20 de julio de 2008

MISIÓN CUNDINAMARCA PARTE III



Es difícil imaginarse un parque donde uno no ha crecido, un parque donde uno no conoce a los caminantes ni distingue las necesidades de los presentes, un parque donde todo un pueblo gira a su alrededor sin importar las horas o las noches, sin importar las clandestinas necesidades de los vecinos o el agotador clima de verano. En varias ocasiones dejé sentir mi vida en pasos que bajo el sol de la tarde me daban esa necesidad de caminar sin destino alguno, me sentaba en el teatrino a observar, a mentirle al tiempo y revolverme en el espacio esos pensamientos de niñez.

Una noche de 1990 en pleno mes de julio entretuve mi hambre y mi sed pedaleando agresivamente en un triciclo alquilado a buen precio, giraba dando vueltas en el parque pero en mi interior lo hacía viviendo esa distancia que me sacaba de mi tierra natal y me entretenía en una ficción de tres ruedas, faroles que chocaban su luz amarilla con el rojo suelo del parque, faroles que con su base de acero daban la impresión de estar pedaleando en el tiempo y encontrarme en calles del siglo pasado, las mujeres sentadas con abanicos en las bancas de cemento eran una novedad en mi pedaleo, los hombres con camisetas y pantalones cortos caminaban en sandalias alrededor de un recinto abierto por el tiempo y la memoria, recinto que demandaba sueños y necesidades, el mismo lugar que en las tardes servía como expendio de cometas y papeletas, de carros pequeños que vendían paletas de agua y “sandies” con sabores a frutas.

Fue a partir de ese año que la lucha por aprender a montar en bicicleta se resumía a frustradas ocasiones, poco a poco con el crecimiento de las piernas y el paso de los años el mismo sol quemaba la cara y la espalda, la misma frustración se asemejaba los miles de intentos por aprender a montar en bicicletas prestadas y refunfuñar por los fallidos golpes que la vida me donaba. Muchas ocasiones fueron selladas en llantos inconsolables y miradas de resignación en ese rojo cemento que adornaba a un parque, que en sus alrededores era observado por una catedral que me asustaba mi imaginación, junto a ella una gran oficina de Telecom servía de refugio para desempleados y desocupados, para desorientados y recién llegados.
En esas mismas calles giraban restaurantes que vendían pollo asado o apanado, un gran billar y una pequeña oficina de la policía, casas que alquilaban los garajes para la instalación de locales comerciales para la venta de ropa y mercancías que provenía de los Estados Unidos o de lugares remotos y exóticos, ese parque donde di por primera vez un beso o donde aprendí a caminar solo sintiéndome como un adulto cuando en realidad mis años no llegaban a los diez, ese parque donde solía gastar el dinero de vacaciones en paletas de agua y en competencias de trompo, ese parque que bajo el sol cundinamarqués unía a todas las calles del pueblo y los sentaba a esperar al tiempo morir.

Inmensos árboles acaparaban la atención de turistas y desprevenidos, antiguas casas que servían como sede de Bancos y oficinas comerciales, mi recuerdo remoto se lo roba la abejita conavi, la casita roja o la verde y fuerte marca del Banco de la República, en ese mismo lado del parque dos establecimientos se caracterizaban por la fuerte venta de cerveza águila y la constante presencia de hombres mayores y con cara de preocupación.

Las oficinas del Periódico El Espacio recibían miles de Hojas de Vida y artículos para los clasificados, muchos jóvenes jugaban fútbol con ladrillos a cada lado para simular un arco o para dar seña de la actividad que desarrollaban, muchas veces dejé de perder el tiempo conociendo las estaciones de tren o las grandes tanquetas del acueducto local para perderme en ese parque y huirle a la infancia, infancia que nunca murió, parque que me secuestraba de la Casa Grande y me encerraba en su circular perímetro, parque donde alguna vez Jorge Barón invito a los civiles a vivir un concierto gratuito, parque donde mis años superaron la memoria y sirvió como punto de encuentro para nuestras salidas a Ricaurte o Melgar, parque que murió en el mundo de los urbanos y se dejó atrapar por las excusas de la periferia, parque donde dejé de ser niño para arriesgarme a ser hombre, parque donde escondía mis lágrimas el día en que mi abuela dejó de vivir, parque que sirve de homenaje a esta Misión que recién comienza.

Si bien empezó todo en esa noche de carreras con un triciclo como medio de transporte, con carruajes para enamorados o artesanías para los curiosos, fue ese parque el que se robó mi noción del tiempo y empezó a robarme recuerdos desde el primer pedalazo que se dio, parque que me identifica con esa familia que ha dejado a la memoria sus principales historias y desgracias.

Recuerdo bien la última vez que me senté en el parque a fumarme un cigarrillo, fue esa tarde cuando decidí irme a vivir a Ibagué. Una tarde casi diez años después de mi primer pedalazo en el triciclo de alquiler.

AV

4 comentarios:

Unknown dijo...

Bonito...

muy buena descripcion por un momento me vi en aquel parque y esa melancolia...

HannaLuna dijo...

Y bueno, con este los he leIdo todos...

Este Ultimo capItulo me ha cautivado mucho. El primer pArrafo es hermoso...

Y bueno de ese parque, que puedo decir... un Lugar que llego como musa no sOlo para vos. Sino para aquellos que nos alimentamos con tus letras...

VolverE...
porque faltan muchos mAs..
Un abrazo
La Luna

Anónimo dijo...

...yo creo que mi remedio para vivir es el de ganarme nuevos recuerdos para dejar los que en este momento relaciono con mi pasado actual

yo acabo de descubrir que mi remedio es empacar e irme a la aventura de nuevas experiencias que me dejen el dulce sabor de nuevos recuerdos para olvidar lo que me trasnochan.

misión cundinamarca es un escrito que seguramente para los lectores nos deja la ilusión de una IV parte.
gracias por compartirme tus escritos
lo felicito
parce, ud. me deja esa invitación a una IV parte
espero que no sea un par de decadas mas

Absurda dijo...

Si, es cierto, tiene que haber una cuarta parte...como ya te dije: que esto no se quede en "entradas", tienes tema para mucho más y espero llegar a leerlo.

Creo que logras un ambiente nostálgico muy propio, sin caer en clichés. Me gusta, sigue así :)