Anoche en mi rutina de ver una de mis series favoritas de
la televisión contemporánea se me abrió nuevamente esa puerta a la que tanto
miedo y a su vez gusto le tengo, a propósito, no sé si la palabra idónea sea
puerta o ventana, porque en estos aspectos casi siempre mundanos para la
cotidianidad la infraestructura de la casa es lo de menos a atender, porque de
hecho allí, es dónde residen los cimientos de la locura; en este esperanzado
tramo de letras y excusas es que retomo el giro inicial de esta espiral, y es
que allí, en la televisora vi de nuevo el tema de la mente como algo
desastroso, como la cueva llena de hedor a dónde tanto temo llegar.
Comencemos desde el principio si es que logro ser sensato
con lo que podemos denominar el inicio de las cosas. La mente humana es un
maravilloso pozo sin fondo en el que fluyen las mejores ideas y sentimientos,
de igual naturaleza se ven nacer las más oscuras y sediciosas intenciones que
un ser de carne pueda ostentar en su interior.
Allí en ese pozo, se revuelven como mezcla de pintura
diversas emociones, algunas que caen del techo como gota de agua sobre el
pavimento, otras van naciendo como enredadera en columna de madera, surgiendo, fluyendo,
atrayendo a sí las mejores oportunidades para dejarse encontrar. Es pues la mente humana un universo tan
desconocido pero tan investigado, que es aquí dónde me detengo en rol de
espectador a asumir los miedos que de ella puedan evocarse.
Conozco amigos y fulanos estudiosos de la Psicología
humana, también hay uno que otro “Sicólogo”, conozco en igual medida a los
grandes pensadores del deber ser y de la ironía de las normas, a esos Filósofos
y pensadores de la Cultura y la moral: Esa mezcla de Antropología y Filosofía,
hermoso balneario de conocimientos.
Sin embargo lo que nos convoca producto de la banalidad
no es el entender el origen de los pensamientos o la vocación de los
sentimientos, mucho menos es de mi interés profundizar en el qué hacer de las
ideas, de esa “psiquis” que se va desbaratando en la representación social, por
el contrario, soy curioso con lo que calla el oscuro vacío de la mirada, lo que
no se resume en palabras o fonemas: Esa alma que se sacude contra las paredes
de la inconsciencia.
Grandes tiempos que me ha dado la vida para reflexionar y
entender en ella las diversas etapas de la vida, sumergir mis curiosas
preguntas en libros de ciencia y tecnología, hallar en el morbo del cine y la
prensa nacional casos de frustraciones familiares, de desgracias tempranas que
acaban con unidades enteras de familias y amigos; ser dictador de cada momento
en el espacio / tiempo de la mente y la salud física, trascender de la
ideología y darle la mano a la medicina, a la salud de los tiempos modernos. Ya
no podemos abiertamente decir que X o Y personaje ha enloquecido de vejez, le
ha dado la edad Senil de la vida, no, me niego a seguir cayendo en esas
vulgares apreciaciones cuando miles de científicos y médicos día a día
descubren y dan nombre a cada trauma, a cada frustración o dolor.
También tenemos otro debate aparte de lo ideológico, muy
ajeno a decir verdad, tan cerrado como las convicciones y las lamentaciones:
Hallamos en el camino pues muchas creencias tanto populares como radicales que
nos van allanando el camino a la Fe, ciega o no, suficiente para dejarnos vivir
en paz, para disfrazarnos el dolor o las mentiras en colores necesarios porque tanto
la tristeza como el miedo, la melancolía como el espanto pueden ser producto de
fenómenos naturales de un momento quizás, pero la locura, la depresión, el
miedo absoluto son en oraciones frescas, también síntomas de algo que pueda ser
de preocupación, pueden ser el principio del fin.
No le temo a los humanos sino, a lo que ocurre en sus
mentes, lo que viaja en sus pasillos de ideas y sueños, deseos y frustraciones,
de dolores y sensaciones, de pendientes y ocurrentes planes, como si en ese
entramado de neuronas se guardara la llave de más de una caja de pandora; Ser
Argonautas o Morganos, ser justicieros o fugitivos.
De una parte nos cruzamos con las enfermedades de la
mente, esas traicioneras luces que con el paso de los años nos van destruyendo
lentamente hasta robarnos el habla o la misma capacidad de amar, de otra parte observamos en la
llanura esas enfermedades de la genética
que se van apoderando en silencio de las grandes mentes, que nos van apartando
presa por presa de un dialecto que ya no será entendible. Ambas situaciones repercuten
de forma y fondo en los que rodeamos a cada quien que padece tal celeridad de
la vida, como si el camino al más allá se afanara o mejor, se detuviera en una
pausa intelectual que reclama miles de suspiros.
Observar a los seres queridos y sentir el frío en la
espalda cuando un Alzheimer (EA) o síndrome de Asperger
comienza a hacer de las suyas desde la pequeña infancia o la ya tardía infancia
de los años vividos, vislumbrar en un Parkinson la poesía perfecta para
acallar una néurosis que a la larga no sea una banal neurosis sino, una
depresión irreversible, cualesquiera sea su causa o síntoma, cualesquiera sea
el orden o justicia con que se permitan aparecer, cualesquiera sea el temor que
se convierte en Fobia, cualesquiera sea la noticia del cotidiano pasajero.
Más allá de un temor a la muerte, es un encuentro con la
vida en plena muerte, es un retablo de sensaciones que se va armando a sí mismo
hasta coleccionar en su interior las peores noticias que un transeúnte pueda
hallar en su mera casualidad, porque es la vejez la que advierte todos los
periodos de gracia y desgracia, pero la mente es la que firma pone sello de
autor en cada una de sus causas escondidas, tan así que hasta la ciencia se
sorprende de sí misma.
Un tema extenso que por llover puede durar las entradas
suficientes para este Blog, pero es un tema tan energúmeno que sus propias
páginas a la hora de la verdad solo nos prepararan para otro tema central de
conversación, de allí el nombre de este primer post.
Sigue…
AV
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