30 de mayo de 2008

Moribundo Silencio



Hoy amanecí con ganas de morir al igual que ayer, amanecí pensando en otras épocas y en otros tonos, viendo mil tonalidades en la esfera de la psiquis y jugando a ser grande en la memoria de lo colectivo. Me sentí amarrado y pesado, con los párpados arrugados de tanto observarse a sí mismos, de cara a la pared y en posición fetal, luchando con la almohada para sentirme vivo, tratando de progresar en mi silencio sepulcral, un silencio tal de poetas que hasta la literatura muere en el.

Hoy el servicio no está disponible, como es costumbre suelo cerrar mis ojos antes de darme cuenta de lo oscura que es la habitación, me duermo estando de pie y comienzo a pensar en esos años ya vividos, donde me encierro como una espiral y donde me niego a crecer, esos años donde el día me seduce con la noche, donde las palabras no se escuchan pero si se sienten. Se me enreda la piel con la suavidad de la mendicidad, se me escabulle en el alma la necesidad de continuar, de dejarse palpar y dar el paso adelante, pero a toda costa siempre termino es dando dos pasos para atrás, donde nada me espera, donde nada me busca, donde todo muere, un silencio tal de caminantes que hasta los pasos mueren en el.

Hoy he visto discutir a mis padres de nuevo, ya es una constante. Siento arder esa herida que dizque cicatrizó tiempo pasado, pero mentiras, ella sigue ahí dándome dolores de cabeza y problemas de pies a cabeza, me mata suavemente, al ritmo de un beso prestado, me sacude sin proponérselo, dejándome en el camino sin rumbo y sin compañías, me escupe y me lame, me deja muerto. He visto a mis padres agredirse de manera cordial, con los caprichos de la inmadurez en un par de cuerpos cincuentones, preocupante la cara del dolor, de la necesidad y la maldad, esos corazones que se rompen para fragmentar hogares, esas discusiones a las que asisto como testigo no deseado y me enloquecen, me amarran en una impotencia donde solo puedo observar y ser observado, donde no opino ni intervengo, solo observo, como el niño que muere delante de sus padres, un silencio tal de familiares que hasta los hogares mueren en el.

Hoy me siento mal, se me arruga la conciencia con el dolor de los actos ajenos, me desvisto en una corazonada propia de invasores y pasajeros, me dejo llevar en un camino sin amistades, no digo que no tengo amigos porque si los hay, y de los mejores, aquellas amistades que me han enseñado a valorar lo poco que me define como ser humano.

Me siento informal y sumiso, me siento pesado, como si me cayera en un vacío y la gravedad me absolviese sin querer hacerlo pero con esos recuerdos que me enseñan a recordar, que me embarazan en un abrir y cerrar de ojos, juegos de fabulas que me rinden tributo en la noche y me arrebatan la capacidad de asombro para dar pie a una nueva generación de trágicas y dramáticas espirales de fe, como el cuchillo que rebana la comida, que amordaza mis entrañas y deja ese aroma a muerto por toda la sala para quejarse luego, todo un melodrama sacado del más profundo de los silencios, un silencio tal de asesinos que hasta la muerte muere en el.

Hoy me desconecto, me niego a existir, me niego a ser y a estar. Hoy solo quiero sentarme y mirar al vacío para pensar en la caída, me deprimo en lo más bello del amanecer, en ese sol vallecaucano que nos cubre con su calor con los farallones en nuestra espalda, hoy me asomo por la ventana y olfateando el asfalto me deleito con la soledad de la calle, intento ignorar todo lo que sucede a mi alrededor, pero mi entorno se niega ignorar las cosas y me sacude con sus indirectas, con sus enseñanzas absurdas y sus clásicas lecciones de vida, no quiero ser humilde ni bondadoso, no quiero pensarme más allá de una cama en la que me acuesto a morir, en la que me encierro y sin negarme placer alguno cierro los ojos para decir adiós, en ese silencio tan fino y tan pulcro que hasta mi muerte se siento sola y desconsolada, un silencio tal que hasta mi propio silencio muere con el.

No intenten despertarme, solo quiero estar allí.

AV

28 de mayo de 2008

Profunda Inconciencia




Sentado en el sofá de la sala, viendo de cerca la pantalla del PC y con el mundo girando a mi alrededor, encontrándome en miradas de porcelana y suspirando con el aliento de la cordura y la ansiedad de los finales, suena Laura Pausini de fondo, esas baladas que en mi memoria noventera dejaron canciones con alma de metal, esa niebla que nos vuelve eternos.

Hoy (ayer) fue un día lleno de motivos para reflexionar, un martes lleno de debates y de ilusiones propias de la heterogeneidad, mezclado con dietas y chocolates servidos en mesas vacías, en tazas de café sin azúcar, en esas notas apartadas de un piano. Quiero rendirle un homenaje a los que entendieron el mensaje quizás tímido de mi blog bilingüe, esos consejos que nos arrancan tonterías de la cabeza y nos sienta en el desvalido puesto de la soledad. Aquellos personajes que en la amígdala de la censura leyeron de fondo mi soledad convertida en un ciclo sin norte, en ese desesperado olvido que se conserva con ilusiones y emociones, esos juegos de roles en los que sin dados y sin papeles le dejamos a la vida entre dicho, imposible de olvidar, imposible de pronunciar.

Existiendo en mi interior me dejo caer en un vacío profundo, es aquel sueño repetitivo donde salto desde lo más alto de la humanidad y me dejo caer con los brazos abiertos, disfrutando la brisa que choca con mis mejillas, cerrando los ojos con una sonrisa que supera de placer esa soledad que se siente mientras me acerco al vacío, esa divinidad que me enloquece en el estado más íntimo del suicidio, ese valor que nos enseña a ser cobardes, a ser expertos en estupideces propias de la edad y la inmadurez. No sueño con volar ni dejar en vacíos mi cuestionario existencialista libre de marihuana, ni sueño con morder pasteles ambiguos de deseos y seducciones de vida y sexo a cambio de palabras bonitas, encadenándome en la locura de la calle y la esquina, sigo pensando pues en ese vacío donde mi complicidad con el viento supera la complicidad de la lluvia con las nubes.

Mi vida se va y se va, no deja razones ni mensajes, no deja recuerdos ni sensaciones, no deja motivos ni culpables, no deja cicatrices ni heridas, no me deja ni me atrapa, no me busca porque quiere irse sin avisar, no quiere dejar amistades dolidas ni besos libres de culpabilidad, así me entiendo y me encierro, me encierro en ese precipicio de donde salto y amarro mi mirada en el fondo invisible donde algún día he de caer, muero o no, vivo pensando en esa muerte que no deja razones, en esa víscera que se escupe en el padre nuestro.

Es la primera vez que me conecto con la letra de este blog y la letra de mi intestino intelectual, donde toda la mierda de mi cabeza se mezcla con la belleza de las letras vacías, de esas mentes retorcidas que se amarran en un beso para poder hacer el amor, decido con el pensamiento conectarme con esas sonrisas sacadas de fabulas y mitos urbanos, mitos en los que juego a ser creador y destructor, poeta y lector, víctima y victimario. Odio a la gente que habla de letras para adentro, odio con odio mortal a todos aquellos que no creen o confían en mi, odio a los que dudan de mis sueños y los dejan en tela de arañas para evidenciar la razón que se tiene o no se tiene, odio a ustedes que creen que encierro mis metálicos juegos en palabras venenosas propias de la administración y la religión, odio cuando dicen querer mientras caminan en retroceso, odio cuando se sientan a beber café mientras piensan en chocolates, odio a todo aquel que se deja seducir por el perfume del silencio, porque es entonces ese que después de descubrir el aroma decide en la bulla hablar para no ser escuchado.

Quisiera empezar a caminar para atrás.

AV

25 de mayo de 2008

Corazón de Arena


En estos momentos donde la indecisión me soborna con antojos prestados y me exonera con murmullos mundanos, recuerdo a esa mujer que se quita la cabeza y la guarda debajo de la cama, esa señora de cuerpo extraño que al ritmo de la noche se desviste en las estrellas y es mentada en los noticieros, esa dama de elegante mirada que con el frío de la niebla me cuestiona mis actos y me acusa de ingrato, me deja en el olvido y me soborna con antojos olvidados. No es una gata, porque mi gata se llama Julieta y acaba de cumplir 8 mesecitos de vida, no es ser humano alguno porque sino ya hace mucho la hubiese agredido, no es la religión ni la fe porque ambas están escondidas en una oración, no es mi madre ni la escuela, son solo palabras que se intercambian al ritmo de miradas vecinas, de verbos y obreros en sindicato.

Estoy encerrado en la memoria de mis huesos, en el pesado nombre de los besos y esas uñas que me dijeron cual era el camino equivocado, esas pestañas que se dibujan en murales y son besadas con lapiceros y escalones de madera; Cuando perdí el equilibrio decidí saltar y dejarme llevar por las olas de la inconsciencia, dejarme matar para luego nacer en otra bulla y en otra cueva. Esa dama de cuentos infantiles y pesadillas laborales suele mirarme con oscuras sonrisas, como esa rana que me gusta pero que no se deja ver, esa rana que salta en mi memoria y se me esconde en la sombra.

Cuando llueve es que se moja el asfalto dejando en la arena miles de esperanzas esparcidas por el vacío, enredadas en árboles y congelada en metáforas ciudadanas. Como esos gatos que salen en televisión y viven de la fama, como esos personajes de fábulas y leyendas que dan vida a miles de rituales y escándalos educativos. Quiero atraparme en el intelecto de los olvidados y ofrecerles una tarde de café, brindar con el mejor de los cigarros y hablar hasta del más miserable poeta, dejar en la arena las huellas y gritarle a los pasajeros lo inútiles que son sus esfuerzos, vivir más allá de lo que se estampa en la nevera y dejar en el reloj los mensajes olvidados.


No quiero confundir la suavidad de la arena con la suavidad del barro, porque es el agua la que moja lo suave de lo que recordamos, no quiero triunfar en la plaza porque quiero esconderme en ella, si usted quiere imaginarse al gato corre detrás de la rana, esta es la hora para nadar en su estanco, brindarle esos mensajes que murieron en el tiempo y recuperar quizás los maullidos que se murieron en el asfalto. Con lluvia o sin lluvia, es un corazón de arena el que late y se deja marcar, el que se hunde en la mirada de los sospechosos y se deja morder, ¿Y la rana? Ella sigue con su olvido.


Yo sigo con el recuerdo, con esos antojos que se quemaron en la piel, mientras escapo de la indecisión que me soborna con antojos prestados y me exonera con murmullos mundanos.


AV.

22 de mayo de 2008

El Día después de Ayer



Ha nacido una noticia propia de un pasado sin cotidianidad, un acontecimiento puro como el dolor, lleno de motivos y vestigios al mejor estilo de una obra de arte, con principios culturales y finales populares. No soy de los que se deleita con el existencialismo como mecanismo literario, ni soy de los que construye mundos literarios en nubes de marihuana, no vacilo en los intentos del pasado por acomodarnos el presente, ni vivo de la memoria de los no vividos para hacer realidad fantasías y melodías medievales en ciudades actuales.

Me permito recordar esas noches en las que le dije a la luna lo mucho que significa para mí, de hecho han sido las únicas noches en las que la Luna ha sido un monumento importante en mi vida, un monumento hecho carne y besado en sustantivos, esa mujer que logró derribarme del suelo con miradas y encerrarme en mis miedos más profundos sin sacrificar mi cuerpo o mi sangre. Aquella memoria que se estampó en mis letras de septiembre ha regresado en un inesperado mensaje de texto, en una imprenta virtual de emociones que me recordaron lágrimas y besos propios de mi pasado, de esas tardes santafereñas donde me aguantaba gotas de sangre en esquinas de asfalto, donde me dejaba en el lecho de las calle los daños que a los terceros heredaba, los mensajes que en una Luna pude canalizar, neutralizar mi hoja en blanco y transformarla en motivos y esperanzas propia de los mendigos, de esos asesinos de afectos y vengadores de momentos taciturnos y en ocasiones ecuánimes.

Viviendo en mensajes de texto doy existencia a fatalistas realidades que el presente juega sin proponérselo, donde la infancia se mezcla con la infamia, y donde la muerte se disfraza de niños, aquellos juegos populares donde entregamos nuestras historias y nuestras costumbres, donde nos superamos con clavos en el cuerpo y los damos al mundo como alimento de los desamparados. En este día propio de la ingratitud fui víctima del olvido, y en el olvido es que aprendí a recordar, aprendí a descartar recuerdos innecesarios para darle espacio a sentimientos pertinentes e indispensables, me di cuenta de ese gato que se mojaba bajo la lluvia del DC, y a ese gato que fui es que le rindo homenaje en este presente lento y tedioso, dándome cuenta de esa mortificante realidad que dibujamos en el espejo y que a la hora de revisarla la acorralamos con excusas para no afrontar, para vivir de lo vivido y no de lo que puede ser para vivir, de ese mundo lleno de universos existencialistas nublados por hojas y esferos.

Quiero comentar en este juego de letras las reglas de este día que ha nacido sin ser del ayer, ese día que llega antes de la mentada memoria de los héroes, que en mi caso se limita a esos héroes nunca conocidos, esos sentimientos que se riegan en mi sombra y sacuden mi cuerpo para darle pistas de vida a cambio de recuerdos llenos de muerte. No soy de los que ve en el existencialismo un mecanismo literario, ni en el hambre un motivo justiciero, no soy de los que le maúlla a la Luna de noche ni de los que cuenta las estrellas reflejadas en las aguas residuales, pero sí se que después de ese ayer lleno de septiembres, es que me dedico a escribir sin daño a esos terceros, donde solamente mi Luna y mis lluviosas y hambrientas tardes santafereñas me alimentan de recuerdos propios de la gloria masculina, esas relaciones que superan lo carnal y se estampan en lo espiritual.


AV

20 de mayo de 2008

Sentimiento Redundante



Soy un pobre limosnero que se grava en la memoria del corazón, que se juega miles de noches frente al banco nacional buscando una moneda que le de la cara para resistir; soy un dinosaurio que murió de pena moral, un ser arcaico que se dejó abrazar por la soledad del cambio de tiempo y destino, ese egoísmo de las especies en vía de extinción. Soy un lobo desesperado y loco que aúlla bajo una luna de papel, que lee en las noticias la orden de captura con la que el gobierno pretende darle cariño.

Loco y callado, mirando de reojo a ese destino llamado soledad, redundante y repetitivo como la memoria, mediocre e impuntual, víctima del amor profano, esos apócrifos que se redactaron en nombre de las instituciones de la fe, esa soledad que se mezcla con leche y se bebe con galletas, que reduce en el chocolate esa dignidad propia de musas y profetas. Soy una sombra que camina en septiembre huyendo de los vientos de agosto, soy un octubre que se estanca en la puerta del almanaque, que se niega a existir, que se muere por febrero, que se estanca en ideas sueltas y clichés llenos de palabras y frases populares.

Soy la memoria del minusválido, soy la camilla del abandonado, la memoria del abandonado, la noticia que destruyó a familias enteras. Soy un error ortográfico, un músculo recién relajado, un mundo en primavera, una guerra en proceso de tregua, un personaje sin novela, una novela sin drama y sin valor. Recién caída la noche me transformo en ese lobo que no entiende el papel de la luna, que se extingue como un dinosaurio hambriento, que se enloquece en una muda soledad, ese lobo que resiste al egoísmo del amor y a las monedas de la limosna. Loco y callado, mirando de reojo a ese destino llamado soledad, redundante como la fe y la esperanza, víctima de lo más profano del amor, hijo de una feria y refugiado de un festín.

No soporto escribir cuando converso con mis letras, cuando me enredo en mis notas y termino siendo un objeto literario y no un objetivo literario. Los acuso a algunos de ustedes de ladrones de sentimientos y de noches de sueño, a esas estrellas que no se estrellaron, esas palabras que se quedaron en el calor de la cama y que no son capaces de madurar con el calor del sol. No soporto verme de reojo mientras en el espejo la eternidad me hace señas con una carta en blanco, mientras el agua del baño se purifica con las lágrimas de la cocina, no soporto sobrevivir con un beso cuando el problema requiere más que un abrazo, cuando la cotidianidad se regresa al pasado y en una noticia llena de morales recuerdos se nos vuelve cotidiana, nos acecha y nos injerta en el corazón una copia del testamento.

No soporto ver ese diploma en tu rostro cuando es la sonrisa la que se gradúa de ingrata y no tu memoria, no soy un error ortográfico que se repite en la escuela, no soy ni siquiera una novela, me arrincono en el desierto y bebiendo arena le digo a usted querido lector que si sabe o tiene razón de ella, dele de mi parte una fuerte cachetada y un beso en la garganta mientras me acomodo en la calle, con mi memoria en una botella y mi comida en una agenda, esa hipocresía que me da de vivir, para sentarme más tarde al frente del Banco nacional y gravarme en la memoria de las noches ese egoísmo que sólo nosotros, las especies en vía de extinción solemos coleccionar.

Miradas que se quedaron en miradas, miedos que se transformaron en miradas: Esos silencios eternos para contar.

AV.

15 de mayo de 2008

No Puedo Escapar



No puedo escapar, no se me permite olvidar, se me nubla el recuerdo con antecedentes de nostalgias aprehendidas en callejones llenos de ventanas y gotas de dolor. En ocasiones me sucede que estoy caminando por mis cotidianas calles o me siento en mis rutinarias labores y empiezan a aparecer en mi cabeza miles de historias, cuentos y escritos lo más de chéveres, se me inundan las ideas de historias y verbos, de imágenes que reclaman ser escritas en paredes o asientos, en papeles o escritorios, letras que sabotean mi tranquilidad cotidiana y me desesperan con un imaginado reguero de noticias para publicar.

Historias sexuales, eróticas, llenas de eufemismos propios de la intimidad y con la elegancia de la mediocridad me dibujan un sabor a sexo en el deseo reprimido de publicar, por la sencilla razón que son historias que me llenan la cabeza de letras en momentos imposibles de escribir. Son historias que se asoman desde una ventana hecha de neuronas y neuróticos, son historias que se niegan a existir y me impiden escapar. Historias ficticias como inventarse la realidad del otro se me incrustan en el ejercicio de observar y ser observado, se someten a la voluntad de mi imaginación para ponerlas en un plano ficticio de este mundo real, se comportan de manera acelerada, en ocasiones ocasionándome largas noches de insomnio, porque sencillamente querían estar allí. Para maldición de este servidor, es en esas noches donde me siento frente al mentado Blog con la disposición de expulsarlas y redactarlas, pero es la maldita hoja en blanco la que se quema en mi mente y me nubla por completo, burlándose de mi capacidad creativa de existir, me deja en blanco como hijo desamparado, me deja solo y con las manos llenas de trabajo sin terminar, me obliga a retirarme de esa contienda con la frustración de nunca haberlo si quiera errado.

Historias que coloco sobre la mesa para discutir con mi ego y mis miedos, historias que cuando quiero imprimirlas en un silbido de locura se me pierden en el arrogante ritmo de la soledad y abusan de mi condición de viajero, se me encarrilan en otros momentos con un dulce de espontaneidad lo suficientemente venenoso como para hacerme olvidar de todo aquello que quería revelar. Es como esa lucha de secretos que se guardan en un cofre, donde lo que importa es el cofre y no lo que realmente guarda, donde lo que realmente nos afecta es la ubicación del cofre y no la persona que lo ve. Nos presentamos como escritores y lectores, pero pecamos en la lectura impropia de experiencias ajenas que pretendemos personalizar en nuestro esfuerzo literario, esa lúdica constante que nos humilla cuando de redactar innovadoras experiencias se refiere.

No quiero ser receptor de palabras, ni repetidor de comentarios, pero estoy cayendo en el olvido de la consecución de historias a partir del deseo de la ingratitud, sólo la paciencia nos hace verdaderos sabios. Cuando una historia me invada la conciencia, dejare de ser consciente y me encerraré en mi inconsciente, para vivirle y huirle sin temerle a mi propia hoja en Blanco.

5 de mayo de 2008

Amarga Sobriedad



Quiero inventarme un motivo para alejar este silencio, un motivo que me sirva de escudo en este escandaloso cuento que hemos escrito cuando de la vida se centran las conversaciones.

Definitivamente es en estas etapas de aburrimiento donde concentro mis esfuerzos en ignoradas palabras de sabiduría, me reprocho el estado de letargo donde escondo mis huesos y me dibujo en una ventana empañada. Dibujo mis venas y asumo que la sangre que no se ve está recorriendo mis entrañas, ese reguero de pensamientos que se mueren con el sueño.

Claramente pienso esas personas a las que quiero y no dejo de querer, esa agrupación musical de voces que hacen de la intimidad un rosario de buenos momentos, de vivencias y falencias propias de la juventud, la juventud despreocupada, la juventud socialmente problemática, la juventud que dicen servirá de piso para iniciar el cambio que este país grita. Miro de reojo mis secretos y como estrategia literaria muevo mis labios en un lapicero que me dice donde escribir, que me oculta frases y me endosa esperanzas llenas de café y Marlboro.

Me aburre no poder producir conocimiento alguno, huyo con el afán de la tristeza para empezar a redactar esos textos académicos que la responsabilidad me critica, me detengo en el anden y observo calladamente como se hunden mis pasos para dar vida a un acelerado ritmo de vida, un insaciable deseo de progresar pero que se estanca con la absurda soledad mental. Me desgarra la idea de imaginarme en cinco años como un humano demasiado humano, como un sacristán que bajo el dogma de la fe perdida pretende convencer a otros de la equidad de su mundo; me reservo miles de comentarios cuando de hablar con terceros me encuentro, en algunos casos mi nivel de profundidad se cerca a un mar de conocimiento con dos centímetros de profundidad, con olas que van y vienen pero que no dejan nada, olas que me empujan al ritmo de un segundero acelerado, de un reloj que decide vivir a su modo y no esperarnos en su ritmo.

Me deleito fumando y tomando café para imaginarme en otro escenario, me declaro inconforme con lo que tengo, me declaro víctima de la estupidez y del letargo social, no me quiero sentar a escribir con la intelectualidad de la tercera edad, no quiero dormir con el peso de la inmadurez rascándome la espalda mientras muerdo mi almohada con sueños del pasado. Cansado de andar y andar me dibujo como ese caminante que no tiene rumbo, que en los sueños solo encuentra pesares y que se lastima a sí mismo con cada muela que crece en mi esencia.

Muero en este laberinto lleno de salidas, muero en esta sala donde me trepano los sesos y los envuelvo en una hoja de palma, muero cuando dicen ustedes que estoy en los mejores años de mi vida, muero cuando de esperanzas alimento mis retrogradas escrituras y las delcaro como palabras sabias de un joven escritor. Muero cuando en afiches postales se anuncian cambios en la época, muero porque no he nacido para esta época, concluyo frente al espejo mientras me observo desnudo que he nacido para morir en la era equivocada, me muerdo el ombligo con el hambre de los desaparecidos y solo saboreo sal, esa amarga vitrina donde he dibujado mi esencia, donde dejo que mi carne se queme para poder olfatearla.

Como si fuese un delito me acuso de traidor a las palabras que cuando jóvenes declamamos en fibras de libertad, me he encerrado en una botella, me he lanzado al mar y he dejado que las olas me lleven de un lado a otro sin concretar estado del alma alguno, veo en ese pasillo urbano de la ciudad recorrer los mejores amigos que he cosechado, los veo lejos, los veo observarme mientras les escribo lindos rosarios con mi mirada, veo mi soledad dividida en dos, en la que siento y en la que cosecho.

Me muevo al ritmo de la imaginación para darle matices a esta gris literatura, me escribo para sentirme vivo, me declaro y me dibujo, me amarro los pies a la buena voluntad de los ojos, me dejo seducir por señales de humo, me dejo mover en ese cielo que ustedes denominan madurez, me caigo en un sueño profundo, un sueño donde no he podido despertar, un sueño que no me deja dormir.

Esa ambigüedad que llamamos destino, ese destino que se inventaron los miserables, palabras y palabras, vacíos que sólo se dejan sentir cuando el eco los invade.

AV

4 de mayo de 2008

Santos de Mayo


Desde el Pasado me encuentro mirando rostros que se esparcen en la memoria, se repliegan en un ir y venir de emociones propias de la soledad y el aburrimiento. He dibujado rostros de misericordia en monedas de gran valor, replegado esos deseos de fuga en botellas de alcohol y en paños de agua fría, siempre y bajo los estímulos de la esperanza termino observando los vacíos de las calles, esas profundidades que se asemejan a las cicatrices de la piel.
Hablar de estos meses que han dado inicio me recorre la espina dorsal y me da ese reflejo agudo de lo que es el pasado, ese enero dibujando esperanzas y ese febrero lleno de promesas. Marzo es ese clima violento de prosperidad y abril se sucumbe ante los cadáveres del año anterior, ese mes de decepciones que se etiquetaron en cuadernos y sonrisas. Bajando las escaleras que nos conectan con la realidad nos vimos encontrados en un juego federal, en un mensaje lleno de política y una noche llena de propuestas.
El aburrimiento me somete a las ideas abstractas de la adolescencia, me sumerge en la soledad de la habitación y con el tiempo perdido como testigo me abriga en un pensamiento existencialista y lleno de pecado. Desde hace dos días he iniciado en Youtube una linda amistad con el pasado. Me he regresado a la esperanza perdida de los ochenta y viendo vídeos musicales he revivido esa historia basada en sentimientos y nostálgicas especulaciones, he logrado conectar mi soledad llena de pecado y ansiosa de vida y la he dibujado con esas notas musicales que en los ochenta se entonaban en búsqueda de la paz, el amor y el libre desarrollo de la personalidad.
Ese protagonismo de bajo presupuesto que nos hace vulnerables a la historia, que nos tiene en su juego perverso de la nostalgia y la memoria, que nos ahoga en el importaculismo de la generación que cumple cuarenta hoy, que nos heredó miles de historias que apenas en pleno siglo XXI logramos entender. La generación que nos regaló los grandes artistas de la música, la generación de Mecano, la generación depresiva, esos santos que anhelamos hoy en día.
Tal es el aburrimiento que me he detonado una aspirina de sedentarismo en la espina dorsal, me he postrado en un fin de semana en el que el dinero brilla por su ausencia y las ideas se fueron de vacaciones, un aburrimiento lleno de motivos y ausente de sentidos, de esperanzas, de miradas cotidianas que se ven estancadas por un clima absurdo y propio del cine Alemán.
Mientras la lluvia sigue recorriendo las calles solas de mi ciudad, mientras mi piel se esconde en el calor de unas sábanas sin hogar, mientras mi mirada se estanca en el pasado y brinda una amistad con youtube, mientras mi soledad se comparte con mi mascota, mientras le soy fiel al hambre y le escribo a los ingratos, mientras siga en esta oda llena de ciclos y festines es que me rindo al aburrimiento y le entrego los mejores años de mi vida.
Años para seguir cultivando fines de semanas como este.

AV