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Todos
tenemos un primer día para cada cosa, no es igual que la primera vez pero se
llena de más emoción porque se prepara la ansiedad desde noches previas. Un
primer día para viajar o salir a conocer algún lugar especial, un primer día
para salir de casa y enfrentarnos a otro mundo como lo es la escuela o la
oficina. Un primer día para descansar.
Nos abrigamos
en la esperanza de una idea nueva, vamos paso a paso avanzando en nuestros
ideales, de nuestras convicciones y prejuicios, realizamos todo un plan de cómo
llegar y cómo actuar, imaginamos que tanto nos podría ocurrir, si conoceremos a
alguien especial o si nos quedaremos solos. Nos reflejamos en esa expectativa
del primer día que llega, nos dejamos enredar en las ideas, divagamos
lentamente sobre nuestra manera de comportarnos, de querer encontrar el actuar
correcto, el andar necesario, la vestimenta idónea para la ocasión o por qué
no, las mejores palabras para cada conversación, dejarnos vestir por un
discurso primaveral.
Ese
primer día nos llena de muchas ideas, a todos nos llega un primer día desde el
inicio de los tiempos, desde la misma niñez cuando por vez primera nos vamos en
una ruta escolar, esperando un lugar para sentarnos y vivir a la expectativa
del recorrido, ese primer día de llegar al salón de clases y encontrar en menos
de 3 segundos de reflexión ese lugar en el que nos sentiremos cómodos durante
la jornada escolar.
Un
primer día en el que salimos a nuevos círculos sociales, día en que nos
sometemos a la alienación de otros que quieren al igual que uno, hacer de su
primer día una jornada única, especial, perfecta.
Nos
encontramos un primer día en el que dudamos de nuestras capacidades y nuestras
intenciones, perdemos un poco de confianza, pero solo al inicio, porque luego
retomamos nuestras maestras artes y damos de nosotros lo mejor en cada acto. Es
un primer día porque sencillamente una primera vez puede ser un ejercicio de
horas o minutos, el día por su parte, es un mundo entero para conocer, navegar
en sus horas y sus espacios, dejarnos recorrer por la ansiedad de pies a
cabeza, llevarnos a un lado de otros, dejarnos asombrar por el discurso de los
personajes que van apareciendo en las calles, en las habitaciones, en los
mensajes, en los imaginarios de quienes nos hablan, aprender a entender que
somos ahora parte de algo que por ser este, el primer día, nos puede llevar a
sentirnos ajenos, díscolos, torpes, enfadados y por qué no, obtusos.
Un
primer día es también una oportunidad para comenzar de nuevo en aquello que
damos por sentado, es darnos ese respiro que un nuevo empleo o un nuevo lugar
de hábitat nos pueda traer, es dejarnos comprender que somos seres pensantes y
llenos de vida, de emociones y muchas motivaciones, que nos dejamos acelerar en
el afán de las dificultades, nos suponemos únicos y es esa unicidad la que hace
que nuestro primer día nos ponga a prueba la capacidad asertiva de persona que
podamos ser.
Teñirnos
en las palabras de una asesoría, de un recorrido dónde se nos dan las
explicaciones de una nueva función, de un empleo nuevo o una nueva asignación,
igual caso para ese día porque bien podemos no entendernos en el qué hacer y
pasar el día con el asombro de un nuevo lugar o, por el contrario encerrarnos
en las labores de ese nuevo qué hacer a tal punto que no logramos realmente
asumir o comprender el lugar en el que nos hemos inmiscuido.
Un
primer día nos lleva de una rutina a otra, nos saca de una actividad familiar a
familiarizarnos con esporádicas salidas, con suspiros llenos de nombres y
apellidos. Porque el primer día de los enamorados es único y especial, se
planea todo, se piensa cada detalle y se programa cada actividad para que todo
luzca perfecto y lleno de amor, a otros quizás más nerviosos ese primer día se
les permite vivir solo con el deseo de ver a la persona de la cual se han
enamorado o, por qué no, se quieren enamorar.
Porque ese primer día es el que
vale las ganas y los antojos, vale ceder y querer depender, vale salir y
escapar en ideas que al otro día puedan sonar absurdas o aburridas, porque se
vale soñar en ese primer día, se tiene licencia para obrar de buena fe pero con
torpeza. Es el primer día en que se da espacio para expresar eso que de algún modo
en cartas, blogs, reflexiones y suspiros hemos mentado de esa figura que
anhelamos.
Es el primer día donde los enamorados juegan al amor, se permiten
conocerse de un modo tierno y especial porque al segundo día ya llegan las
ideas a hacer su aporte, el deseo pasa a ser real, el destino deja de ser
melancolía.
También
hay un primer día para los aburridos, porque así como la escuela, el trabajo o
el amor, los aburridos encuentran en ese primer día el reto de aprender a vivir
consigo mismos, porque conocernos como nos conocemos nos toma toda la vida,
para algunos es una tarea que queda inconclusa, para otros es un dogma en el
que nos llenamos de alimentos especiales y silencios espirituales con tal de
aprehender de nosotros lo que mejor tengamos, es reflexionar en la constancia
de las cosas, diatribar en esos días que ya fueron para encontrar los que
queremos que sean.
Es esa
doble calzada que se cruza en los caminos: Hallamos por una parte ese camino
donde todos los días son el primer día porque se ha decidido vivir a conciencia
y entregados a una fe que nos guía a alguna parte. De otro lado, otro camino
nos expone esas emociones fuertes que nos identifican incitándonos a
reaccionar, para bien o para mal pensándose más como un último día que
realmente en un primero, tal vez sea pues, porque para aquellos el primer día
es el que sigue mañana, imaginando un mañana que nunca llega porque se estancan
en el aquí y en el ahora. Es atrevernos como gitanos en una escuela propia de
la vida.
Debemos
ser cautelosos, porque al hablar de un primer día nos aferramos a la idea de
que va a existir un segundo y un tercer día, muchos días más, cada día le damos
su significado y hasta un lugar en el almanaque, eso está bien, felicitaciones.
No podemos dejarnos invadir la idea que cada día hay que vivirlo como el
último, porque entonces ¿de qué valió cada suspiro, cada pensamiento, cada
momento que nos llevó a esta primera vez? Es mejor vivir cada día como el
primero, porque en el primer día se construye, se sueña, se llena de esperanza
una idea hasta florecer en un proyecto de vida, en una meta personal.
Inclusive
para perdernos en el fracaso hay un primer día, pero no debemos quedarnos en
ese día eterno cual espiral de la marmota, es mejor, sentarnos a vivir ese día
hasta identificar lo que realmente nos podría dar el día siguiente, querer
cambiar las cosas y acomodarlas a nuestro modo, a nuestras cuentas.
En esta
oportunidad es el primer día para mi amiga y confidente doña @mary_magnum , a quien dedico este pequeño pedazo
de día, porque es su primer día en una nueva etapa como dicen las tarjetas de
regalo.
Un camino que ha iniciado y que desde hace tiempo venía delineando más
con ansiedad que con frescura. Pues bien, ahora estamos acá, es el primer día,
bien pueda y comienza a volar.
Un primer día para estudiar.
AV
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