A Day
in the Life of Yield
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Hoy me
puse mi camiseta de Linterna Verde y salí al parque con mis abuelos, fuimos en
familia a recorrer cada lugar del maravilloso mundo de Kendall, nos fuimos en
familia como estampida de búfalos a luchar contra el aburrimiento. Pero mucho
antes de emprender tal camino, otras varias ocurrencias pasaron en nuestro
bello acontecer.
En casa
de los abuelos nos esperaban ya con todo listo, luego de casi cuarenta minutos
de impulso, salimos de casa y emprendimos camino hacia la zona de Kendall, otro
distrito dentro del variopinto Miami. En el camino paramos en “El Pollo
Tropical” para comprar, como es evidente, un gran pollo asado, supongo de
origen tropical, para almorzar en el parque, darle un poco de caché al plan de
Picnic familiar.
El
Pollo Tropical es un restaurante de comida peruana, muy reconocido entre los
latinos residentes en la zona, su fuerte como su nombre lo expone, es el pollo
asado, como si esa fuera nuestra bandera cultural a lo largo y ancho del
planeta pues todos los latinos valoramos más el pollo asado sobre la mesa, que
cualquier manjar de la biblia. Mi tío hizo el deber y se compró un pollo grande
para toda la familia, gran porción de papa frita y buena dosis de salsas y aderezos
para la ya mencionada harina.
El
carro quedó impregnado del olor a pollo y con el, todos sus ocupantes.
Al
llegar al Parque de Kendall, un lugar muy bonito y que evidencia la cultura y
arquitectura anglosajona, nos ubicamos en una bonita zona de picnic, con mesas
en madera y bellos prados sobre el horizonte, a nuestra espalda una cancha de
beisbol, a nuestra derecha un circuito de curvas, rampas y obstáculos para
deportes extremos como patineta, patinaje entre otros, más al fondo, pero muy
en el fondo, las canchas de soccer. En términos generales una zona muy
agradable para pasar un día de descanso en familia, o salir a hacer deporte y
bajar esos kilos de más que nos trae siempre la navidad.
Pasar
tiempo en familia es algo que muchas veces no valoramos sino hasta que hemos
perdido a un familiar o, cuando hay una recompensa de por medio y quizás, muchos hijos asumimos el rol familiar más desde la
recompensa y la búsqueda que desde la disciplina del buen amar, sea el caso de
quien sea, siempre es justo para el alma, como camino de la serenidad aprender
a identificarnos en cada escenario de la vida donde haya tiempo para compartir.
Quizás estas fechas del diciembre que ha terminado, o de los Reyes Magos que se
aproxima para el caso de nuestros hermanos mexicanos, es temporada de reflexión
y promesas, donde unificamos abrazos y buenos deseos en la mesa, en la cocina,
en llamadas telefónicas y por qué no, en innumerable cantidad de mensajes
expuestos en redes sociales, a la final, cuando toda esta temporada ha
culminado, son pocos los círculos que comenzamos a reducir para dar fe y cariño
a ese núcleo familiar.
Hoy
precisamente, esa señorita de verde mirada agendó también una salida en familia, porque es esa familia
que hace muchos años no se reúne a diatribar sobre cada gen o cada quién. Aquí,
a más de miles de kilómetros de distancia, en un parque americano, dispusimos
la mesa con un honorable pollo asado (supongo de nacionalidad peruana) y
conversamos sobre lo cotidiano y mundanos de nuestros recientes días en casa,
mi abuelo, un niño de más de noventa años terminó su plato de comida y salió a
cazar monedas de a centavo, porque solo él es el experto en encontrar monedas
donde nadie es capaz de sospechar.
Finalizada
la hora del almuerzo, mi tío se llevó a los abuelos a caminar por el parque y
mi madre prefirió ir a dormir al carro acompañada por mi padre, otro niño de
setenta y pico noviembres de vida, por mi parte, con mi camiseta de Linterna
Verde y mi cámara fotográfica inicié la caminata a mi modo por los alrededores
del recinto, siguiendo, como Alicia que busca al conejo, a una ardilla coqueta,
roedor de fina y juguetona cola que andaba tras la pista de algo de comer.
En el
trayecto logré ubicarme detrás de un poste y de la manera más ignorante pero a
mi criterio, efectiva del caso, pude fotografiar al roedor aquel, bueno, la
calidad de la fotografía no tiene tema en este apartado.
Cerca,
en la zona verde de al lado, un par de muchachos categoría rodillones jugaban a
lanzarse la pelota (de béisbol, una práctica muy americana pero bueno, resultaron ser argentinos, vea usted. Allí, en
el fondo un hermoso mapache comenzó a subir sin ser descubierto a un frondoso
árbol del parque, con mi visión original y un poco de empeño logré retratar al
animal con mi cámara, me fui acercando hasta estar en el árbol mismo dónde el mamífero
de grandes bigotes me observaba. Intenté por varios momentos fotografiar pero
fue en vano, cual felino esquivó cada disparo de mi cámara pero jamás se escondió, siguió uniforme en su rama sentado sobre su cola, observándome,
quizás, reflexionando sobre mi astuto rol y es que amigos lectores, jamás en mi
vida había visto un mapache, solo en la televisión o el cine.
Pasaron
los minutos, él en la rama y yo abajo mirándole con detenimiento, cruzamos
miradas como dos mamíferos que se descubren entre sí, nos dejamos llevar por la
fresca brisa de la Florida, fuimos uno solo con la naturaleza, fuimos silencio
en el atardecer. Al tiempo el fulano decidió bajar de su árbol y como cualquier
animal, emprendió carrera hasta otra zona despejada, él como cualquier otro
animal (supongo) evidenciaba en su rostro y prisa un temor por la humanidad, yo
también.
Mis
abuelos regresaron de la caminata con mi tío, avanzamos juntos hasta el carro y
comenzamos a prepararnos para regresar a casa, la jornada había terminado y la
familia permanecía unida.
El carro
conservó el olor a pollo durante todo el trayecto de regreso.
AV.
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