Imagen tomada de: https://www.istockphoto.com/es/search/2/image?phrase=gato+con+lentes
Vamos cursando los días de enero con
total normalidad sin embargo como todo inicio de año surgen revoluciones que
más que incomodar terminan por replantear la existencia de nuestra materia en
este plano terrenal.
Algo que he logrado ir ajustando en
mi aireada manera de ser es el poder tomar impulso antes de desaforar alguna versión de mis desencantos, incluso con muchos errores de por medio, pausar palabras, bajar el
tono. De seguro ya no soy ese muchachito
de ayer, el señor de hoy.
Tiempos.
Días en que no logramos comprender
directamente las emociones o el valor con el que el otro nos señala. Momentos
que se nos hacen imprescindibles para continuar junto a nuestros temores. Somos
lo suficiente para lo que el camino nos determina, pero en ese trayecto también
debemos de ser lo suficiente para decir no a aquello que nos incomoda, aunque
la vida misma sea todo ello lo que nos incomoda.
Espacios.
Labores que debemos de cumplir en
cada rincón de nuestra mente, diseñamos cuanto la vida nos exige, nos
encontramos en pensamientos frecuentes. Vamos dejando de lado las pasiones de
otros días y transformamos esa energía en relatos, nos creamos cuentos y
fábulas para no caer en el abismo de la voz.
Días de enero que nos van mostrando
en una serie de acontecimientos el modo mismo en que tenemos configurado
nuestro mundo. Las rutinas que hemos tenido que re organizar ante las ausencias,
los espacios que se han re creado ante la existencia de lo obvio, las
decisiones y los afanes que cada lección nos llega al escritorio, como si fuera
una tarea.
Aprendemos a tolerar todo lo que nos
molesta pero es evidente que con la vida no nos podemos molestar, debemos de
sobrellevarla y espantar en ella cualquier asomo de diálogo con el más allá.
Podernos decir internamente que todo estará bien, que así como muchos comensales, morimos por dentro ante cualquier injusticia, ante cualquier recuerdo o nostalgia.
Que nos cansamos en el
trayecto, que una taza de café no es suficiente, que un cigarrillo se nos
convierte más en un padecimiento social que en una salida fácil.
Espera.
No solemos darle lugar al calendario
como si fuere un relicario de oportunidades, ni nos imponemos al misterio de una
luna nueva para darle significado al año que empieza. Claro, tenemos rituales
decembrinos y acciones de reflexión de enero, pero estos días de enero son
esperanza y amargura.
Esperanza para lo que anhelamos sea
mejor en los duros acontecimientos de nuestra existencia, anhelar llegar al fin
del año con mejores cifras en cada indicador.
Decisiones.
Amargura ante la frustración de cada
pendiente que el año anterior empuja a la orilla, como los desechos de una vida
que nos sigue presionando para darle final a todo lo que no podemos tolerar.
Decidir ante la duda.
Vamos caminando entonces, como se
mencionó en anteriores escritos, dejando huellas que arden de pasión, mirando
al horizonte con temor, eso sí, con un gesto de seriedad lo suficientemente
convincente para que todos piensen que estamos en exitosa rebeldía.
Con voz tenue, con la pausa del
malestar de turno, ya no vociferamos al opositor o incompetente sino que
caminamos el sendero pensando en la alternativa requerida con una voz apagada,
una mirada de perdón sobre la situación, manos vacías de poder y palabras de
despedida.
Hay días de enero que aparentan existir
con total normalidad, sin embargo como todo inicio de año surgen revoluciones
que más que incomodar terminan por replantear la existencia de nuestra materia
en este plano terrenal.
Hay días que no son normales, y
enero.
AV
2 comentarios:
❤️🔥😘
Cierto!
Publicar un comentario