4 de julio de 2022

Frágil (el abismo)


Hay momentos en que enfrentar a lo desconocido nos hace seres valientes, con la fuerza suficiente para tomar decisiones y con ellas alcanzar el deseo. Otros momentos requieren por el contrario contar con un equipo de apoyo, personas que nos orienten con sus ideas, sus puntos de vista, palabras de aliento o el simple silencio de saber que están allí.

Nos hacemos fuertes, es nuestra naturaleza poner el rostro al mundo y confiar en que se saldrá avante sin embargo también es cierto que aun en la postura más firme nace en ese silencio una mirada que busca explicaciones al vacío.

Siempre lo he dicho, todos estamos rotos por dentro unos más desesperados que otros. La mayoría vivimos con miedo, indecisos o incluso resistentes. Como si el silencio fuera un vestuario pre requerido para la vida.

Las cosas no están bien, estoy con la voluntad a medio camino.

Si bien quisiera poder conversar con amigos y allegados, es ese silencio el que me abriga como un mal innecesario, me balancea de lado a lado y promete hacerme sentir mejor. La vida da cambios y muchos llegan por voluntad propia, por conflictos de terceros o por mutuo acuerdo con las partes.

Debo tener sobre la mesa las sabias palabras del licenciado Hernández, pero no es fácil. La fragilidad de estos cambios trae consigo un replanteamiento de la vida tan profundo que el abismo mismo me aterra.

Bien hablaba días atrás con el fotógrafo Muñoz: soy como un niño que está sentado al borde de un barranco viendo sus piernas colgar mientras la brisa apremia al eco. Estoy en un estado de irresponsabilidad afectiva al punto mismo de que puedo ser un perfecto veneno para mi propia existencia.

Conversamos el tema con una botella de aguardiente y quizás sirvió en ese instante para una ligera distracción pero para el día siguiente no había almuerzo familiar que me diera la misma oportunidad de hallar calma.

Solté en llanto todo lo que pensé no debía de estar ahí, donde duermen los miedos. Mi madre me abrazó.

Hoy retomo escritura y claro, la música no falta. ¡Pero cuánto duele la música cuando te es propia en su dolor!

En la tormenta: convicción que todo pasará. Dijo el licenciado Hernández.

AV

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