en el camino que se amarran a la pata de la cama con su propia sábana, seres que prefieren sacrificar su capacidad de vuelo por un miserable miedo que ni el más mago de los artistas puede controlar. Seres que han decidido ser la más baja criatura en el ecosistema urbano, seres que han preferido ser tratados como unos miserables ineptos a demostrar su luz y brillar por vez propia y ante los ojos de todos, seres que merecen ser triunfadores pero su maldita cobardía los encierra con un velo que les pinta el paradigma de la vida con colores atemporales.

Conozco personas que me logran sacar de ruta con su actitud olímpica de ganar medallas a costa del silencio de muchos, específicamente me endeuda con el cielo la paciencia perdida cuando dichos seres gustan por costumbre juzgar a las personas sin siquiera conocerlas o entenderles, sin siquiera tomarse el trabajo de interactuar hasta el fondo, sólo se evidencian con la superficialidad de su carne y se dejan justificar por su inepta manera de comprender los misterios del universo.

Tantas cosas de las relaciones humanas me disgustan al punto de desear no querer estar con esos seres, sin embargo me queda la tranquilidad de saber que en esta inconsciencia siempre hay una historia sin terminar, una fantasía sin redactar.

Siempre se tratará pues de seres ficticios, obtenidos de grandes obras literarias que han logrado asumir el rol que muchos humanos tienen sin necesidad de salir de las páginas, no me invento personajes ni relaciono actitudes con nombres ni sustantivos, estos saben cuando la historia les repite su propio nombre, por el momento es mejor seguir en esa ficción descontrolada.

Esa paz que sólo los libros nos pueden brindar.
AV

25 de junio de 2010

Pretexto de Partida (Carta para Ocy)



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“Pyramids Of The Sea”

By: Mattijn

Piénsalo bien, no hay mal que dure suficiente para secar lágrimas, no hay lágrimas suficientes para humedecer la nostalgia. No se puede revelar una fotografía sin ser tomada ni mucho menos caminar sobre las aguas cuando ni siquiera se ha aprendido a nadar, no olvides que las nubes jamás están estáticas, vuelan, se escabullen entre corrientes de aire y entre cada tejado dejan un halo de luz que traspasa la página en blanco que ahora lamentas.

El hogar esta cerca de todo aquello que te rodea, está hecho de piel y de un bello plumaje, quizás por ello las aves son migratorias, coquetean con las nubes y de vez en vez con un frío lago o alguna ola pasajera del mar; el corazón lo tenemos todos los seres vivos en señal de protesta, inclusive la más infiel de las aves deja su nido cuando no se le ha enseñado a volar, por ello aquellos golpes dejan heridas que el tiempo intenta curar. Traspasarnos la memoria en un sueño profundo y aprender a escuchar los ruidos de la calle, tener valor para ver quien somos en vitrinas comerciales, doblar en la esquina y dejarnos por fuera de la cotidiana humildad.

Querer desaparecernos de las cuatro paredes que rodean al mundo, irnos lejos en una marcha llena de búsquedas y preguntas, lamentarnos por las despedidas que no se hicieron y jugar a las escondidas mientras los demás duermen. Ha llegado el amor, lo has recibido con el mismo peso con el que le has dicho adiós al amor eterno, le has dado sal a un dulce plato de comida, de una partida de toda la vida, de un juego donde ni siquiera las aves consideran suficiente.

No mereces llorar, no hay lágrimas suficientes para aturdir una canción, no hay lamentos suficientes para escribir obituarios o epitafios de duelo. Bellos ojos claros, bella esperanza felina, lamentos cotidianos, despedidas furtivas, páginas en blanco.

Sabes que tienes la fuerza del viento, que posees la sabiduría de una ronda infantil que recrea en imágenes el secreto del universo, la eternidad de la infancia, el aroma a café de las mañanas y el amargo sabor a Vodka en las aventuras de viajero. Como cualquier diario sueñas esa luz que no devuelve corazones pero que lamentas sin tener razones o acertijos concluidos, darle fin al tiempo en que brillabas y saberse la clave secreta de esa compuerta que te va abrir al mundo.

No eres de allí, naciste para viajar, para recorrer el mar y susurrar olvidos con las nubes, dejar de ser sedentaria en un rincón de lágrimas y en el vagón de la vida. Tu carrilera es más sólida que la cama a la que te atas cuando duermes, eres más guerrera que el mártir que has elegido por abrazo, al castigo que has elegido por vacaciones, al olvido que has dejado de remembrar.

Sigue diseñando tu hoja de ruta, dale a tu currículo una carta de navegación que sobrepase los límites de la cartografía, dale vida al mar que no tienes en tus calles, dale una pista de aterrizaje a las aves que abandonaron el nido, despídete del paso anterior, toma aire, levanta la cara y alza el vuelo.

Todos tenemos un mal día.

AV

23 de junio de 2010

Subtexto de Partida



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“Little did they know…
21 de noviembre, 2007
By: Mattijn


Y Allí estaba, sólo el sonido del ventilador…

Ese silencio que con su presencia marca cada pauta de la vida, nuestra rutina y nuestros agravios simplemente dan bulla y distracción, en ese momento fue justamente cuando lo vi, no lo escuché, lo vi fijamente; Un silencio puro, como el de la casa grande, me vi sentado en una calle decorada por hojas secas y casas de una sola planta en frente, a mi espalda una inmensa casa amarilla, a su lado una gran casa blanca y a su izquierda una casa rosada. No relato la sensación de estar allí sentado en el asfalto jugando con una moneda, porque más que una sensación era un recuerdo marcado por el fallecimiento de un ser querido.

En la esquina la familia Luna atendía su negocio de consolas, gran mayoría de jóvenes y niños llegaban y jugaban por hora a un precio que para entonces era justo, la locura del fútbol y otros juegos era la importancia de entretenerse una tarde de julio. Con pantalones hasta las rodillas y una camiseta blanca con un Mickey Mouse estampado identificaron mi presencia junto a un viejo árbol con pintura blanca en su tronco, estaba de regreso.

Ayer como cualquier martes me senté a leer en mi café de confianza y hojeando páginas colombianas me transporté en la literatura caribeña, el aroma a sal y la brisa seca de un Caribe colombiano con más deudas que historia me remontaron a la naturaleza y belleza de esta tierra enclaustrada en herencias robadas. La Casa Tomada denunciando las atrocidades de la United Fruit Company, la ribera del magdalena evidenciando una crisis de Cólera que viajaba desde Mompós hasta las murallas de la Cartagena de Genoveva; cada letra escrita por los grandes pensadores de esta costa no pertenecía a esta historia, por el contrario hablamos de dos tierras distintas: La tierra del olvido donde la amapola y el plátano fueron sembrados con sangre, y la tierra del pánico donde los amores se pagaron con sangre.

Seguí hojeando las páginas y viajando a ritmos acelerados en contextos olvidados, lejos en el pacífico colombiano se divisaban unas estrellas negras escritas en otros tiempos, donde la avenida primera de Quibdó chocaba en franca rebeldía con la ficticia fanaticada de un tango gardeliano en la plazoleta del Astor en Medellín, de occidente a oriente también se narraron personajes que invocados por la sangre dieron una denuncia a la patria que ha traicionado a sus lectores, a sus campesinos, a sus viajeros, a sus fusiles.

Con cada letra me veía recorriendo Colombia, mochila a un lado y con guayabera viraba la historia escrita en un país que no ha sido leído, porque lastimosamente aquí en Colombia la literatura nunca ha sido leída, solo ha sido citada y referenciada, ni el nobel de literatura ni el príncipe de Asturias, la reivindicación no se doctrinaba en las escuelas, las universidades decidieron leer panfletos y murales, los ciudadanos ni la prensa querían comprar, sólo citar autores y escritores, poetas fracasados que “Sin Remedio” recorrieron el norte de una capital donde todo pasaba y en la que las cosas siempre eran iguales a las cosas, donde en la esquina del Dari un gran edificio vigilaba a los desesperados que no tenían fortuna, inclusive, donde el cine decidió que era más importante matar que amar.

Este silencio me reunió en mi escritorio con la historia leída en la tarde del martes, como cualquier esquina los silencios llegan para ser vistos, para honrarnos o culparnos, la nostalgia da asco cuando llega en la realidad, pero la amamos y la volvemos melancolía cuando la escribimos en ficciones y novelas; precisamente pensando en mis amigos amados, en la historia no contada, en la barbarie del sagrado corazón, en mis viajes en un tiempo que no ha sido materializado, fue que me encontré sentado nuevamente en las cercanías de la calle 20, como si la misión Cundinamarca empezase de nuevo o por el contrario quisiera un homenaje al mejor estilo de los olvidados y los fusilados.

Rodeado de hojas secas y en el cuerpo de un niño con trece octubres de vida, observaba el caer de la tarde mientras que en mis espaldas se lloraba el fallecer de mi abuela. Aquella tarde de martes tomándome un café, pensando en mi deuda histórica con la tierra literaria e imaginándome con un cigarrillo en caminos directos a los llanos, o quizás nuevamente al río magdalena, llegó el silencio que me arrastró a otra deuda, no una deuda histórica, sino una deuda literaria.

Cada silencio debe ser observado, no escuchado. Cada libro debe leerse pero también difundirse, en especial cuando las grandes denuncias de la historia han sido ignoradas en el Congreso de la República y publicadas en la literatura de la república, inclusive, después de haber sido demandadas.

Allí estaba el sonido de ventilador, allí estaba el silencio con su hedor.

AV

22 de junio de 2010

María Pequeña



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By texasoasis.

Como una hoja en el viento que se deja elevar aun cuando el pesimismo de la gravedad le induce a un vacío de recuerdos y depresiones, sincera como una plegaria evocada por un niño, abierta de alma a las señales del presente, bella e intransigente, sencilla, frágil, única, lejana, pequeña.

Reconocernos en el distraído mundo de los amores nos ha obligado a cometer errores que el más humano de los sentidos nos remite en recuerdos que son marcados por grandes depresiones, al ritmo de unas pesadas manecillas de un reloj viejo damos pasos de inseguridad. Nos cuesta crecer, querer a otros que se van apareciendo en el camino en circunstancias distintas, fingir humildad cuando la feroz esencia de la academia nos encierra en fotocopias y demagogias. Aprender a tolerar a los forasteros, ser extranjero en el propio hogar, vivir en una ciudad que a pesar de adoptarnos cada momento nos hace sentir ajenos a ella y sus fantasmas.

De pequeña su mirada aun en el más incógnito de los juegos le dio fortalezas para construir la imagen de la que depende constantemente, fascinada por los violines y la pureza de un piano se ha entregado a los amores pasajeros de la adolescencia, amores que lastimosamente le han dado más cicatrices que pétalos, ventanas que ha abierto para observar el mundo a su modo, para enseñarse a sí misma la ausencia de un amor eterno y aprender a lidiar con grietas en la memoria, grietas que han causado más fugas de pasión que pequeños momentos de oxigenación, pequeños vocablos de una canción.

Salir a jugar a un parque donde la zona verde es un uniforme y no un césped, viajar a otras ciudades para tener que adaptarse a esas tareas que en otras latitudes ya había superado. Obligarse a sí misma a reconocerse en el espejo de los demás, serle fiel a sus convicciones sin sacrificar sus temores. Cada carta de su baraja ha dado en un mazo distinto, se las han robado jugadores compulsivos, tramposos, infieles y extranjeros. Ha soñado construirse una casa en la distancia, donde no llegan los ingratos ni se evitan a los falsos documentos de la ingenuidad.

Recordarla en mi banda sonora es sinónimo de un Reggae que se atora en un muelle, zarpar de ideales y utopías, debatirse entre la honestidad del liberalismo y la frialdad de la aristocracia revolucionaria. Ser fiel a su camiseta y luchar por un equipo que los demás no creen posible. Pequeña como una gota sobre el asfalto en una tarde de lluvia y rencor.

Es imposible arrancarse de la memoria aquello que la amistad ha soldado con el más fuerte de los lazos, verla crecer donde mis ojos no llegan, hacerle sentir mi nostalgia con un breve pero efectivo lamento, un suspiro que por encima de la cordillera de los andes es capaz de aterrizar en un boliche o en la estación siguiente del ´subte´. Del alma he arrancado mis memorias para imprimirlas en hojas secas, ser poeta en un diccionario de académicos e intelectuales, dejar reposar mi gratitud con su existencia y sentirle en cada café, inclusive el sabor del Vodka es algo que se lleva en el diario de la nostalgia.

Hija de febrero, pequeña, frágil, hermosa, amigable, inteligente, guerrera, intransigente, sensible, amante de la vida, blanca y oscura, reina en el ajedrez. Es increíble lo que un imaginario del pasado puede resultar útil en la nostalgia del presente, recordarle con la misma pasión con la que se le obsequió la camiseta negra, con la misma sensatez con que se le dijo adiós y se abrazó en un edificio del norte de la ciudad.

Amiga de la cotidianidad construida, paulina de la eternidad.

AV

20 de junio de 2010

Contexto de Partida



Imagen Libre de Derechos

Precisamente hoy conversaba con la Tortuga amada de mi ausencia en las letras, quizás le dije, se debía a mi inmersión intelectual en temas de la academia que no podrían dejarse para después y, también a la actividad deportiva que se desarrolla en la actualidad en tierras africanas. Sin embargo, también le dije que estaba con la cabeza llena de motivos para escribir, muchos pendientes que contar, una cotidianidad que se ha basado más por las ausencias que por las presencias, un latir que ha crecido en desencanto y melodías pasajeras.

El encanto de sentarse a contar una buena historia se refugia en los silencios que lanzamos a la vista del prójimo, hacer de cuenta que estamos sentados sobre un muelle recibiendo la brisa caliente que llega desde la mar, observar en llanto esos recuerdos que se robaron los amigos, ese elenco de personajes que elegimos como familia. Hasta el ser más solitario o inerte que podamos encontrar en este cuestionado mundo, necesita y tiene un amigo, construye su propia familia y le da refugio a sus miedos y valores en esas relaciones sociales que establece de manera gradual.

Ser ingenuos a los momentos de cada partida, en mi caso, no soy sujeto de lágrimas ni de melancolía, soy más bien de silencios, suspiros hondos y llenos de incertidumbre, de mirar a los ojos y dejar partir aquello que uno ama.

Soy pasajero en este mundo y como buen turista he aprendido a conocer y reconocer al otro como parte de mi mundo, quizás sea una actitud egoísta, pero del mismo modo soy consciente de la existencia de otros mundos y de los dueños de cada mundo, de los que me permiten entrar y de los que me dan hogar, de los que me excluyen y los que me agreden. Soy un observador de mundos paralelos que en lenguaje callejero podemos resumir en amistades.

Abrazar a la persona que queremos, aquel ser que cuando más le necesitamos siempre llegó en un tono alentador y consolador. Ahora que me encuentro sentado con mi habitación fría y muda, me fumo un cigarrillo y bajo un hermoso sonsonete suspiro el nombre de los que no están. Algunos fallecieron ante la voluntad del creador, otros han tomado partida en nombre de la educación y han soñado cumplir sus metas. Por cuestiones laborales o por exilio quizás otros han conocido nuevas tierras, nuevos horizontes geográficos cargados de responsabilidades que la tierra natal no está en condiciones de exigir ni ofrecer. Amigos todos, pero esos dolores con los que nos sentamos en nuestra rutina y la vemos desmoronarse precisamente por la falta de amigos en ella es lo que nos patea el trasero en una tarde cualesquiera que sea.

Esta semana otro de mis amigos se ha ido, sugiere que ha partido a construir su nuevo mundo y tomar nuevos aires en una espiral de decisiones que quizás él comprenderá mejor cuando llegué allá, acá en casa se conserva la compañía de mis seres valiosos, algunos con los que pienso construir familia, otros que ya son familia para mí pero allá donde no llega el suspiro de cada tarde es que están mis huellas, están los latidos de unos corazones que al unísono de un café me enseñaron a querer lo que ellos querían, me enseñaron a perdonar lo que ellos perdonan, me enseñaron a pensar en lo que ellos piensan.

Aprender a vivir sin su presencia material, aprender a valorar las lágrimas que quizás derraman en soledad, aprender a ser.

Sentarse a contar una buena historia que refugiamos en silencios profundos es lo que le ha dado un nuevo carácter a la pluma de escritor, haciendo de cuenta de que ya no estamos sentados sobre un muelle recibiendo la brisa caliente sino que ahora nos encontramos sentados en un recuerdo que busca robarle amigos a la inconsciencia.

Sentarnos a suspirar nuevas tardes con nuevas rutinas plagadas de viejos recuerdos.

AV