Cat in street, Manchester 1957
© Neil Libbert
Silver gelatin print
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Nos vamos.
A cada
quien le llega su historia y con ella su polémica. Nos indignamos con cada
situación que se sale de nuestro entendimiento, caemos en el simplismo de la
cotidianidad, nos refrescamos con excusas que otros elaboran de mejor manera
para nosotros, los espectadores.
Ha sido
una semana particular, historias que han dado mucho tema para hablar, pero
siempre virando cada esfuerzo intelectual en la misma dirección, como un
partido de tenis, donde cada quien elabora un discurso mejor que el otro pero
no sale de lo que realmente nos aqueja, el simplismo de los puntos de vista, el
ir más allá del estar a favor o en contra, el pretender darle justificación a
todo, como si fuera necesario hacerlo.
Desde
el cuestionable precio de la gasolina por galón en Colombia, pasando por la
inseguridad en las calles de Bogotá, paseando por la libertad de prensa y su
contrariada libertad de culto, lo que el ex presidente dijo o no dijo, que si
murieron defendiendo una causa o si la causa ameritaba matarles. Somos seres de
opinión, nos volamos del centro para hacer de la periferia un constante
edificio de opiniones, preferimos ser más banales, estallamos las redes
sociales con marcas que nos identifican como intelectuales o sensibles
pensadores.
La
muerte de los periodistas franceses abrió la puerta de una discusión que se
había dejado en silencio desde hace más de veinte años, pero alguien quiso
abrirla, quizás porque fue su último recurso de opinión. La condición de
rechazo y temor que ha generado cada una de las religiones y cultos de oriente
frente a occidente ha traído nuevas discusiones con nombres distintos, siempre
acusándonos al historicismo y al de-colonialismo como punta de lanza, en efecto,
la muerte es muerte y la religión es religión.
Cuestionaba
una amiga en redes sociales esta semana si la idea de libertad era un invento
propiamente occidental, nadie hizo eco de su pregunta, que por cierto, es
demasiado interesante, como La Nausea, de Sartre; por el contrario, muchos se
apegaron a lo que periodistas “del mundo entero” rechazaban en escritos,
caricaturas, columnas enteras de “reflexión”, pero no lo se, soy un inconforme
que a nombre de la nada precisa de más argumentos y menos voces.
A la
gran mayoría le parece justificable darle la razón al que grita más fuerte y no
al que profundiza en sus argumentos, igual ocurre en redes sociales, el que más
veces trina o postea ganándose más fans que cualquiera, a ese es al que le
creemos. Disculparán la ironía de las cosas, pero si algo le parece indignante
a muchos es que el señor Ex Presidente haya salido a defender la libertad de
prensa, los entiendo, a muchos les desagrada ese escenario libertario, pero en
cambio, si el caricaturista que de nombre tiene Vladimir, sale a defender la
libre prensa y libertad de opinión todos le aplauden y hacen pasillo de la
victoria.
Nos
falta investigar señores, tanto de un lado como del otro, mucho.
Debemos
(incluyéndome) aprender a ser más sensatos con lo que vemos o escuchamos, el
mundo es uno solo y en el ocurren un sin número de historias que dan hasta
miedo. Nos apegamos a las conspiraciones de otros, nos sumergimos en las
verdades de otros, nos asustamos con los gritos de otros, nos enloquecemos
inclusive cuando la ausencia de otros es duradera.
Lo
ocurrido en Paris es muestra de qué tan grande es este planeta, con sus locuras y temores, no pretendo estar de
acuerdo con su muerte ni mucho menos pretendo estar de acuerdo con su devota
libertad de prensa, porque lo mencionamos con premura, ya mi amiga lo había
expresado, ¿es la libertad una idea occidental? Y yo le prosigo en la misma
línea, “y de ser la libertad un pretexto occidental – como parece ser - ¿es
deber de oriente obedecer a las creencias de occidente?” Miren compañeros, hay
muchas preguntas que nos invitan a caminar sobre los andenes de la demagogia,
pero las respuestas están afuera y no responden a pretextos o argumentos, son
hechos, algunos aislados, otros construidos.
No
soportamos convivir entre nosotros, somos una raza salvaje, avivamos odios y
luego huimos como golondrinas buscando paz, occidente como nos hacemos llamar,
es una construcción constante de nuestros defectos, algunos representados en la
modernidad y otros, bueno, otros exportados a la periferia como excusa de la
posmodernidad. Oriente es otro universo, pero no significa que sea mejor que
nosotros, ellos tienen sus reglas, sus instituciones, sus detractores por
supuesto.
¿A
usted leído algún periódico de origen islámico o árabe cuando una noticia
internacional sale con oriente como protagonista? ¿Conoce usted la opinión de
los grandes pensadores de oriente?
Es un
simplismo que en ocasiones nos queda grande, porque vivimos en la constante
polarización, nos sentimos respaldados o agredidos, sin matices ni oportunidad,
sin nada que discutir más allá de la sangre.
Yo
quiero vivir en un mundo mejor, pero prefiero seguir haciendo de mi entorno un
lugar mejor, alejarme de esas opiniones que en ocasiones son más destructivas
que las armas de los denominados bandidos, soy de los que prefiere hacer de su
periferia un bonito vividero a rasgarme las vestiduras por lo que los grandes
pensadores llaman crisis internacional. Soy politólogo conozco el mundo donde
vivo, pero tampoco me lleno de vanidad con mi profesión y salgo a promulgar mis
opiniones y puntos de vista como la más sensata y pura de las verdades, eso
prefiero dejárselo a los que menos saben de política, a los amigos periodistas.
No
esperen de mi una opinión mejor o peor, algo elaborado o por elaborar, no es mi
cotidianidad ni tampoco mi originalidad. Soy defensor de las causas justas y
detractor del abuso en todas sus manifestaciones, rechazo la violencia en todas
sus formas y me indigno cuando los débiles caen forzados a las voluntades de
los poderosos, pero yo no me llamo Charlie, ni tampoco Javier; Soy amigo de los
que no tienen voz y trato de ayudarles a encontrar su camino para construir sus
propios discursos, no soy amigo de tomar la voz de otros para hacer de ella un
discurso encubierto en símbolos y esperanza.
Nos vamos,
porque para aprender a hablar, hay primero que caminar.
AV.
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