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tomada de: https://i.pinimg.com/736x/26/6a/14/266a14396fb13179861f8b6e899fc553--cat-paintings-painting-art.jpg By: Raphael Vavasseur.
Hay
nubes de ansiedad que se posan sobre mi ventana. Un
vapor de vida que duele, que se me roba la calma y me va cortando el sueño, me
encierra en una incoherente pereza, en una maleza de ideas que no me deja
avanzar.
Hay
nubes de ansiedad que se posan sobre mi ventana. Que me empujan con una suave
brisa a una idea y luego a otra. Que brincan entre sí si quiera redondear un
punto en común.
Son ideas sueltas, incompletas, que a veces terminan en dudas.
Es
difícil atrapar nubes que no son tangibles. Se posan sobre la ventana porque
desde allí nos observan, se dejan ser. Se disfrazan de aire fresco, se llenan
de ansiedad, se llenan de ideas viejas y anhelos nuevos, se mezclan, se vuelven
cócteles, se vuelven ironía.
Nubes.
Hay
nubes de ansiedad que se posan sobre mi cabeza. Dolores que permanecen, que se
agrietan más allá de lo intelectual y rajan la razón en un inmarcesible
silencio de dolor: de miedo. Preguntas que desfilan como un hombre solitario en
un pasillo de hospital, no van, no vienen.
Hay
momentos de reflexión que se escapan en un sigiloso suspiro de ansiedad, se
traducen en palabras que no fueron, se representa en pensamientos del "que
sería si...", momentos que se dejan más allá de la reflexión y terminan en
duda, anhelos, dudas más que todo.
¿Por
qué?
Un
inocente insomnio recae sobre la cama, como una nube de ansiedad, llena de
polvo, llena de recuerdos, de metas trazadas, de promesas dibujadas con la
punta de los dedos sobre la almohada, de temores infundados por la edad.
Una
obra maestra del romanticismo contemporáneo.
Es
en las noches donde desnudamos las dudas y los temores, los dejamos jugar
encima de la almohada, como siluetas de una fogata. Cada mañana al despertar,
la conciencia llora el tiempo perdido, el sueño desperdiciado, porque aun
después de las noches, las dudas emergen, solteras.
Hay
nubes de ansiedad que siempre estarán vigentes en la cabecera de la cama, o
junto a los zapatos bajo la cama. Hay nubes de ansiedad que siempre tendremos
esperando al final del pasillo, como un ladrón que observa atento al ejecutivo
que sale embriagado del restaurante.
Hay
nubes que reposan en el alma esperando florecer algún momento, preferiblemente
durante el mes de enero, porque para junio ya no son nubes sino, motas de
recuerdos, de promesas o compromisos, murmullos de ideas que no fueron.
Un
pasado hecho tejido.
Hay
nubes de ansiedad que siempre están para acompañarnos. Parecemos viajeros, pero
somos estaciones de paso donde las ideas murmuran los anhelos del alma y el
corazón, los miedos de la piel, los temores del adulto contemporáneo. Hay que
dejarlas pasar, para que sigan su curso.
Siempre
tendremos nubes.
AV
1 comentario:
Muchas de mis nubes se han convertido en tormentas. Y estoy mojado, viejo, y con miedo a los truenos.
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