6 de enero de 2015

A Cuba con Amor.





Bueno, he terminado de jugar una larga tanda de Candy Crush y ahora prosigo como espero, sea habitual, a escribir mi post diario en este, su blog. ¿En qué habíamos quedado? Ah, sí, habíamos quedado en el asunto del mapache, que animal tan bonito, tímido, pero con seguridad en sí mismo, de mirada astuta, locuaz, jovial, ¡hasta emprendedor debe de ser ese animalito!

Esta temporada ha estado marcada por el tema de las relaciones (inexistentes) entre los EEUU y Cuba, no pretendo por supuesto politizar el tema en este espacio de reflexión, poco suelo hacerlo en este Blog que más bien se esfuerza por hacer de lo cotidiano, un encanto floral.

Cuba es ese sueño que de jóvenes muchos (me incluyo) alguna vez consideramos como destino turístico, atractivo lugar para ir a turistear, tomar ron y fumar un habano. Hablar de la revolución, dejarse impactar por el ayer y el hoy mezclados en música y arquitectura, en imaginarios de latinoamerica, a la final, eso es Cuba, un imaginario no de la revolución socialista, sino, un imaginario de los latinoamericanos: Mezcla de Bohemia, Hedonismo y resistencia.

Las cubanas son unos personajes únicos, exóticos. Desde su belleza de la cual se habla en muchas obras literarias y plásticas, hasta su intencionalidad. La cocina cubana es de las mejores, además, de mis preferidas pues no acude al pescado o similares para hacer de la mesa un punto de encuentro, por el contrario, se delita uno con granos, variedad en arroz y el adorado chancho. De este modo, retomando el punto anterior, las cubanas son personajes más de ficción que de admiración, no porque se hable mal de ellas, sino, porque ellas mismas se hablan a mal.

Grandes mujeres, de carácter fuerte, con fuerza en sus palabras y su modo de administrar el corazón, herederas de la huella antillana, dueñas del presente y conocedoras del futuro, inclusive, fabricantes de cuentos y de historias.

Cuba algún día será tema de conversación por sus paisajes y no por sus pasajes políticos, sin embargo, en “La Nueva Habana”, ese esquinero centro de Miami que bordea la Calle 8 se discute a diario sobre la salud de Fidel, sobre el bienestar de los presos políticos, sobre la ausencia del poder o el exceso de poder, qué más da, se discute y se delibera, se construye y se reconstruye la tradición, se legitima y se desestima. Como todo, los cubanos pensantes viven más pendientes de la revolución que “fracasó” en Camagüey, a lo que realmente fracasó en Hialeah, en esa Florida dónde toman café a cambio de dólares.
Y es que como se pregunta mi tío, ¿qué será de la vida de los cubanos de La Nueva Habana cuándo se muera Fidel? ¿De qué van a conversar? Imagino, de la vida y obra de Fidel, de lo que hizo y no estaba bien, de lo que dejó de hacer, de lo que hubiera pasada si, o mejor no, así, como todo, su prosaica arremeterá como fusil americano, al nuevo sistema.

A propósito del posible restablecimiento de relaciones entre el Norte y el Caribe – tema en el que no ahondaré – es costumbre hallar en los cubanos republicanos de Miami un rechazo rotundo a tal escenario, no porque desconfíen de un nuevo amanecer en la isla caribeña, o porque el gobierno de Obama haya puesto sus ojos en el “Castro-Chavismo” como salida a la crisis interna, la respuesta es más sencilla e igual que desconcertante. Al terminar “el conflicto” entre ambas naciones, termina por igual circunstancia la financiación externa de ONGs cubanas que tienen como razón social la lucha contra establecimiento de los hermanos castro.

El amor por cuba se cubre pues de dinero y mucha nostalgia, muchas historias que desaparecieron con el año nuevo del 59, o de esos inmensos cultivos que fueron desapareciendo desde la guerra de los siete años, o quizás, desde la inspiración misma que a bohemios y poetas, cantantes y pintores ha inspirado en su rol de musa. A sus mujeres, que desde el carácter y la belleza hasta la dominación y olvido han permeado muchas páginas con nombres y apellidos impronunciables, a una Cuba que desde su rol de víctima ha dado más perdedores que historiadores al mundo, porque se reinventa en la misma hoja, no se deja reescribir, no se permite escapar en las letras, o en algún óleo que sueña con Paris.

Nos es más sencillo hablar de La Nueva Habana en Miami, o de los guetos en Nueva York, desatendernos de la política para intentar en la literatura y las artes escapar del costumbrismo de una revolución que no revolucionó al mundo, o de unos misiles que jamás se dejaron ver.

A Cuba, mi amor, pero más que mi amor, su rencor.


AV 

1 comentario:

Iván R. Sánchez dijo...

¿En serio un post por día? ¿será capaz de tal hazaña? Sintonicenlo para seguir con este asunto.

Qué buena reflexión, quedará en mi la idea de estos pensamientos pasados por tabaco, ron y odio. Alguna vez pensé que no es el amor el motor que mueve al mundo, es la envidia, pero ciertamente esta se aceita por el siempre interesante odio.