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15 de enero de 2015

Una Flor.




Imagen Tomada de: http://wall4all.me/walls/animals/cute-female-cats-lovely-8564-2560x2160.jpg


Una flor se regala cuando hay sentimientos que quieren apoderarse de ese vacío que la melancolía puede llenar si uno se descuida, sirve además, para adornar esas esquinas vacías de vida que encomendamos en el hogar.  Darle utilidad a esos muebles que se niegan a guardar recuerdos a cambio de servilletas y manteles.

Somos personajes ilustres en el relicario de recuerdos de nuestras madres, a ellas, la más ejemplar de las mujeres es a quienes debemos de ofrendar las mejores flores de cada jardín, traer a su morada la más vistosa de las Margaritas, Heliconias o Claveles, darle Girasoles, un Bonsái quizás, caer en las Violetas o por lo menos, en cuadros de gran pintura donde la acuarela se humedezca con el papel y haga de su aroma, la más viva de las rosas.

Regalar una Flor nos hace humanos porque desprendemos de lo natural, un detalle que para siglos atrás era más artificial. Dejamos a la codicia construir un poema y de allí, de sus versos y soneto, arriesgamos la prosa hasta la más infame de las intenciones, nos convertimos en seres ingratos, hacemos de la ausencia una costumbre irremediable que nos hace ser groseros con el prójimo y bueno, hacemos de una flor la mejor de las herramientas para brindar homenaje cuando el amigo ya ha partido al más allá, lejos del acá.

La más opaca de las ventanas, con sus vidrios empañados y sus cortinas deshilachadas puede ser la más hermosa de las casualidades cuando una flor se posa sobre su  base, allí, sola, única, sin prisa y con mucho por decorar, pasar de ser una simple ventana a transformar todo un hogar en un bello encuentro familiar.

Una flor es la manifestación poética de lo que la luna jamás fue capaz de ser en manos de una mujer. Es la fortuna más delicada  que un hombre ambicioso pueda ostentar entre sus pertenencias, se hace a sí misma una quimera de llanto y sonrisas, vuelve en alquimista a aquel origamista que transforma al billete de lotería en flores de papel.

Somos seres de costumbre y seguimos tradiciones, a las tradiciones sumamos misticismo y fanatismo. Al fanatismo le sembramos convicciones y a las convicciones le alimentamos con intenciones, a la final todas las intenciones las embellecemos con flores, flores frescas o flores secas, Popurrí para el centro de mesa, o una corona para la familia del que ya no volverá.

Regalar un libro de poemas de Pablo Neruda a la persona de la que se está enamorado es pues, regalar inspiración. Ahora bien, regalar el libro de las preguntas, para encontrar las respuestas en una flor, en un libro para la eternidad es pretender en cada página que la vida nos cuestione de una bella manera, nos invite a su cuestionario de sanidad, a ese recoveco del alma donde las flores son importantes por su aroma y no por su color, por su comodidad y no por su utilidad.

En la estética es donde nos encontramos y damos valor de cambio a cada premisa del tradicionalismo, del historicismo del amor. Serenatas y poemas, flores e invitaciones a cenar, Margaritas, o quizás claveles, seremos lo que el amor nos permita ser, nos enamoramos porque permitimos ser flores en el alma del otro, nos entristecemos porque marchitamos la dignidad en un adiós, por más error que sea o descuido que merezca.

Regalemos vida, quizás, semillas para sembrar, quizás besos envueltos en abrazos y cargados de mucha vitamina. 

Demos al otro que no está un homenaje en vida, invitemos a su hogar una salida a tomar esa bebida que hace mucho no receta, hagamos de las familias el centro del universo, la ronda musical de cada  batalla. Vivamos dentro de los corazones de los desesperados para así en cada página escribir un poema, quizás un poco de Neruda, porque como bien Pablo lo ha encomendado a su literatura, para nacer se ha nacido, desde un Canto General, o por qué no, desde una canción desesperada; todo desde la virtud, el amor, la ternura, pero también desde la cobardía, la osada manifestación de pereza y cinismo, el cartelismo de los que necesitan reconocimiento, el poemario de la juventud.

Me agradan a fondo esos personajes que permiten que la ficción construya sus pensamientos, que se desvanecen en historias para germinar en ideas. Es que compañeros de lectura, a una mujer enamorada se le enamora con la más ficticia de las verdades, las intenciones que salen del corazón, nosotros por su parte, como hijos del sol, nos enamoramos por la más real de las mentiras: El futuro que queremos visitar.

Las flores son para la vida, las historias para construir vida, los recuerdos para pavimentar los pasillos de la nostalgia, los amigos para justificar las salidas, los amores, los amores son para construir vida dentro de cada poema, dentro de cada canto desesperado o amargado.

Escapar con confianza de una rutina es buscar en lo que nos es constante, una razón de ser y qué mejor ejemplo de ello que el oficio de Jardinero. Por su parte, la literatura se ha encargado de sembrar dudas y prejuicios, instalar miedos y confrontar conocimiento a lo largo de la humanidad, como si no fuese suficiente con ser humanos y codiciosos.

Regalar una Flor, es el acto más humano para aquellos que se desapegaron de su humanidad y enfundaron la túnica de la individualidad. Regalar un libro es lo más humano que podemos soportar, en especial por aquellos que aún siguen buscando su humanidad en letras y saberes.

Regalar un libro de Pablo Neruda es pues, Regalar una Flor hecha poesía.



AV

10 de enero de 2015

Nos Vamos.




Cat in street, Manchester 1957
© Neil Libbert

Silver gelatin print


Nos vamos.

A cada quien le llega su historia y con ella su polémica. Nos indignamos con cada situación que se sale de nuestro entendimiento, caemos en el simplismo de la cotidianidad, nos refrescamos con excusas que otros elaboran de mejor manera para nosotros, los espectadores.
Ha sido una semana particular, historias que han dado mucho tema para hablar, pero siempre virando cada esfuerzo intelectual en la misma dirección, como un partido de tenis, donde cada quien elabora un discurso mejor que el otro pero no sale de lo que realmente nos aqueja, el simplismo de los puntos de vista, el ir más allá del estar a favor o en contra, el pretender darle justificación a todo, como si fuera necesario hacerlo.

Desde el cuestionable precio de la gasolina por galón en Colombia, pasando por la inseguridad en las calles de Bogotá, paseando por la libertad de prensa y su contrariada libertad de culto, lo que el ex presidente dijo o no dijo, que si murieron defendiendo una causa o si la causa ameritaba matarles. Somos seres de opinión, nos volamos del centro para hacer de la periferia un constante edificio de opiniones, preferimos ser más banales, estallamos las redes sociales con marcas que nos identifican como intelectuales o sensibles pensadores.

La muerte de los periodistas franceses abrió la puerta de una discusión que se había dejado en silencio desde hace más de veinte años, pero alguien quiso abrirla, quizás porque fue su último recurso de opinión. La condición de rechazo y temor que ha generado cada una de las religiones y cultos de oriente frente a occidente ha traído nuevas discusiones con nombres distintos, siempre acusándonos al historicismo y al de-colonialismo como punta de lanza, en efecto, la muerte es muerte y la religión es religión.
Cuestionaba una amiga en redes sociales esta semana si la idea de libertad era un invento propiamente occidental, nadie hizo eco de su pregunta, que por cierto, es demasiado interesante, como La Nausea, de Sartre; por el contrario, muchos se apegaron a lo que periodistas “del mundo entero” rechazaban en escritos, caricaturas, columnas enteras de “reflexión”, pero no lo se, soy un inconforme que a nombre de la nada precisa de más argumentos y menos voces.

A la gran mayoría le parece justificable darle la razón al que grita más fuerte y no al que profundiza en sus argumentos, igual ocurre en redes sociales, el que más veces trina o postea ganándose más fans que cualquiera, a ese es al que le creemos. Disculparán la ironía de las cosas, pero si algo le parece indignante a muchos es que el señor Ex Presidente haya salido a defender la libertad de prensa, los entiendo, a muchos les desagrada ese escenario libertario, pero en cambio, si el caricaturista que de nombre tiene Vladimir, sale a defender la libre prensa y libertad de opinión todos le aplauden y hacen pasillo de la victoria.
Nos falta investigar señores, tanto de un lado como del otro, mucho.

Debemos (incluyéndome) aprender a ser más sensatos con lo que vemos o escuchamos, el mundo es uno solo y en el ocurren un sin número de historias que dan hasta miedo. Nos apegamos a las conspiraciones de otros, nos sumergimos en las verdades de otros, nos asustamos con los gritos de otros, nos enloquecemos inclusive cuando la ausencia de otros es duradera.

Lo ocurrido en Paris es muestra de qué tan grande es este planeta, con sus  locuras y temores, no pretendo estar de acuerdo con su muerte ni mucho menos pretendo estar de acuerdo con su devota libertad de prensa, porque lo mencionamos con premura, ya mi amiga lo había expresado, ¿es la libertad una idea occidental? Y yo le prosigo en la misma línea, “y de ser la libertad un pretexto occidental – como parece ser - ¿es deber de oriente obedecer a las creencias de occidente?” Miren compañeros, hay muchas preguntas que nos invitan a caminar sobre los andenes de la demagogia, pero las respuestas están afuera y no responden a pretextos o argumentos, son hechos, algunos aislados, otros construidos.

No soportamos convivir entre nosotros, somos una raza salvaje, avivamos odios y luego huimos como golondrinas buscando paz, occidente como nos hacemos llamar, es una construcción constante de nuestros defectos, algunos representados en la modernidad y otros, bueno, otros exportados a la periferia como excusa de la posmodernidad. Oriente es otro universo, pero no significa que sea mejor que nosotros, ellos tienen sus reglas, sus instituciones, sus detractores por supuesto.

¿A usted leído algún periódico de origen islámico o árabe cuando una noticia internacional sale con oriente como protagonista? ¿Conoce usted la opinión de los grandes pensadores de oriente?

Es un simplismo que en ocasiones nos queda grande, porque vivimos en la constante polarización, nos sentimos respaldados o agredidos, sin matices ni oportunidad, sin nada que discutir más allá de la sangre.

Yo quiero vivir en un mundo mejor, pero prefiero seguir haciendo de mi entorno un lugar mejor, alejarme de esas opiniones que en ocasiones son más destructivas que las armas de los denominados bandidos, soy de los que prefiere hacer de su periferia un bonito vividero a rasgarme las vestiduras por lo que los grandes pensadores llaman crisis internacional. Soy politólogo conozco el mundo donde vivo, pero tampoco me lleno de vanidad con mi profesión y salgo a promulgar mis opiniones y puntos de vista como la más sensata y pura de las verdades, eso prefiero dejárselo a los que menos saben de política, a los amigos periodistas.

No esperen de mi una opinión mejor o peor, algo elaborado o por elaborar, no es mi cotidianidad ni tampoco mi originalidad. Soy defensor de las causas justas y detractor del abuso en todas sus manifestaciones, rechazo la violencia en todas sus formas y me indigno cuando los débiles caen forzados a las voluntades de los poderosos, pero yo no me llamo Charlie, ni tampoco Javier; Soy amigo de los que no tienen voz y trato de ayudarles a encontrar su camino para construir sus propios discursos, no soy amigo de tomar la voz de otros para hacer de ella un discurso encubierto en símbolos y esperanza.

Nos vamos, porque para aprender a hablar, hay primero que caminar.

AV.

24 de junio de 2013

El Gran Observador



Imagen tomada de:

Esta semana el canal de Documentales por TV “History Channel” en convenio con algunas empresas y medios de comunicación Colombianos dio a conocer el resultado de un concurso que viene realizando alrededor del hemisferio Occidental denominado “El Gran (Ubique aquí la Nacionalidad del caso)”.  Para la ocasión, se trató del resultado del concurso On line para elegir al que los votantes del website consideraran, entre múltiples opciones, cuál de todas era su mejor opción para ser elegida como El Gran Colombiano”, título que se le otorgaría a ese personaje histórico que representara los sentimientos patrios y nacionales de los votantes, sin importar si se tratase de un personaje de la farándula, del sector cultural, algún deportista consagrado, Políticos, Juristas o representantes de la Iglesia. Sin importar si se tratase de un personaje vivo o muerto.

El resultado de dicho concurso a manera de documental, dio como ganador al Ex presidente de la República de Colombia (2002 – 2010) señor Álvaro Uribe Vélez, siendo así reconocido pues como “El Gran Colombiano”. A partir de este resultado las redes sociales y los espacios de opinión comenzaron a colapsar con argumentos a favor y en contra de dicho resultado, al mejor estilo de un reinado de belleza, en el que muchos asegurarían que les robaron el premio y otros por su parte lo considerarían justo y muy merecido.

Tantas opiniones surgen alrededor de un personaje tan polémico como el concurso en sí, en primera medida porque el concurso si bien es libre de convocar a quienes lo desee y para los fines que se proponga, no significa que represente la cultura y tradición de una sociedad o un escenario real, por el contrario, es una fotografía instantánea de un momento de opinión en un significativo número poblacional. De igual manera, la polémica sobre el personaje en cuestión sobrepasa los límites de la ficción que un concurso pueda brindar y se asienta en la polarizada y costumbrista opinión pública colombiana, en la que los amores y los odios se encuentran con frecuencia en redes sociales, cafeterías, pasillos y transporte público.

Frente a lo anterior, revisemos por partes cada una de las situaciones, ejerciendo nuestro libre derecho de analizar, opinar y observar sea ya desde las vísceras o desde la ignorancia metódica. Primero hablemos del ganador, el señor ExPresidente de la República de Colombia, a quien sin importar mis opiniones o percepciones sobre su persona o legado político, debo de reconocerle su labor como figura mediática. Aquí el primer análisis al respecto:

Álvaro Uribe además de su rol como Presidente de los colombianos por 8 años consecutivos, ha logrado permanecer en el escenario de opinión constantemente, sea pues para generar opiniones favorables o desfavorables sobre los temas de la agenda pública, su constancia y en ocasiones, intensa actividad mediática hace que su nombre (Personal Branding)  siga vigente en el imaginario cultural de los que son sus espectadores.
Otro asunto a considerar influyente es la generación a la que se ha logrado influenciar y es pues, que gran parte de los jóvenes en el rango de los 15 años del año 2002, hasta el día de hoy sólo han conocido un Presidente de la República y en se mismo orden de ideas, han podido identificar lo que es la política ya con la madurez de la edad, es decir que su criterio a favor o en contra de Uribe Vélez es basado exponencialmente en una única experiencia política, y la generación siguiente, es decir los quinceañeros del 2006 hasta nuestra fecha han servido como refuerzo de esa escuela dogmática a favor o en contra del ExPresidente, ahora tenemos una población que además de polarizada, está de alguna manera sesgada con lo que serían conceptos y preceptos históricos, políticos, culturales y hasta Ideológicos, pero claro, son meras especulaciones pues en cierto sentido es difícil dimensionar de todo este segmento poblacional cuál ha participado y de qué manera en este proceso de influencia mediática del señor ExPresidente, sea ya para apoyar o rechazar al personaje en cuestión.

Luego viene como otro aspecto a considerar el asunto del concurso. “El Gran Colombiano” surge como una iniciativa de algunos medios de comunicación con el propósito de “generar debate y reflexión sobre los protagonistas más sobresalientes de la historia del país elegidos por nuestra audiencia, con el fin de que el público saque sus propias conclusiones”. Lo primero a considerar en este tipo de concursos es la población participante, es decir, el votante, el que tiene el poder de decisión e influencia sobre los resultados a esperar.
Quienes participaron de esta convocatoria con su voto son ciudadanos con acceso a las TICs y servicio de internet, una población más pequeña con acceso al servicio de televisión por cable para ver saber del contenido del Canal “History Channel” y claro, de esa población, surge otro número más pequeño con capacidad de análisis y formación educativa / cultural para decidir entre múltiples opciones, cuál es su personaje a elegir. Desconocemos la edad de los votantes al igual que su condición social, pues es un concurso que deja abierta la puerta del voto a muchos menores de edad, la real población activa del universo 2.0 o Internet.

El concurso deja abierto el resultado a la voluntad de quienes participan con su voto, sometiendo personajes de toda índole al parecer de quién vota.  No hay justicia por la sencilla razón de que no hay campaña electoral ni reglas de participación para los candidatos, por el contrario, tanto fallecidos como vivos compiten en una desigualdad histórica: Quien tenga más “Fans / Amigos” logrará hacerse ganador, pues vivimos ahora en una actividad comercial / cultural en la que todos los premios y méritos en Redes Sociales y Páginas Web se logran no por el mérito del participante sino, por la cantidad de amigos y fans que logre convocar para que le apoyen con un voto, un Like, un Fav o un sencillo RT, entre múltiples opciones que cada web ofrece. Aquí se premia a quien tenga más tiempo de generar influencia y convocatoria para juntar votos, no a quien represente los valores de una nación o los principios de una Patria, una Historia o una Ideología. No se nos puede olvidar este aspecto tan importante.

Muchos focos de opinión en contra del ganador afirmaban quizás con rabia o desconsuelo, que buscarían cambiarse de nacionalidad, que el ganador no le representa como colombiano o que ganó la cultura paramilitar y de la ilegalidad, entre múltiples voces de rechazo. A ese grupo poblacional es quizás la tarea más difícil hacerles entender que aquí no ganó nadie, pero si perdieron muchos, puesto que se elevó la polarización política y se legitimó ese Estado de Opinión en el que muchos colombianos en el rango de 19 – 35 años de edad estamos sometidos por diferentes fuentes,  polarización que además lo que logra es legitimar al ganador, pues ha triunfado quien mejor ha sabido conservar la tensión mediática.

Es sensato en este aspecto indagar cuántos conocían del concurso meses atrás, o si solo se enteraron del mismo la noche de la premiación. Del mismo modo, es fundamental saber cuántos de los opositores participaron con su voto en la página web del medio de comunicación y cuántos lo hicieron por influencia de un amigo o un familiar.
Otra pregunta que surge es pues, ¿cuántos de los opositores entienden que este es el resultado de nuestro presente?, pues fueron los ciudadanos del presente los que votaron, no las generaciones anteriores. Este resultado es similar al de los programas de realidad por televisión, en el que los votos siempre dan beneficio a quien menos representa los valores de la patria, por la sencilla razón de que quienes salen (entran a la red) a votar no siempre son los mismos electores que salen a las urnas a votar en un proceso electoral democrático, y, los pocos que participan de ambos escenarios de “participación” por lo general, son civiles con puntos de opinión inestables  y con fragilidad de influencia de opinión (no todos, pero sí gran parte de la población).

Quizás lo extenso de este escrito haga que termine por escribir las ideas principales, pues a decir verdad no logro publicar todo lo que pienso al respecto, pues en la medida de lo que se escribe se va dejando de lado muchas variables e indicadores que sirven de base para la generación de opinión, pero para mi caso, esta opinión es más una descripción del escenario actual más que de las causas de dicha situación.

El triunfo de Uribe sobre García Márquez, Patarroyo, Falcao y demás políticos influyentes de nuestra historia como país solo evidencia que tanto en lo electoral como en la ficción de los medios de comunicación, nunca por más méritos o reconocimientos de por medio existan, se ganará un concurso de opinión sentado con los brazos cruzados esperando a que la gente de clic y haga su voto, por el contrario, el ganador es y siempre será aquel que logre “movilizar” a sus contactos, amigos y familiares para así reunir la mayor cantidad de votos a su favor, movilización que no pudieron ejercer competidores como Antonio Nariño, Jorge Eliecer Gaitán, Luis Carlos Galán, Jaime Garzón o Policarpa Salavarrieta y ello, no significa que como nación no tengamos una historia política sólida y un presente político dinámico, significa pues, que nos encontramos ante una constante ola de opinión del consumidor.

Para cerrar, pues puedo extenderme tanto como quisiera y a decir verdad, prefiero dejar el resto del análisis a un escenario real, como un café o un Bar, debo decir que no me incomoda si el ganador fue o no Álvaro Uribe sino, la reacción de quienes no entienden la diferencia entre Ficción y realidad, pues si la realidad quiere dar un premio, será pues la misma realidad la que nos condene.

Reflexionemos.


AV

10 de febrero de 2008

Letanía Popular



Me hacía falta una descarga de lado oscuro, una tragedia echa maldad, esa necesidad de descargar al cielo todos los infiernos que se llevan en el estado del alma, esas caricias de lija con las que nos cuestionamos el estado de letargo con el que nos balanceamos en la coma mientras se lucha contra una almohada sin consejos. Como un gigante herido caminamos en el bosque buscando culpables que no existen, sensaciones vacías que alimentamos con esperanzas baldías, muertes y heridas que se cubren con el hedor de un almuerzo.

Había faltado a mi propio respeto el dejarme olvidar de esa esencia que me hace único, me entregué en palabras dulces a momentos taciturnos, repletos de alegría y fanfarria, deseaba estar y no estar, ahora, con el hacha en la mano es que evalúo esas caídas sin memoria en las que recupero la fuerza nocturna. Muchas indecisiones permanecen en la nostalgia de un trabajo mal elaborado, muchos deseos se esparcen por el lodo de una habitación amoblada con ansiosas reparticiones de consejos, inclusive devengamos amor en una taza de café o quizás en un cigarrillo regalado.
Reviviendo esa banda sonora que me custodiaba años atrás, recuperando esos artistas que perdí en el gusto musical doy cuenta de la capacidad de herir que había dejado tiempo atrás. Decaído y con insomnio moral dejo en la infamia esa brisa fresca que alienta a los desesperados, melódicas canciones bajo el poder de la electricidad iluminan esas ideas sueltas que abandonamos en algún bar o en los traicioneros labios de una musa de turno, herido y con el ego en estado de letargo se disipa mi necesidad de ser y estar y paso a coagular los regaños de mis amistades en copas de licor, licor para olvidar, licor para odiar, licor para querer, licor para amar, licor para amarrar, licor para matar.

Reprochando mis sentimientos y mis alucinaciones es que encuentro en ellos los caminos de la noticia no escuchada, vivo para mortificar a aquellos que ven en la silueta de una nube un motivo para vivir, o los que en un poema dulce y chileno integran al amor con el odio, al despecho con la vida, ¡Gran pajazo mental! , si quiera la vida está dispuesta a dejarse quitar del camino pero no a mezclarse en letras y líricas sacadas de una escopeta.
Esa banda sonora que regresa a nuestros oídos en esos momentos en los que se les necesita es muestra de lo miserable pero a su vez importante que es nuestro carácter citadino, forjado con las más sangrientas o sudorosas experiencias de la memoria, donde habita el caos y el perdón, donde se dignifica una palabra por medio de caricias o besos mundanos, esa realidad que hasta el mismo concilio de Trento no pudo explicar en el tratado de la palabra sagrada, esa realidad que hasta el más tradicionalista o existencialista de los poetas no pudo revelar pero que siempre quiso expresar en sus letanías pasajeras, una que otra quedó para la historia, pero quedó en evidencia que nacieron y se dijeron en el siglo equivocado, aquella maldición de los intelectuales de apoderarse del tiempo que no les pertenece.

Letras cargadas de energía pura y rencorosa, dispuestas a exorcizarse en la memoria de esos lectores desprevenidos, atentos al misterio de su propia sombra, lejanos a mis deseos a la hora de redactar mi emocionante dolor, dolor que no se cura con segundas oportunidades o terceros consejeros, sólo el duelo interno es el que sabe cómo y cuándo dejarse seducir por la sabiduría popular.

Toda una Letanía de la Cotidianidad.

AV.