By: apofiss (november 25, 2019)
Hay días, por demás temporadas breves, en las que nos sentimos vacíos, con algo de cansancio e incluso tristeza sin entender en específico qué nos ocurre. Ya lo han señalados los expertos de lo esotérico y místico de lo urbano, que se trata de la manera como los planetas nos dan camino en el destino; hay profesionales de la salud que a tal condición a bien denominan como estados de depresión en quizás, diferentes niveles o categorías.
Desde lo popular de cualquier discurso puede aparecer una que otra afirmación del asunto como un simple mal día o mal momento que con ganas y algo de voluntad se puede dejar de lado.
Ante todo lo anterior quizás sea una mística misma del espíritu, o del cansancio de los sucesos realizados en semanas previas, de hecho nos conservamos en pensamientos del pasado sobre lo realizado y las expectativas del futuro (el deber ser y hacer), será pues el impacto de un ataque de ansiedad o peor aún, batallas de pánico que se nos dan como buenos soldados de la vida.
Que el amor, el trabajo, los sueños, la familia, que el ocio e incluso las innecesarias tardes de no hacer absolutamente nada puedan conjugar en un anagrama de la vida, donde las palabras se conjugan en silencios, donde somos espectadores de lo cotidiano, donde quizás (pues), nos encerramos en el mismo hedor de las preocupaciones.
Vamos avanzando en el segundo curso del año, el clima nos acusa de diferentes maneras hasta asfixiarnos en desesperadas quejas de lo cotidiano. Nos aislamos, nos desesperamos, nos dejamos de lado.
Han sido interesantes momentos de cambio y espera, con algunos contertulios bien se ha dialogado sobre lo rápido que se nos está yendo la vida entre tareas y escalones, con otros más allegados, hemos discutido sobre la finalidad del universo y nuestro esfuerzo de ser héroes de papel.
Nos sometemos al asombro de lo que nos disgusta.
Conversaciones con familiares y amigos que duermen a la espera de algo más íntimo, pero a lo difícil que es hallar intimidad en estos días de exceso de información y agendas comprometidas.
Escapar de uno mismo para poder estar completos al servicio de los demás, reintentar comenzar en el mismo espacio vacío donde alguna vez nos dejamos caer.
Miramos a través de la ventana al mundo avanzar, se nos acumulan pendientes mínimos que ahora son máximas preocupaciones, re organizamos nuestro círculo social, a esta edad, un óvalo más bien laboral, donde coinciden las preocupaciones y los afanes, pero de a poco perdemos las articulaciones con quienes dicen ser nuestros más cercanos comensales, duermen las canciones y las anécdotas se dispersan en monosílabas intenciones de informar que todo está bien.
Dejamos en el ejercicio de la soledad el mirar alrededor y fingir que todo está bien, y pueda que de seguro así sea, pero ¿por qué es tan difícil entonces? Hay respuestas tan evidentes como el gozar de buena salud, de una amable estabilidad laboral e incluso una tolerable condición financiera, porque del corazón y los sueños somos gestores de las más bellas sonrisas y los más impertinentes deseos de una vida mejor.
Soñamos.
Insistimos en que todo funcione sin perder la fe y el deseo de que todo saldrá bien, sea pues, y solo quizás, algo
pasajero (en un trayecto de casi cuarenta años), al punto mismo de darnos el
tiempo necesario para respirar a profundidad y dar gracias por lo vivido, por
la ternura.
Suerte.
Observar el paisaje y saber que de ese edén somos partículas en permanente movimiento, pensar que todo está bien y solo necesitamos hacer una pausa para pensar.
Resistir.
AV