11 de octubre de 2022

Transformación (Preguntas)


 

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Hay momentos en que de lo más profundo del corazón surge esa inquietante pregunta que de algún modo, sigue vigente en todo aquello que el profesor Salazar reza como “transformación”. Observo al sujeto del espejo y en sus ojos cansados encuentro algo de expectativa, quizás haya pasión vigente, se tenga en buen tenor la vocación por hacer de este un mundo mejor, quizás simplemente sea el rostro de una sorprendida mueca de adultez.

Han sido semanas de mucha presión, semanas en que me he encontrado en el borde del abismo observando el fondo de este como una pileta de agua cristalina, jugando con las palabras no dichas. Me asfixia el silencio, siento que me aprieta el alma y me estruja el estómago, ser resiliente se vuelve una lucha permanente de pensamientos propios y esperanzas insanas.

Entonces me pregunto en constante momento desde la semana pasada a nuestra lectura si todo esto vale la pena. Me asomo por todos los rincones que la vida me deja perdiendo en cada uno de ellos algo de mi fe. Me asfixia la soledad, no tener un equipo de apoyo, un círculo que nos rodee con sus reclamos, sus apreciaciones de lo mundano o sus visiones de lo futurible.

La nostalgia se convierte en sed, seca a garganta y en lamentos nos hace imaginar alternativas condiciones de vida, quizás en alguna de ellas las cosas salen bien y nos dejan libremente caminar. El hombre del espejo está cansado, veo tristeza en sus ojos, algo de buen humor en sus palabras pero la tristeza no se puede ocultar por más maquillaje que se interponga en el cascarón.

Una nostalgia que con el deseo de lograr cambios significativos se sumerge en esa pregunta transformadora, momentos en que el esfuerzo ha sido tan digno que es solo fantasía. Días en que la dedicación ha sido atrapada por la falta de voluntad de quienes dicen ser nuestros aliados. Una soledad que trasciende lo emocional.

Un silencio angustiante, frío, calculador, intransigente.

Egoísta.

A veces se siente algo de calor y uno se ilusiona con merecer algo mejor. Que el tiempo no se detiene pero nos lleva en su carril veloz. A veces se siente algo de calor y en confianza avanzamos con las ideas propuestas, con el buen ritmo de la esperanza. A veces, solamente a veces.

Con ilusiones labramos el plan pero con acciones es que vamos escapando a los atisbos de los tiempos difíciles y es preciso allí donde concurre nuevamente esa pregunta transformadora.

Sentado sobre un banco de madera, bajo un árbol de guayaba y con la frescura de una tarde de octubre, de esas que amenazan con lluvia, siento ese frío del alma al interior del estómago. Me avanza un calambre sin precisar, una angustia que me recuerda que todo sigue su curso, como el avión que va en picada, o la alta ola que ya en su pico más alto emprende el viaje a tierra (con ganas de llevárselo todo).

Camino de lado a lado, me hago preguntas y las respuestas me arrancan la calma, me llevo en los bolsillos las preocupaciones y encuentro alrededor soledad, desinterés, impaciencia.

No juzgo a quienes no están, porque sería insensato con quienes han estado, por supuesto. Pero qué clamor que contrae a todo esto el ver que quienes dicen estar, están ocupados.

Bien podría acusar al viento y sus corrientes que no son asuntos de voluntad sino, de agenda. Inconcebible que día a día, se llegaron a cumplir hasta 6 meses esperando a que alguno de quienes hoy leen estas letras, sacaran un espacio para escucharme, para proponerme, para caminar de mi lado o simplemente, para decir: no, gracias.

Una fragilidad que se convierte en pesadilla, una mirada del contexto que se nos escapa en buenas intenciones y va alejándose en el libro de las preguntas. Momentos propios o ajenos, aprender a sobrellevar en el peso del camino los rechazos y desplantes que la vida y sus principales actores nos va germinando.

Se quieren muchas cosas pero ante todo, la terquedad y perseverancia se atrapan en el frio silencio de la soledad. No tengo claridad si es virtud o defecto, si es una intransigencia enfermiza o una resiliente etapa de vida, un camino de casi cuarenta años o un desliz de los últimos cuatro.

Un libro de preguntas que escribo a diario como parte de una transformación no deseada, es claro que nadie quiere que le arranquen de la manera más intempestiva todo aquello que alguna vez dio identidad.

Hay momentos en que de lo más profundo del corazón surge esa inquietante pregunta que de algún modo, sigue vigente:

¿En qué momento se fue todo al carajo?

AV


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