30 de noviembre de 2008

Una Canción Para Noviembre



“Me encuentro contigo a solas, sentado en el espejo de esos días que se fueron con el hambre, donde las sombras juegan ajedrez y los zancudos duermen en tu piel….”

Siendo expectantes con el silencio de los meses que han dejado huella, encuentro en esta ocasión un cenicero de recuerdos que no me permite entender los sentimientos que para otros es cosa normal, miro con el ritmo de Andrés Calamaro lo que fueron las semanas y los días de este noviembre ingrato y a su vez, amable. Me recojo por pedazos en los días hasta llegar a concluir la desaparición de algunos y de otros en mi colectiva memoria, me refiero pues a esos personajes que han decidido partir para no volver, de esos que en el misterio de la razón humana han caído en la mundana necesidad de partir.

Canciones y mensajes, moral y economía, orgullo y miedo, pasión y ciencia, estrellas y cielos abiertos, luces de corazones dormidos que no despiertan aun cuando uno los llama por teléfono, o de esas desmemoriadas ocasiones de unión que terminaron en decepción y reconciliación. Me refiero pues a caminar con la memoria encontrando en las huellas novembrinas esas oportunidades que para otros eran ocurrencias o locuras, huellas que bajo las lluvias del invierno colombiano fueron borradas en la ventana del esfuerzo, aun así el voto de confianza se atrapa es con actos y no con silencios.

Tomarse unas cervezas hasta agotar el deseo de llamar, tomarse un descanso hasta dormir en el temor, beberse la ansiedad con cigarrillos y aguapanela, despedirse sin decir adiós y mentarle el apellido al que nunca llegó. De momento nos resta esa vespertina necesidad de adelantarnos a los hechos y querer progresar en el camino que todos dicen debe ser el correcto, lo que no entienden esos que dicen llamar caminos es que mi camino ha sido trazado desde hace mucho, inclusive empezándolo a recorrer que aquellos que apenas dicen llegar a la madurez de la academia.

Noviembre se quiere quedar pero no puede, porque octubre no le dijo nada y a diciembre no lo quiere incomodar, los retos y las felicitaciones se comienzan a mezclar en necesidades básicas insatisfechas, en deudas y en monótonas sensaciones de vivir. Queriendo despertarse en esa parte de la historia donde los héroes no son héroes o donde las brujas buscan príncipes azules es que las canciones quedan para causar posteridad, ese consuelo donde buscamos quedarnos antes que los demás, donde solos o mal acompañados seguimos siendo nosotros mismos.

Ardiendo en esas lluvias que taponan calles y derrumban hogares, en esas pirámides que movilizaron a miles de colombianos, en esas cartas que denunciaron a los no mencionados, en esos días que los exámenes midieron la fuerza y la voluntad de la memoria, donde aquellos amigos que se fueron han regresado y los que dicen estar allí han desaparecido.

Canciones que no se escriben para cantar, poemas que no escriben para dedicar, cuentos que se escriben solo y que al igual que el sexo se convierten en experiencias llenas de egoísmo e insensatez.

Invisible como el dolor y fuerte como el recuerdo del hogar, olvidamos ese manto que nos cubre en la razón y en el silencio, nos dejamos madurar por palabras de otros. Somos poco frontales a la hora de desahogar nuestras inconformidades y es tal vez por eso que los cobardes abundan.

Bienvenido a este silencio para contar.


AV

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