27 de enero de 2011

Suspirando



Imagen tomada de: KennethMoyle: Procatstination III

Muchas canciones fueron regaladas en diversidad cantidad de eventos y reuniones pre matrimoniales. De costumbres y amores se han guardado amores refugiados en nombres y fechas especiales, fechas que han sido datadas en agendas y esquelas de diversos motivos y tamaño. Atardeceres que fueron tomados de la mano y asegurados en una fotografía. Fechas especiales que se hicieron especiales precisamente porque nunca se cuestionó lo necesario del sentir, lo inmenso y agradable que es sonreír y darle una huída a la juventud, darle una escarapela de identificación a todas las vivencias que por sencillas o descaradas que sean, se han comportado como una receta secreta en un importante restaurante local.

No somos buenos ni nunca hemos sido ejemplares en el arte de amar. Nos alejamos basados en errores y cuestionamientos improvisados por terceros. Somos carceleros de un secreto que no debería ser secreto, refugio de mundos inventados de manera casual por personajes casuales que se enamoran sin preguntar por qué. Tiempos que vemos pasar, palabras que estampamos en la piel de todos aquellos que nos brindan un abrazo, besos que regalamos como flores de alquiler.

Vivir se suma a una de las inmensas tareas que se deben cumplir a cabalidad a la hora de querer brindar una sonrisa de ojos enamorados. Pronunciar el nombre de quien queremos, dar esa felicidad a una soledad compartida y recordar que alguna vez estuvimos enamorados, que nos dejamos acompañar, que nos refugiamos en mundos improvisados, que dimos nombre a cada acción que sometida a discusión de pareja siempre fueron selladas con un beso o una hermosa relación sexual.

La nostalgia en el amor nos puede someter a una sonrisa descarada, a un murmullo de complicidad, en ocasiones a un llanto de melancolía. Sea porque le extrañamos, sea porque lo merecemos, sea porque el mundo es así y nadie puede evitarlo. Damos banda sonora a cada salida en pareja, damos amistades a una relación que trae en sus espaldas muchos personajes, más antagónicos que escuderos, muchos sombreros y pocas bufandas.

De nada tiene de mala inventarnos el amor a nuestro modo, darle rima a eso que otros creen es querer. Soñar y sonreír, disfrutar de cada momento y vivir, de ser poeta y cantar en la soledad de una mañana de inicio de semana. De obsequiar detalles, de escribir versos, de conversar largas horas en un mismo sentido, de ser monotemáticos en la eternidad de eso que hace bastante ha sobrepasado las costumbres de la amistad.

Dejarnos renunciar en amores guardados, de nombres que cuando se mencionan llevan al sufrimiento o al más eterno de los éxtasis. Encerrar en cuatro paredes el consuelo de los que no tienen soledad compartida, caminar con los que se refugian en solitarias noches de mensajería, en años de verdaderas intrigas y sufrimiento, de esos que por más colores que han vestido su sonrisa no han podido hallar su talla perfecta para ser amados. Nada tiene de malo, sólo tiene poco de comprensión.

Si alguna vez es el orgullo el que deletrea nuestras emociones, es la soledad la que aconseja nuestras sonrisas, es la nostalgia la que acaricia las tardes de viernes, es la costumbre la que nos cambia de ánimo, es porque son voces que hemos dejado escapar en las cacofonías del pasado. Necesario es retomar la sana costumbre de callar en el armario y salir a toda prisa a buscar a esos que creíamos fueron los que nos dejaron de querer, reconciliar las armas, dejar que la pólvora se humedezca un poco y nos de ese aroma amargo que protege corazones.

No ser herederos de la culpa, ni ser pensadores de aforismos irreconciliables, de ser poetas de travesías memorables de héroes y guerreros. Ser por el contrario amigos de la duda, ser jugadores de una partida de cartas, ser testigos de cómo el azar se deja intimidar por la convicción, ser ingenieros de un día que no pensamos vivir. Ser lo que mejor que nadie sabemos hacer, humanos.

No somos buenos ni nunca hemos sido ejemplares en el arte de amar. Nos alejamos basados en errores y cuestionamientos improvisados por terceros. Somos carceleros de un secreto que no debería ser secreto, refugio de mundos inventados de manera casual por personajes casuales que se enamoran sin preguntar por qué. Tiempos que vemos pasar, palabras que estampamos en la piel de todos aquellos que nos brindan un abrazo, besos que regalamos como flores de alquiler.

Somos orgullosos, somos olvidadizos, somos despistados, nos refugiamos en la constancia, nos dejamos mentar en la nostalgia de los ingratos, nos enfermamos en la soledad de los que nos comparten sus problemas, nos dejamos deletrear en palabras sin insignias y sin destinatarios. Nos dejamos sorprender por la duda metódica, nos ocultamos para que nada sea distinto. Seamos sensatos, es falta de locura la que nos evita ser humanamente especiales y valiosos.

Somos lo mejor que nos pudo haber ocurrido en la vida.

AV

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