25 de mayo de 2008

Corazón de Arena


En estos momentos donde la indecisión me soborna con antojos prestados y me exonera con murmullos mundanos, recuerdo a esa mujer que se quita la cabeza y la guarda debajo de la cama, esa señora de cuerpo extraño que al ritmo de la noche se desviste en las estrellas y es mentada en los noticieros, esa dama de elegante mirada que con el frío de la niebla me cuestiona mis actos y me acusa de ingrato, me deja en el olvido y me soborna con antojos olvidados. No es una gata, porque mi gata se llama Julieta y acaba de cumplir 8 mesecitos de vida, no es ser humano alguno porque sino ya hace mucho la hubiese agredido, no es la religión ni la fe porque ambas están escondidas en una oración, no es mi madre ni la escuela, son solo palabras que se intercambian al ritmo de miradas vecinas, de verbos y obreros en sindicato.

Estoy encerrado en la memoria de mis huesos, en el pesado nombre de los besos y esas uñas que me dijeron cual era el camino equivocado, esas pestañas que se dibujan en murales y son besadas con lapiceros y escalones de madera; Cuando perdí el equilibrio decidí saltar y dejarme llevar por las olas de la inconsciencia, dejarme matar para luego nacer en otra bulla y en otra cueva. Esa dama de cuentos infantiles y pesadillas laborales suele mirarme con oscuras sonrisas, como esa rana que me gusta pero que no se deja ver, esa rana que salta en mi memoria y se me esconde en la sombra.

Cuando llueve es que se moja el asfalto dejando en la arena miles de esperanzas esparcidas por el vacío, enredadas en árboles y congelada en metáforas ciudadanas. Como esos gatos que salen en televisión y viven de la fama, como esos personajes de fábulas y leyendas que dan vida a miles de rituales y escándalos educativos. Quiero atraparme en el intelecto de los olvidados y ofrecerles una tarde de café, brindar con el mejor de los cigarros y hablar hasta del más miserable poeta, dejar en la arena las huellas y gritarle a los pasajeros lo inútiles que son sus esfuerzos, vivir más allá de lo que se estampa en la nevera y dejar en el reloj los mensajes olvidados.


No quiero confundir la suavidad de la arena con la suavidad del barro, porque es el agua la que moja lo suave de lo que recordamos, no quiero triunfar en la plaza porque quiero esconderme en ella, si usted quiere imaginarse al gato corre detrás de la rana, esta es la hora para nadar en su estanco, brindarle esos mensajes que murieron en el tiempo y recuperar quizás los maullidos que se murieron en el asfalto. Con lluvia o sin lluvia, es un corazón de arena el que late y se deja marcar, el que se hunde en la mirada de los sospechosos y se deja morder, ¿Y la rana? Ella sigue con su olvido.


Yo sigo con el recuerdo, con esos antojos que se quemaron en la piel, mientras escapo de la indecisión que me soborna con antojos prestados y me exonera con murmullos mundanos.


AV.

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