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Esta semana
de tiempo libre además de ser temporada de fin de año, la he aprovechado para
ver películas con más frecuencia que mis días corrientes, y claro, para
reflexionar.
Algo
particular que he observado además de dedicarme a ver películas por internet,
ha sido en redes sociales y servicios de mensajería los discursos de fin de año
que muchos fulanos expresan: algunos demasiado elaborados, otros con una fuerte
carga de nostalgia, dolor, melancolía, como si les doliese haber vivido, como
si se tratase de un castigo, una confesión trascendental que llega al final de
su tiempo en el conteo a medianoche de este 31 de diciembre.
En
realidad solo damos un cambio a un dígito en un reloj, en un calendario. El sol
sigue siendo el mismo desde muchos años atrás, igual ocurre con la luna y la
brisa, el único cambio quizás son las estrellas, pero esas ya venían muertas
desde hace tiempo atrás.
En este
ejercicio de consumo cinematográfico terminé por ver filmes que giran alrededor
de la vida y obra de grandes pensadores como Friedrich Nietzsche, Carl Jung,
Sigmund (Siggy) Freud, entre muchos otros en una extraña espiral intelectual de
filosofía, psicoanálisis, amor y odio.
De esta
serie de intrépidas historias terminé por cuestionar más a fondo muchas
premisas que a lo largo del año aprendimos a evadir, ser conscientes de nuestra
condición de humanidad, ser demasiado humanos en lo posible, razón quizás de
nuestra errática costumbre de buscar equilibrio o perdón, querer legitimarnos
en el otro. Luego siguen las preguntas, porque ante todo, se aprendió a dejar
de ser humano, demasiado humano, para ser objeto (de dudas).
Termina
el año y lo primero es saber si usted, que me está leyendo, siente que logró
cumplir los objetivos o propósitos que se planteó para este 2014, de ser así
viene la primera pregunta (Cortesía del gran Nietzsche): ¿Cómo eligió sus
objetivos? ¿Estaban allí o te los dieron (impusieron)? Es interesante, porque
por muchas ganas de ser seres independientes en ocasiones nos programamos metas
que desde el inconsciente ya han sido planteadas en un modelo familiar, de
seguir un ejemplo, una carrera, una línea que ya otros han caminado y que es el
turno ahora de nosotros, ejemplo de ello es mentalizarse en obtener un buen
empleo, o una casa propia, o adquirir un vehículo, etcétera, a la final, es más
la confusión y debate filosófico alrededor de este tremendo quilombo que el
aporte, pero… ¿y si retomamos la
conversación desde el principio y revisamos la pregunta con más detalle que
afán?
Estamos
más enamorados del deseo que del objeto deseado, más interesados por lo que
inspira la idea que la idea en sí. Anhelamos alcanzar un estado de equilibrio y
paz mental, pero a la verdad lo que nos extasía es esa búsqueda, ese safari de
amor propio y logros personales y no los logros en sí. Es decir, amamos la
adrenalina que produce diseñar un proyecto de vida, pero no el diploma o el
empleo que obtenemos al final de cada proceso.
Caemos fuertemente en una espiral de excusas o pretextos para ajustar un
contexto a una idea, darle un significado a lo que no tiene por qué significar
algo, darle múltiples contextos a una idea que pueda derivar en nuevas ideas.
Entonces,
cortesía del Profesor Josef Breur, citamos el siguiente escenario y abrimos el
debate a cualquiera que quiera ser parte del mismo:
“¿Qué pasaría
si a la hora del juicio final, el verdugo nos dice que tenemos que vivir nuevamente
la vida tal y como la vivimos hasta este día?”
Interesante
pregunta, hasta puede parecer tonta o superficial, ahora, usted que me está
leyendo, ¿lo consideraríamos como un premio o más bien como un castigo de la
eternidad?
Al aceptar
vivirla, la viviríamos conscientes de su eternidad o simplemente dentro de los
tiempos que implica vivir una única vida, ¿como un reloj de arena que gira al
finalizar cada tiempo? ¿Nos daríamos
cuenta inclusive, que en este momento estamos volviendo a vivir esta vida como
parte del castigo / premio que se nos ha otorgado en la eternidad?
¿Le
cambiaríamos algo a lo vivido? ¿Por qué?
Lo
interesante está en lo que no se ha vivido, en lo que no conocemos. No sabemos cómo
somos si hubiésemos aceptado o negado tal proposición o tal diligencia. No
sabemos absolutamente nada pero somos unos genios a la hora de proponer cambios
sobre lo que hemos ya vivido, el eterno y defectuoso: “Yo hubiera…”
Son
muchos los cuestionamientos y reflexiones que se absorbieron en estos días,
supongo, estoy en ese estado de suciedad y locura, pero qué más da, a la final
sigo aquí escribiendo para unos pocos que me leen y otros tantos que me
escuchan cuando de licor y salud se trata. Cerramos pues el ejercicio con algo
mucho más interesante y que en conversaciones (basadas en el cine claro) de
intelectuales ha surgido: “¿Cuál es esa decisión, esa idea feliz, esa felicidad
que quieres hacer cada día?” Es una gran pregunta, en especial para aquellos
que enfocan sus doce deseos de fin de año para buscar la felicidad perpetua. Así
pues, la mejor pregunta sería: ¿Qué es eso que quieres que ocurra todos los días
de tu vida?
Es una
pregunta más sencilla sin duda, ahora bien, ¿recuerdas ese día feliz? ¿Qué te
pasó para que fueras feliz ese día en especial?
De
seguro nos es más fácil recordar lo ya vivido a anhelar lo que no hemos vivido
pero que juramos que nos garantizaría la felicidad, ¿no? pues bien, si ya
tenemos claro qué fue lo que nos hizo feliz en ese día, ¿Qué necesitamos hacer
para que suceda todos los días? Así es más fácil proyectar nuestra vida,
entender que la felicidad no es una búsqueda sino un medio, un camino para
vivir lo que realmente queremos vivir.
Finalmente,
el propósito de este escrito en especial es dejar más preguntas que respuestas,
es compartir con todos lo que de seguro a mi espalda le duele, ese espasmo hermoso
que me lleva a buscar temas de más trascendencia que saber el por qué se casó
Adonay, a la final, de seguro esta noche de celebración volveré a mi lugar de
lectura y para mañana, primer día del año quince, retomaré la rutina con otra
película del mismo perfil.
Gracias
por este año que se va y si alguno de ustedes toma este ejercicio con la
premura que lo merece, agradezco me lo haga saber y si es el caso, me invite a
una copa, porque aquí hay muchas preguntas más que por cosas de espacio no
alcanzo a plasmar con tal facilidad.
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siempre ser Humano: Demasiado Humano.
AV
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