4 de enero de 2011

Vodka



Imagen Tomada de: http://www.syntheticsoul.com.au/black_and_white.html

Quiero tomarme ese trago fuerte que me hace sentir placer y me invoca en un cigarrillo a dar conversaciones felinas en un club de caballeros. Sentado sobre mi ego y con el movimiento intermitente de mis ojos auguro un nuevo son, disfruto de una melódica excepción, de un sorbo frío de Tónica, de un frío hielo sobre el paladar.

Quiero seducirme en ese juego de los ecos de la guitarra, en el estribillo de reuniones sociales, de letras con aroma a papel, de libros viejos y armarios gastados por el tiempo. Saltar del tapete y recorrer la habitación en búsqueda de un cenicero, de una canción para sermonear a la vida, de un amor que se escapó por la ventana de la memoria, porque bien lo dijo un fulano en alguna red social, las Novias son pasajeras, las Ex Novias, son eternas. La música es universal.

Sentarnos a no hacer nada, en el minimalismo de la pereza, en el goce de un eco sinfónico, de un hilo de humo que abraza el techo, de un juego de adivinanzas que nos roba secretos, nos desdibuja en el transparente y húmedo vaso de Vodka. Esos sonidos ambulantes que con sonrisas y espejos dejamos en la soledad de una tarde cualesquiera sea de la capital, de una charla de jóvenes despreocupados, desmemoriados, descontextualizados.

Entendernos como una generación de incomprendidos es un cliché que se repetirá constantemente en cada año iniciada una generación, será tan universal como las guitarras que quieren sugerir paseos por Roma, que quieren acercar unos a otros, que quieren suspenderse en la ciudad de la furia, o que quizás, sean parte del aire.

Quiero tomarme ese trago fuerte de Vodka, compartirlo con mis amigos del recuerdo, enredarme en el presente de un pasado, de un cenicero artificial con el humor de cada uno de los invitados, esos fragmentos de seducción y de vida, esos cigarros que abrazados en el tejado se fumaron y se extinguieron como cualquier canción de una generación suspendida en el tiempo.

Qué mejor mapa que el pasado para darnos un paseo por el museo de la memoria, darle luz a esos escalones que de madera suenan sus pasos, de esas palmas que discretamente siguen el ritmo de una canción, de un rock que se pega en la piel, que sea perfecto para deletrearlo en un estado total de embriaguez, de un secreto que nos identifique en los latidos de un trago fuerte de licor, de una imagen empañada en el vidrio de la sala, de la casa de un solitario juego de cartas, de la casa de un pasado que no nos llevó.

Juegos completos para todos los gustos, de azar y de afán, juegos de roles y de pasiones, juegos para vivir y para morirnos, juegos para embriagarnos o desintoxicarnos. Juegos de seducción y juegos de instigación. Con suaves melodías o inclusive fuertes discusiones, con dudosas menciones y perplejas revelaciones, con años perdidos y tiempos pasados, con relojes coleccionables y manillas memorables. Con los mejores amigos, con los peores ciudadanos, con los mismos de siempre, con el rock en nuestra espalda, la guitarra en el bidé, el mundo a nuestros pies. Todo, con su juego y sus reglas, con sus notas musicales y sus voces inmortales.

Quiero tomarme otro trago, porque este cuento ya terminó.

AV

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