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“Cat behind bars in the basement” By: Aleksei Gorovoi
Comenzó como un juego, una simple travesura de la edad, la curiosidad de quien cumple la adolescencia al fervor del día vivido sobre el anhelo de vidas soñadas.
Estaba acompañado de dos
amigos más, Gabriela, de ojos castaños y cabello rizado, dos largas colas de su
cabello adornaban sus mejillas. Junto a Gabriela, Ernesto, de apellido Salazar,
hijo de comerciantes y con ímpetu de artista.
Los tres sentados sobre el suelo
se camuflaban del bullicio de la jornada escolar, dos de la tarde, un martes,
finalizaba la década de los noventa.
Hay historias que se escriben en
los descuidos de lo cotidiano, risas que se vuelven anécdotas en historias de
adultos, memorias de lo absurdo en juegos ininteligibles.
Misael, el protagonista de este
relato insistía en jugar a la copa, Gabriela ignorante de tema se distanciaba
en miradas de preocupación, por su parte Ernesto, de ligera prudencia seguía
todas las demandas de su mejor amigo de escuela.
En una hoja cuadriculada, la del
cuaderno de trigonometría escribieron números y letras, un vaso plástico
transparente serviría de guía. Querían jugar, anhelaban entrar en universos
prohibidos, como la maniobra misma de ausentarse de clase bajo los salones de
la biblioteca del colegio en aquel mes de junio.
Durante largos minutos preguntaron
por todo lo que un grupo de adolescentes podría averiguar, desde los números de
la lotería hasta el nombre de la persona que estaba enamorada de Gabriela,
preguntaron por la vida del abuelo de Ernesto en el más allá y hasta indagaron
por la salud de Rolando, un caniche French Poodle que había fallecido el pasado
marzo.
Dejaron todo en su lugar ante la
frustración de una visita que jamás se hizo evidente. Un juego absurdo, pérdida
total de tiempo, diría Gabriela, con miedo, con risa nerviosa, con algo de
malestar.
A la semana siguiente aquella
atrevida jornada estaba olvidada.
Para Misael todo seguía su curso,
sin embargo al mirarse al espejo cada mañana antes de ir a la ruta escolar
notaba en su rostro algo de ojeras, una palidez que en algún momento del fin de
semana dio preocupación a su madre, doña Melissa, dizque porque el niño
aparentaba tener anemia, o hepatitis, algo fuera de lo normal.
Gabriela había perdido el sueño y
como consuelo se trasnochaba leyendo el viejo libro de ciencias naturales, para
mejorar su rendimiento académico, Ernesto en cambio, escuchaba voces, ligeros susurros
que le delataban las respuestas de los exámenes de química y física, un genio
misterioso que se apiadaba de su baja calidad académica.
Tres jóvenes que en el desconsuelo
del no futuro, buscaron en el más allá las respuestas a preguntas innecesarias,
para fortuna de los mismos, un viejo caminante atendió la invocación con loable
cortesía.
Vestido de elegante sombrero de
copa y un abrigo largo, botas y rostro sin identificar sonreía en lo profundo
de las sombras, acompañaba las lecturas de Gabriela hasta aquella mañana en la
que la señorita, ya un año posterior al juego, decidió dormir para siempre.
Había caído en un estado tan profundo que aprendía a caminar de la mano del
viejo caminante del otro lado.
Ernesto seguía escuchando voces,
muchas voces, susurros, lamentos, incluso empezó a responder preguntas que la
nada le planteaba, todas esas jornadas de escucha terminaban por distraerle
tanto que su vida finalizaba en un accidente de esos que se pueden evitar.
Misael, extrañado por la pérdida
de sus amigos retomó en ese posterior año al primer juego, la tarea de volver a
invocar a quién no conocía. Decantó sus primeras preguntas en identificar al
visitante sin recibir respuesta, intentó en comunicarse con Gabriela y Ernesto,
sus fallecidos amigos de colegio.
Intentó comunicarse con todo lo
que le fuera posible sin recibir nada que fuera una respuesta.
Cada noche de su vida durante los próximos
decenios sería un intento permanente, desconociendo en ello su vida. Estaba
aferrado a una tarea que sin notarlo le había robado la vida, era un espectro
que con el desespero del silencio buscaba respuestas.
Nunca entendió que él era la respuesta.
AV.
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