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El de hoy quizás ha sido el día
más variado de todos los que llevo en este paraíso americano, caracterizado por
la unidad familiar, se ha visto envuelto en bruscos cambios de ambiente y de
fuertes reflexiones que aquejan a la memoria, desde los suaves vientos del
consumo hasta los enajenados nubarrones del adiós, todo junto a una
incomprensible costumbre de querer dar nombre a cada cosa.
Iniciamos la tarde procrastinando
con redes sociales para luego finalizar con un breve pero elocuente escrito
sobre lo que han sido estos días de inicio de año, escrito que por supuesto
pueden encontrar en este su blog de confianza. Para ese entonces, nos
deleitamos con una breve pero clásica melodía del pop rock norteamericano para con
ella dar inicio a la escritura y posterior lectura de la jornada, siempre
además de la mano de una taza de café (que por cierto, ahora desde un tiempo para
acá consumo sin azúcar).
Alrededor de las tres de la tarde
salimos con mi tío rumbo a casa de mis abuelos, allí nos encontramos con mi
madre y acto seguido salimos a realizar unas diligencias que estaban al
pendiente en la agenda de la familia
Salcedo; previo a este suceso, durante el trayecto de la casa de mi Tío a dónde
mis abuelos, sostuvimos quizás la conversación más extensa que hemos podido
amedrentar en estas ya casi tres semanas que llevo de residencia, iniciamos con
un breve análisis de mi parte de la gran posibilidad que hay de que los
estadounidenses tengan como próximo presidente de la república a otro Bush - por favor, no olviden estas afirmaciones que
hago y en lo posible recuérdenme dentro de un par de años darles una
explicación más a fondo del asunto – seguidas pues, por las interpelaciones de
mi tío sobre el tema de las relaciones políticas entre Republicanos y
Demócratas.
Una miopía de carácter Bipartidista tradicional.
Continuamos
el análisis con la especulación de una posible contienda electoral entre el
pequeño Bush y la gran Hillary Clinton, interesante escenario a decir verdad, acto
seguido el tema lo desvió mi tío dando fuertes críticas al mundo conocido por
sus desmadres y desastrosos actos en contra del medio ambiente, acusando a unos
y otros del fin de los buenos tiempos, pasamos a recordar aquellas tardes
soleadas donde el majestuoso río Magdalena en su ribera recibía curiosos niños
como nosotros para abrazarnos en su s aguas, para identificar en el presente
pues, lo triste que ha cambiado su curso. Toda la reflexión se mutó a la
irresponsabilidad del ser humano, a la desastrosa manía de acabar con lo que tiene
por privilegiar a unos pocos.
Al
iniciar la diligencia, llegamos a un hogar para ancianos a mi concepto, de dudoso perfil pero para gusto
de mis padres y mi tío. Un hogar para adultos mayores, con habitaciones muy
sencillas y zonas de esparcimiento muy desagradables para la mente de un niño
anciano, pero ante todo me limité a opinar y ser más bien un espectador de tal
situación. Una muchacha de origen venezolano, hija de un español y una
ecuatoriana nos hizo el recorrido por las instalaciones del Hogar santa Anna (ironías
de la nostalgia).
El espacio
es agradable y muy aseado, sin embargo no deja de ser para mi concepto un
Hospital y si me lo preguntan, lo que menos quiero para mis abuelos es que
vivan sus últimos días en una clínica, independientemente de los lujos que
acuse tener, no soy partidario de tal establecimiento, sin embargo ante tal
discusión mi rol fue mejor como espectador y ajeno a la voluntad de mi madre y
mi tío, pero ya imaginarán ustedes el torrente de ideas y excusas que
circulaban por mi mente, pasando de la sencillez de una tarde soleada en la
Florida, al existencialista ejercicio de un hijo único que comienza a pensar en
la tercera edad de sus padres.
Intenso.
Salimos
del recinto y retomamos la avenida Sw 117, la discusiones entre mi madre y mi tío
sobre los pros y contra del lugar, además de las consideraciones sobre el
precio a pagar en caso de acordar contrato alguno llevaron el tema por un largo
tiempo, casi, sobre el trayecto completo. Llegamos a un cementerio, un lugar
muy bello cerca a la reconocida calle 8 de Miami, en el también reconocido
sector de Kendall.
Fueron
muchas las fotografías que tomé al camposanto en mención, a pesar de ser un
lugar de reposo para los que ya se fueron, es en su igual condición un lugar de
silencio y mucha paz, caminamos buscando el “lote” que mi tío compró tiempo
atrás para residir allí a mis abuelos el día que sea la hora, en el paso a paso
observaba cada mausoleo y tumba exhibida en una inmensa zona verde, mis
pensamientos pasaban ahora de la tercera edad a la última hora, esas pequeñas
reacciones que sólo un hijo único como yo puede acechar.
Pensar
en la última hora y dejarla pasar como un mal momento o, pensar en la última
hora y comenzar a poner en tinta y papel los planes de acción para cuando ese
suceso ocurra.
Actuar.
Finalizado
el ejercicio de contrición, retomamos camino y fuimos a una exclusiva Librería
del sector, al entrar, fui recibido por una promoción de libros de ciencia
ficción y afines, ya entrado en gastos, me sumergí góndola tras góndola, de
fondo sonaba esta canción.
Después
de realizar un par de compras para mi gusto personal, entramos al almacén de al
lado, el reconocido Best Buy para realizar de mi parte la pesquisa sobre mi urgido Disco duro externo pues
si no lo saben amigos míos, el que tengo ya sobrepasó su cupo, es tiempo de
cambiarlo, lamentablemente no pudimos realizar tal fin pues su precio excedía
mi presupuesto y el apoyo económico de mi madre no estaba para estas compras,
suceso que originó de allí hasta nuestro próximo punto de llegada todo un
análisis sobre el precio del dólar, su influencia en la economía de los
colombianos, la causante del precio del Galón de gasolina en Colombia comparado
con EEUU y así sucesivamente.
Pasamos
de las reflexiones de la memoria, a las lamentaciones del bolsillo.
A la
salida del almacén, sonaba esta canción y una sonrisa cómplice se dibujó en mi rostro, justamente en el 02 de enero del
año 2014 estaba pues con mi compadre David Guillermo disfrutando de la vida
decembrina de Cali y con ella, de lo que dignifica una buena amistad. Nos
acompañaban también de manera itinerante, el joven e ingrato Diego Alejandro y
la prima. Respecto al tema musical, dimos mucha cuerda con el mismo por lo
menos lo que fueron los dos primeros trimestres del año.
De
regreso a casa paramos en el supermercado local, había que comprar algunos
insumos para el desayuno y demás comidas del fin de semana, pues hay que
alimentar 5 bocas y el consumo cada día es mayor. Paseamos por todo el almacén
comprando que una cosa, que la otra, que el queso, que la leche, que galletas para
los abuelos, que Maní para Ana Karina, que Cereal para el desayuno de mi tío,
que los limones para el café de la abuela, así sucesivamente fuimos dando
compra a cada punto del listado, de la merienda, mientras eso ocurría, sonaba esta canción.
Al
llegar a casa de los abuelos, la reflexión seguía latente en mí: Desde el
futuro político de los estadounidenses y por ahí derecho, de los latinoamericanos,
hasta el futuro de mis abuelos, terminando en la vejez de mis padres. Intentar
volver al presente con discusiones infames como lo es el precio del dólar o qué
tipo de Maní le gusta a mi Anna no despejaron del todo el torbellino de
ocurrencias y desavenencias.
Esa humanidad que a nosotros los hijos únicos nos
da más fuerte que la costumbre.
Comimos
un buen plato de Moro preparado por María, una cubana que atiende a mis abuelos
una vez por semana, tomamos un par de vasos de jugo de naranja y emprendimos camino
de nuevo a casa de mi tío, dejamos el mercado y me quité los zapatos. La
jornada había terminado.
Ahora
me dispongo a tomarme un Screwdriver como cada noche, no sin antes retomar los
vastos caminos de la reflexión e intentar plasmarlos en este Blog de ocurrentes
letras, pues a la final este collage de atenciones no me dejó otro camino que
el de hablar sin un nombre poder dar.
Sin un
título para adorar.
AV.
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