31 de diciembre de 2010

Mensaje Fin de Año



Imagen Tomada de: Ben Killen Rosenberg

Siendo el último día oficial del año, comienza uno a leer todo tipo de reflexiones y frases célebres en la página de inicio de nuestras respectivas redes sociales. Agüeros en tonos de burla, algunos consejos para mejorar y ser cada día una persona más útil para la sociedad, mensajes de despedida o reseñas de bonitos momentos que se compartieron, sea en la distancia o en la intensidad, con aquellas personas que tanto apreciamos (extrañamos) y deseamos en una proximidad de tiempo-espacio que nos detiene en ansiedad.

Poco a poco, con el paso de los años hasta llegar a este, he perdido la costumbre de escribir a quienes quiero y aprecio. No es que sea ingrato o desinteresado con la causa, mejor, he dejado en la causa la desfachatez de no volver a escribir, una perezosa pero sana costumbre de no dejarnos matar por la nostalgia de fin de año. Esa melancolía oficial que a todos nos busca faltando 12 horas para el fin del año y cinco minutos para el mismo instante.

Ni hablar de los famosos o intensos que con su red social de confianza despliegan al mejor estilo de las organizaciones militares, una estrategia de total cobertura en mensajes y reflexiones, en lluvia de imágenes y profundas acusaciones, de buenos deseos, de agüeros, de miedos, de olvidos, de todo lo que se les cruza por la cabeza sin siquiera llenar una taza de porcelana con buenas intenciones.

No niego que me molestan algunas cosas que la gente de a pie suele hacer en estas temporadas de fin de año. No es que sea de mejor clase social o de distinta estirpe, por supuesto que también disfruto y extraño algunas costumbres que de niño hacia con mis primos en Bogotá o en Girardot, pero el caso que me atañe en este escrito va más allá de decirle adiós al año viejo, se centra en particular en esa hipócrita necesidad de creer que todo fue bueno y lo que vendrá será mejor.

Sufro como vendedor ambulante cuando no escucho ciertas canciones antes de que termine el año viejo, sufro como guarda de seguridad en navidad cuando no hablo con los seres que aprecio, pero de allí a tener que cargar en mi piel el dolor de todos los días pasados para dejar en un mensaje de buenas intenciones la llegada del año que viene, no. Siempre son respetables las costumbres, es parte de la cultura popular y ello es lo que nos define, pero no me siento en condiciones de dar bendiciones o palabras insensatas sólo porque la emoción de momento me lo pide. No doy abrazos a extraños, ni grito, ni hago bulla, solo digo “Por fin este año se acabó” y doy un beso a mis padres y familiares cercanos. Por supuesto hace mucho tiempo perdí la costumbre (y ganas) de salir a correr al teléfono o coger el celular y llamar a cuanto amigo, cercano, conocido o pendiente para decir lo que todos ya han dicho y no se cansan de decir, “feliz año”.

No sé si con el paso del tiempo me he vuelto amargado, es posible, pero es parte de lo que me define y me hace ser una persona especial, demasiado especial dirían algunos fulanos, pero en el fondo, es parte de esa sinceridad (un poco fría para algunos) que me gusta sostener con las personas que realmente valoro o con las que definitivamente no me simpatizan. Nadie me tiene que caer bien, y de igual modo no estoy para gustar de todos, pero es esa nostalgia de fin de año la que hace que reflexionemos y llamemos, en mi caso, solo pienso y pienso, deleito esos recuerdos y llego a mis propias conclusiones. Las cosas no se borran del tiempo con la misma facilidad con que las borramos de la memoria.

Este ha sido un año complejo para mí, y de seguro que para muchas personas lo ha sido en igualdad de situaciones. Para otros ha sido un año exitoso lo cual me alegra y extiendo mis felicitaciones, pero no es más que una noche y una fecha. ¿Todo termina esta noche y mañana empieza de cero? Evidentemente no. Mañana es sábado, día feriado en algunos países, en otros no. Es un día para salir a pagar recibos, declarar impuestos en algunos países, para descansar en otros, el caso es que el próximo lunes continúan las cuentas del 2010 y los pendientes toman su curso normal y nos remiten a esas nostalgias del año viejo. Ahora bien, estamos en una nueva década, ya es este el segundo año en llegar de una nueva década, eso sí es novedad, pero son novedades de pocas importancias y seguidores.

Pensemos entonces, de los amigos nuevos en facebook, los mensajes curiosos de Twitter, las fotos casuales en la web, los escritos en los Blog´s que seguimos, las cartas de amor de nuestra pareja, la mirada de nuestra mascota, las borracheras de los días casuales, pensemos en todo lo superficial y dejando un espacio reducido para lo formal, lo importante, lo urgente, lo laboral, lo oficial, todo aquello que se dice vale la pena, damos gracias y adiós. Un buen balance de año lo dirá la memoria.

Feliz noche para todos.

AV

30 de diciembre de 2010

Espíritu Americano (I)



Imagen Tomada de: http://www.wallcoo.net/ Funny Cat Painting by Lowell Herrero

En muchas ocasiones he recorrido diversos lugares del mundo y ha sido la música la que precisamente ha logrado llamar mi atención. Quizás se trate de canciones sin profundidad alguna o producto de un excelente trabajo en el departamento de mercadeo, en todo caso, la música siempre logra causar impresiones en nosotros y esas impresiones terminan siempre en un hermoso proceso neurológico de apreciación de nuestros sentidos y nuestra memoria. Esa mezcla de deseos, satisfacciones, recuerdos bellos, recuerdos llenos de nostalgia o de sentimientos tan puros como el amor, el miedo o el odio mismo.

A la música debemos mucho en la vida, desde lo más trivial del caso hasta lo más cultural de la ciencia; desde el aspecto antropológico e histórico es la música la que en sus diversas notas musicales e instrumentos, cada uno en su respectivo proceso de evolución, marcan un sentido lógico de las cosas. Sea para alarmar o advertir, los diversos ruidos dieron identidad con el tiempo al espíritu de la seguridad y la confianza. En el desarrollo de la guerra a partir de las que fueron llamadas las Guerras Totales y sus posteriores Guerras de Tercer Tipo, la música se convirtió en el mejor instrumento para humillar y someter al contrincante.

El espíritu de guerra y la entonación de himnos y cánticos de guerra es lo que con el paso de las batallas y los inicios del siglo XIX terminarían en los Himnos, la construcción de identidades y los denominados nacionalismos que, por supuesto, se adornaría de Banderas, escudos e historiadores.

Ahora ubiquémonos en pleno siglo XXI y retomemos el discurso de las identidades y los nacionalismos. Evidentemente en plena era de la información y las nuevas tecnologías, el despertar de las industrias culturales y el fracaso de la administración cultural, todos los factores se van al piso y se someten más a una libertad de culto a ciertas culturas y procesos musicales ajenos a nuestra nación. El espíritu americano, aplicando a este caso en particular muy bien retrata todo ello, es pues, un espíritu de libertad y anclaje, donde el mestizaje cultural ya no es racial sino, identitario, en el que se puede construir cualquier imaginario y ser aplaudido por su mejor bandera: el mercadeo y la globalización.

Algunos momentos en particular me gestaron esa sensación de estar en tierras americanas más que antes. Cuando aterrizó el avión en el aeropuerto internacional de Miami la coincidencia del misterioso universo del Pop se alineó hacia mí (no sé si a mi favor o a mi desgracia) y en el auricular del reproductor musical (que estaba en modo aleatorio) que llevaba en el avión comenzó a sonar Lady Gaga – Poker face, por supuesto que la canción duró todo el trayecto que demoró el avión en ubicarse en su estación de parqueo.

Cuando hacía la fila en el departamento de Inmigración, la remodelación del aeropuerto me dejó atónito, un bello e inmenso hall quedó como escenario de espera mientras se cruza para ser atendido por algún oficial de los EEUU, en ese inmenso recinto, a pesar del murmullo que se escuchaba en la fila de miles de latinos y viajeros cansados, sólo una cosa se me pasaba por la mente mientras admiraba los inmensos ventanales: Jurassic Park.

La maldita canción o banda sonora de dicho filme no se podía despegar de mi mente y ver además el inmenso lugar de entrada me hacía sentir en la entrada de dicha isla famosa de los años 90s. Un poco del espíritu americano quizás, un poco de todo.

En algún Mall en particular, mientras almorzaba a las seis de la tarde (después de casi media hora de indecisión) llamó mi atención en medio del descuido dejarme sorprender por un televisor inmenso en medio de la plazoleta de comidas, allí, estaba el maestro, rey de reyes, el grande amado y odiado. Michael Jackson.

Curioso comer algo mientras a todo volumen se escucha Billie jean y todos como de costumbre disfrutan su cena sin prestar atención a algo que para mí como turista es algo fuera de lo común. A eso súmele una hamburguesa doble carne con queso y mucha tocineta. Ese es el espíritu americano.

Acompañando a mi madre en sus diligencias, en varios almacenes y locales comerciales al entrar siempre había algo de música para amenizar la estancia en el recinto. Lo mejor fue escuchar a Lady Gaga o Madonna en almacenes como Guess, Armani, Victorias Secret, Dior. Mucha variedad de artículos para comprar, pero una sola identidad para ofrecer.

Escuchar Bon Jovi en una licorera mientras se pide unos cigarrillos o beber una cerveza con REM son cosas que pueden ocurrir en cualquier momento o lugar, pero por supuesto, pocos damos importancia a esos momentos sencillos, a esas nimiedades de la vida que en nuestra cotidianidad debemos mentar y recalcar con orgullo patrio. Con orgullo latino (plop!)

Lo interesante de los viajes es pues, reconocer aquellos sucesos ambulantes que nos permiten ser parte de un descuido del universo Pop. Nos guste o nos disguste, somos hijos de una generación de inconformes que si bien no somos similares a los cánticos del siglo XIX bien sabemos iniciar identidades con las excusas del siglo XVIII.

Este, es el espíritu americano.

AV

Belleza Americana



Imagen Tomada de: http://abduzeedo.com/20-beautiful-pictures-cats "waiting for my cat prince" by: Paulo Gabriel Porto Alegre - Brazil.

Hay lugares casuales en los que se puede apreciar la belleza de una mujer sin caer en lo obsceno o hacer viraje en lo vulgar. En la jornada de hoy estuvimos recorriendo algunos almacenes y centros de comercio y sin proponerlo, daba en el punto de encuentro de todo tipo de belleza de las honorables herederas de Eva.

Nuestra primera estación de paso fue en el sur-este de Miami, un local comercial exclusivo de artículos deportivos. En la búsqueda de mi regalo de navidad que no fue, entramos al almacén y vaya sorpresa para mi gusto al disfrutar la vista con la admiración por la belleza femenina de todo tipo de mujeres en edad adulta dedicadas a una vida deportiva. Mujeres con sudaderas, con ropa ligera y un cuerpo trabajado con los mejores esfuerzos de las diferentes disciplinas deportivas sería pues un buen lugar para ir a recrear la vista, similar, a la esperanza que se despierta en un Gimnasio.

Terminada nuestra visita, continuamos el recorrido a otro tipo de local comercial, un almacén de artículos del Hogar, especializado en los dispensarios de Cocina, Baños y zonas de decoración (jardinería en su mayoría) que sin saberlo, terminó siendo el almacén ideal para ir a mirar mujeres bellas mayores para un joven de mi edad. Algunas con la evidencia de una cirugía plástica /estética, otras con el paso de los años de manera lenta y cuidadosa, quizás el vestuario o la manera de caminar, diferentes razones pueden ser, pero en todas, siempre latente la posibilidad de disfrutar de una buena “catana” para dejarnos asombrar.

Todas de todo tipo y para diversos gustos: Rubias, peli rojas, castañas, de ojos claros, ojos oscuros, altas, de mediana estatura, con silueta natural pero seductora, con cirugías y atractivas. Algunas mayores de los 40, otras disfrutando de las virtudes de los 30. En todos los casos una belleza ´particular´ buscando artículos para el hogar.

Junto al almacén, quedaba una tienda de mascotas, tienda en la que se vende todo tipo de cosas aptas para el cuidado de esos seres a los que tanto amamos, nuestras mascotas. Para mi deleite, observaba que entraba y salía de dicho almacén un número considerable de féminas en comparación con la cantidad de hombres asistentes. La edad era la variable más dinámica de todas, pudiendo observar bellas señoritas adolescentes hasta interesantes madres de familia, todas preocupadas por el cuidado de su mascota mientras yo, me dejaba preocupar por esas sensibles damas de gran corazón.

Al finalizar el día fuimos a un famoso almacén de artículos para dama, puesto que mi abuela y mi madre querían averiguar algunos cosméticos y dejarse tentar por alguna que otra promoción. No podía creerlo pero sí disfrutarlo, estaba pues, nuevamente en un centro de encuentro de grandes proporciones para la belleza femenina. Jovencitas, jóvenes, damas, señoras, señoritas, otras no tan señoritas, todas asistiendo a comprar sus productos favoritos sin importarles los precios, yo, disfrutando de la variedad de damas, podría afirmar que me sentía en un casting para un comercial de United Colors of Benetton.

Lo grandioso de la belleza femenina es precisamente la naturalidad con que se muestra, en ocasiones un traje sencillo o un movimiento sencillo de cabello, una mirada despistada, una manera inocente de caminar, unos zapatos, un jersey, cualquier situación cotidiana para la vida podemos captarla con la atención de ese segundo de vida y darle grandes dimensiones a una belleza que para otros está opacada.

La mejor belleza siempre afirmamos está en nuestra tierra y como no, siempre diremos que las mujeres de nuestra ciudad son las más bellas. En ese y todos los casos, es la belleza la que se considera universal y no territorial. Ahí el secreto del éxito de último almacén que visitamos, un breve pero claro mensaje de Victorias Secret´s.

La belleza también se lleva por fuera.

AV

Discreta Soledad





Hace dos noches conocí a Miriam, una anciana vecina especial. Físicamente se ve joven y alentada, de ojos claros y con la energía paisa que caracteriza a los de su tierra. De todo el “vecindario” es la única amiga de mi abuela, palabras de ésta. Mi abuela la defiende y le quiere como alguien de su misma sangre, ambas, llenas de edad, de experiencia y virtudes disfrutan mutuamente de su compañía, de esa paciente empresa de querer a alguien que no es de nuestra obligatoria estirpe.

Miriam es my especial, ya lo mencioné. Vive en un apartamento mucho más pequeño que el de mi abuela, así que ya se imaginarán la magnitud del espacio. De un solo ambiente, se descubre una cama en la pared de lado izquierdo, sobre la pared del lado derecho se divisa la cocineta y una pequeña mesa que bordea el espacio de la nevera. En los laterales se encuentra cada puerta de entrada y salida del apartamento, la principal y la que dirige al jardín externo. Las paredes se hallan en exceso de decoración con artesanías y artilugios propios de Colombia. En síntesis, es un escenario lleno de nostalgia, donde la soledad se decora con el pálido de las blancas paredes y el estrecho del recuerdo, de un ambiente que grita soledad, que grita compañía y querer.

Este vecindario es especialmente para personas mayores (ancianos) y muchas de ellas se hallan en total soledad. Algunas han sido abandonadas por sus hijos, otras han perdido o no se tienen referencias de su familia, algunas viven en tranquilidad y disfrutan de la visita de sus hijos, nietos y quizás, hasta bisnietos. Toda la variedad del caso se reúne y en el más simpático sentido de la justicia divina, cada quién vive con la soledad que se merece.

Matrimonios de ancianos que viven en felicidad esperando su último minuto, o de solteros o viudos que no alcanzaron la paz familiar y en la más miserable de la soledad se encuentran esperando la santa compañía de un ángel que los libere o de un demonio que les condene.

Observar a Miriam y reflejar a mis abuelos, me cuestiono en sobredosis de melancolía lo que será ese último arriendo que pagaremos en la vida. Cada quien vive su soledad a su modo, hasta en la más joven de todas las generaciones. Con aquel recuadro, reforcé mi pensamiento sobre el sentimiento que me aprisiona y me incomoda. Esa necesidad de querer salir alguna parte, de negar todo aquello que se vive y de manera hipócrita gritar compañía y resguardo. Pero es en esto que escribimos lo que nos significa recibir un nuevo año o un nuevo día.

Dejar pasar los momentos del calendario en una copa de vino y en los descuidos de la vida, suplicar perdón por aquellos a los que dejamos, los que abandonamos en silencio o a los que no pudimos despedir.

Aprender a valorar lo que no nos pertenece, darle a la vida un abrazo de gratitud y esperar a llegar algún puerto seguro. Dejar a los que queremos el querer que les pertenece, agradecer a la vida uno a uno los labios que hemos besado y los cuerpos que hemos abrazado, las manos que hemos estrechado y los saludos que hemos considerado, dejarnos suspender en un sueño compartido y más precario que la soledad de los últimos días, sea, la compañía del final de cada año, mes y día.

Miriam vive tranquila aun en su soledad y ello es de admirar, feliz de disfrutar de su compañía casual y sus visitas intermitentes. Con la conciencia de los años vividos y la nostalgia de los días pasados sonríe llena de vida con conocimiento de causa que inicia nuevo año y llegan nuevas experiencias. Preparando el ágape y haciendo inventario de las botellas de licor y las porciones de comida para servir, se olvida de la decoración de sus paredes y del frío de su jardín.

Una soledad que se hace Precaria según el recetario de cada quien.

AV

8 de diciembre de 2010

Más allá del Occidente

Imagen Tomada de: Mark Liddell – Cat Soap (R)

Luego de que el avión retomara su curso rumbo al sur, mi pensamiento sumido en un refectorio de improperios y deseos propios de adolescente, quise hacer caso omiso a miles de imágenes que se estancaban en mi mente. Algunas ficticias, otras reales como los recuerdos y la nostalgia, algunas deseosas de hacerse realidad, otras rellenas de pasado y con un aroma a vida que asfixiaría hasta al más honesto de los fieles.

Una semana llena de viejos recuerdos, caminar por una calle y encontrar un momento interesante del pasado, virar por alguna esquina y rememorar un beso, un abrazo, una cerveza. Salir a tomar el Bus y enfrentarse a un desmemoriado número de acontecimientos propios del ayer, mirar a los cerros de Bogotá con la misma nostalgia con que se piensa en la cordillera occidental del Valle, dejarme asombrar por lo invisible de la maldad que recorre a una ciudad que hace mucho dejó de cuidar ciudadanos. Un veneno hermoso y duradero, un veneno hermoso y eterno.

Aquel sábado 17 de octubre de 2004 quedó grabado en mi memoria selectiva como muchos otros acontecimientos, en esa ocasión, sentado sobre las gradas de la entrada oeste del Hotel Tequendama, con un cigarrillo en la mano, una chompa azul en mi espalda y miles de estrellas mudas observándome en el cielo. Mi silencio se quedó congelado por un mármol barato que se esculpía en cada baldosa de tan prestigioso hotel. Me sentía solo, no toleraba cumplir años en un momento tan cautivo y lleno de soledad, esa misma que jamás me importó. Llegué a la conclusión en aquel entonces que esa ya no era mi ciudad, que yo ya no pertenecía a ella ni ella a mí, que nuestra relación Ciudad-habitante había llegado a su fin. Fue un duro golpe al estómago.

El denominado “Mal Capital” en ocasiones se impregna en la piel de los más incautos provincianos de nuestra patria querida, un pequeño deseo por pertenecer a una gran capital y decir abiertamente que es la mejor ciudad del país. Por supuesto que todos han pasado por allí, pocos son los que se quedan pegados como disco rayado. Ese mismo mal se te mete como un veneno delicado, delgado y espeso. Un veneno que te enrola con las noches frías, que te encierra en un armario de relojes y oportunidades, de espejismos y vacaciones invisibles.

Encontrarme con viejos amigos me sirvió de receta para calmar mi dolor de nostálgica penumbra, de una suicida vocación de poeta que llevaría a lo más absurdo de mi prestigio a recorrer los pasos en un callejón sin importancia. Encontrarme con viejos amigos también me sacudió la cabeza por un instante permitiéndome pensar en voz alta y con claridad en los sentidos. Algunas decisiones han sido modificadas, otras han sido respaldadas por el frío de la gran ciudad, unas pocas por el peso de la nostalgia y otras por el deseo de querer existir.

Hoy cerca de 6 años después de ese incidente resuelvo con franca osadía una mirada al cielo despejado de mi Bogotá y abriendo los brazos en el más tímido de los discursos, me reprendo en un hermoso discurso de renovación. Hoy, con gripe y mucha flema por donar a los más necesitados me relevo en un plan de calor y reflexión, pero siempre asumiendo que a este lado de la cordillera, en este occidente perímetro, se vive según las exigencias, y de allí el secreto por pretender renovar o procrastinar mitos resguardados, el deseo de escribir o seguir leyendo, el deseo de permitir que otros regresen o se vayan de nuestras vidas.

Permitir que mi Occidente sea el oriente de otros.

AV