Catty
Art – Feline Silhouette Paintings Tutorial by Allison Murray
En ocasiones, las piedras son solo eso, piedras. No podemos
imaginarnos que son algo diferente o que simbolizan algo especial, no,
simplemente son piedras. No podemos pretender entender a las personas, buscar
leer su mirada o hacer de su gestualidad un lenguaje comprensible al
entendimiento humano, no se nos hace fácil entendernos entre humanos, fallamos
constantemente en el milenario arte de la comunicación oral, ahora
complejizamos todo esperando entender comportamientos y conductas que de nada
dicen y mucho nos preocupan.
Nos formamos como ciudadanos para amar de manera incondicional,
para dar por el otro lo que de mejor modo nos salga, somos seres solitarios en
un mundo que día a día se va volviendo una maraña de aplicativos y artilugios
de intercomunicación, de un entorno donde las palabras hacen más ruido y en el
que las imágenes son más avasallantes que antes; nos comprometemos a entender
el humor y la ironía, a preguntarnos día a día sobre el qué o para qué de las
cosas, darle fe a las personas que no conocemos para que por medio de un
usuario nos den un nuevo orden del día a día, de ese intrínseco modo de
interactuar entre seres humanos.
Dejamos que el amor por el amigo, la familia, la pareja, la
ciudad misma o las grandes corporaciones que nos adornan la felicidad con sus
maravillosos productos y servicios crezca de modo exponencial, somos presa
constante de la frustración cuando algo no sale acorde a nuestras expectativas.
Nos dejamos influenciar con facilidad de bonitas intenciones, de brillantes y
coloridas marcas o aromas, de excusas que indignan o de palabras que alientan,
a la fina terminamos todos en lo mismo: Entendiendo lo que nos frustra, pero de
comunicación interpersonal cada vez muy poco.
Nos enojamos porque somos humanos, nos gusta reír y correr,
disfrutamos de un beso y de caricias, nos apegamos a eso que nos brinda el estado
de comodidad, de esa felicidad o estabilidad que trae consigo el tiempo y el
esfuerzo invertido. Nos hallamos rodeados de mucha comunicación, día a día
crecen los canales para comunicarnos, día a día fracasan nuestros intentos por
ser claros en el mensaje porque otras variables que surgen lo vuelven poco
viable, poco transparente.
Entre silencios y monumentos vamos construyendo mensajes en
líneas de texto, en renglones que de algún modo incomprensible logran generar
acento, tonalidad, dan gestualidad a una simple palabra o a una imagen que
sonríe o llora, algún personaje sin nombre que resume el cómo nos sentimos con
una sola imagen.
En ocasiones cambiamos de estado de ánimo pero no de tonalidad
en el mensaje porque la tonalidad se vuelve silencio, el acento se hace gramatical,
el verbo se hace constante y se resume a pronombres y adjetivos cada día más
excluidos o reemplazados por imágenes.
Podremos escribir miles de versiones de una misma historia y
asimismo, podremos encontrar miles versiones de una historia que hemos leído,
nos llenamos de confusiones, de mal interpretaciones y hasta de vagas dudas que
no nos permiten aclarar nada.
Somos vagos al hablar, se nos hace limitado el discurso, el
lenguaje se hace etéreo en una espiral de imágenes y grabaciones de audio y video, se
nos vuelven fotografías los momentos, se nos vuelve rutinario el hablar.
Dependientes.
El amor escapa a todo, lo brindamos en el lenguaje, construimos
historias y emociones, las extendemos a los amigos o familiares, a las personas
que hemos elegido para amar o a los que nos han elegido como suyos, volvemos a la final a lo mismo, a
querer entendernos más allá de lo dicho, querer explicarle al universo
universal lo que el otro siente o le ocurre sin querer preguntárselo, nos volvemos visionarios del lenguaje,
intrusos del silencio.
Adivinos o no, solemos darle simbolismo a todo y lo ajustamos a
la conveniencia de nuestro conocimiento, nos ensañamos con lo moral y lo ético,
nos virtualizamos con las sonrisas y los miles de muñecos sonrientes que se
disponen en un catálogo de imágenes. Nos convertimos en expertos comediantes y
hasta en intelectuales con el don de la ironía.
Nos volvemos guardianes del lenguaje, del amor, de los
sentimientos, expertos en tecnología y hasta desarrolladores de propuestas para
pequeñas corporaciones, nos volvemos lo que siempre hemos sido pero al servicio
de una plataforma diferente a la que le llaman innovación.
Nos volvemos aire y tierra, nos volvemos maestros del lenguaje,
lastimosamente somos solamente un arquetipo entre muchos, el producto de lo que
consumimos.
En ocasiones, las piedras simplemente son eso, piedras.
AV
No hay comentarios.:
Publicar un comentario