18 de noviembre de 2010

Giros

Imagen tomada de: Scaredy Cats

Hoy comienzan a darse pasos de gigante en un recorrido extraño de letras y canciones, vicios que adquirimos en la bohemia de una noche lluviosa, en una soledad tan complicada como las mismas relaciones humanas, tan inmensa como las promesas de los condenados o el dolor de los olvidados.

Escribir es un laberinto eterno, nos encanta perdernos en sus esquinas, en esos rumores de sabiduría del que jamás se nos permite salir, de esas ocasiones varias en las que hemos degradado en silencio la oportunidad perfecta para pedirle perdón a una olvidada y querida dama, o para imaginarnos una vida en la ausencia de alguien a quien queremos. El que es no deja de ser, interesante frase, en especial cuando el que es gusta de escribirle a los que nunca han dejado de ser ni de estar. Como si el museo de la memoria fuera nuestro punto de encuentro, o nuestra nostalgia favorita.

Las oportunidades están a la vuelta de la vista, sea ya para perder el acceso a un mundo mejor, sea para hallar en la redención una disculpa bien merecida, sea para sembrar la semilla del odio en un frasco de algodón y pretender que de allí nacerá una planta de frijol, o sea para aislarnos de lo socialmente aceptado y lo culturalmente establecido. Perdernos en excesivas aventuras, en jardines inmensos, en placeres propios de una noche de septiembre o de un bazar de diciembre, de un calendario de veces que repetimos en constantes incertidumbres.

Hace mucho que una canción no me emocionaba para escribir (falso), pero agradecido con la sencillez de un mundo mejor, busco en canciones desconocidas y en miradas distraídas esas notas de protesta, esas mágicas palabras para hacernos entender, para reflexionar sobre nuestra temporada, sobre esos días de oscuridad y bizarra rebeldía, sobre esos corazones que se han quedado callados en boca de Cerati, sobre esos sentimientos que ni el mismísimo hijo del creador puede entender.

Hoy comienzan a darse pasos de gigante en un recorrido extraño de letras y canciones, en un museo de disculpas y corazones variopintos, en un agujero tan pequeño como la modestia de los ignorados, tan frío como el beso de despedida, tan inquietos como el corazón de una mujer enamorada.

Obsesionados con vivir en un mundo mejor nos inventamos las artes, nos alejamos de las relaciones, nos sumergimos en una abstinencia de conocimiento, en una superficial relación de poder para con los secretos y misterios del universo. Enredarnos en una red social o declarar un blog como carta de vida. Un arpa llanera, un piano español, una guitarra de Liverpool, un canon Veneciano, un himno de Flandes, un río para bañar las ganas, para intoxicarnos en ese laberinto que amamos y hemos definido literatura.

Antes del final, antes de los tiempos de un mundo mejor, es mejor seguir buscando esas oportunidades, seguir buscando en las discusiones más elementales, esas obras de arte que nos permiten dormir en paz consigo mismos.

Un calendario de veces que repetimos en constantes incertidumbres.

AV

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