6 de julio de 2022

Soñadores (Made for Us)

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Sonreímos, porque en la vida lo hacemos cuando nos sentimos plenos.

Hacemos una broma, un chiste, jugamos con el contexto y damos vida a un momento de tensión, le bajamos un poco la presión a las preocupaciones.

Una canción, una taza de café, un almuerzo.

Recordamos lo importante que ha sido construir juntos una vida, de los sueños que se cimentaron cuando se podía soñar sin riesgo a heridas futuras. De la terquedad e intransigencia que me quedaron de mis propias palabras, como una serie de acciones que hice o incluso dejé de hacer, sin tener claridad sobre el móvil de cada historia fui construyendo un relicario negacionista, una pared a la que después llamaría soledad.

Nos identificamos en las metas y anhelos del otro, un impulso torrencial, paternal, que invita a escuchar toda historia de vida para luego hacerla propia y querer protegerla de todo mal.

Nos asomamos por la ventana para ver el día llover o a las estrellas titilar en un cielo cómplice. Queremos que no falte nada sobre la mesa, que jamás haya tristeza en los corazones ni lágrimas en el rostro, pero irónica que es la vida, son estos deseos sobreprotectores los que nos determinan el espinoso camino del adiós.

Salimos a cenar, en un ambiente agradable comenzamos el diálogo esperado por cada uno. Sabíamos en dónde terminaría pero no cómo continuaría, ahí la magia del diálogo, los malabares de continuar una vida juntos pero separados. De entender los sueños de cada uno, de saber que los anhelos a veces son rutinas, o que las expectativas están construidas en temores previos, chiquitos, diminutos, peligrosos.

Pasaron los días y el diálogo sigue en construcción, no porque no se haya dicho lo suficiente, sino, porque nunca es suficiente para terminar de construir. Aún en la despedida la estructura de las ideas es tan importante como la estabilidad de la bienvenida.

Algunos días no estamos para estructuras.

De la memoria rescatamos lo mejor de cada uno, porque en definitiva han sido recuerdos maravillosos, tan amenos, que duelen. Porque no hay tragedias que etiqueten el diálogo iniciado, tampoco agresiones que dificulten su evolución, solo caminos separados.

Estar siempre al alcance del otro, no para reconstruir una vida, sino, para despedir de la mejor manera aquella que se vivió.

Somos el amor que dejamos, somos la vida que construimos, los sueños que conversamos, somos las canciones que tarareamos, los libros que regalamos, las mascotas que adoptamos.

Sueños de una vida conjunta, de un diálogo permanente: Estructuras.

AV

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