22 de mayo de 2008

El Día después de Ayer



Ha nacido una noticia propia de un pasado sin cotidianidad, un acontecimiento puro como el dolor, lleno de motivos y vestigios al mejor estilo de una obra de arte, con principios culturales y finales populares. No soy de los que se deleita con el existencialismo como mecanismo literario, ni soy de los que construye mundos literarios en nubes de marihuana, no vacilo en los intentos del pasado por acomodarnos el presente, ni vivo de la memoria de los no vividos para hacer realidad fantasías y melodías medievales en ciudades actuales.

Me permito recordar esas noches en las que le dije a la luna lo mucho que significa para mí, de hecho han sido las únicas noches en las que la Luna ha sido un monumento importante en mi vida, un monumento hecho carne y besado en sustantivos, esa mujer que logró derribarme del suelo con miradas y encerrarme en mis miedos más profundos sin sacrificar mi cuerpo o mi sangre. Aquella memoria que se estampó en mis letras de septiembre ha regresado en un inesperado mensaje de texto, en una imprenta virtual de emociones que me recordaron lágrimas y besos propios de mi pasado, de esas tardes santafereñas donde me aguantaba gotas de sangre en esquinas de asfalto, donde me dejaba en el lecho de las calle los daños que a los terceros heredaba, los mensajes que en una Luna pude canalizar, neutralizar mi hoja en blanco y transformarla en motivos y esperanzas propia de los mendigos, de esos asesinos de afectos y vengadores de momentos taciturnos y en ocasiones ecuánimes.

Viviendo en mensajes de texto doy existencia a fatalistas realidades que el presente juega sin proponérselo, donde la infancia se mezcla con la infamia, y donde la muerte se disfraza de niños, aquellos juegos populares donde entregamos nuestras historias y nuestras costumbres, donde nos superamos con clavos en el cuerpo y los damos al mundo como alimento de los desamparados. En este día propio de la ingratitud fui víctima del olvido, y en el olvido es que aprendí a recordar, aprendí a descartar recuerdos innecesarios para darle espacio a sentimientos pertinentes e indispensables, me di cuenta de ese gato que se mojaba bajo la lluvia del DC, y a ese gato que fui es que le rindo homenaje en este presente lento y tedioso, dándome cuenta de esa mortificante realidad que dibujamos en el espejo y que a la hora de revisarla la acorralamos con excusas para no afrontar, para vivir de lo vivido y no de lo que puede ser para vivir, de ese mundo lleno de universos existencialistas nublados por hojas y esferos.

Quiero comentar en este juego de letras las reglas de este día que ha nacido sin ser del ayer, ese día que llega antes de la mentada memoria de los héroes, que en mi caso se limita a esos héroes nunca conocidos, esos sentimientos que se riegan en mi sombra y sacuden mi cuerpo para darle pistas de vida a cambio de recuerdos llenos de muerte. No soy de los que ve en el existencialismo un mecanismo literario, ni en el hambre un motivo justiciero, no soy de los que le maúlla a la Luna de noche ni de los que cuenta las estrellas reflejadas en las aguas residuales, pero sí se que después de ese ayer lleno de septiembres, es que me dedico a escribir sin daño a esos terceros, donde solamente mi Luna y mis lluviosas y hambrientas tardes santafereñas me alimentan de recuerdos propios de la gloria masculina, esas relaciones que superan lo carnal y se estampan en lo espiritual.


AV

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