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El 2016 ha
sido un año muy fuerte con relación a sentimientos, un año en que la velocidad
de cada suceso se ha caracterizado por la vertiginosa vía de descenso en que
debía de sostenerme en pie. Enero llegó con una gripe de esas fuertes que me
convidó a recibir la noche de año nuevo acostado en una cama bajo los efectos
de una aguapanela y un par de acetaminofen. Fue por igual, un mes lo más de
interesante, pues se estaba iniciando una nueva etapa al lado de la mujer
amada, el hogar que comenzábamos a soñar estaba en proceso de construcción.
Un enero donde
me vi por última vez con Sammy Alexander, pero también un enero donde iniciamos
clases en la cálida ciudad de Quibdó.
Fue un 2016
fuerte, porque desde finales del año 2015 mi padre presentaba ya síntomas de
gravedad en su estado de salud, la paciencia con que se llevaba el tratamiento
contrarrestaba con los ataques de ansiedad en los que debía de distanciarme,
dejarme convidar por lo superfluo de la rutina para no dejarme afectar por lo
profundo del tratamiento.
Fue entonces en febrero cuando caímos en urgencias
por segunda vez, mi padre aferrado a un respirador artificial y bajo los
efectos de sedantes era una marioneta de observación en la sala de cuidados
intensivos, mi madre, mi novia (para entonces) y yo nos turnábamos visitarlo y
darle lo mejor de nuestros corazones.
Marzo fue un
poco más tolerable, continuaría con mis viajes al Chocó y mis clases en las
universidades privadas del sur de la ciudad, jugamos “Monopoly Star Wars”, y en
abril almorzamos ajiaco. Visitamos a la señorita Maria Fernanda y bailamos el
Vals para celebrar sus 15 primaveras.
En mayo
celebramos el día del profesor con unas deliciosas Waffles. Mi padre mejoraría
un poco en salud y mucho en su estado de ánimo, nos aferrábamos cada vez más a
la esperanza de que todo saldría bien, todo saldría bien.
Todo saldría
bien (decían).
Almorzamos en
familia en junio, quizás de las últimas fotografías en compañía de todos con la
pared amarilla de fondo, era un delicioso almuerzo preparado por mi amada,
claro, no podía faltar el fantástico jugo de lulo que deja bigote. En Junio Martina
aprendió a abrir el closet por sí misma para entrar a dormir encima de la ropa,
jugamos la Copa América Centenario y fuimos a urgencias un par de veces, una a
visitar a mi padre, en otra, a buscarle solución a los dolores del cuerpo.
Conocí Neiva
en julio y vi las ruinas del antiguo aeropuerto El Dorado, fueron además 8
horas infames de viaje por carretera en un trayecto que por lo general no toma
más de 5 horas de viaje. No había hospedaje para entonces y tuve que dormir en
una vieja pensión que proveía servicios de pornografía en la televisión.
Atlético Nacional
ganó la Copa Libertadores de América, esa misma noche, en julio, nuevamente
debíamos de interrumpir actividades para ir a la clínica a acompañar a mi
padre. Esa noche, por última vez, pude verle con la razón y la conciencia en la
mano, al mismo tiempo, los jugadores celebraran en la televisión el ganar un
torneo deportivo internacional, fue una noche larga, amarga, un sin sabor que
solo a un miércoles de julio se le podría haber ocurrido.
Llegó agosto y
con él los familiares que debíamos de saludar. Un 2016 lleno de imágenes y
emociones, de aromas que dilatan el alma y la encierran en dudas y temores, de
días que pasaron de la felicidad absoluta a la entrega precavida de unos buenos
días y unas buenas tardes. Aprender a entender que en dicho año se tuvo la
fortuna de volver a ver a esos familiares que desde hace mucho tiempo no se
saludaban, a pesar de que no eran las circunstancias ideales.
Llegó Nala a
la casa.
Viajamos a
Bandola, tomamos café y comimos helado. Fuimos al Palique de Tramarte, nos
arrodillamos y nos juramos amor eterno.
Un agosto que estuvo cargado de emociones y muchas noches para reflexionar, rememorar aquello que la vida daba por sentado.
Un agosto que estuvo cargado de emociones y muchas noches para reflexionar, rememorar aquello que la vida daba por sentado.
En septiembre
volví a Neiva, en Cali nos visitó David Guillermo y llegó para convertirse en
Padrino. Fuimos de Picnic con Diego Alejandro y celebramos su cumpleaños,
tomamos cerveza y cantamos las canciones de los Amigos Invisibles. Octubre
ingrato que siempre llega con rapidez, comimos torta y soplamos las velas con
el escudo de armas de Kal-El, fuimos al CIAT y bailamos hasta tarde, porque
celebrábamos Halloween, porque celebramos la vida, el amor bonito.
Celebramos
también el cumpleaños de doña Blanca, nos juntamos de nuevo en la mesa, comimos
masmelos una vez más.
Los amores son
para toda la vida, los amigos, la familia, los recuerdos. Quizás en ello el
2016 se caracterizó por ser un año de muchas emociones donde todas, de alguna
manera ininteligible, terminaban en eso que llaman amor. En noviembre dimos
lectura a los votos, nacía un hogar bonito que ya desde un par de años atrás
vendría construyendo los cimientos de una familia llena de esperanza y muchos
deseos de amar. Nos juramos la vida porque así era lo que deseaba cada corazón,
ella de blanco y yo de corbatín fucsia, los amigos nos acompañaron y dieron a
este noviembre el premio de ser un inolvidable día 26.
Celebramos el
don de la vida y el don del amor.
Viajamos a la
playa, consentimos al sol y conversamos con las estrellas, las olas del mar nos
abrazaron en su encanto juguetón y dieron así la bienvenida a diciembre, un
diciembre que como todos los años, se escaparía a toda emoción y se asentaría
en la reflexión, esta vez, desde el Caribe como punto de partida.
Llegaba
diciembre y con el terminaba mis estudios de nuevo, viajamos a Sevilla y
bailamos con la familia.
Una reunión familiar que albergaría de cierto modo mi orfandad, una reunión donde me acobijaba del cariño de mi nueva familia, una felicidad que surgía en medio del llanto silencioso de la nostalgia. Del querer y el extrañar.
Una reunión familiar que albergaría de cierto modo mi orfandad, una reunión donde me acobijaba del cariño de mi nueva familia, una felicidad que surgía en medio del llanto silencioso de la nostalgia. Del querer y el extrañar.
Un 2016 para
armar una y mil veces.
AV
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