Black cat in sleeping
Imagen tomada de:
Y
Julieta se recuesta sobre la cama, su negro pelaje se resiente contra las
sábanas, cierra los ojos y con un
coqueto ronroneo deja de mover su cola, se relaja, se duerme, se desviste a sí
misma en un letargo de calor. Junto a ella estoy sentado leyendo una crítica
cinematográfica, una de tantas quizás, porque no soy director de cine o
productor alguno, más bien soy un insensato, hijo del sol y amigo de los gatos
y desprejuiciado para ver películas de todo tipo, pero no, algo ocurre.
De
fondo suena “La Gata Bajo la Lluvia” de la talentosa Rocío Durcal, junto a su
armoniosa voz se escucha de mi lado el itinerante ritmo de un ventilador que
lucha contra el aire calienta, aquí sentado en mi escritorio, como si
recorriera un boulevard en Barcelona, o una plaza en Moldovia, me muevo entre
canciones y letras que hablan de cine, a mi lado, Julieta duerme, duerme porque
eso es lo que hacen las divas.
Ha pasado
alrededor de una semana y media o un poco más desde nuestro último encuentro,
me he dejado caer en esa espiral de reflexiones taciturnas, en ese relámpago de
vida que se nos escapa con el tedio de las tardes, el ocio del tiempo libre,
tiempo el que hemos visto recoger en las hojas de los árboles, en la brisa de
un febrero que ha llegado cargado de tiempo, un febrero marrón.
Mientras
escribo me dejo coquetear por la pausa de cada pensamiento, dejar pasar las
canciones y observar la pared inerte, encontrar en ella el calendario de este
año con las fechas importantes reseñadas en tinta negra y roja, ver un reloj de
pared que solo sirve para decoración, porque su estruendoso tic tac desesperaba
mis tardes, porque de un repentino ataque de ansiedad y euforia decidí
arrancarle la batería, como si le quitara la vida a alguien, como si cometiese
crimen alguno sobre la inocencia de otros, como si mis emociones gritaran, como
si el silencio muriera con cada tic tac, porque preferí darle fin a ese aparato
a tener que darle fin a mis excentricidades fisiológicas, a la final era solo
un reloj de pared.
Ha
pasado una semana en la que he iniciado mis labores como docente nuevamente, a
diferencia de mis anteriores cursos me llena de pasión el saber que se ha
regresado a la casa, al alma máter, a esa institución que aguantó mis
revoluciones y caprichos, a esa institución que a hoy casi 4 años después, he
regresado para no encontrarme allí, ver como se desdibuja mi sombra en el
asfalto de sus aulas, ver la pasión perdida de tanto tiempo, los cambios que
los días traen, que las noches callan.
Suena
ahora “El espejo” de la talentosa y muy cuestionada Yury, el ventilador
continúa su lucha con el calor de esta habitación. Aquí aún con la pijama
puesta y leyendo artículos varios en especializados Blogs de arte y cultura
encuentro mi desidia, me despego del tiempo y voy cultivando mis tristezas,
como la ardilla que sale a buscar alimento en la más fina de las calles, que se
esconde en los árboles, que huye de todo, hasta de su propia comida.
En tiempos
de reflexión los mejores aliados son el silencio que una constante rutina pueda
construir, y es que en la soledad de las cosas empezamos a entender que ese ruido
externo va desapareciendo en la medida en que nos vamos inmiscuyendo en los
pensamientos, como el trayecto en Bus de una ciudad a otra, donde vemos el
paisaje pasar ante nuestro asombro, abriendo la mente a reflexiones pendientes,
agendas vacías.
Tiempo
que nos invita a vivir cada sentimiento como si fuera el único que se tuviera,
confiarnos a nosotros mismos los retos de año que ya ha iniciado, empezar a ser
negociadores de la disciplina, porque a esta semana y media quizás, es a la que
le he permitido no hacer lo que de días atrás he prometido conjurar:
Encontrarnos en el blog casi a diario.
Nos
vestimos en el orgullo y la pasión, es el mejor traje que un emperador pueda
vestir en temporada de gatos, y es que claro amigos míos, me he enamorado. He
encontrado nuevamente ese silencio cómplice que me invita a perderme en una azul mirada, o verde, o
miel, o de todos los colores. Pero también me he permitido iniciar nuevos compromisos
en otras latitudes, enfrentar los problemas de otros y construir un sueño de
vida, ayudar a quien no sabe como dejarse ayudar.
Disfrazar
las noches con una copa de Martiny y algunas canciones de música pop, más anglo
que británico, pero pop al fin y al cabo.
Me
detengo por un momento, pierdo la noción del tiempo y de las canciones que nos
acompañan, solo me concentro en el ventilador, en ese ruido constante de calor,
busco evadirme en Tuiter, distraigo mi lectura en cortas reflexiones que pensadores
más famosos que yo han permitido publicar, no es que este triste o deprimido,
sino, estar siempre reflexivo sobre lo que hacemos y dejamos de hacer, como si
llegar al vientre de los días nos diera el impulso suficiente para dejarnos
caer.
Han
transcurrido las canciones en su justa cantidad, ella sigue durmiendo,
relajada, dando muestras de vida en un suspiro felino, en su amor por lo
propio. Con su pelaje negro y sus patas cubiertas de blanco, siempre de
etiqueta lista para caminar con orgullo, sus ojos amarillos cerrados, porque
sabe que la observamos, que hablamos de ella.
En la
cocina la ingeniera doméstica plancha la ropa, está escuchando la radio local y
en ella surgen las baladas de hoy, observo su desidia con cada prenda de
vestir, asumo el calor que le debe de acoger como un abrazo, como si le
apretara la vida contra la puerta del horno, como si fuese preferible dejarse
ahogar en una bocanada de humo, en su propio sudor.
Regreso a la habitación y
nos recibe una balada del ayer interpretada por la bella de Marisela, “A
Escondidas” dice que se llama la canción, nos habla del amor y el desamor, yo
me sonrío un poco y pienso en mi enamorada, en la distancia que nos acerca,
porque ya nada nos separa.
Ha
transcurrido su buen tiempo y con él sus historias, como el aprender a conocer
mejor a los amigos, o el conocer mujeres hermosas que nos premian en la vida
con una bella amistad, el aceptar una copa o aprender a pagar por cada copa que
se nos brinda, el querernos como somos y salir bajo el inclemente sol de
domingo para dar un beso.
Comernos
un helado de Café, tomarnos unas cervezas en lata o viajar gratis en el sistema
de transporte público. Escuchar baladas o morir de calor, viajar de un lado a
otro o sencillamente comenzar a planear el viaje a Quibdó, sernos fieles en el
tedio del tiempo libre, volver a escuchar las mismas canciones.
Julieta
acaba de despertar y en la radio comienza a sonar Costumbres, de la Rocío
Durcal...
AV
2 comentarios:
Es factible que en una semana no pase nada, que la novela de las 8 pm se estanque y Gaviota (que de a lo lejos vuela muy alto, Gaviota que emprende vuelo no se detiene) se quede esperando a que Sebastián se decida por ella.
Pero también una semana es tiempo más que suficiente para reconciliarse con la vida, abrazar a los amigos y compartir penas en silencio, para saber que siempre es bonito el cariño, para tomar las acuarelas y pintar, mi amigo, pintar.
Creo que el calor es un fenómeno atado a la variedad del pensamiento, como si en un estado cierto de hervor las ideas saltaran ante la dinámica propia de los átomos que podrían contenerlas.
Trabajar ante la compañía silente, descuidada pero no por ello menos amorosa de un felino es una dicha que pocos conocen, por cierto.
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